Joaquin Roy

Sobre el autor

Joaquín Roy es Catedrático Jean Monnet “ad personam” de Integración Europea y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami. Es Licenciado en Derecho (Universidad de Barcelona) y Doctor por la Georgetown University (Washington DC). Nacido en Barcelona, reside en Estados Unidos desde la administración Johnson.

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Idiomas: fraude y autocomplacencia

Por: | 30 de diciembre de 2012

La nueva ola de comentarios alarmantes acerca del pobre conocimiento del inglés en España invita a rememorar experiencias lingüísticas personales. Recuerdo que a mi llegada a Estados Unidos, al final de los sesenta, mientras asesinaban a Robert Kennedy y Martin Luther y Neale Armstrong llegaba a la luna, se me presentó una intrigante misión laboral. A la vista de que la beca con la que cursaba un doctorado en la Universidad de Georgetown en Washington, Washington-DC[1] aderezada por completas escuelas de Lenguas y de Servicio Exterior (una de las mejores en el país), exploré alternativas de emolumentos adicionales. La oportunidad dorada se me presentó cuando la School of Advanced Internacional Studies (SAIS) de la Johns Hopkins University, ya por entonces reputada como el modelo en su género, me ofreció desarrollar unos cursos de español avanzado para preparar a los estudiantes de maestría y doctorado a cumplir con los requisitos de lengua.

El decano me conminó taxativamente sobre los objetivos. No se trataba de que los candidatos pudieran saludarse o leer un texto banal, sino de que fueran capaces de entender, interpretar y explicar textos de sus materias de estudio en español, y que pudieran mantener una entrevista razonable sobre el contenido. Con la experiencia de la licenciatura en Derecho, coleccioné textos jurídicos, constitucionales y económicos y los fui mezclando con editoriales y comentarios de la mejor prensa en español de entonces. A fuerza de ensayos, fracasos y resultados, diseñé unos cursos aceptables. Es probable que yo aprendiera más que mis estudiantes y además me pagaban, y bien, comparativamente. Pero lo más destacable de la experiencia es que me mostró la cara mas positiva de la educación en Estados Unidos, cuando de veras se marcan los objetivos y se emplean los medios para cumplirlos. Deptofstate[1]

Con el paso de los años, oscilando entre varias disciplinas, al cobijarme en un contexto académico interdisciplinario para estudiar e investigar sobre la Unión Europea y sus relaciones con América, creo que puedo confesar que he visto de todo con respecto al adiestramiento y la maestría en el dominio de idiomas. 090106_Interpreter[1] Es ya un lugar común decir que Estados Unidos es el país de la paradoja, donde coexisten la mayoría de premios Nobel y la ignorancia más supina, la bondad altruista sin condiciones y la maldad diabólica, la riqueza insultante y la desigualdad hiriente, el aislacionista por nacimiento y el intervencionista imperial. País de inmigrantes, nada tiene de extrañar que el bagaje lingüístico de sus habitantes no tenga en principio comparación en el planeta. Este debiera ser el país capaz de comunicarse con toda la galaxia. La realidad es que es precisamente en los centros educativos y de formación de mandos de decisión donde conviven la excelencia lingüística y la supina ignorancia, cuando no la arrogancia en expresar desdén por las lenguas o, lo que es peor, la hipocresía y fraude en reclamar dominio lingüístico.

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Bolivia: entre la Comunidad Andina y Mercosur

Por: | 09 de diciembre de 2012

 

El presidente Evo Morales ha anunciado que Bolivia ingresará en el Mercado Común del Sur (MERCOSUR). En una cumbre de los miembros de esa organización de integración sudamericana se la ha dado bienvenida al que sería el sexto socio, luego que Venezuela ejecutara su ingreso una vez se esfumara el obstáculo que representaba Paraguay, ahora suspendido de sus derechos. En la superficie, esta decisión puede parecer un movimiento sin mayor trascendencia. MERCOSUR ha estado siempre abierto a su ampliación y ambiciones territoriales. Pero existen aristas que complican el panorama.

          Morales-eulat-madEn primer lugar, Bolivia es miembro de pleno derecho de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), la organización subregional latinoamericana de integración de más antiguo funcionamiento. Sus otros componentes son Colombia, Perú y Ecuador, luego de la salida de Venezuela. Chile fue miembro en su fundación, pero Pinochet la abandonó para evitar presiones políticas. Aunque miembro asociado de la CAN, los sucesivos gobiernos democráticos de Santiago se han resistido a un reingreso que pondría trabas a su docena de tratados de libre comercio con medio planeta. Facha

De inmediato, expertos y políticos han señalado que un país no puede pertenecer a dos sub-bloques de integración de similares características y propósitos. Morales aduce que todos los países  sudamericanos son fundadores de la Unión Sudamericana (UNASUR) y todos los latinoamericanos son miembros natos de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC). Los respectivos tratados de la CAN y MERCOSUR son ambiguos al respecto, más allá de las referencias a compromisos aduaneros.

