Ayuda al Estudiante

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El ecosistema educativo tiene un triángulo esencial: estudiantes, padres y profesores. Lo demás es contexto. Si este se sitúa en el centro de gravedad, algo va mal. Los análisis sobre educación tienen un peligro casi invisible: la paralización fascinada por lo mal que estamos. Descalificar sin analizar es injusto y analizar sin proponer alternativas, estéril. Así que el propósito de este blog es claro: ayudar a estudiantes, padres y profesores a encontrar alternativas de mejora.

Sobre el autor

Carlos Arroyo

ha navegado profesionalmente entre las cuatro paredes de un aula, la redacción de EL PAÍS y la dirección del Instituto Universitario de Posgrado. Esa travesía le ha convencido de que educar bien a los hijos es saldar buena parte de la deuda con la vida. Es autor de Libro de Estilo Universitario y diversos libros de ayuda al estudiante.

Web: www.ayudaalestudiante.com
Correo: [email protected]

Libros

Soy estudiante y necesito ayuda

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Escritoras silenciadas en clase de Literatura

Por: | 30 de mayo de 2013

1 Beatriz Galindo, La Latina

Autora invitada: ANA LÓPEZ NAVAJAS, investigadora de la Universitat de València y profesora de Lengua y Literatura en el IES Vicente Gandía.

 

Las mujeres son las grandes ausentes de la visión del mundo que forjamos en nuestro sistema educativo. En las aulas estamos transmitiendo una cultura sin mujeres. Si un estudiante llega a conocer la existencia de escritoras, no será precisamente dentro del aula, sino al salir de ella. Y eso es un gran fracaso social. Al legitimar esta ausencia, hemos provocado una gran pérdida cultural, pero no solo para las mujeres, sino también para los hombres.

No perdamos de vista que la educación es un instrumento esencial de transmisión cultural. Por su carácter obligatorio, forma a toda la ciudadanía; pero además, a través de la selección de los hechos, los protagonistas y las formas de contar, proporciona los referentes y el modelo cultural que compartimos. Este relato que entretejen todas las asignaturas recoge la memoria de nuestra historia. Y ello nos proporciona toda una visión de mundo. Una visión que no cuenta con las mujeres.

Un reciente estudio que hemos realizado en la Universitat de València así lo demuestra. Arroja cifras demoledoras sobre la presencia de las mujeres en los manuales escolares: solo aparecen en un 7,5% de las ocasiones. Y el estudio ha sido exhaustivo: se han analizado todas las asignaturas de 1º a 4º de la ESO en 109 libros escolares de tres editoriales.

El objetivo era observar la presencia de mujeres para analizar el peso que se les concede en los contenidos  y si quedaba constancia en ellos de las abundantes aportaciones, siempre diferenciadas, que han realizado  en todos los ámbitos. Los numerosos estudios que se han realizado a lo largo de los últimos 30 años han fundamentado sólidamente estas aportaciones de las mujeres y han supuesto un impacto que ha afectado a todas las áreas de conocimiento. Queríamos saber si el sistema educativo había incorporado estos avances. 

Pero los resultados, que se pueden consultar en este documento, ofrecen un panorama desolador: estas cifras han puesto en evidencia la práctica exclusión de las mujeres del mundo cultural y científico que se ofrece en la ESO, y en consecuencia, constatan el relato de una historia distorsionada.

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Elegir carrera ya no es lo que era

Por: | 27 de mayo de 2013

11 Puertas abiertas Universidad
Elegir carrera carrera se convierte a veces en un tema angustioso para los estudiantes y sus padres. Atenazados por el temor a equivocarse, piden consejo en el colegio, hablan con amigos diversos, consultan con profesionales de amplia gama y asisten a algunas charlas sobre determinadas carreras (más disuasorias que incitadoras, parece mentira...). Como además se produce en el contexto temporal de los exámenes de selectividad, es una decisión que genera ansiedad, hasta el punto de que, a veces, el punto final se retrasa precisamente hasta el minuto final. 

Resumiré mi opinión de manera simple y directa. La cosa no es para tanto. La elección de carrera no es ni una ruleta rusa ni una película de las de "y si...". No metamos en la batidora lo que podría llegar a ocurrir con lo que suele suceder. Si en las encrucijadas vitales no distinguimos grados y medidas, hasta cambiarse de acera puede ser dramático. 

