Ayuda al Estudiante

Ayuda al Estudiante

El ecosistema educativo tiene un triángulo esencial: estudiantes, padres y profesores. Lo demás es contexto. Si este se sitúa en el centro de gravedad, algo va mal. Los análisis sobre educación tienen un peligro casi invisible: la paralización fascinada por lo mal que estamos. Descalificar sin analizar es injusto y analizar sin proponer alternativas, estéril. Así que el propósito de este blog es claro: ayudar a estudiantes, padres y profesores a encontrar alternativas de mejora.

Sobre el autor

Carlos Arroyo

ha navegado profesionalmente entre las cuatro paredes de un aula, la redacción de EL PAÍS y la dirección del Instituto Universitario de Posgrado. Esa travesía le ha convencido de que educar bien a los hijos es saldar buena parte de la deuda con la vida. Es autor de Libro de Estilo Universitario y diversos libros de ayuda al estudiante.

Web: www.ayudaalestudiante.com
Correo: [email protected]

Libros

Soy estudiante y necesito ayuda

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100 cosas que debes hacer para mejorar como estudiante

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La primera pregunta del examen es...

Por: | 30 de abril de 2013

Examen 2
La primera pregunta del examen es... ¿cuál es tu objetivo en este examen?

¿Salir del paso? ¿Sentarte a ver si suena la flauta? ¿Pasar el mal trago cuanto antes? ¿Aprobar por los pelos? Son opciones que en algún caso podrían llegar a ser comprensibles, pero que, en general, demostrarían un erróneo enfoque de tu responsabilidad como estudiante. 

En el anterior post, Tormenta de exámenes, resumimos cuál debería ser el sentido de los exámenes dentro de la evaluación del aprendizaje. Una vez establecida la gran importancia de los exámenes en nuestro sistema educativo, creo que sería bueno contestar por derecho a la pregunta con la que comenzaba esta entrada.

Tu objetivo debería ser obvio, pero es frecuentemente olvidado: rentabilizar al máximo, en términos de puntuación, tus conocimientos y tus habilidades. Es decir, aprovechar lo que sabes para sacar la mejor puntuación posible, si fuera posible por encima incluso de tu auténtico nivel de conocimientos (excluyo las trampas, por supuesto; solo me refiero a maneras de aprovechar de forma óptima tus conocimientos).

Aunque muchos estudiantes creen que no necesitan consejos sobre cómo realizar exámenes porque ya han hecho muchos, la experiencia demuestra que algunos malos hábitos permanecen, al margen de cuán largo sea el historial estudiantil. Por eso es interesante recordar pautas como las que siguen, siempre inspiradas en la necesidad de optimizar los resultados.

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Tormenta de exámenes

Por: | 29 de abril de 2013

Examen 4
Nuestros chicos afrontarán pronto los exámenes más importantes del año, así que intentemos a ayudarles. O mejor, ayudémosles a ayudarse a sí mismos, empezando por convencerles de una idea simple: al contrario de lo que suelen pensar, no es cierto que aún les quede mucho tiempo: la tormenta de exámenes ya está a la vuelta de la esquina. 
Así que, si me lo permitís, os sugiero que, después de leer estos posts, se los enviéis por mail para que los impriman y los pongan en su escritorio.

Pero antes de ir a lo práctico con ellos, dejadme esbozar una consideración general que quizá en el futuro habría que retomar. Los exámenes no deberían ser lo más importante del proceso educativo, pero lo son. Deberían ser una parte relevante de la evaluación, pero no la evaluación en su integridad, la cual, muy resumidamente, debería tener las siguientes fases:

1. Comprobar la situación de partida. 

2. Proponer objetivos de aprendizaje en un tiempo determinado.

3. Medir y analizar la evolución (conocimientos, destrezas, actitudes, valores).

4. Compararlos con lo establecido como objetivo y sacar conclusiones sobre las carencias y cómo mejorar para alcanzar el nivel buscado. 

5. Proponer cambios y refuerzos necesarios para que se alcance ese nivel.

6. Comprobar la consecución de objetivos o proponer nuevas medidas.

Los exámenes se encuentran en la tercera fase (y no es un chiste malo). Cuando el examen es lo único que importa (hay centros que incluso suspenden las clases en época de exámenes), lo más normal es que quede fuera lo que más debería importar: las propuestas de mejora (generales e individuales), que ni mucho menos se desprenden de una calificación sin más. 

