No hay nada como tomar distancia para darse cuenta de que en ocasiones uno no se ha movido del lugar donde se encontraba, aunque el escenario sea distinto.
En eso el ser humano ha jugado con la imaginación para buscar en la justificación un argumento con el que conformarse, de manera que muchas veces ha cambiado los hábitos, la ropa, los lugares donde tomarse una copa… para creer que está en la playa, y otras veces se ha ido a un apartamento cerca del mar sin dejar de hacer nada de lo que realizaba cuando pisaba sobre el asfalto del interior, y llega a pensar que realmente está de vacaciones.
Y en esto, como en todo, “quien parte y reparte se lleva la mejor parte”. Por eso de nuevo los hombres salen muy beneficiados de ese concepto de “vacaciones familiares” en el que todos están juntos, aunque no en todas las partes ni habitaciones. Y suele ser bastante habitual que la distribución de tareas vacacionales se haga sobre la asignación tradicional de los roles, de manera que, por ejemplo, la compra matinal de la barra de pan y el periódico por los hombres, y alguna que otra visita inesperada al supermercado, actúen como salvoconducto para desconectar del resto de las tareas domésticas que tienen que abordar las mujeres.
Las mujeres en vacaciones son las que asumen la mayor parte de las responsabilidades domésticas y las que, una vez más, supeditan sus horarios al resto de la familia. Ellas cocinan, barren, friegan, ponen el lavavajillas y luego colocan los platos, vasos y cubiertos cuando ha terminado. Entre medias hacen la colada, tienden, planchan y cuelgan la ropa en los armarios o las meten en los cajones… y así un día (de vacaciones) tras otro. Mientras, muchos hombres dan respuesta al ese alma deportiva que renace al mezclarse el sol con la brisa marina, o a su espíritu crítico que les exige leer el periódico para no perder criterio sobre los últimos fichajes en las conversaciones de sombrilla. Todo ello sin renunciar a las cálidas y reparadoras siestas…
Puede parecer muy obvio, casi exagerado, pero si no me creen y aún están de vacaciones, miren por la ventana de sus apartamentos o pregunten a sus vecinos y vecinas. Los estereotipos no se van de vacaciones, más bien ocurre lo contrario, aprovechan la oferta 2 x 1 para viajar con todo incluido y no separarse de sus hombres ni de sus mujeres. De este modo, durante las vacaciones los hombres son “más hombres”, más “como deben ser” según el modelo tradicional, y las mujeres, como quien regresa al pueblo de los roles del que un día partieron para asumir nuevas responsabilidades, son más madres, más esposas, y también más amas de casa, aunque la casa sea de alquiler.
La “Encuesta de Empleo del Tiempo 2009-2010", elaborada por el Instituto Nacional de Estadística, refleja que son más las mujeres que realizan el trabajo del hogar, prácticamente el 92% lo hacen, mientras que los hombres que participan en las tareas domésticas están situados 17.2 puntos por detrás. Esta situación hace que las mujeres dediquen cada día 2’13 horas más que los hombres a la realización de unas tareas del hogar que disfrutan toda la familia. Mientras, según el estudio del INE, los hombres se dedican a practicar más actividades de tiempo libre y durante más tiempo, especialmente las deportivas.
Si estos datos los extrapoláramos al tiempo de vacaciones, las diferencias entre los tiempos de trabajo doméstico y ocio de mujeres y hombres se distanciarían mucho más. Y si tenemos en cuenta la prevalencia de la violencia de género y su especial incidencia en las épocas vacacionales, en lugar de agradecimiento por su dedicación a la familia, comprobamos que lo que en muchas mujeres reciben son críticas, humillaciones y agresiones.
No me extraña el resultado de un último estudio publicado recientemente en el “Journal of Health and Social Behaviour” por Paul Glavin, de la Universidad de Toronto. En él muestra cómo las mujeres que trabajan desde casa tienen sentimientos de “culpa y estrés”. Es la eterna cuestión de traicionar a los roles tradicionales de “esposa, madre y ama de casa”, y ver que las recompensas del trabajo y la liberación vienen acompañadas de nuevas críticas y limitaciones de todo tipo, entre ellas las de un día que sigue teniendo 24 horas, tanto en vacaciones como durante el resto del año.
Es un auténtico estrés vacacional en un ambiente alicatado hasta el techo, con vitrocerámica de inducción, microondas con grill, lavavajillas con programa corto y lavadora-secadora de bajo consumo… Todo un paraíso de cocina, nada de “pánico” al estilo del programa de Chicote, aquí lo que se vive y guisa es la felicidad del hogar…
La felicidad de unos maridos, de unos hijos y de unas hijas al fuego lento de la infelicidad de muchas mujeres. Con este plan, ¿qué hombres van a querer “eso de la Igualdad”?
PD. Cada vez hay más hombres residiendo en la Igualdad, pero sus calles continúan desiertas. Para llegar hasta ella no es necesario visado ni pasaporte, sólo la voluntad de hacerlo y el compromiso de materializarlo.