Autopsia

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El blog “Autopsia” es una mirada. Sólo una mirada y las palabras que deja como rastro para volver.
No creo en la inocencia de la casualidad. Hoy es más fácil crear una nueva realidad a la que mirar que enfrentarse a la existente, por eso tenemos que “ver por los propios ojos”, aportar nuestra mirada y compartirla.

Madre patria

Por: | 07 de octubre de 2012

MADRE PATRIAEso de llamarle madre a una nación y luego ponerle el adjetivo paterno, como si fuera un apellido, tarde o temprano termina por dar problemas

Con esa denominación se entiende que, por una parte, la nación es “generadora” de una realidad (en su momento nueva), que lleva a la idea de madre, y por otra, siendo conscientes del proceso que ha conducido hasta ella, la llamamos patria para hacer referencia al padre (del latín patrius), e indicar que todo ese proceso fue difícil y, probablemente, no exento del uso de la fuerza. 

Pero una nación es más hija que madre al ser la consecuencia de todos los territorios y personas que la forman y la cuidan. Y esa realidad es la que explica por qué a pesar de todo lo común que hay existen y persisten diferencias entre sus territorios. Unas diferencias que estaban antes de esa unión, no producto de la falta de entendimiento o integración de alguno de ellos en la nueva organización. 

A pesar de ello, hay quien siente más la identidad en los muros que en el corazón, y hay quien juega con el corazón para levantar murallas sobre las que seguir escribiendo sus lemas y su historia. Nos cansamos de decir que uno no es de donde nace, sino de donde se hace, y así poner límites a los localismos y a la nostalgia incapacitante, sin que ello signifique la negación de los sentimientos ni de los elementos indentitarios, y luego hacemos lo contrario para intentar delimitar o crear nuevas realidades que se parezcan a los sueños, sin saber al final qué es cada cosa, si realidad o sueño. 

El sentimiento, y por tanto la reivindicación independentista de una parte de Cataluña, es real y legítimo, pero la cuestión es sobre qué se ha construido esa idea de independencia, pues el hecho de ser diferente no implica directamente tener que ser independiente, y hasta dónde se puede llegar en su nombre. 

Nadie niega la identidad catalana sobre una cultura propia y diferente a la de las otras regiones de España. No seré yo quien diga que esos elementos son o no son suficientes para la independencia, pero sí me pregunto por qué siempre unas identidades, ciertos elementos culturales y una historia deben servir para obtener un status diferente, y otros, en cambio, no. Y me preocupa este tipo de argumentos porque son los mismos, salvando las distancias, que se han utilizado históricamente para defender los privilegios de, por ejemplo, la aristocracia, de los ricos, de los señoritos, de los hombres sobre las mujeres, de unas culturas sobre otras, o de algunas creencias sobre las demás. Al final siempre es lo mismo: el peso de la historia y la trascendencia de lo mío sobre lo de los otros. 

Y me inquieta que todo esto ocurra en una época de identidades perdidas o diluidas en la que no se sabe muy bien lo que se es, y menos aún lo que se quiere ser. Por ello nos agarramos a lo más superficial, para que sin saber muy bien lo que somos los demás nos vean como alguien o como algo. Les ocurre a los jóvenes con la ropa y la moda, a los extranjeros que renuncian a su cultura o a aquellos otros que la reproducen de manera rígida, como si fuera parte de un escenario que los lleva a otro tiempo y a otro lugar, y le pasa también a los territorios. Es algo característico en esta forma de entender lo propio en nuestras sociedades gaseosas, y todo forma parte del juego de la identidad por contraste: "yo no sé lo que soy, pero sí sé que no soy como tú". De esa forma el refuerzo se produce sobre lo que diferencia y separa. 

La idea que se transmite de que España no existe apunta en ese sentido. Si no existe, ¿de qué se quiere independizar Cataluña?, ¿de Andalucía, del País Vasco, de Murcia, de Extremadura o Aragón? Da la sensación de que es eso, y que se quiere reforzar lo que es ser catalán sobre la idea de que no se es andaluz, vasco, murciano, extremeño o aragonés. 

Cuando hablamos de diferencias y de decisiones debemos andar con mucho cuidado, pues la injusticia suele andar cerca. Siempre he creído en la igualdad reconociendo las diferencias, no creo en el igualitarismo de la homogeneidad por irreal e imposible, pero menos aún creo en las diferencias reconocidas sobre la desigualdad. 

