Joaquin Roy

¿Qué es una nación?

Por: | 02 de diciembre de 2012

Durante las últimas semanas los medios de comunicación y los académicos americanos han girado sus miradas, intrigados y perplejos, hacia la escena española (y catalana). Catalunya-independence[1]Según las perspectivas personales, inclinaciones ideológicas y diverso grado de ignorancia, el retrato general es el persistente estereotipo implantado por los reflejos de una percepción tradicional del ser de España. El conocimiento sobre Catalunya, tanto en Estados Unidos como en América Latina, es inexistente o lastrado por los lugares comunes. De ahí que no sea fácil la labor de explicar en el continente americano lo que está pasando en España (y Catalunya). Esto es paradójico, ya que aplicando conceptos americanos el ejercicio pedagógico sería fácil.  

 

En América no se tiene conciencia plena de las dos variantes de la construcción nacional. Una (étnica, cultural, “alemana”) prima las raíces lingüísticas, raciales, gastronómicas, religiosas; la otra (liberal, cívica, “francesa”) Liberty[1] se cimenta en la decisión de construir una entidad común a la que se promete adhesión. A grosso modo, a trasladarse al este, la cultural destaca; hacia el oeste, la cívica gana terreno. Su mayor triunfo es la adoptada en Estados Unidos, imitada con diversa fortuna en América Latina. Se la da por descontada.

Después de todo, sin embargo tanto la variante étnico-cultural como la cívica-liberal son “construidas”. La base que sustenta la cultural puede ser simplemente una serie de mitos nacionales enterrados en el pasado, muchos inventados, precariamente constatables. La variante cívica es la más puramente construida.

La étnica es la más difícil de formar, pues necesita una base lógica, perceptible, un capital histórico que se comparte, unas costumbres que se consideran heredadas y por lo tanto con obligación de conservarlas, unos alimentos, unas creencias religiosas. Es una nación “natural” y “eterna”.

La variante cívica es muy fácil de construir Solamente depende de una decisión propia e individual. Pero es la más costosa, la más difícil de contentar y por lo tanto de sobrevivir con el tiempo. El que se adhiere a ella no lo hace por altruismo o por una dureza interna de la naturaleza o la historia, sino por la expectativa de un beneficio, de una mejora de su vida material o espiritual. La lealtad que se ofrece a cambio tiene un precio: se espera una recompensa sólida y continuada. De ahí que la más novedosa definición de esa nación sea la de Ernest Renan: Renan[1]un plebiscito diario.

Los países cimentados en esta modalidad pueden desaparecer de la noche a la mañana, si una mayoría de sus ciudadanos consideran que no vale la pena pertenecer y que otras opciones nacionales son más provechosas.  Como que ambas variantes no son puras y se encuentran frecuentemente mezcladas en un menor o mayor grado, la más eficaz configuración es la que presenta una base cultural sólida (historia, territorio, lengua, costumbres) convenientemente empaquetada y comercializada, a la que los recién llegados se pueden adherir, sin ser forzados.

Para los estadounidenses no debiera ser difícil entender un intento de definición cívica de quién es catalán, y por lo tanto, quién pertenece a una nación catalana, de corte cívico, es el que dio el presidente Jordi Pujol en plena apogeo de su poder: “son catalanes los que viven y trabajan en Catalunya”. Añadía con el código de nación cívica: ”y que quiera pertenecer”. Esa ocurrente definición respondía a dos necesidades: nutrirse del voto de la inmigración y seguir contribuyendo a la supervivencia de la misma Catalunya, necesitada de un aumento de su natalidad. Era la fuerza de los “otros catalanes”, en expresión clásica de Francesc Candel.

Por aplicación correcta de esta interpretación “cívica” se tiene que aceptar también la opción de los que, a pesar de residir en Catalunya, y por lo tanto de disfrutar de sus derechos civiles, no consideran pertenecer a una “nación catalana”, aunque ésa sería la meta última de Pujol. Jordi-pujol[1] De ahí que un práctico entendimiento de esos conceptos sería que, por un lado, es “ciudadano de Cataluña”  el español –o el ciudadano de otro país de la UE o del mundo– que vive y trabaja –o no– en Cataluña”, y que por lo tanto disfruta de los derechos que se derivan de esta condición. “Catalán”, en contraste es, simple y sencillamente, quien se siente catalán. O sea, quien quiera serlo.

Esta interpretación trataría de aclarar la condición de millones de residentes en Estados Unidos, luego convertidos en impecables ciudadanos de una “nación cívica”, pero que simultáneamente no dejan de seguir perteneciendo a una “nación cultural” original. La protección contra la globalización excesiva ha permitido recientemente que lo que se consideraba una violación del código del “melting pot” sea hoy en día perfectamente asumible. La cercanía del país de origen, las comunicaciones modernas y el todavía bajo coste de los viajes hace que los “nuevos norteamericanos” puedan conservar su lealtad práctica innata. No lo tuvieron tan fácil los inmigrantes del siglo XIX y gran parte del siglo XX, forzados a olvidar.       