Una vez resaltado este fallo general del sistema (en mi opinión, admitido acríticamente por estudiantes, profesores, padres y la sociedad en su conjunto), conviene reconocer la extraordinaria importancia de los exámenes en el progreso académico de nuestros hijos (en este otro post, Qué enseñar y cómo aprender, propugno la necesidad de evaluar con un mayor equilibrio anglosajón entre trabajos especiales y exámenes).

Pero volvamos al mundo real y veamos algunas pautas para mejorar la manera de abordarlos y realizarlos.

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Último grito en tecnología: ¿usar o crear?

Por: | 25 de abril de 2013

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RUTH MARTÍNEZ (
@aureamemotech), formadora en Tecnologías Emergentes, es hoy nuestra firma invitada.

Los estudiantes son bastante más rápidos que los profesores, al menos en el ritmo al que aprenden, adoptan y utilizan la tecnología. La realidad es mucho más general: los jóvenes son más rápidos que los adultos. Pero los cambios tecnológicos tienen enormes implicaciones en un contexto educativo. Y el concepto de educación pone sobre el tapete una idea esencial: cómo experimentamos el aprendizaje directo.

El Informe Horizon NMC de 2012 sobre Tecnologías Emergentes en Educación, elaborado por NMC (New Media Consortium) y ELI (EDUCASE Learning Initiative), tiene como objetivo identificar las nuevas tecnologías y tratar de predecir su repercusión en la enseñanza de educación superior de los próximos cinco años. En relación al horizonte de implantación de un año o menos, señala las aplicaciones móviles y el uso de tablets; de dos a tres años, aprendizaje basado en juegos y analíticas de aprendizaje;  de cuatro a cinco años, la computación basada en los gestos y el Internet de las cosas.

El punto clave es que la tecnología emergente en el aprendizaje está cambiando rápidamente, incluso demasiado rápidamente para aquellos profesores que quieren aprender a usarla, y no digamos para aquellos que no quieren utilizarla. Por otro lado, tenemos a alumnos que usan estas tecnologías como parte de su vida diaria, y exprimen su utilidad práctica, deseando muchas veces que estas tecnologías sean utilizadas también como parte de su educación.

En contextos educativos se puede afirmar que la tecnología está ayudando a mejorar el rendimiento escolar de los estudiantes desde la escuela infantil hasta la universidad y contribuye a aumentar la productividad de los maestros, directores y administradores. Esta afirmación es coincidente en la mayoría de estudios consultados (CompTIA, 2011).

¿Qué deben hacer los profesores?

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Una belleza matemática

Por: | 22 de abril de 2013

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Las matemáticas no son una asignatura como las demás. Sería muy cómodo decir que todas son iguales en importancia, pero creo que, como algunos animales de Rebelión en la granja, de George Orwell, algunas asignaturas son más iguales que otras. Y las matemáticas son mucho más iguales que otras.

Eso no evita la melancólica sospecha de que su utilidad no deja ver a muchos estudiantes ni su belleza ni su increíble valor intelectual. Por si fuera poco, el notable problema que tenemos con la manera de enseñarlas explica en parte el hecho de que tantas personas se alejen emocionalmente de ellas para siempre, con la excusa de que es una materia demasiado complicada, áspera y casi inhumana. En este caso, me parece más preocupante la distancia emocional que las lógicas dificultades intelectuales. Creo que eso causa a los desertores un gran perjuicio personal, del que solo son conscientes cuando maduran. Pero, además, ya ha degenerado en un problema social de gran envergadura, por la creciente falta de competencia matemática en el mundo profesional (evitemos por un momento acordarnos del diabólico papel de los matemáticos en Wall Street). Lo cierto es que ahora tenemos un déficit de matemáticos tan importante al menos como el de afición social a las matemáticas.

Dejando al margen a los profesores en concreto, y sin intención de minusvalorar a nadie, considero que, en términos generales, hay materias esenciales por su carácter instrumental, asignaturas que se necesita dominar por sí mismas y porque son absolutamente básicas para el resto de las materias y para la vida en general. Sin uno falla en ellas, ve automáticamente disminuida su capacidad para desenvolverse en todo lo demás, porque, en cierto sentido, son el alfabeto del conocimiento. La lista corta está formada por Lengua (y Literatura), Matemáticas y, en estos tiempos, el idioma Inglés. 