La vida profesional moderna ha evolucionado desde la especialización hacia un equilibrio entre especialización y polivalencia, con cierto predominio de esta última. Por lo tanto, ya no se trata tanto de acertar en el punto exacto como de dar en la zona aproximada de la diana. Es decir, más que acertar de pleno necesitamos no fallar demasiado, porque acabar la vida profesional haciendo exactamente lo mismo que cuando empezamos ya no es tan frecuente, y lo será menos. Dicho de otro modo, carrera y profesión han dejado de ser sinónimos.

Así que elegir carrera ya no es lo que era. ¿En qué han cambiado las cosas?

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¿Compramos 50 melones o hablamos de Facebook?

Por: | 23 de mayo de 2013

Autora invitada: CLARA GRIMA, doctora en Matemáticas, profesora titular del Departamento de Matemática Aplicada de la Universidad de Sevilla y coautora del blog Mati y sus mateaventuras

Alumnos de 5º de Primaria tras una clase de Teoría de Grafos, ¡a la hora del recreo!
Hace poco me preguntaron en una entrevista por qué en este país se le tenía tanto miedo a las Matemáticas. Por lo mismo que alguna gente tiene miedo a que aparezca la chica de la curva cuando conduce de noche, contesté. Es una leyenda urbana que nos han ido inculcando desde pequeños y no tiene ninguna razón de ser. Ni existe la chica de la curva ni las Matemáticas no son tan difíciles.

Y lo digo en serio.

¿No  sería más lógico tenerle miedo a la geografía (que me encanta, ¿eh?) por tener que memorizar nombres que han sido asignados por el capricho humano o ubicar fronteras impuestas por la ilógica de antiguas batallas? O a la gimnasia, ya que te puedes torcer un tobillo...

No, no estoy diciendo que haya que temer a ninguna de las dos, pero tampoco a las Matemáticas, porque, al fin  y al cabo, se trata de un lenguaje construido con lógica y en el que nada es caprichoso. Si existiera en otro planeta una civilización distinta a la nuestra, estoy segura de que habrían desarrollado las mismas matemáticas, solo cambiarían los símbolos utilizados para escribirla, pero no el razonamiento. De hecho, las primeras civilizaciones de nuestro propio planeta intuyeron rápidamente la necesidad de contar, sumar, dividir, medir... En cuanto a las fronteras, si nos dais 100 años más las cambiamos a bombazos.

Entonces, ¿por qué son las mates las brujas para muchos estudiantes?

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Rajoy y Rubalcaba

Los lectores del anterior post, Yo sospecho de ti y tú sospechas de mí: el colapso educativo, ya tuvieron la oportunidad de deprimirse a conciencia con el desolador panorama que esbocé sobre nuestra genuina tormenta educativa. Muchos de ellos habrán tenido su segundo momento de depresión o indignación al conocer la aprobación por el Consejo de Ministros del anteproyecto de ley de la LOMCE, la llamada Reforma Wert.

No tendría mucho sentido insistir en los contenidos específicos de la reforma, que ya están siendo muy bien analizados por Juan Antonio Aunión en este periódico, así que abordaré el asunto con un enfoque muy general, pero que considero relevante.

Pocas veces hemos visto un tema tan trascendental, complejo y delicado sometido a semejante fuego cruzado de verdades absolutas y cruce flamígero de críticas y acusaciones. Hablar de educación en estos tiempos agota la inspiración dialéctica a poco que uno intente guardar las formas. Es fácil cosechar aplausos, pero es un imposible metafísico que nadie se sienta ofendido. De todas formas, intentaré evitar el fragor de la batalla.

Cualquiera sabe que el consenso absoluto es una ingenuidad angelical, pero sería una fantasía arcangelical creer que, en el actual contexto, ni la mejor reforma unilateral del mundo pudiera arreglar la situación. Y el anteproyecto de reforma aprobado por el Consejo de Ministros no lo es. Debo precisar la obviedad de que el Gobierno está legitimado política y jurídicamente para intentarlo; lo único que niego es que vaya a conseguir mejorar la educación española.

En el anterior post analizaba la espuma sociológica, y algún lector se apresuró a reprocharme en privado que me quedara frívolamente en ella, en lugar de centrarme solo en el contenido material de la educación, que es, según algunos, lo único que de verdad importa. Me ganaré más reproches por decirlo, pero pienso exactamente lo contrario. El contenido sí es esencial, como he analizado en Qué enseñar y cómo aprender, un post que recibió críticas y apoyos bastante intensos. Pero no podremos abordar en condiciones el qué sin tener en cuenta el cómo, y, más aún, mientras tengamos un caldo de cultivo tan angustiosamente enrarecido por esta desconfianza tribal y rebosante de imputaciones morales de lesa educación.