Por otra parte, un ejercicio comparativo en el caso revelaría que cualquier miembro de la Unión Europea puede ser socio del amplio Consejo de Europa, a la vez que la membresía en la OTAN es también compatible. Pero la pertenencia a la UE no permite la reduplicación en la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA), pues sus requisitos de niveles de integración y asociación chocan frontalmente.

En fin, en el caso sudamericano la doble lealtad sería entonces jurídicamente justificada. Además, Morales reclama así para Bolivia un papel de “bisagra” entre las dos organizaciones. Todo encajaría, por otra parte, en los marcos de UNASUR y la CELAC. Conviene, sin embargo, prestar atención a las motivaciones de la movida y sus más amplias consecuencias.

Obsérvese que Morales no pretende salir de la CAN, dando un portazo sonoro como Hugo Chávez para acelerar su ingreso en Mercosur. El líder venezolano aducía su irritación contra otros miembros (Perú y Colombia) que estaban negociando acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y la UE. Pero Morales ha estado amenazando veladamente con tomar esta decisión y en cada etapa desde el seno de la CAN se ha temido su disolución. En esa perspectiva, Morales se habría presentado como ejecutor de la sentencia de muerte para sacar beneficios de sus nuevos protectores, principalmente Venezuela. 

FrentePero, ¿por qué la prisa ahora en adherirse a MERCOSUR? Unas razones serían políticas y otras económicas. En el plano político, Morales debe creer que sus intereses estarán mejor protegidos en el gran bloque mersosureño dominado por Brasil. No se fía de la CAN, pendiente de vaivenes y conveniencias de sus socios con respecto a arreglos con Europa y las expectativas presentadas por la Alianza del Pacifico, a la que apuestan todos los ribereños (excepto Ecuador).

En el plano comercial, Bolivia planearía equilibrar su relativa debilidad industrial al sublimar su vínculo con MERCOSUR hacia el que sus existentes relaciones de exportación aparecerían más hondas que con la CAN. Sus socios potentes (Brasil, Argentina y Venezuela) creerían que la ampliación les daría mayor fuerza en sus eternas negociaciones con la UE.

Este complicado escenario revela que la hegemonía de Brasil se nota en los diversos movimientos de los países con los que tiene fronteras. Una ampliación progresiva (Ecuador sería el siguiente) de MERCOSUR dejaría para la UNASUR el papel residual de foro de negociación y consulta política y diplomática (por otra parte, efectiva). Este esquema inspirado por Brasil cumpliría las ambiciones de Lula y Rousseff  (y sus antecesores) y se limitaría a esa función, mientras el frente económico se canalizaría parcialmente a través de MERCOSUR y sobre todo independientemente mediante acuerdos con Estados Unidos, la UE y globales. La verdadera integración regional no ha sido nunca una prioridad de Brasilia, sea quien sea el inquilino del Palacio de la Alborada y quiénes ocupen los escritorios de Itamaraty. Brasilia-cat-est

Mientras tanto, la UE habría aprendido definitivamente las limitaciones de su estrategia de promocionar la integración regional en América para negociar sólidos acuerdos con sub-bloques, a los que ha estado subvencionando durante décadas, en parte para sublimar las excelencias de su propio modelo de integración. A la vista de los fracasos, Bruselas ha optado por la vía bilateral. Los acuerdos en marcha con Colombia y Bolivia, la firma del compromiso con Centroamérica, además de la estrategia más ambiciosa con Brasil son ejemplos. Con este escenario la UE dialogará en Santiago de Chile el 26-27 de enero en el marco de la cumbre inter-continental.

Allí se verá cuál es el papel de la CELAC, otra incógnita. Se esperará una respuesta acerca de la naturaleza verdadera de la integración regional. De momento, los augurios para que América Latina hable con un teléfono unitario (como se le exigió a la UE, en la expresión erróneamente atribuida a Kissinger) no son muy positivos. Siempre resonará una voz en (impecable) “portuñol”. Por otra parte, la UE tampoco no está para exigencias en cuanto a unión de criterios y propósitos.                           

¿Qué es una nación?

Por: | 02 de diciembre de 2012

Durante las últimas semanas los medios de comunicación y los académicos americanos han girado sus miradas, intrigados y perplejos, hacia la escena española (y catalana). Catalunya-independence[1]Según las perspectivas personales, inclinaciones ideológicas y diverso grado de ignorancia, el retrato general es el persistente estereotipo implantado por los reflejos de una percepción tradicional del ser de España. El conocimiento sobre Catalunya, tanto en Estados Unidos como en América Latina, es inexistente o lastrado por los lugares comunes. De ahí que no sea fácil la labor de explicar en el continente americano lo que está pasando en España (y Catalunya). Esto es paradójico, ya que aplicando conceptos americanos el ejercicio pedagógico sería fácil.  

