No sé si forma parte de la estrategia retro que nos envuelve o si realmente los milagros existen más allá de su relato, pero las palabras de Mario Draghi y su efecto inmediato sobre una economía más muerta que moribunda recuerdan a aquellas otras de “levántate y anda…” Sólo ha hecho falta que él las pronunciara para que el difunto se ponga a caminar… ¡y cuesta arriba!, pues lo ha hecho con subidas en la bolsa y en la vida.
Siempre he pensado que muchos entienden el laicismo como una nueva religión, con sus creyentes, sus santos, sus fiestas, desayunos y almuerzos de guardar, sus ritos, sus lugares de oración con bancos para descansar, y sus procesiones, aunque ahora en vez de a Roma se vaya a Bruselas, Davos, Washington DC o Berlín. Y hoy, a diferencia de las religiones tradicionales que giraban alrededor de la idea de salvación, el laicismo religioso lo hace sobre la economía como forma de ganarse el paraíso de la buena vida en la tierra. El valor que defiende es el valor de mercado y su dios es la moneda, y del mismo modo que la religiones monoteístas lo llaman de diferente forma (Yahvé, Buda…), aquí también tiene distintas denominaciones (Euro, Dólar, Yen…), pero siempre manteniendo al patrón del oro del becerro.
Y como su mundo es de este mundo, y no de otro, los primeros siempre son los primeros y los últimos los siguientes a los penúltimos, en esto las matemáticas no fallan. De manera que los ricos siempre ganan más, los pobres menos, los que tienen más poder siguen acumulándolo y a los que sufren las desigualdades les dicen que disfruten de la diferencia. Y mientras tanto, mucha penitencia y ayuno para los demás, que hay que ahorrar en gastos.
Claro, que no todo son alegrías, y como cualquier religión que se precie ésta también tiene sus demonios, esa especie de ángeles traidores que osaron enfrentarse a su dios y fueron expulsados o despedidos sin indemnización alguna. La deuda aparece como ese Satanás dispuesto a pegarle fuego al bosque del mercado con tal de quedarse con la madera de sus árboles chamuscados, pero también para contribuir a que nos arrojemos a los brazos de la moneda única y ser rescatados de las llamas eternas de la incertidumbre.
En este panorama Draghi se presenta como un nuevo mesías redentor… Es verdad que sus palabras han hecho bien, pero eso significa que ha hecho mucho mal con su silencio y pasividad. Y me preocupa ese cálculo frío que intenta sacar beneficio del dolor ajeno, y quienes desde sus púlpitos gubernamentales contribuyen a adorarlo, al tiempo que le ponen velas al resto de santos de su devoción, mientras nos dicen a la sociedad que no hay más cera que la que arde. Las religiones siempre han tenido más fieles y creyentes en épocas de zozobra, y quienes quieren hacernos comulgar las piedras de molino que ponen en nuestro camino lo saben.
Recuerdo una noticia sobre un accidente de avión ocurrido en Pakistán o en India hace años, el titular decía algo así como “Milagro: se estrella un avión con 135 pasajeros y se salva un niño”. Alguien comentaba en la información que ese resultado estaba dentro de las posibilidades, el milagro habría sido que se hubieran salvado 134 pasajeros y hubiera muerto sólo uno.
Si Draghi y su santoral tienen la posibilidad de hacer de la situación actual algo más que un valle de lágrimas, tienen la obligación de hacerlo ya y los gobiernos de exigirle responsabilidad. No basta con acciones aisladas espectaculares para demostrar su poder. Amén.