Decía Francesc Cambó que hay dos maneras de llegar al desastre. La primera es pedir lo imposible. La segunda, retrasar lo inevitable. En esas estamos y, ahora que no me oye, me inclinaré por la primera, confiando en que la cosa no empeore tanto como el político catalán auguraba.

Así que pediré lo imposible.

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Yo sospecho de ti y tú sospechas de mí: el colapso educativo

Por: | 16 de mayo de 2013

Manifestación
¿Cuáles son para ti los grandes problemas de la educación española?

Propondría al CIS que objetivara con una buena encuesta lo que pensamos (y deseamos) del sistema educativo, pero podemos esperar sentados. Mientras, hagamos un experimento casero. En cualquier reunión, igual da el próximo Consejo de Ministros, en el que se aprobará el anteproyecto de reforma Wert, que una agradable cena de fin de semana o una desesperante junta de vecinos, preguntemos por los principales problemas. Pongamos que tres por persona.

De esto estoy casi seguro:

1. Habrá una amplia y florida cosecha.

2. Recortes, LOGSE, pedagogos, falta de esfuerzo e indisciplina competirán por el podio.

3. Metodología, formación docente, familias, sociedad y partidismo rondarán el furgón de cola. 

4. Todos creeremos que nuestros problemas son bastante más importantes que los otros. 

5. Nadie se dará por aludido como responsable de nada (ni apelado como factor de superación).

6. Las respuestas individuales permitirán adivinar la ubicación ideológica.

7. Sabremos con ínfimo margen de error si el opinante es profesor o no.

8. Sospecharemos con un ligero margen de error si los hijos del opinante van bien o no.

9. Adivinaremos con un mediano margen de error si el opinante se ocupa de la educación de sus hijos (o solo se preocupa).

De lo anterior estoy casi seguro, de esto otro mucho más aún: 

10. El peor de todos los males, o sea, el mejor problema para cualquier solución que se nos llegue a ocurrir, brillará por su ausencia: yo sospecho de ti y tú sospechas de mí. 

Todos sospechamos de todos. 

Todos estamos convencidos de tener toda la razón. 

Todos descalificamos a los que no coinciden con todas nuestras ideas. 

Todos queremos una reforma que erradique todas las ideas divergentes. 

Todos consideramos que todos los desacuerdos son grandes traiciones a la educación. 

Llegado este punto, retrasemos un momento la inevitable conclusión de que no tenemos remedio y salgamos de las cuatro paredes del aula (y del contenido mismo de la educación) para echar una deprimente mirada a los estados de opinión o, si nos gusta más decirlo así, a la espuma sociológica de la educación. 

¿Adónde hemos llegado?

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Cuantas más horas practico más suerte tengo

Por: | 13 de mayo de 2013

Time to learn
Hay tres formas de estudiar en época de exámenes. La inevitable, la infrecuente y la inencontrable.

La inevitable es cuando ya no tienes más remedio que estudiar: malamente, bajo la presión del último minuto. Esa línea roja te deja hecho unos zorros con su engañosa dosis de adrenalina. Te llegas a creer que has cumplido, pero es una alternativa engañosa y desaconsejable, como hemos desarrollado ampliamente al hablar de la procrastinación.

La infrecuente consiste en hacerlo con una planificación tan precisa como perseverante en acumulación de horas y esfuerzo. Se trata de trabajar con un horario de estudio y, aunque es estadísticamente más bien rara, sus resultados son incomparablemente mejores que los de cualquier alternativa se mire por donde se mire.

La inencontrable es la que se basa en la promesa de estudiar más adelante, bajo el influjo irresistible de la inspiración del momento, esa que nunca asoma si no demuestras que ya no la necesitas (precisamente porque estás trabajando duramente). Es una promesa envuelta en celofán y rellena de aire: nada. 

La mayoría de los estudiantes (¿solo los estudiantes?) suelen cometer el error de agarrarse a la primera opción mientras sueñan con la tercera, con lo que desatienden la única que de verdad garantiza un éxito académico estable, que es la segunda: la planificación, o dicho de forma más simple, el horario de estudio. Este es el único que permite una acumulación eficiente de esfuerzo.

