Joaquin Roy

Sobre el autor

Joaquín Roy es Catedrático Jean Monnet “ad personam” de Integración Europea y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami. Es Licenciado en Derecho (Universidad de Barcelona) y Doctor por la Georgetown University (Washington DC). Nacido en Barcelona, reside en Estados Unidos desde la administración Johnson.

Eskup

La sacralización política de Chávez

Por: | 09 de marzo de 2013

Resulta digno de meditación el contraste entre la construcción de un carisma popular de Hugo Chávez, Ss-130308-hugo-chavez-funeral-jsw-tease.photoblog600[1]posiblemente su mejor triunfo en vida, y la impersonal sacralización de su persona, cargo y símbolo. El embalsamamiento de sus restos le puede jugar una mala pasada póstuma al no poder superar la negativa identificación de Hugo Chávez Frías con el comandante en jefe expuesto “eternamente” (en palabras de su sucesor Nicolás Maduro) en una urna. El paso del tiempo le puede restituir las arrugas que la ciencia de momento le ha maquillado.

          Chávez había conseguido llegar lo más lejos posible en conseguir la identificación que unas pocas figuras de la historia y solamente dos en América Latina han sublimado: Bolívar y José Martí. La sistemática búsqueda de la inacabada identidad nacional en todos los países latinoamericanos, en todas las generaciones, se basó desde los primeros momentos de la independencia en la identificación de unas anclas fehacientes.

La fórmula mágica se ha compuesto de una figura política central, producto de acciones individuales y unas dosis de valentía y osadía, un territorio (heredero paradójico de las divisiones administrativas de la colonia), unos símbolos constatables (bandera, himno, canción popular nacional, equipo de futbol, comida emblemática), y un pueblo. Este debía cuadrar con el retrato de sujeto de una nación cimentada en la voluntad de opción, no de origen étnico. Si la mayoría de los componentes de ese pueblo eran “los de abajo”, “los pobres de la tierra”, Images[3] los excluidos por la pobreza y la desigualdad, mejor. La adición del ingrediente anti-imperialista opositor de Estados Unidos y su política inaugurada con la Doctrina Monroe completó el programa de éxito de esa estrategia sin apenas planes preconcebidos.        

Pero el paroxismo máximo y la meta raramente disimulada por sus protagonistas han sido el paralelismo y la simbiosis de una persona y una “patria”, más allá de un simple Estado-Nación. Mientras unos lo han intentado en vida, el éxito mayor lo han disfrutado los sujetos que solamente después de su muerte se han visto elevados a esa condición, frecuentemente sin proponérselo.

Si Bolívar sería ejemplo de la personalidad que estuvo convencido de haber sido identificado por el destino, no solamente con respecto a su territorialmente limitada Venezuela, sino a una América Latina más amplia, Martí respondería al modelo que solamente tras años de su muerte fue transformado en un ícono de la nacionalidad cubana, necesitada desesperadamente de esa identificación como argamasa política. Mientras Bolívar disfrutó tempranamente tras su muerte de esa simbiosis, Martí debió esperar a que el uso y manipulación de la Revolución castrista lo convirtieran en sinónimo de la propia Cuba. Trad portrait

En ese caso, Fidel Castro ha estado preparando magistralmente compartir ese pedestal al reclamarlo como inspirador de su sistema marxista. A pesar de la reticencia de sectores conservadores y católicos que no encajaron adecuadamente la aparición de un apóstol no. 13, su final suicida y su origen masón, lo cierto es que el triunfo de Martí en esa tarea ha sido total, reverenciado por igual en la Cuba comunista y en el exilio, tanto duro como moderado.

A su lado, experimentos e intentos variopintos dignos de consideración deben ser vistos como muestras imperfectas, aunque no exentas de éxito temporal limitado. El caso más cercano de esa asunción a los estrados más elevados es el más exitoso registro de populismo, todavía modelo e insoslayable punto de referencia: Juan Domingo Perón, pero sobre todo la irresistible atracción de su mujer Eva Duarte. No en vano hay que tener en cuenta el uso del apelativo de Santa Evita y su entronización en una capilla especial.   Peron-eva rosada

Pero obsérvese la ventaja de Bolívar y Martí con respecto a la larga lista de populistas, próceres y dictadores de diversa talla que han competido con compartir ese lugar solamente reservados a unos pocos elegido. Mientras el venezolano y el cubano no son cuestionados por nadie en su contexto, los demás sufren de los ataques de diferentes sectores políticos y sociales. Chávez luchó denodadamente en disfrutar de ese privilegio. De momento, solamente ha conseguido ser objeto de un intento de sacralización representado por su conservación en una urna.

Pero ese logro ya está erosionado por la desaparición de los rasgos personales populares. Las canciones tradicionales (cerradas por “Alma Llanera”) entonadas magistralmente por una orquesta y coros al final de la ceremonia fúnebre han quedado ya enmudecidas por los discursos huecos, repetitivos y falsamente humanizantes. Algún día, alguien (probablemente el propio Chávez) le pedirá cuentas al mismo Nicolás Maduro por ese desastre.