Hay otras materias muy importantes y destacadas en el programa académico: la Historia, la Física, la Biología, la Geografía, la Química o, crecientemente en estos tiempos, la Economía (en sentido amplio). Pienso que deberíamos incluir la Filosofía, pero me temo que hemos pillado a las autoridades educativas mirando para otra parte. Podríamos decir que, sin estas materias, uno acabaría viendo el mundo como algo indescifrable. Y no solo: en la vida adulta, mostrar grandes carencias en Historia o en Geografía llega a degradar nuestro prestigio personal.

Y luego hay también materias normales, e incluso marías, que merecen todo nuestro respeto y pueden ser importantes para unos o para otros, pero que, hablando en términos generales, están en otro estatus de relevancia, por lo que se impone la necesidad de establecer prioridades. 

Entre las prioridades de primerísimo nivel, brillan con una extraordinaria luz propia las cuatro matemáticas. ¿Las cuatro? ¿Qué cuatro?

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La doble imagen de los profesores

Por: | 18 de abril de 2013

Una profesora en clase
La identidad del profesor es uno de los temas sometidos por los investigadores a análisis científicos y académicos, que es exactamente la aproximación que deseo evitar en este blog. Los profesores no necesitan grandes modelos teóricos para saber perfectamente cómo se sienten en su rol, cómo conciben su profesión y cómo observan el entorno. Pero esa perspectiva de los docentes contrasta, a menudo dolorosamente, con la forma en que son vistos por las familias, los alumnos o la sociedad en su conjunto. Se diría que estamos ante dos universos paralelos sin mayores tentaciones de confluir, como pudo ocurrir en el pasado.

Precisaré que no intento trazar un perfil general de los profesores, sino solo comentar el problema de la doble imagen, porque el desfase entre ambas visiones produce un extraordinario desgaste entre los profesores, y cierto nivel de incomprensión, descrédito e incluso intolerancia por parte de las familias (y la sociedad, genéricamente).

Eso sí, para ampliar el contexto, reconozcamos que el de la doble imagen es un problema que afecta a múltiples profesiones y, en algunas, con una brecha aun mayor que entre los docentes. Sin comparar personas, pensemos en los pilotos de avión, los funcionarios de ventanilla, los banqueros o los políticos, y se nos antojará que el de los profesores es un caso menor.

Por otro lado, convengamos en que hay profesores buenos y malos, anticuados y modernos, experimentados y novatos, con conocimientos superficiales y profundos; vocacionales y accidentales; asqueados y entusiastas... en fin, de todos los colores. En eso no se diferencian de periodistas, blogueros o artesanos del mimbre. Negar la biodiversidad, en uno u otro sentido, sería un ridículo ejercicio de sectarismo o de inocencia angelical.

A partir de aquí haré una generalización básica, pero que dibuje a grandes rasgos cómo se materializa ese divorcio en la imagen, pensando que, al ponerla en palabras, esta lista de dipolos permitirá extraer conclusiones. Aquí se plasman esos dos mundos paralelos.

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¡El fin de curso ya está ahí!

Por: | 15 de abril de 2013

Un profesor da explicaciones a un estudiante
¡Ya tenemos aquí el último trimestre! Aprovechemos para hacer en casa un pequeño test. Probad a soltarle a vuestros hijos el título de este post, con la sibilina idea de suscitar luego una conversación interesante. Del universo de previsibles respuestas, podríamos seleccionar las siguientes en versión bilingüe (lenguaje juvenil / lenguaje adulto).

Respuesta A. “¡Bah, todavía queda mogollón (o mazo, según la variante dialectal)!” Traducción: “No pienso hacer ningún esfuerzo. Como muchísimo, el día anterior a cada examen”.

Respuesta B. “Ya, mamá. Voy a esforzarme: ya sé que tengo que cambiar y aún estoy a tiempo”. Traducción: “Soy consciente de que debería hacer un gran esfuerzo, pero no lo haré ni muerto. Así que lo dejaré todo para el último minuto, y a ver si tengo suerte. O ya me las apañaré para ir copiando”.

Respuesta C. “Tranquilo, papá. Todo bajo control”. Traducción: “Tranquilo, papá. Voy bien y no te defraudaré”.

Respuesta D. “Sí, ya se acerca el final. Uf, qué ganas tengo de que llegue el verano. Me lo he ganado...”. Traducción: “Cumpliré mis objetivos con total responsabilidad y daré lo mejor de mí mismo. No me defraudaré a mí mismo”.

