En primer lugar, el origen
de la PC debe fijarse en los acontecimientos de extrema seriedad de 1996. La
provocación inicial fue el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate, la
organización del exilio cubano que había trocado sus labores humanitarias de
ayudar a balseros y se había atrevido a lanzar octavillas sobre La Habana.
Clinton se vio obligado a plegarse a los deseos del exilio y aprobar la ley
Helms-Burton por la que se amenazaba con demandas a los inversores extranjeros
en Cuba. Para no ser menos, el presidente José María Aznar,
apenas llegado al
poder, consiguió que sus socios de Bruselas impusieran la PC, que se ha
mantenido en sus objetivos básicos hasta la actualidad.
En rigor, la medida de la UE solamente ha conseguido el orgullo moral del exilio cubano y la justificación del gobierno cubano para construir otro enemigo “imperial” tan imponente como el norteamericano. Pero la PC, que en palabras de numerosos observadores, ni es “posición” tal, ni es “común”, no ha sido nunca una norma de obligatorio cumplimiento, debido en parte a la debilidad de la política exterior de la UE, sujeta a los caprichos e intereses de los Estados Miembros. La erosión de los efectos de la PC fue casi inmediata.
En enero de
2000 el grupo África, Caribe y Pacífico (ACP) aprobó la adhesión de Cuba al
nuevo Acuerdo de Cotonou, sucesor del venerable Lomé. Pero Cuba nunca llegó a
firmar el dossier por temor a ser rechazada. Tozudamente, la UE mantuvo del diálogo
y en 2003 inauguró una oficina en La Habana. Sin embargo, por culpa de las
condenas impuestas a disidentes y el
fusilamiento de tres secuestradores, la UE aprobó unas medidas (calificadas
erróneamente como “sanciones”), al tiempo que Castro daba portazo a cualquier
negociación, pero ya en 2005 hay una normalización con casi todos los países y
con la propia UE, con el resultado de la suspensión de las medidas irritantes,
que en 2008 se eliminaron. Estos pasos se hicieron bajo la influencia del
gobierno español de Zapatero, a través de labor de su ministro de Exteriores
Moratinos.
Desde entonces la UE y Cuba han mantenido conversaciones, se han mandado fondos humanitarios y con la ayuda de España se consiguió la liberación de numerosos disidentes presos en 2003. Un tira y afloja ha dejado la situación en un estado de ambigüedad y espera. Paradójicamente, con el regreso al poder del nuevo gobierno español conservador se ha impuesto una actitud más pragmática, aunque se han mantenido las condiciones básicas de reforma.
Madrid y Bruselas, y todos los demás gobiernos que contemplan entre estupefactos y divertidos la evolución de un tema llamado “hispano-español”, se convencen de que la PC no ha conseguido más que convertirse en una excusa más para el régimen, ahora en manos de Raúl Castro, para justificar sus dificultades internas y el acoso internacional. Mientras tanto, uno a uno, los países latinoamericanos han reforzado las relaciones con La Habana y algunos las han convertido en alianzas, como es el caso notorio de la Venezuela de Chávez y los socios del ALBA.
Ningún
Estado miembro de la UE ha ido más allá de las buenas intenciones en aplicar
las condiciones. Ningún gobierno ha prohibido a sus ciudadanos hacer turismo en
Cuba. Ninguna línea aérea europea ha dejado de acudir a Cuba. Ningún Estado
europeo ha puesto obstáculos a las inversiones, que suman más del 50% de las
totales. Ningún ciudadano europeo considera a Cuba como estado terrorista. Al
contrario, todavía disfruta en algunas mentes de la aureola romántica de una
revolución fallida. Año tras otro, todos los países europeos votan en contra
del embargo en las Naciones Unidas.
Esta venerable medida no ha conseguido en
medio siglo su objetivo fundamental: el colapso del régimen marxista-leninista
de Cuba.
La UE se ha cansado de esta política contraproducente, mientras tiene en su agenda otros temas más urgentes, en plena crisis económica y enfrentando los desafíos del Mediterráneo, además de la competencia de China. El anuncio del cambio de actitud (preparado durante meses, con visitas cuidadosas de acopio de datos) también debe encajarse en la reciente reelección de Obama. Libre del peaje obligado para conseguir los votos necesarios en Florida, el presidente norteamericano puede verse mucho más libre para hacer otra movida similar a la europea, sino superior.
En fin, la decisión europea debe ya contar con el
beneplácito de Cuba, que no exigirá la eliminación previa de la PC para
negociar, ya que Raúl
debe haber calculado que necesita más oxígeno para
ayudarle en sus tímidas medidas renovadoras. La reducción de las ventajas
arancelarias de la UE, debido a la mejora cubana de ingresos, también ha
pesado. En suma, La Habana habría abandonado su acostumbrada táctica de hacer
descarrilar un acuerdo en ciernes para elevar la tensión. No está el mundo para
alegrías.
Hay 1 Comentarios
Muchas veces he leído o escuchado que el bloqueo de Estados Unidos a Cuba o que iniciativas tomadas en esa dirección, como la del señor Aznar, sirven de pretexto al gobierno cubano para encubrir las razones que provocan las dificultades de su pueblo. Es decir, eludir la responsabilidad que le toca en ese tema. Entiendo esto como unfavor que le hacen a quien por otro lado declaran enemigo. De ser así, ¿por qué no ponen fin de una vez y para siempre tales practicas inhumanas y que en cincuenta años no logran el objetivo anunciado. Cuba está ahí. Creo que en el pueblo cubano, pues no es solo cuestión de los Castros, como le dicen, han encontrado una buena piedra en el zapato. El tiempo pasa y ese ejemplo crece en dimensiones históricas. Un ejemplo que se interpreta como el interés simple de presentarse como luchadores contra los grandes poderes del mundo.
No señor, acaben de entender que se trata de un hecho que indica el rumbo que tiene que tomar el mundo. Ya Cuba no anda sola: Amérioca Latina reencontró el sabor de la independencia que realmente nunca pudo saborear.
Solo deseo que el autor medite un poco sobre esto.
Publicado por: Abelardo | 23/11/2012 21:27:53