Bolívar, reposando en el impresionante Panteón Nacional, habrá respirado aliviado al librarse de una compañía incómoda y de una imitación incompleta e imperfecta. Se sospecha que esa cohabitación estuvo en los planes del postchavismo. Algunas veces la cordura se impone. Castro está, por lo parte, convencido de que superará todos los records, pero lo alejarán prudentemente de Martí. Pero no de la historia, de la que se duda que lo absuelva.                                                                            

 

¿Transición en Cuba?

Por: | 04 de marzo de 2013

Unos detalles, algunos insignificantes y otros dignos de meditación, del acontecer cubano merecen atención con el objetivo de evaluar si se está a las puertas de una transición. En rigor, Cuba está ya en transición desde la enfermedad de Fidel Castro que le obligó a abandonar el poder en su vertiente constitucional y jurídica, aunque no en la faceta efectiva. De una manera u otra, la sombra de Fidel es todavía muy alargada. Pero algo se mueve en Cuba. Lo que no se sabe exactamente es hacia donde y con qué velocidad, porque de momento la ralentización parece ser la norma. La ocultación de las fichas de dominó, juego muy cubano, es notoria. Pero incluso las fichas son finitas en número.

            La más reciente señal de lo que pudiera ser el principio de la transición es el relevo en la dirigencia de la Asamblea del Poder Popular, con la jubilación de Ricardo Alarcón, y el nombramiento de Miguel Díaz-Canel, de solamente 52 años, Migue-diaz-canel-cuba[1] como vicepresidente del Consejo. Al mismo tiempo, conviene reparar en el anuncio insólito de autolimitación del mandato de líder máximo que se ha impuesto el propio Raúl, anunciando su jubilación en el 2018, a cinco años vista. Aparte de que el plazo que se concede es optimista, por lo menos se compromete a un calendario y a un compromiso de que sus potenciales sucesores no rebasen la década en el poder.

            La otra notoria señal de que algo se mueve ostensiblemente es la autorización de viaje, dentro de un orden, para los cubanos que disfruten de un pasaporte. El resultado más espectacular de esta medida es que la bloguera Yoani Sánchez ha iniciado un periplo de conferencias y apariciones mediáticas en América y Europa. Teniendo en cuenta que sus escritos no tienen desperdicio y son extremadamente críticos del régimen, la tolerancia del gobierno cubano (o la impotencia para impedirlo) es digna de estudio. Nada se deja fuera de un guión.

Al mismo tiempo dos globos sonda fueron lanzados desde Europa y desde Washington. La UE se había adelantado a finales del año anterior al anunciar que acometería una serie de encuentros sin condiciones previas que pudieran desembocar en desencallar el espinoso tema de la Posición Común impuesta en 1996. Esta medida se tomó a renglón seguido de que Estados Unidos aprobara la ley Helms-Burton que codificaba el embargo, cuyo levantamiento se condiciona al final efectivo del régimen cubano.

Desde los aledaños de la Casa Blanca y el Departamento de Estado se filtraron rumores de la eliminación progresiva del embargo mediante la ampliación del comercio y el trasvase de ciudadanos. Teniendo en cuenta que Estados Unidos ya es el cuarto socio comercial de Cuba, la erosión producida por unas condiciones más favorables para comprar mercancía IMG_1324 terminaría por convertir la ley condicionante en meramente simbólica, dependiente de una decisión presidencial y el mutis del Congreso (esquema no fácil).

Pero si el plan europeo se edulcoró anunciando un mediano plazo de meditación, el paso decisivo de Estados Unidos se frenó mediante la alianza clásica formada por el núcleo duro del exilio cubano y la intransigencia del régimen de La Habana. Este reclama el todo o nada; el exilio exigía la condición final: el final del castrismo.

Obsérvese que si en los momentos álgidos los dos extremos están de acuerdo en mantener la tensión y conseguir la continuación del condicionamiento del embargo (que políticamente beneficia al régimen, como ya ha señalado la propia Yoani), en el entorno geográfico de Cuba, que se extiende desde México y Caracas hasta la Casa Blanca, el status quo parece ser la solución más conveniente, de momento. Cuba se ha insertado cómodamente en el nuevo y variopinto entramado político latinoamericano. Ha heredado la dirigencia de la CELAC, el invento pan-latinoamericano/caribeño para que todo estén presentes (menos Estados Unidos y Canadá) de nadie nada menos que el conservador presidente chileno Sebastián Piñera. La Habana no manda guerrillas a la liberación del continente. Por el contrario coopera en el proceso de paz colombiano. No se inmiscuye en el narcotráfico, al menos en el plano estatal. Garantiza la seguridad de Guantánamo. Sus vecinos están encantados con la ausencia de fuerte competencia real en turismo e inversiones. IMG_1337

En Washington este impasse es bienvenido con alivio y una buena dosis de hipocresía. Una Cuba en incierta convulsión por una transición apresurada es lo que menos desean los responsables del Pentágono.  Lamentablemente, si el genio pidiera elegir entre democracia y seguridad, la elección sería la estabilidad que solamente el régimen actual puede garantizar. Quizá Fidel haya desaparecido totalmente en el próximo lustro y una verdadera transición tenga lugar en Venezuela. De momento, para lamento de los que comprensiblemente exijan la ejecución del proceso, todo puede quedar fundamentalmente como en los últimos años. Raúl sabe que abrir excesivamente la espita económica, los reclamos se pueden derramar a la política, ya con la iniciativa de los ciudadanos, que hasta la fecha no han tenido la oportunidad de expresarse

El País

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