La economía hace referencia al conjunto de elementos que funcionan de manera coordinada para mantener un sistema, sea este financiero, biológico o de otro tipo, por eso muchas veces al referirnos al organismo se habla de una economía entendida como unidad funcional. Y aunque pueda parecer mucha la distancia entre una economía financiera y la fisiología corporal, en verdad guardan algunas referencias comunes.
En el cuerpo tenemos órganos que funcionan como bancos, existen estructuras que se dedican a construir para que otras partes puedan afincarse en ellas y desarrollar su vida biológica, también hay células que intercambian sustancias para beneficiarse mutuamente, escenas de préstamos como si fuesen alquileres y sistemas que controlan todo ese proceso. Todo funciona como una economía destinada al interés común del sistema, que en este caso es la persona, y aunque hay situaciones en las que la propia biología trata de beneficiarse generando algún que otro desequilibrio, el control es tan estrecho que suele corregirse sin que genere problemas considerables.
Cuando el proceso fisiológico se mantiene en el tiempo bajo esas referencias equilibradas se produce un crecimiento del sistema. La persona crece en lo biológico y en lo emocional, y se produce una maduración que enriquece y consolida al propio conjunto de la estructura. En cambio, cuando el proceso se acelera al incorporar elementos extraños que buscan algún interés particular, como ocurre, por ejemplo, cuando se come en exceso, en lugar de crecer lo que hace es engordar. Aumenta de tamaño en alguna de sus partes, generalmente las que actúan como bancos donde se guardan las reservas generadas en exceso, pero no hay crecimiento ni maduración. Tampoco suele ser equilibrado ni estable, de manera que, al margen de los problemas que se producen por el desequilibrio, cuando acaba el aporte calórico el sistema empieza a echar mano de las reservas y se produce un adelgazamiento, que si es muy rápido da lugar a problemas para la salud.
La economía durante el periodo de los gobiernos de Aznar no creció, sólo engordó. Es verdad que aumentó el tamaño de determinadas partes del sistema, como fue el trabajo en la construcción y en sectores relacionados, pero no lo hizo de manera equilibrada ni de forma estable. La estrategia fue crear puestos de trabajo a costa de sacar a muchos estudiantes de las aulas y de debilitar otros sectores laborales atraídos por la gallina de los huevos de oro de la construcción y la especulación. Es cierto que todo ello hizo que el sistema adoptara una imagen más aparente, y que mientras aumentaban los kilos muchos pensaran que el tejido adiposo era una buena inversión, pero la burbuja que ascendía en el aire estaba llena de aire y grasa. De hecho la cifra de paro apenas se modificó tras las medidas iniciales, sólo hay que ver las gráficas para observar que con Aznar en 1996 continuó la tendencia iniciada en 1993, favorecida por las nuevas circunstancias. De hecho el paro continuó descendiendo durante la primera legislatura de Zapatero hasta que la crisis económica mundial impactó en nuestro país, e hizo estallar esa burbuja blanda e insustancial que teníamos en el aire, a pesar de los ladrillos y cemento que la rodeaban. Lo único que ocurrió en ese periodo de Aznar es que se crearon más puestos de trabajo en los sectores relacionados con la construcción, como aumentan los michelines cuando se come en exceso sin que se incremente la estatura de la persona, pero no se creó un verdadero tejido económico.
La economía engordó, no creció, y confundir crecimiento con engorde suele traer consecuencias negativas para la salud, además de demostrar una falta de responsabilidad. Es lo que ocurre cuando a los pocos meses de nacer te encuentras con unos padres conocidos que felices te muestran al bebe y comentan, “mira que grande está”; y lo que está es gordo, no grande, con todo lo que conlleva para su salud.
Y como la situación de la economía se trató de un proceso de engorde, en cuanto desaparecieron las calorías de la construcción y el aporte de vitaminas y proteínas que traen las finanzas, la economía comenzó a adelgazar y a tirar de las reservas, hasta quedarse vacías y sin recursos que aportar a un organismo cada vez más debilitado.
Ahora, encima del hambre que pasamos, nos dicen que la solución para recuperar a la debilitada economía es no comer, facilitar aún más la pérdida de kilos y hacer flexiones ante los gurús del metabolismo en señal de agradecimiento. Nos hablan de dietas de la alcachofa o de recetas venidas del extranjero, como la de la Dra. Merkel o el Dr. Mercado, de comida china… todo menos probar la “pasta”, que queda reservada para los señores de la economía.
Lo que sorprende es que en todo este proceso, ahora que tenemos casi 6 millones de personas en paro, la culpa parece que está en quien no puede trabajar. Quien está en paro es porque no tiene un puesto de trabajo, y si no hay puestos de trabajo es porque las condiciones para su creación y mantenimiento no se están abordando. Y no se hace porque hay una actitud generalizada de “aprovecharse” de la crisis para un beneficio particular.
Todo el mundo está esperando a que sigan bajando los precios para comprar una vivienda, un coche, para hacer un viaje, o para adquirir otras cosas… Todo el mundo está esperando que los restos de la burbuja toquen tierra para saber dónde está el suelo y, entonces, actuar. Y muchos empresarios, el gobierno que los apoya y los bancos que los respaldan han adoptado la misma actitud, están esperando para ver cuándo pueden conseguir el objetivo de que los trabajadores y trabajadoras “trabajen más por menos dinero”. Lo dijo el ejemplar empresario Díaz Ferrán y otros muchos lo han repetido: “la solución está en trabajar más y ganar menos”… Ganar menos los trabajadores, porque los beneficios empresariales no paran de engordar con esa receta.
En esto de la economía tampoco hay recetas mágicas. Necesitamos una dieta equilibrada para que cada órgano, aparato y sistema haga su trabajo, si intentamos mejorar el sistema sin tener en cuenta los órganos y aparatos que lo forman nos equivocaremos, lo mismo que si queremos mejorar el mercado laboral pensando sólo en las empresas y no tanto en quienes tienen que hacerlas funcionar.