El pasado 27 de febrero se celebró la Gala de los Oscar en el Teatro Kodak de Los Ángeles con el
triunfo incontestable de la película “The Artist”. Si alguien de otro planeta la hubiera seguido, probablemente habría concluido que la crisis global que está sufriendo la economía terrícola es tan grave, que hasta
hemos tenido que volver a las películas de bajo coste en blanco negro y mudas, y pensaría que es el reflejo de una sociedad que se ha quedado muda y sin blanca ante un presente tan negro.
La realidad es la contraria, y en el fondo
la película “The Artist” guarda una enseñanza que puede ser extrapolada a otros ámbitos de la vida con el mismo éxito que ha cosechado la película francesa.
Pongámonos en situación:
Hay crisis en el mercado cinematográfico, las películas cada vez son más caras de producir, necesitan un alto componente tecnológico para hacerlas atractivas, a pesar de ello cada día hay menos espectadores, bien sea por la crisis económica o por la crisis crónica que siempre se ha achacado al cine, pero, además, últimamente todo se ha visto potenciado por las descargas ilegales a través de Internet. La conclusión es clara, se necesitan soluciones para contrarrestar esta tendencia.
Entonces llega alguien con su propuesta: Hacer una película de metraje largo, en blanco y negro y muda, sí como se oye, hoy, en pleno siglo XXI, en la época del 3D y de la infografía digital, la solución que se propone es el blanco y negro y la ausencia de diálogos.
Todos los planteamientos teóricos de los grandes especialistas y tecnócratas del cine habrían descartado con datos la propuesta:
absurda, irreal, ridícula, desfasada, idealista, estúpida… No creo que le hubieran dedicado otro tipo de adjetivos.
Pongámonos ahora en otro escenario:
la economía mundial está en crisis, no hay dinero para invertir, las finanzas siguen jugando en otra liga, la falta de liquidez lleva al cierre de empresas y negocios, aumenta el paro, los países están endeudados y el déficit los asfixia. Ante esta situación, los tecnócratas y expertos ya han dado su solución en tecnicolor y con grandes y altisonantes palabras:
una nueva versión de “Eduardo Manostijeras” para recortar todo lo que despunte y cortar las cabezas pobladas por la crítica. ¿El resultado?, habrá que esperar a la Gala de los Oscar del año que viene, pero de momento
ni la economía sale de la crisis ni la gente entra en el trabajo.
El verdadero éxito de la película “The Artist”, con independencia de su calidad, ha sido demostrar que existe más de una forma de hacer las cosas, y que cuando se hacen bien, incluso las más alejadas de la ortodoxia, pueden ser exitosas.
Estoy seguro de que en economía existen otras formas de abordar la crisis y que pueden tener más éxito que todos los planteamientos tecnócratas e interesados que nos están diciendo lo de siempre con un nuevo guión y en un escenario diferente.
Me recuerdan a “Rocky” Balboa, todo músculo y poca cabeza, con sus seis películas sobre la misma historia golpeando las miradas de una sociedad expectante, que al final termina en el k.o. de la memoria para volver a levantarse medio sonada cuando escucha la cuenta del tiempo que se acaba.
El éxito de la vida está en la capacidad de creer que hay otras formas de abordar la realidad y en afrontarlas, pero necesitamos “artistas” que lo planteen, y una sociedad que participe.
En la película de la democracia todos los ciudadanos y todas las ciudadanas somos extras… somos extraordinarios.
Es la única película en la que el público es el protagonista.
Que no nos engañen, lo demás, por mucho color que tenga y por más imágenes en 3D que aparezcan, es conciencia ficción.
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