¡Gilipollas!... ese fue el segundo argumento que dio uno de mis “per-seguidores” tras aportarle el dato que desmontaba lo que había afirmado en su comentario. No es la primera vez que lo hacen, contra mí o contra cualquiera que no esté cerca de sus planteamientos, y me temo que continuarán con ese discurso, lo cual, en cierto modo, al menos desde mi posición, los convierte en “adorables”, en “adorables machistas”.
Y lo son porque sus palabras reflejan esa ideología asentada en la desigualdad y en el poder de los hombres, y porque a la postre la explican mucho mejor que quienes intentamos hacer ver esa realidad desigual, prepotente y violenta. Y lo hacen por las formas que utilizan, por el contenido de sus argumentos y por la ocasionalidad de su presencia.
A pesar de que desde que existe una estadística completa (2003) las mujeres asesinadas por sus parejas han sido 658, las denuncias cientos de miles, y los casos reales de violencia superan los dos millones, a ellos y a algunas mujeres que los acompañan (al menos hay quien firma con nombre de mujer), lo único que les preocupa son los abusos que se puedan producir por el mal uso del instrumento que nos hemos dado para luchar contra la violencia que sufren las mujeres, la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, conocida como “Ley Integral”, una ley que fue aprobada por unanimidad en 2004.
Y para ello la muestran como sectaria, dirigida contra los hombres y contra la familia, como una vía para que las mujeres consigan ayudas a través de denuncias falsas… para lo cual, además de las palabras, no dudan en utilizar algún caso aislado que presentan como general. El planteamiento es tan absurdo como tomar el caso de una persona que ha caído de un 5º piso y no se ha matado, y decir que para bajar desde esa planta se puede usar el ascensor, las escaleras o saltar por la ventana. Ridículo, ¿verdad?, pues algo así es lo que vienen a decir ellos con sus argumentos.
La realidad es muy distinta, y la mayoría de las mujeres que sufren violencia, recordemos una vez más que son unas 600.000 cada año según los datos de la Macroencuesta-2011 realizada por el CIS, no denuncian, y las que lo hacen piden medidas sobre el uso del domicilio y la custodia de los hijos en un porcentaje mínimo, tal y como revelan los informes del CGPJ. Es decir, la idea de que las mujeres denuncian, y de que denuncian falsamente, para quedarse con la casa, la paga y los niños, no es verdad. Pero ellos, mis adorables machistas, erre que erre.
Pero como de lo que se trata es de confundir y de atacar todo lo que vaya contra sus ideas, al igual que ocurre en las películas de policías, adoptan la actitud del “todo lo que se diga puede ser utilizado en su contra”, de manera que intentan presentar los buenos resultados como malos y la mala realidad como buena para sus planteamientos. Y al margen de la pobreza y simplicidad de muchos razonamientos, lo que más llama la atención es que para ellos la violencia de género se reduce casi exclusivamente a los homicidios. Quizás porque es la única que no pueden negar, todas las demás agresiones entran a formar parte de la sospecha de las “denuncias falsas” o del “algo le habrá hecho ella”.
Incluso ante ese dramático indicador, no reconocen la evidencia y niegan la efectividad de una Ley que está logrando prevenir su manifestación más grave. Y aunque ellos intentan presentar que los problemas comenzaron con la Ley Integral, confundiendo quizás sus problemas con los de la sociedad, cuando se comparan los homicidios antes y tras la Ley Integral se observa una disminución del 9'93%. Y si hacemos un análisis más detenido y comparamos la tasa de homicidios con relación al número de casos reales de violencia que se producen según la información aportada por las dos últimas Macroencuestas, la tasa de homicidios ha descendido con la Ley 33.27 puntos.
La conclusión es clara, la Ley Integral contra la Violencia de Género funciona, y lo hace porque la sociedad española está cambiando y porque el instrumento que nos hemos dado para facilitar el cambio está dando resultados. Lo cual no quita que entre los millones de hombres luego haya 600.000 que decidan golpear a sus parejas y 65.8 de media que decidan matarlas.