Cataluña tiene la grandeza y el privilegio indiscutible de su cultura, ese es su mayor logro y valor. Yo la amo y admiro desde pequeño, cuando pasaba meses allí. Intentar construir una independencia sobre esa cultura no la hace más grande ni mejor. Cualquier decisión en ese sentido debe ser mucho más profunda y amplia que la simple convocatoria de unas elecciones en las que se mezcla todo, o de un referéndum en el que no se aclara nada. Hacerlo así no resulta creíble y da la impresión de que en realidad lo que se pretende es ocultar el debate por miedo a plantearlo. A veces hasta se llega a la paradoja de llamar a las reflexiones críticas como “nacionalismo español”, lo cual no deja de mostrar una visión crítica del nacionalismo en sí, con independencia de dónde venga. 

Pero también me sorprende cómo lo acontecido ha dado lugar a un debate artificial lejos de los problemas de la sociedad y de la cuestión planteada. Es lo que ha ocurrido al pasar de hablar de lo que sucedió el 11 de septiembre en Cataluña, a proponer de manera directa y lineal un sistema federal para la organización de los distintos territorios de España. 

De nuevo aparece la idea por contraste, no surge como una necesidad de resolver los problemas que hoy no somos capaces de solucionar con las autonomías, ni como parte de la reivindicación de una sociedad con elementos identitarios y funcionales que lo aconsejan, sino para evitar que Cataluña o el País Vasco sigan por la senda de la independencia. Y no sólo se plantea sin más, sino que desde el principio se hace hablando de “asimetría”, es decir, de desigualdad, algo que huele a una injusticia que siempre afectará más a los más vulnerables. 

Pediría un poco de seriedad y tiempo para hablar de todo esto, y luego decidir lo que sea. La política ha demostrado su alejamiento de la sociedad de muchas maneras, lo hace ahora con las decisiones que adopta, pero cuando se pusieron a hablar de los territorios y promovieron nuevos Estatutos de Autonomía, dio la sensación de que la distancia era aún mayor. Al menos es lo que indica el hecho de que los Estatutos que fueron aprobados por unanimidad en los Parlamentos autonómicos que representaban al pueblo, luego fueron respaldados por ese mismo pueblo con una participación mínima. 

Todo ello no deja de ser un síntoma, y las decisiones en democracia deben ser participadas, especialmente en aquellas cuestiones que afectan a la identidad y a los sentimientos de un pueblo, no basta con manifestaciones de un día ni con elecciones de cuatro años en cuatro años.

Hay 1 Comentarios

He leído el artículo porque está muy bien planteado y toca cuestiones muy importantes. Pero la fundamental no se muestra. Es el RESPETO. Respeto a los millones de ciudadanos españoles que no saben qué van a comer el año que viene. Esta es la realidad en la que se plantea un debate que abstrae la idea o concepto de España y olvida su fundamento: la población. O dicho de otra forma: la Soberanía.
Parece ser que el gobierno no lo tiene tampoco muy asumido. Como si no se comprendiese en sus discursos si entiende que la Soberanía no es de los populares, sino de los ciudadanos españoles.
Plantear este debate territorial en circunstancias semejantes es a priori un disparate. Y quien lo plantea entiendo que tiene razones económicas para hacerlo. Las mismas que tienen grupos empresariales extranjeros para conseguir mayor capital, o cota de mercado.
El slogan con el que CIU partió en las elecciones generales del 79, tras aprobar el modelo del Estado autonómico (No!No!No! aquest poble no pot ser una sucursal) es el mismo que se utiliza hoy con nuevas herramientas de propaganda política, como el we power. Por lo tanto, aunque no se les puede tachar de decadentes en cuanto a formas si puede hacerse en cuanto a sus fórmulas o contenidos.
En cuanto a lo que has expuesto sobre sentimientos y necesidad de autorrealización, me parece correcto. Yo respeto ambas. Incluso respeto cierta modificación en la pirámide de Maslow. Siempre y cuando no se nos tome por autómatas y pretendan hacernos creer que las necesidades de autorrealización están por encima de las básicas. Si las necesidades básicas no se cubren, las personas se mueren, por lo que no pueden autorrealizarse.
En cuanto a debates entorno a una confederación entre 4 o 5 estados, respondo lo mismo. Los ciudadanos españoles no podemos ser sujetos de abstracción alguna sobre la idea que algunos tienen sobre la palabra España, que nos oculta o elimina.

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Sobre el autor

Miguel Lorente

Miguel Lorente Acosta . Aunque parezca extraño, soy Médico Forense, también Profesor de Medicina Legal de la Universidad de Granada, Especialista en Medicina Legal y Forense, y Máster en Bioética y Derecho Médico.
He trabajado en el análisis del ADN en identificación humana, el análisis forense de la Sábana Santa, y en el estudio de la violencia, de manera muy especial de la violencia de género, circunstancia que llevó a que me nombraran Delegado del Gobierno para la Violencia de Género en el Ministerio de Igualdad.

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