¿Cuál os ha tocado en suerte? ¿La tercera o la cuarta? Bueno… respirad y disfrutad serenamente. La nave va.

¿O han sido las dos primeras? Pues os toca seguir crecientemente preocupados. ¿Dónde está el busilis de estas dos primeras respuestas, tan insatisfactorias y tan engañabobos? Nos centraremos en ellas, para decir que, desde el punto de vista operativo, el misterio se esconde en una palabra. Una sola palabra con muchas consecuencias.

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Anonimato y debate educativo

Por: | 11 de abril de 2013

Anónimos 1
En sus dos meses de vida, este blog ha establecido una relación gratísima con los lectores. Unos estaban de acuerdo, otros disentían con matices, había quienes echaban de menos este o aquel enfoque y también los que mostraban un desacuerdo absoluto. Creo que, en estos momentos de extraordinaria vulnerabilidad en el ámbito educativo, ha sido una reacción incluso demasiado acogedora por parte de los lectores, padres y ciudadanos en general (muchos de ellos profesores, pero no solo, porque este no es un blog profesional, sino educativo en un sentido muy amplio).

Los acuerdos son satisfactorios (y algunos, muy emotivos), pero debo reconocer que lo más enriquecedor intelectualmente son las divergencias. Esas son las que aún hacen replantearte ideas que a veces te acompañan casi de toda la vida.

Con muchos comentaristas, críticos y no tan críticos, he cruzado mensajes privados y ello me ha encantado. De hecho, he invitado a alguno de los más rotundos críticos a participar con un post y espero que pronto acepte mi invitación. A todos ellos les doy las gracias de manera sincera, lo mismo que a quienes simplemente han leído, twiteado o pulsado la tecla de Facebook. Sentir al otro lado de la pantalla la presencia de estas personas que viven así la educación es una gran experiencia que merece ser agradecida de verdad.

Pero estas semanas también me han proporcionado la muy curiosa experiencia de conocer a alguien de cuyos textos se ha dicho lo siguiente:

“Este artículo es un buen resumen del tipo de pensamiento que ha destruido la educación”.

“La idiotez más grande que he leído en los últimos años. (…) Las afirmaciones sin ningún valor de este señor…”.

“Parece usted un pedagogo de salón, un adalid de la vagancia, un promotor de la indisciplina y un profeta de la desidia. ¿Sigue usted en un aula? Si su respuesta es sí, su opinión merece ser tenida en cuenta. Si su respuesta es no... su opinión es spam”.

“Efectivamente, lo suyo es no vivir la realidad y sí, es un usted otro pedagogo de salón y lo peor, sobráis. (…) Por favor, dejen de echarnos tierra. Toda la sociedad nos ha quitado la dignidad. ¡No venga a rematar al casi muerto!”.

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Cuando el compañero es el profesor

Por: | 08 de abril de 2013

Compañeros en la pizarra
CONSUELO GARCÍA TAMARIT,
 directora general de Curseliaes hoy nuestra firma invitada.

 

Vivimos tiempos complicados para la educación. Nos faltan infinidad de cosas: profesores, recursos económicos y materiales, tiempo para abarcarlo todo y, por qué no decirlo, quizá ilusión y ganas de hacer cosas. Al mismo tiempo parecemos empeñados en dejar inutilizado algo con un extraordinario potencial educativo: el irrefrenable afán juvenil por compartir.

Son tiempos de redes sociales, y proliferan como setas las webs y blogs en los que aficionados a cualquier cosa comparten pasiones, manías e incluso odios. Los jóvenes se vuelven locos por hacer partícipes a sus amigos de sus actividades, sus planes, sus fiestas, sus fotos, sus expectativas, sus amores e incluso sus motivos de tristeza. Todo se ha vuelto compartible.

¿Y qué hacemos los adultos? ¿Quedarnos estupefactos, fruncir el ceño y ver pasar todo esto como lejanas extravagancias? ¿Y los centros escolares? ¿Es inteligente que se queden observando el fenómeno desde lejos o lo sería mucho más aprovecharlo en beneficio de los estudiantes? ¿Porqué no valerse de este enorme potencial colaborativo para fines más útiles y desafiantes desde el punto de vista formativo?

Dice un refrán inglés: “To teach is to learn twice” (“Enseñar es aprender dos veces”). Pues bien, el aprendizaje entre compañeros (“peer learning” o aprendizaje entre iguales, en la jerga especializada) tiene una larga tradición. Consiste en adquirir conocimientos y desarrollar habilidades mediante la ayuda activa y el apoyo de compañeros de igual o similar nivel o estatus. Es decir, se trata de ayudar a los demás a aprender y, en este proceso, aprender también uno mismo.

