La violencia que se produce en las calles del mundo sale de las casas donde habitan los violentos, no al contrario. No son los problemas de la gente en el trabajo, en sus relaciones con otras personas o en determinados ambientes los que meten la violencia en las casas.
En estos últimos meses se han producido
tiroteos en diferentes lugares del planeta dejando víctimas en calles y lugares públicos. El día 12-3-12 un soldado estadounidense mató a 16 civiles en Afganistán, 6 días después se produjo un tiroteo en un Club de Don Benito, ciudad de Badajoz, acabando con la vida de tres personas, y al día siguiente otro tiroteo en una escuela judía de Toulouse dejó 4 muertos, tres de ellos niños. Estos son los casos más recientes, podemos retroceder y encontramos el tiroteo ejecutado por Anders Behring Breivik el 22-7-11 en un campamento de verano de Oslo, o el tiroteo del 11-3-2009 en la escuela alemana de Winneden, en el que un estudiante graduado el curso anterior mató a 15 personas, 9 de ellas estudiantes del centro.
Son tiroteos “indiscriminados” en lo que a lo sorprendente del suceso se une lo incomprensible del significado. No se entiende que alguien en “su sano juicio” pueda llevar a cabo una acción de ese tipo, y
esa búsqueda de una explicación con frecuencia oculta las claves para entender por qué se han producido.
Nadie sale a la calle con un arma y se pone a pegar tiros de forma indiscriminada. Es cierto que en la elaboración de la conducta pueden influir factores psicopatológicos que la sitúen dentro de la irracionalidad, pero no es nada frecuente que sea esta circunstancia la que de lugar a este tipo de conductas. El análisis de lo ocurrido quizás tampoco pueda revelar las motivaciones últimas del autor,
pero sí muestra la intencionalidad y algunos de los objetivos a la hora de materializarla.
Un ejemplo lo tenemos en los casos comentados.
El soldado norteamericano no disparó contra sus compañeros, como ha ocurrido en otras ocasiones en los campamentos de las misiones militares en el extranjero, sino que lo hizo contra la población a la que responsabilizaba de muchos de los problemas que tenía, y el
homicida de Don Benito disparó contra quien se había enfrentado sobre problemas que quizás no vinieran de cerca. Pero, sin duda, donde aparecen unos elementos más específicos es en casos como el de Toulouse, Alemania y Oslo.
En estos tres sucesos el tiroteo forma parte de una
conducta claramente elaborada y dirigida a producir un daño sobre unas personas concretas, bien por tratarse de determinados individuos con los que mantiene un conflicto, bien por formar parte de un grupo definido o bien por encontrarse en un lugar contra el que quiere actuar por medio del atentado. En el
tiroteo de la escuela de Toulouse destaca el componente xenófobo al atentar específicamente contra la población judía, y no por casualidad coincide con un ambiente preelectoral en el que
la ultraderecha francesa no para de lanzar mensajes contra los extranjeros, con versiones antisemíticas desde posiciones neonazis que habitan su amparo. El
tiroteo en la isla Utoya de Oslo se produjo contra jóvenes socialdemócratas por parte de un ultraderechista como es Breivik, no fue un ataque contra veraneantes, ni contra gente joven por no compartir las conductas ni las actividades de ocio que llevan a cabo los jóvenes hoy día,
fue un atentando contra sus ideas y contra sus valores. Finalmente, el autor del
tiroteo en el instituto alemán de Winneden mató 9 estudiantes, todo el mundo fue consciente de un resultado que generó un gran impacto y dolor, pero muy
poca gente se paró a pensar por qué fueron 8 chicas y un chico los asesinados.
Vemos tres casos similares en cuanto a resultado pero muy diferentes en su significado, uno de ellos con una motivación racista, otro dirigido contra una ideología y el tercero sexista.
Los tres parecidos, los tres diferentes, y en todos ellos un elemento común: la voluntad del asesino de llevar a cabo el tiroteo movido por el odio a una población, a una ideología y sus valores o a las mujeres.
Lo curioso es que cuando los medios de comunicación preguntan a algún testigo sobre lo ocurrido, todos describen el sonido seco de las detonaciones y el silbido de las balas al romper el aire, pero
nadie ha escuchado nunca los golpes de determinadas palabras y el silbido que dejan en su estela hasta llegar a quienes luego ejecutan lo que ellas dictan, a pesar de que esos tiroteos dialécticos son más frecuentes y repetidos.
Que nadie busque esas palabras en calles deshabitadas, en barrios bajos ni en arrabales, las palabras de la violencia salen de las casas donde habitan los violentos, y caminan junto al silencio de quienes las consienten.
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