El sábado 26 y el domingo 27 de este mes de enero una notable mayoría de
máximos mandatarios de 60 países europeos, latinoamericanos y caribeños se
reunirán en Santiago de Chile en el formato de la cumbre bicontinental
que se celebra desde 1999. En cuanto se clausure ese cónclave, los propios
latino-caribeños extenderán la visita para su propia reunión de la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC).
Aunque ese calendario esté dictado por las agendas (en realidad la reunión CELAC-UE debía haberse celebrado el año anterior), la buena lógica habría aconsejado cambiar el orden. Primero los latinoamericanos y caribeños debieran haber consensuado un guión común para dialogar, negociar y enfrentarse a los europeos. Pero la variedad, desunión, carencia de coordinación y contraste de intereses ya se habrá mostrado como evidente en la reunión europeo-latinoamericana/caribeña. Tal como se apuntaba en un comentario anterior, si Kissinger hubiera sido invitado, hubiera pedido cuál era el teléfono de ambos bandos.