Ese es el sentimiento e interpretación, por ejemplo de una mayoría de puertorriqueños para los que su nación (cultural) es Puerto Rico, pero su nación de elección (cívica) es Estados Unidos. Pero esa dualidad también choca con la persistencia de la ideología nativista (Samuel Huntington) que se empeña en resucitar una nación (étnico-cultural) que dejó de existir o que en realidad no fue más que un sueño, paradójicamente sublimado por el éxito impresionante de la variante cívica. Elis] Estados Unidos seguirá existiendo mientras las diversas oleadas de inmigrantes (y sus descendientes agradecidos) voten afirmativamente el plebiscito de Renan.  Esta lección americana se merece estar presente en el devenir español y catalán, sobre todo en tiempos de crisis. Ninguna lealtad es eterna, incondicional e inamovible. Al final del día, además de emitir el voto renaniano, españoles y catalanes preguntan: “y de lo mío, ¿qué?” 

Hay 6 Comentarios

Ni la lengua, ni la raza, ni las creencias, definen una nación. El concepto nación se consolida cuando surgen los estados, es decir, las estructuras del poder que hacen posible el desarrollo económico y con ello el desarrollo cultural en un espacio geográfico determinado. Ahora bien, las diferencias que surgen en ese desarrollo no justifica convertir lo nacional en un conflicto social o político. Ningún grupo humano es mejor ni peor que el otros. Todos cojean del mismo pie... soy mejor que tu.

Una nación no es más que invento para mantener a la población dividida. Perfectamente el mundo podría estar regido por una sola única nación, pero en vez de 1 hay cientos y por eso, nos llevamos peor unos que otros. Unos fueron muy listos y aplicaron el "divide y vencerás".

A que sera debida esa cerrazon a no querer aceptar las diferencias y a rehusar la libertad de eligir y, asi saber quienes quieren ser independientes y quienes no.
La legitimidad democratica de los que niegan la libertad a los demas de construirse como ellos se sienten, carece de todo sentido democratico.
Imponer unas reglas en nombre de la democracia y contra un nucleo de varios millones de personas no tiene legitimidad filosofica ni humana.
Lo sorprendente de la sociedad española es la cacofonia imperante de los que se arropan en una decencia romantica en un pais caotico, corrupto y arcaico para defender una democracia que nunca han conocido.
El oligopolio de unas castas con una cultura nepotica insolente que le dan lecciones al pueblo llano de legitimidad democratica, es simplemente patetico.
Si un pueblo se pudre por la indolencia de sus elites, estas no pueden erigirse en el estandarte de lo correcto.
Vista desde fuera, España parece una opera bufa. Ridicula y excesiva.
Nadie tiene legitimidad moral para imponer ninguna decencia ni ninguna alternativa politica. Solo las urnas la tienen.
Y, si a muchos les duele, no cambia ni los factores de la ecuacion ni el resultado de esta.
Si los catalanes se han metido en un camino de dificil resolucion, tiene mas valor su "approach" que el una sociedad decadente, construida sobre las elites franquistas y una burguesia artificial y descaradamente corrupta, herencia del tan halagado Felipe Gonzalez que es el parangon de una republica bananera.
Un pais construido sobre la mentira, paga, tarde o temprano, su indecencia y el enquistamiento de sus elites en sofismas indefendibles.
Solo una mente putrefacta puede defender la filosofia, el mito fundador de esta democracia de pacotilla: robo, entonces existo...

Se dice "grosso modo" no "A grosso modo"

Pues bien, "grosso modo" en Yspanya hay 55/60 naciones y 18 reinos/ducados ... desde el más viejo, Las tierras de Tud-Mir, que se repartieron Jaume y Alfonso ... hasta el más moderno: el Señorío de Bizcaia

Moret, el pintor, conoció a su mecenas, Théodore Duret, en el Gran Hotel de París en la madrileña Puerta del Sol (viernes 1 de septiembre del año 1865) ... En fin, que me pierdo: en el libro de registro del Museo ... sólo hay dos españoles, y ante la pregunta "patria" uno responde "Guadalajara" y otro responde "Málaga"

"Catalunya" es uno de los 18 reynos de yspanya

Señor Roy ¿Ünicamente en Estados Unidos desconocen las dos tradiciones, germánica y francesa, del concepto de nación? Yo tengo la sensación de que en España muchísima gente las desconoce también. En el centro donde imparto clases en Madrid ha tenido que ser una alumna danesa de 27 años, Erasmus, la que tuviese que referirse a esta doble distinción del concepto de nación ante la mirada incrédula del resto de alumnos, todos españoles. Ante el estupor de una alumna española que me preguntó inquisitivamente porqué me refería a Cataluña en términos de "nación", tuvo que ser esta otra alumna danesa la que replicase a la española en estos términos: "¿Y por qué te refieres tu a España como nación?". Hasta los programas Erasmus puede que sirvan de mucho, al menos para quitarnos un poco de caspa a los españoles. El contacto con alumnos de otros países nos puede traer a nuestros estudiantes aire fresco.

[[[Quieres Conocer EL SECRETO PARA PËRDER PESO???
La Respuesta Está En.......★★¡¡¡¡¡TU HIGADO!!!!!★★ http://su.pr/1xuU15

Los comentarios de esta entrada están cerrados.

Sobre el autor

Joaquín Roy es Catedrático Jean Monnet “ad personam” de Integración Europea y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami. Es Licenciado en Derecho (Universidad de Barcelona) y Doctor por la Georgetown University (Washington DC). Nacido en Barcelona, reside en Estados Unidos desde la administración Johnson.

Eskup

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal