Joaquin Roy

Sobre el autor

Joaquín Roy es Catedrático Jean Monnet “ad personam” de Integración Europea y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami. Es Licenciado en Derecho (Universidad de Barcelona) y Doctor por la Georgetown University (Washington DC). Nacido en Barcelona, reside en Estados Unidos desde la administración Johnson.

Eskup

Obama en Bruselas

Por: | 23 de marzo de 2014

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, cumplirá esta semana una agenda apretada que lo llevará a varias capitales europeas y Arabia Saudita. De todas las escalas, la más noticiosa (y debiera ser la más importante) es la que tendrá como marco Bruselas, sede de las principales instituciones de la Unión Europea. Las reuniones que tendrá con los dirigentes comunitarios son una novedad ya que, insólitamente, es la primera vez que el presidente norteamericano asiste a una cumbre en la capital de la UE (suspendió su asistencia a otra cumbre en 2010).    

Las otras etapas de su periplo tienen cada una su significado e importancia. Por ejemplo, el programa incluye una visita respetuosa a un cementerio norteamericano en Bélgica, recuerdo de la ayuda de Estados Unidos en la guerra de 1914-1918, que debería haber terminado con todas las guerras. Asistirá también a un cónclave en La Haya sobre el uso y control de la energía nuclear, donde coincidirá con la máxima autoridad china. Visitará París y Berlín, máximos simbolismos del todavía existente eje de la integración europea formado por Francia y Alemania. Como reconocimiento a la siempre potente feligresía católica norteamericana, prestando debida atención a la novedosa actuación del papa Francisco, Obama visitará el Vaticano, además de que en la misma Roma se reunirá con el nuevo premier italiano. En el horizonte, sin embargo, estará la sombra de la Rusia de Putin, en plena resaca de la intervención en Crimea. Finalmente, para recordar que el mundo árabe sigue teniendo vigencia en la candente agenda de Washington, Obama asegurará a sus aliados saudíes que el apoyo norteamericano sigue siendo tan sólido como el prestado a Israel. Bandiere-europa[1]

Pero el capítulo más significativo de este apretado viaje es precisamente en el escenario de la capital belga (donde habrá una parada en la sede de la OTAN) el acercamiento directo al corazón de la UE. La actitud ambivalente de Obama hacia la realidad de la integración europea es representativa de un sector importante del orden establecido norteamericano, su comunidad de inteligencia y seguridad y su entramado de análisis. Obsérvese que raramente la dirigencia de Estados Unidos se refiere a la “Unión Europea”, prefiriendo la vaga alusión a Europa. Pareciera que así es respetuosa con la percepción de ciertos sectores europeos (caso notorio del Reino Unido) donde la UE es solamente una de las opciones de política exterior. Europa para Estados Unidos es una realidad geográfica, histórica y cultural, mientras que la UE es un experimento en el que todavía se busca cuál es el teléfono que supuestamente demandaba Kissinger. Ttip-pup

Presente en la agenda de temas, situado a nivel diferente del estratégico por la crisis de Ucrania, llama la atención el interés prestado por diferentes ramas del poder comunitario hacia el TTIP (el acrónimo en inglés del acuerdo de libre comercio e inversiones entre la UE y Estados Unidos). Aunque se ha estado cocinando durante varios años, y que se puede remontar al principio de las relaciones entre las dos entidades, fue explícitamente colocado en el centro de atención a mitad de 2013 y se pretende que las negociaciones estén muy avanzadas a final de este año, pero que se teme se extiendan hasta 2017.

P025208000202-422183-612x336[1]            Uno entonces se pregunta acerca de otras razones para las prisas actuales. No cabe duda que los datos que se barajan en cuanto a la creación de una cantidad respetable de puestos de trabajo a ambas orillas del Atlántico son una razón de peso en los momento de crisis todavía presente, tanto en Estados Unidos como en Europea. Ciertos análisis de tónica más geopolítica señalan que la nueva alianza atlántica en marcha es una maniobra de protección entre la amenaza de las economías emergentes, formada por los BRICs y otras nuevas potencias.

En cualquier caso, en este calendario e intenciones se entrometen algunos obstáculos de complicada solución, por lo menos teniendo en cuenta la actitud y las realidades de Estados Unidos. Curiosamente, el bando republicano no parece en sí constituir un obstáculo, ya que los intereses generales que representan son proclives al libre comercio y al flujo libre de inversiones. Tampoco los sectores laborales que tradicionalmente son la columna vertebral de los demócratas puede representar problemas, ya que numerosos intereses de trabajadores pueden dar la bienvenida a los aspectos protectores de la legislación europea

En primer lugar, el principal obstáculo es que la mente norteamericana está condicionada por la oscilación hacia Asia. La competencia viene del acuerdo/alianza del Pacífico, que todavía pesa sobre todo en temas de seguridad. En segundo término, mientras la UE cuenta con un representante fijo (la Comisión) para negociaciones de comercio, el “teléfono” de Estados Unidos no existe. La ansiada “Fast Track Authority” concedida al gobierno nunca ha sido prestada al gobierno. Estados Unidos sufre de una dispersión de poder, compartido por los estados (y sus subregiones y zonas metropolitanas), los partidos y sus diferente modalidades según los temas, los lobbies empresariales y laborales. El tercer obstáculo vendrá de la decisión del gobierno norteamericano de no reducir la autorización de libre comercio a solamente el proyecto europeo, sino de unirlo a un trato similar a otras zonas del planeta, lo que complicará las negociaciones. Todo, como puede verse, solamente ha comenzado ahora. Precisamente cuando en Europa habrá una nueva dirigencia a partir del verano como resultado de las elecciones y de los nombramientos de los puestos de mayor nivel. Igual puede decirse de elecciones intermedias del Congreso en Estados Unidos.    

 

Vigencia del modelo de la Unión Europea

Por: | 08 de marzo de 2014

En la búsqueda de explicaciones de la crisis de Ucrania y el reparto de acusaciones, se han destacado varios aspectos. En primer lugar, se ha enfatizado en la estrategia de Rusia, liderada por Vladimir Putin, al no permitir que su proyecto de una Unión Euroasiática, señalada por muchos como una resurrección de una “nueva Unión Soviética”, fuera amenazada. También se ha aludido a la distracción de Estados Unidos, con Obama más preocupado en otros escenarios (Siria, Irán), insistiendo en no liderar en otros teatros y esperar influirlos “desde atrás”. Putin

             Paradójicamente (o significativamente, según se mire), la crisis de Ucrania revela que la explicación puede centrarse en la culpabilidad de un protagonista que apenas es mencionado de forma frontal en los análisis: la Unión Europea. Resultaría curioso comprobar que en el desarrollo de la búsqueda de una solución, el papel de la propia UE resulte evidente. Una revisión rigurosa de la historia descubre simultáneamente la doble dimensión de la UE, como modelo activo de integración, por activa y por pasiva, y al mismo tiempo como débil protagonista de iniciativa en política internacional. Desde la fundación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero en 1951, como resultado de la llamada de la Declaración Schuman de mayo de 1950, la motivación de la integración ha sido la seguridad, propulsada por mecanismos económicos.

            El origen de la presente crisis se debe, fundamentalmente, a la atracción de la UE como zona de paz, estabilidad, progreso, protección de derechos básicos y prospectos de futuro.         Sin embargo, en el desarrollo de la búsqueda de una solución se ha mostrado, colectivamente, una vez más carente de iniciativa y mecanismos convincentes de liderazgo. Frente a la contundencia de las acciones rusas, al otro lado del drama ha sido Estados Unidos el protagonista que ha enderezado la situación, acompañado con cierta prudencia de algunos estados miembros de la UE, como el caso obvio de Alemania. Eu leaders

            No se olvide que las motivaciones iniciales de Ucrania, entonces todavía liderada por el gobierno (corrupto y autoritario) que luego sería destituido, estuvieron basadas en las expectativas de lograr un acuerdo sólido de asociación con la UE. En los planes de Kiev, alentados desde Bruselas, destacaba un triunfo espectacular de lo que se ha llamado el tradicional “poder de reclutamiento” de la UE. El modelo de integración funcionó a cabalidad. Este primer paso le hubiera dado el estatus prioritario para conseguir los beneficios reforzados de la “política de vecindad” de la UE, extendida a otros estados limítrofes. Para algunos de ellos, como es el caso claro de Ucrania, le concedería una ventaja considerable para optar, algún día (aunque fuera lejano) a la condición de candidato para una completa membresía.

            Esta expectativa siempre ha estado detrás de las motivaciones y estrategia de numerosos países que, en diferentes épocas, han tenido en el centro de su agenda el formar parte de la UE. España y Portugal, por ejemplo, procedieron a un estricto ejercicio de transformación y actualización de sus estructuras económicas, con grandes sacrificios, para insertarse en la entonces todavía llamada Comunidad Europea de mitad de la década de los ’80. Al final de la Guerra Fría tuvo lugar una carrera frenética para la incorporación de los países del este, anteriormente, bajo la órbita soviética. El núcleo duro de la UE consideró desde la caída del Muro de Berlín que la división artificial de Europa durante cuatro ha sido injusta y debía aplicarse una corrección. Los anteriormente presos en la órbita soviética procedieron a una transformación drástica para hacerse merecedores del ingreso en la EU.

Igual puede decirse de los antiguos miembros de Yugoslavia. Uno a uno, todos se han esmerado en conseguir unas credenciales mínimas para imitar el éxito inicial de Eslovenia. Lo mismo puede aludirse sobre el todavía frustrado camino de Turquía hacia la UE, proyecto que ha estado obstaculizado por carencias internas y oposición externa (sobre todo en la propia Europa), pero en nada ha afectado al poder de atracción de la UE. Incluso en la eventualidad de que el ingreso turco en la UE no se cumpla, las mínimas reformas que el sistema político y económico han sufrido se deberán a la presión de las condiciones de ingreso impuestas por Bruselas.

En suma, a pesar de todas las dificultades y la carencia de operaciones de gran impacto mediático, lo cierto es que el poder de atracción de la UE no cesa. Baste el caso del sistemático intento de inmigrantes de llegar al territorio comunitario. Los imparables repetitivos incidentes en Lampedusa lo demuestran. Las tensiones en la frontera de las ciudades españolas en el Norte de Africa revelan la misma presión.

En conclusión, para bien y para mal, la sola existencia de la UE seguirá ejerciendo protagonismo, más allá de la resolución del problema de Ucrania. Por mucha que sea la agresiva política de Rusia,  Moscu la presencia de una alternativa de estabilidad justamente al otro lado de la frontera seguirá pesando con fuerza. Este hecho debiera seguir instalado en los análisis que se hagan desde Washington, al menos al tener en cuenta que la ayuda económica de Europa a Ucrania puede ser diez veces superior a la norteamericana.

El País

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