 

En América no se tiene conciencia plena de las dos variantes de la construcción nacional. Una (étnica, cultural, “alemana”) prima las raíces lingüísticas, raciales, gastronómicas, religiosas; la otra (liberal, cívica, “francesa”) Liberty[1] se cimenta en la decisión de construir una entidad común a la que se promete adhesión. A grosso modo, a trasladarse al este, la cultural destaca; hacia el oeste, la cívica gana terreno. Su mayor triunfo es la adoptada en Estados Unidos, imitada con diversa fortuna en América Latina. Se la da por descontada.

Después de todo, sin embargo tanto la variante étnico-cultural como la cívica-liberal son “construidas”. La base que sustenta la cultural puede ser simplemente una serie de mitos nacionales enterrados en el pasado, muchos inventados, precariamente constatables. La variante cívica es la más puramente construida.

La étnica es la más difícil de formar, pues necesita una base lógica, perceptible, un capital histórico que se comparte, unas costumbres que se consideran heredadas y por lo tanto con obligación de conservarlas, unos alimentos, unas creencias religiosas. Es una nación “natural” y “eterna”.

La variante cívica es muy fácil de construir Solamente depende de una decisión propia e individual. Pero es la más costosa, la más difícil de contentar y por lo tanto de sobrevivir con el tiempo. El que se adhiere a ella no lo hace por altruismo o por una dureza interna de la naturaleza o la historia, sino por la expectativa de un beneficio, de una mejora de su vida material o espiritual. La lealtad que se ofrece a cambio tiene un precio: se espera una recompensa sólida y continuada. De ahí que la más novedosa definición de esa nación sea la de Ernest Renan: Renan[1]un plebiscito diario.

Los países cimentados en esta modalidad pueden desaparecer de la noche a la mañana, si una mayoría de sus ciudadanos consideran que no vale la pena pertenecer y que otras opciones nacionales son más provechosas.  Como que ambas variantes no son puras y se encuentran frecuentemente mezcladas en un menor o mayor grado, la más eficaz configuración es la que presenta una base cultural sólida (historia, territorio, lengua, costumbres) convenientemente empaquetada y comercializada, a la que los recién llegados se pueden adherir, sin ser forzados.

Para los estadounidenses no debiera ser difícil entender un intento de definición cívica de quién es catalán, y por lo tanto, quién pertenece a una nación catalana, de corte cívico, es el que dio el presidente Jordi Pujol en plena apogeo de su poder: “son catalanes los que viven y trabajan en Catalunya”. Añadía con el código de nación cívica: ”y que quiera pertenecer”. Esa ocurrente definición respondía a dos necesidades: nutrirse del voto de la inmigración y seguir contribuyendo a la supervivencia de la misma Catalunya, necesitada de un aumento de su natalidad. Era la fuerza de los “otros catalanes”, en expresión clásica de Francesc Candel.

Por aplicación correcta de esta interpretación “cívica” se tiene que aceptar también la opción de los que, a pesar de residir en Catalunya, y por lo tanto de disfrutar de sus derechos civiles, no consideran pertenecer a una “nación catalana”, aunque ésa sería la meta última de Pujol. Jordi-pujol[1] De ahí que un práctico entendimiento de esos conceptos sería que, por un lado, es “ciudadano de Cataluña”  el español –o el ciudadano de otro país de la UE o del mundo– que vive y trabaja –o no– en Cataluña”, y que por lo tanto disfruta de los derechos que se derivan de esta condición. “Catalán”, en contraste es, simple y sencillamente, quien se siente catalán. O sea, quien quiera serlo.

Esta interpretación trataría de aclarar la condición de millones de residentes en Estados Unidos, luego convertidos en impecables ciudadanos de una “nación cívica”, pero que simultáneamente no dejan de seguir perteneciendo a una “nación cultural” original. La protección contra la globalización excesiva ha permitido recientemente que lo que se consideraba una violación del código del “melting pot” sea hoy en día perfectamente asumible. La cercanía del país de origen, las comunicaciones modernas y el todavía bajo coste de los viajes hace que los “nuevos norteamericanos” puedan conservar su lealtad práctica innata. No lo tuvieron tan fácil los inmigrantes del siglo XIX y gran parte del siglo XX, forzados a olvidar.       

Ese es el sentimiento e interpretación, por ejemplo de una mayoría de puertorriqueños para los que su nación (cultural) es Puerto Rico, pero su nación de elección (cívica) es Estados Unidos. Pero esa dualidad también choca con la persistencia de la ideología nativista (Samuel Huntington) que se empeña en resucitar una nación (étnico-cultural) que dejó de existir o que en realidad no fue más que un sueño, paradójicamente sublimado por el éxito impresionante de la variante cívica. Elis] Estados Unidos seguirá existiendo mientras las diversas oleadas de inmigrantes (y sus descendientes agradecidos) voten afirmativamente el plebiscito de Renan.  Esta lección americana se merece estar presente en el devenir español y catalán, sobre todo en tiempos de crisis. Ninguna lealtad es eterna, incondicional e inamovible. Al final del día, además de emitir el voto renaniano, españoles y catalanes preguntan: “y de lo mío, ¿qué?” 

El País

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