Veamos tres ilustres ejemplos:

“Yo sé cuando estoy un día sin ensayar. Cuando son dos días, los críticos lo notan. Y si dejara de ensayar tres días, sería la platea la que notara la diferencia”. Niccolò Paganini (1782-1840).

“He practicado 14 horas diarias durante 37 años y ahora me llaman genio”. Pablo Sarasate (1844-1908).

Larry Bird encestó en el último segundo de una final y su equipo ganó el partido. Un periodista le preguntó: “¿Qué se siente al tener tanta suerte?”. Su respuesta fue: “Curiosamente, cuantas más horas practico este tipo de canastas, más suerte tengo”.

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Por la superación de la ignorancia (a modo de posdata)

Por: | 10 de mayo de 2013

JUAN FRANCISCO MARTÍN CASTILLO, firma invitada de ayer en este blog, nos envía esta posdata, en la que comenta para los seguidores de este blog las reacciones suscitadas por su post.

 

He seguido con curiosidad los comentarios realizados en torno a la publicación de mi modesta contribución de ayer sobre La burbuja educativa: origen y necesidad de la reforma educativa y, como me creo en la deuda de dar una satisfacción, por breve que sea, a todos aquellos que se han tomado la molestia de leer el artículo de ayer y escribir sus opiniones, solicito de la amabilidad del autor del blog la inclusión de estas palabras que, a modo de mensaje final, dejo a la reflexión a los que buena de fe se han acercado a mis argumentos. 

En primer lugar, quiero expresar mi sincero agradecimiento a los que se han identificado con los planteamientos básicos de La burbuja educatica: origen y necesidad de una reforma; sin embargo, y sin perjuicio de lo anterior, me ha maravillado la sensibilidad que se tiene por las temáticas relacionadas con le mundo educativo. Esto me congratula porque me sigue demostrando  que la enseñanza y el progreso intelectual y moral de los individuos no ha dejado estar en lo alto del índice de preocupaciones de la sociedad.

Me ha parecido, por otra parte, digno de elogio, y así lo reconozco, que un medio como EL PAÍS, siempre distinguido por ser foco de renovación ideológica de la izquierda, haya asumido el papel de garante de la libertad de expresión, incluso en asunto tan complejo como la educación. Por supuesto, no ahorro en gratitud en brindar semejante reconocimiento a la persona que ha llevado adelante la iniciativa de editar un artículo como el mío en la plataforma digital del periódico. El buen talante de Carlos Arroyo, pese a disentir en bastantes puntos, sólo se ha agrandado con el paso de los días y las horas. Dos magníficos ejemplos, tanto el diario como el responsable material del blog, que me llevan a las consideraciones que intentaré exponer a la luz de los comentarios y las opiniones que, al margen del foro creado al efecto, me han llegado desde casi todos los extremos de la geografía nacional.

Soy liberal confeso, o, por mejor decir, porque los matices son importantes, liberal ilustrado o progresista, y sólo coincido con los integrantes de la izquierda española en una cosa, la defensa de la educación pública. Por esta razón, acepté, en su día, el reto presentado por Carlos Arroyo, aunque fuera en terriotorio hostil.

El problema, si se me permite expresarme de esta manera, es que la cerrazón ideológica de muchos ha impedido vislumbrar la deriva insostenible que llevaba y lleva la educación en España. Quiero decir que el ciego empeño por la igualdad, definitorio de la concepción de izquierdas, ha dejado por el camino bastantes valores que son constitutivos de la enseñanza, entre ellos, la libertad, la justicia, la autoridad, la responsabilidad y el respeto a la legítima diferencia entre los individuos.

Este abandono ha hecho aflorar una curiosa contradicción, en la que puede frustarse la ambición de una enseñanza pública, que, reitero, es también mi particular ideal. La gente, que no es una entelequia impersonal, sino que está compuesta por padres, profesores, alumnos y sindicatos, está contemplando como aquellos que vociferan por el mantenimiento de lo público en el sector niegan tozudamente que algo ocurra en las aulas. Cada vez es mayor el número de estudiantes que dejan los centros vinculados a la administración y se adentran en la esfera privada. ¿Por qué? Simple y llanamente, y con plena legitimidad, los padres quieren lo mejor para sus hijos y éstos, a su vez, no quieren ser despreciados por su talento, aunque, lo común entre unos y otros, es la necesidad de poder disfrutar de una enseñanza adecuada y con un nivel de conocimientos óptimo.