Pero da la sensación de que esos logros molestan o inquietan a algunos hombres que no desaprovechan la oportunidad que le da el día a día para utilizar un caso y elevarlo a categoría, o para afirmar que todas las violencias son importantes. Tan importantes que nunca les importaron ni preocuparon, y sólo cuando se habla de violencia de género ellos utilizan su voz para pedir que se hable de otras violencias, lo cual demuestra que no tienen interés en que se hable de ellas, y que lo único que pretenden es silenciar todo lo relacionado con la violencia contra las mujeres, y así impedir que se hable de los hombres que la ejercen y de los que viven a su sombra entre privilegios y el argumento del “aquí mando yo”.
A pesar de su estrategia y de todo lo que se movilizan ante la más mínima oportunidad, como la realidad es tozuda y cada vez están más solos en sus argumentos peregrinos que van de un lado a otro en busca de un refugio que los acoja, lo que no falta en su estrategia posmachista es atacar a las personas que hablan de igualdad y de erradicar la violencia de género, para de este modo intentar hacer ver que si esas personas u organizaciones no tienen crédito, sus palabras no tendrán valor. Y claro, mis adorables machistas no iban a ser menos, ya lo ven en los comentarios que dejan en los posts relacionados con el tema.
Pero como los veo muy preocupados y que cada vez insultan más, también que se están quedando sin muchos argumentos y empiezan a ser repetidos sin que logren alcanzar sus objetivos, les recuerdo algunos insultos y argumentos que lanzan contra mí, a ver si así tienen un poco más de recorrido y se tranquilizan un poco. Quizás de este modo se dediquen a trabajar y a hacer algún estudio científico con el que puedan rebatir o discutir los datos y conclusiones que nacen de muchos trabajos y estudios científicos que expongo en este blog.
Entre los ataques “elaborados” no puede faltar el del enriquecimiento de quienes trabajamos en estas materias, incluso recurriendo al plano sentimental al decir que este enriquecimiento nace de las mujeres maltratadas, tan simple y demagógico como afirmar que la policía vive de las pobres víctimas de los delincuentes, que los médicos ganan dinero a partir de los doloridos enfermos, que los bomberos lo hacen de quienes pierden su casa en un incendio…, además de ser falso, puesto que si de alguien “viven” quienes combaten la violencia de género es de los hombres maltratadores, que son quienes generan el problema. Según su teoría, lo mejor es no hacer nada y dejar a las mujeres que sufren la violencia abandonadas, como lo han estado históricamente.
Pero luego está el descrédito, y ahí, al menos en mi caso, al margen del “gilipollas ocasional” y otros calificativos parecidos (ya ven como me pintan en sus fotos), hay que reconocer que se lo han currado un poco y han elaborado un dossier en forma de curriculum que no tienen desperdicio, además le han dado un título muy peliculero, creo que es algo así como “la verdadera historia de Miguel Lorente”… Les ha faltado el “próximamente en las pantallas de los mejores cines”. Para que no haya duda, lo han colocado en una Web que se llama “Femilistas” y se han dedicado a buscarme amistades y relaciones por todos lados… Como pueden ver muy considerados ellos y repletos de creatividad.
A mí me hace mucha gracia todo esto, imagino que deben estar pasándolo mal cuando tienen que recurrir a esas estrategias. Y lo van a pasar peor conforme la sociedad siga luchando y avanzando en la consecución del ideal de igualdad, a pesar de todas las dificultades, recortes y retrocesos.
Mis adorables machistas continuarán con su estrategia, y gracias a ella me ayudarán a mostrar la realidad de la desigualdad que aún queda por descubrir, y así, entre todos y entre todas, hacer que la igualdad no sólo forme parte de la realidad, sino que sea ella la que defina una nueva realidad. ¡Gracias!