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Qué enseñar y cómo aprender

Por: | 04 de abril de 2013

Alumnos trabajando con una pizarra digital
La responsabilidad de que muchos de nuestros estudiantes aprendan menos de lo debido es en buena parte suya, pero sería una comodísima simpleza pensar que la solución está en sus manos y solo en ellas. La educación no es territorio fértil para las recetas simples. Que algunos jóvenes no aprenden porque son vagos, indisciplinados, desmotivados o están flotando por entre las nubes de su móvil es cierto, pero no deja de ser una observación de bajo valor terapéutico y alto poder anestesiante respecto a las posibilidades de cambio y mejora.

No todas las verdades generan cambios por sí mismas, por mucha solemnidad que les adorne. Y esta es de las que no. Cuando todo el diagnóstico se queda anclado en lo anterior, me gusta deslizar una clásica analogía con el artículo 6 de la Constitución de Cádiz, La Pepa, (“El amor a la Patria es una de las principales obligaciones de todos los españoles y, asimismo, el ser justos y benéficos”) y preguntarme luego por los beneficios prácticos de aquella proclamación fabulosa.

Limitarse a exigir la necesaria responsabilidad personal del estudiante sin apelar a la colaboración de los profesores en el centro y los padres en las casas es algo parecido a una vía muerta. Pero, además, hay factores mucho más poderosos en cuanto a su capacidad de desencadenar cambios. Aunque tengo bastantes papeletas para ser malinterpretado, me centraré solo en uno de ellos: el importante desfase metodológico y pedagógico que padecemos en el sistema educativo. O, para ser justo, en buena parte de él, porque hay profesores que se esfuerzan en potenciar el aprendizaje con estilos que nada tienen que ver con la vieja cátedra, que era dignísima en su tiempo, pero hoy ya es disfuncional.

Imaginad que invertimos el paso del tiempo. No hace falta llegar al “Decíamos ayer…” de Fray Luis de León. Quedémonos en los pasados años cincuenta. Si al mejor cirujano del mundo de entonces lo coláramos en un quirófano de hoy, se quedaría más o menos como nosotros: con los ojos como platos y sin saber qué hacer. Los métodos y las tecnologías aplicadas han evolucionado tanto que lo habrían expulsado de la cirugía.

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¿Es la educación cosa de hombres?

Por: | 01 de abril de 2013

Reunión en un centro escolar 2
Supervisar cómo van los hijos en el instituto o el colegio parece una tarea con el sello femenino marcado a fuego, lo mismo que la crianza de los niños. Cuando uno asiste a las reuniones de centro, enseguida le surge la sospecha que muchos padres deben de tener cosas mucho más importantes que hacer que ocuparse de los pequeños detalles de la educación de sus hijos. El predominio de madres es evidente, y lo malo es que muchos ya se han acostumbrado a ello y apenas reparan en este preocupante desequilibrio.

Al comentar esta cruda realidad con hombres y mujeres, he constatado la abundancia de malas excusas, sobre todo en ellos (aunque debo reconocer que, a veces, ellas los eximen de responsabilidad). Un viaje profesional, un horario criminal, una reunión trascendental o cualquier compromiso insoslayable podría llegar a ser creíble en términos individuales, cualquier día suelto, pero adquieren una apariencia diferente cuando se ponen en un contexto estadístico más amplio (sea en grandes términos sociológicos sea en el plano de la reincidencia personal). Porque lo que sucede una vez tiene la explicación que más nos guste. Lo que sucede siempre tiene una explicación muy distinta.

He oído muchas veces frases del estilo de “Yo no me puedo ocupar de esto, porque tengo mucho trabajo y, además, mi mujer lo maneja mucho mejor que yo”. A mí me suena parecido a “Yo no me puedo ocupar de hacerme un café cuando me apetece, porque no manejo bien la cafetera y, además, mi mujer me lo hace mucho mejor que yo. Y ella lo hace con mucho gusto”. El problema del café podríamos describirlo simplemente como tener morro (o ser machista, según se prefiera), pero lo de dimitir de todo el proceso de acompañamiento y control de la marcha educativa de los hijos es algo bastante más serio. ¿Qué demuestra? ¿Qué consecuencias tiene?

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