La postura cerril ante estas demandas, por ciertos sectores de la izquierda, está ahogando a la educación misma y conduciéndola a un punto sin retorno. Todavía estamos a tiempo. Y esta es mi recomendación.

Si la pretensión, repito, es hallar elementos que apuntalen la inserción de la enseñanza en lo público, lo que no cuadra es que, y ya me dirijo a los comentarios vertidos bajo el artículo de mi autoría, se fundamente tal apuesta en la irracionalidad. El primer interviniente cae en idéntico error al que detecto y detallo en el principio del escrito. Otra, quizás guiada por una tutela mal entendida, identifica la ignorancia con la creatividad. Si fuese así, desarrollando la idea expuesta, los informes PISA dejarían bien claro que en España hay mucha creatividad, casi rozando la genialidad.

No quiero emplear en demasía la ironía porque no persigo el escarnio ni de las personas ni de las ideas. Lo que sí está en el centro de mis inquietudes, en relación a la quiebra de la sensatez en el mundo de lo pedagógico, y no soy el único en este declarado esfuerzo, es que se debe llegar a un punto de encuentro y, por supuesto, dentro de los márgenes de lo racional. Cada uno podrá tener y exhibir su ideología, pero que esta marca de la personalidad no haga zozobrar los argumentos en pos del sostén de la educación.

Por una enseñanza pública, claro, pero evitando los errores del pasado, admitiendo una reforma -–o sé si será la de Wert, eso está por ver–, y, sobre todo, por el bien de los estudiantes y por la conquista de la "mayoría de edad" (Kant), que no es otra cosa que el abandono consciente de la ignorancia. No hay que temer a las palabras, sí: superación de la ignorancia.

Un saludo cordial.

Juan Francisco Martín Castillo.

 

Otros posts sobre la reforma educativa

En este blog se han publicado otros posts sobre la reforma educativa. Por si el lector se siente interesado en ellos, son los siguientes:

Necesitamos dos cosas: reconciliación educativa y reforma multipartidista.

Yo sospecho de ti y tú sospechas de mí: el colapso educativo.

La burbuja educativa: origen y necesidad de una reforma. Autor invitado: Juan Francisco Martín Castillo.

No necesitamos una contrarreforma educativa. Autor invitado: Oriol Prunés.

Qué enseñar y cómo aprender.

La educación traicionada.

Una reforma de cartón piedra.

 

La burbuja educativa: origen y necesidad de una reforma

Por: | 09 de mayo de 2013

Clase 1
 

JUAN FRANCISCO MARTÍN CASTILLO, doctor en Historia y profesor de Filosofía del Instituto Arguineguín, de Las Palmas de Gran Canaria, es hoy nuestra firma invitada.

A mi alumna Lara, con cariño

Un miércoles por la mañana, en clase de Filosofía y Ciudadanía, al explicar los rudimentos de la filosofía moral, en especial la distinción existente entre los dos grandes grupos de éticas, las formales y la materiales, saltó la sorpresa. Casi de una manera inadvertida, con la complicidad de las horas tempraneras, donde lo dicho parece desvanecerse entre las brumas de la somnolencia, las palabras de una alumna sonaron con la estridencia de la fanfarria de una fiesta no menos grande. La fiesta de la ignorancia, por cierto. Y me quedo corto. Por aquellas cosas de las relaciones inverosímiles, tan habituales entre los estudiantes de bachillerato, le quedó claramente demostrado que los nazarenos de nuestras procesiones de Semana Santa tenían un nexo ideológico o religioso, para ella era lo mismo, con los seguidores del Ku Klux Klan. La razón no era otra que el capirote que, tantos unos como otros, portan y que favorece, igualmente, la identificación ante el resto de la población. Por mucha que fuera la paciencia del docente y por enérgicas que fueran las razones esgrimidas para evitar tal errática asociación, persistía en sus argumentos, e incluso el resto del grupo académico celebraba y aplaudía la insospechada conexión.

