Joaquin Roy

Boston: simbolismo de una moderna masacre

Por: | 19 de abril de 2013

 A cualquier visitante en Boston se le recuerda que en 1770, como aperitivo de la lucha por la  independencia de Estados Unidos, se produjo delante de la Old State House Old state (edificio gubernamental colonial), la llamada “Boston Massacre”. Fue una muestra de la represión violenta de las tropas inglesas contra los protestones bostonianos. Los perpetradores de la nueva matanza de Boston quizá no repararon que lanzaban un sutil mensaje político, además del acto criminal y cobarde. Boston ocupa un lugar preferente en el altar de los mitos identitarios de Estados Unidos, que la inmensa mayoría de los ciudadanos creen fielmente y que de forma fácil aceptan turistas y residentes ocasionales. Boston es Estados Unidos en esencia pura, con todas sus excelencias, carencias y contradicciones. Cultura, historia, experiencia inmigratoria, política: todo se constata fácilmente en una de las urbes con pleno sabor americano. Quizá por eso los asesinos decidieron segar las vidas de los que se adherían al sueño, y los maratonianos de decenas de países que hoy pueden decir como “Le Monde” el 11 de Setiembre, que “todos somos americanos”.

      No son muchas las ciudades que poseen un gancho plenamente identificable de un aspecto de las señas nacionales, reales o inventadas. San Francisco y su Golden Gate, San Antonio con El Alamo, Nueva Orleans y el llamado barrio francés (español), Williamsburg colonial, Chicago arrogante, Miami latino, la megalópolis de Nueva York y el frío mármol de Washington. No es casualidad que los terroristas del 11 de Setiembre eligieran la Torres Gemelas (íconos del capitalismo) y el Pentágono (emblema del poderío militar). El cuarto avión muy probablemente estaba destinado a estrellarse contra el Capitolio (más que la Casa Blanca, menos localizable). Fan

    Pero Boston supera a todos esos escenarios por su impresionante elenco universitario, de todas clases y costos, cobijo de conservadurismo, liberalismo y radicalismo. Nada extraña que el puritano John Winthrope en 1630 sermoneara a sus conciudadanos bostonianos del destino de la urbe a convertirse en una ciudad en la colina ("City upon a Hill"), de reminiscencias bíblicas. Como mérito y cumplimento de la misión recibida, Boston presume de haber fundado la primera escuela pública de Estados Unidos, la Latin School de Boston (1635). Conseguir el ingreso en Harvard (la primera universidad de Estados Unidos, fundada en 1636) o en MIT es ya de por sí una proeza y probable garantía de éxito laboral, aunque sea al coste de hipotecar el peculio familiar y el futuro financiero.

Pero lo más identificable de Boston es su especial “parque temático” de hitos históricos, reales y magnificados, reverenciados y protegidos, como si de ellos dependiera la existencia de una nación que no ha sido desde su nacimiento más que una idea. El credo nacional sigue estando basado en un trío fundamental: “La vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Este último reclamo es ciertamente vago, pero no menos irrenunciable. La exigencia vitalista pertenece al reino del derecho natural. La “libertad” alude a propiedades otorgadas por el orden constitucional. Pero la “búsqueda” (que no la garantía) de la felicidad es lo que cabalmente define la genuina idea americana, y de Boston. La modernidad complementaria con su herencia histórica se demuestra por presumir de primera red de metro en los Estados Unidos.

    La forma más lógica de rastrear este código es dejarse llevar por el meticulosamente señalado “sendero de la libertad” (Freedom Trail), ahora parte del Parque Nacional Histórico de Boston (Boston National Historical Park), señalado en las aceras y pavimento con losa rojiza. Inaugurado en 1951, con un recorrido de unos 4 kms, cubre 16 íconos. Se puede comenzar en el parque Boston Common y visitar el cementerio donde están enterrados algunos de los líderes y fundadores de la nueva nación. Luego se puede entrar en la Old South Meeting House, uno de los edificios fundacionales del sistema deliberativo del que tan orgullosos los norteamericanos.  De ahí el itinerario lógico es encaminarse a la casa de Paul Revere Revere-best (mitificado patriota de origen francés hugonote), donde se diseñó el sistema de alertar a la población acerca del lugar de penetración de las fuerzas británicas, con el uso de señales de linterna: dos por mar, una por tierra. El periplo debe terminar en el monolito de Bunker Hill, Bunkeren la vecina comunidad de Charlestown. Un itinerario alternativo es tomar un ferry en el puerto hasta el muelle donde está amarrado el navío USS Constitution, el más antiguo de la armada norteamericana, en servicio ininterrumpido desde 1797.

      De regreso al centro, la escala obligada debe ser el escenario del Boston Tea Party (1774), emblemática muestra de irritación de los bostonianos, quienes, sin tratar de cruzar la raya de exigir la independencia, protestaron por la imposición de tasas sobre la comercialización del té. “Taxation without representation” (impuestos sin representación) fue el grito de guerra civilizada. Pero las reticencias inglesas a responder a esta petición razonable terminaron con la paciencia de la población e inspiraron la “revolución” que acabó por extenderse por toda las colonias. De ahí que los fundadores del movimiento político de tendencia contestataria, que ha considerado la oscilación centrista del Partido Republicano como una desviación, creen conveniente apropiarse de la emblemática etiqueta. No es casualidad que la variedad ideológica de Boston produjera haber sido la cuna de la carrera del frustrado candidato republicano Mitt Romney. Para equilibrar el ánimo, el día debe acabar obligadamente en Faneiul Hall, con una bien merecida cena con productos marineros.

      La paradoja de Estados Unidos consiste en disfrutar de un legado de rechazo del  coloniaje británico y luego conservar sus tradiciones políticas y normas jurídicas, para cimentar la construcción de la nueva nación en la atracción de los extranjeros, cualquiera fuera su procedencia. Boston es una muestra palpable. Aceptando la invitación de Edna Lazarus inscrita en la Estatua de la Libertad (“dadme vuestras masas hambrientas, anhelando ser libres”) las familias de los presuntos terroristas chechenos llegaron a Boston. La moderna y masiva bienvenida al resto del mundo mostrada por la Maratón fue castigada por la nueva masacre de Boston. Pero el año próximo, se celebrará otra carrera, de luto por la segunda moderna masacre, pero en busca de la felicidad.

 Fotos: Joaquin Roy

Hay 4 Comentarios

Todo cambia, todo. Llevas razon respecto de que para entrar a HArvard o al MIT es una proeza financiera... llevas la cuenta de los que no tienen trabajos y de los que sus ingresos no les permiten pagar la deuda...

Escribe la segunda parte de la Iliada de Homero, tienes mas mitos y mitologia que los griesgos.

Siento como el que mas la tragedia vivida en la ciudad de Boston, sede del MIT, por tanto de la inteligencia, tragedia mediatizada por lo que significa USA; igualmente me gustaria recordar la DIARIA TRAGEDIA que viven pueblos como: Palestina, Irak, Libia, Yemen, Afganistan, Pakistan, Mali, etc., etc., donde son destripados civiles DESARMADOS(sobre todo mujeres y niños), a un promedio que supera los 10 por dia, a manos de judios, tropas y drones yanquis, de la UE, etc., sin que ningun medio de comunicacion se conduela, incluso un judio de CNN suele reirse; no justificaria que el ataque a Boston fuera por esas causas, pero si diria: ¡dejen de provocar!.

Me ha gustado mucho el artículo y me ha encantado el enlace, por el amor, la esperanza y la sensibilidad que transmite.
Pero lo que me gustaría subrayar es la fuerza de la democracia. Repetir hasta la saciedad que la fortaleza de una democracia se encuentra en el respeto y en el amparo a las víctimas.
Deseo que las nacionalidades sean superadas en beneficio de su legítimo protagonismo y que las que lo son por tortura en Chechenia no sean olvidadas.

Excelente articulo turístico.
Viajamos a modernas ciudades para recordar su pasado y ver lo que queda del mismo, para visitar sus monumentos, sus museos y revivir su historia. Modernas ciudades habitadas por nueva gente muy distinta por cosas como sus valores, su raza, y su religión a la que vivía cuando se construyó aquello que vamos a ver o se produjeron los hechos que queremos recordar. ¿Habrá gente que acuda a esas ciudades para ver y revivir su actual presente? No sé si habrá más cosas nuevas, pero el incidente del 15-A no creo que sea un hecho que atraiga a turistas futuros. A lo mejor ocurre que dentro de 50 años los turistas siguen yendo a Boston , New York , Chicago , San Francisco, lo mismo ocurre con otras ciudades europeas, para ver y revivir lo de hace más de cien años.

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Sobre el autor

Joaquín Roy es Catedrático Jean Monnet “ad personam” de Integración Europea y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami. Es Licenciado en Derecho (Universidad de Barcelona) y Doctor por la Georgetown University (Washington DC). Nacido en Barcelona, reside en Estados Unidos desde la administración Johnson.

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