Esta es una de las mil y una anécdotas, y sólo en el plano intelectual, que ocurren a diario en nuestros centros educativos. Me he centrado en su posible valor ilustrativo para descubrir, casi revelar en el sentido literal del vocablo, lo que, en la actualidad, es la educación en España. No se trata, en principio, y para desactivar cualquier recelo sobre el propósito del autor, de despreciar a nuestros estudiantes, de someterlos al escarnio o la burla. Semejante presunción no tiene lugar en este escrito: lo que se pretende es, justamente, todo lo contrario. Defenderlos del acecho de la intolerancia y del oprobio de la ignorancia por el mejor medio, por el único que tenemos a nuestro alcance los profesionales de la enseñanza, y que no es otro que la transmisión de los valores considerados positivos socialmente y la fijación de unos conocimientos curriculares mínimos para desenvolverse en el ámbito laboral y disfrutar de un criterio cultural básico. Sin embargo, esta misión, que enorgullece al profesor y engrandece al discente, se ha visto, reiteradamente, entorpecida por los sucesivos ordenamientos del sector educativo a lo largo de más de treinta años.

Se creyó que mediante el recurso a unas teorías pedagógicas por completo alejadas de la realidad material de las aulas, a unos métodos evaluativos absurdos y desquiciantes, y al consecuente empobrecimiento de la elemental instrucción en los contenidos propios de las materias impartidas se llegaría a unos objetivos que, desgraciadamente, los últimos tiempos han venido a mostrar como utópicos. 

El ejemplo que abría este artículo explica y razona lo sucedido en las recientes oposiciones al cuerpo de maestros en la Comunidad de Madrid.

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El mejor profesor de mi vida

Por: | 06 de mayo de 2013

Clase Física 1
El mejor profesor de mi vida me enseñó que hay pocas cosas comparables con la emoción intelectual de ver cómo aprende un alumno. Vivir el momento en que sus pupilas se agrandan (fenómeno real, no ilusión poética) cuando su mente se enriquece gracias a ti es indescriptible. Y qué decir del momento en que un ex alumno llega a establecer contigo una discusión de igual a igual, o incluso llega a superarte. No hay nada igual: ver cómo un estudiante te deja atrás gracias justamente a lo que aprendió contigo es tu Premio Nobel como profesor. Un solo caso justifica muchos años de esfuerzos y sinsabores.

Por desgracia, muchos profesores y bastantes estudiantes aún no han tenido la fortuna de vivir esa situación. Y la vida diaria no está demasiado poblada de este tipo de sensaciones. Un profesor no puede mantener al máximo su sismógrafo emocional como docente a todas horas, pero me gustaría recordar algo a los docentes que ya están abatidos por la desilusión, el hastío, la carencia de recursos, la falta de empatía y reconocimiento social, la desidia de los alumnos, la indiferencia de los padres, la manipulación política, o simplemente porque ven cómo poco a poco les fallan las energías para ponerse delante de unos jóvenes cuyo universo ven cada vez más distante. Muy pocos estudiantes olvidan a un gran profesor.

Sé bien lo que digo. Cualquiera de nosotros echará antes en el olvido a su primer amor, a aquel amigo íntimo de infancia o al fiera que lo machacaba sin piedad en el recreo. Pero los grandes profesores dejan una huella que permanece hasta el final de los días. Es una relación de una naturaleza tan singular que el paso del tiempo, que tantas cosas se lleva por delante, lejos de enturbiarla, solo consigue purificarla, embellecerla y mitificarla.

Me gusta evocar con nostalgia la relación maestro-discípulo. Es algo que, desgraciadamente, ya no abunda, pero me niego a aceptar que se haya extinguido. Tuve la fortuna de vivirla con el mejor profesor de mi vida. Se llamaba Joaquín Plans Portabella.

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No necesitamos una contrarreforma educativa

Por: | 02 de mayo de 2013

Alfabeto

ORIOL PRUNÉS, profesor de Lengua Castellana y Literatura en el Instituto Guía, de Santa María de Guía (Gran Canaria), es hoy nuestra firma invitada.

 

Uno de los rasgos que más nos singularizan como sociedad es que hacemos unos papeles legislativos formidables –tanto la LOGSE como sus posteriores reformas lo fueron–, unos papeles que luego, por una razón u otra, nunca se encarnan ni pasan de ser un remedo banal del propósito que las alentó. No es que las leyes educativas de la democracia, promovidas por la izquierda política y sociológica, nos hayan abocado a la actual socialización de la mediocridad por causas inherentes a la doctrina educativa que las inspiraron (ahí está el caso más ilustre, el finlandés, para desmentirlo), como de forma tan chabacana como caricaturesca se ha ido repitiendo.

Sobre la LOGSE y sus secuelas ha corrido mucha leyenda, pero también muy escasa lectura y acaso menos entendimiento. El mayor beneficiario de ese desapego a unas leyes que han hecho de la comprensividad su caballo de batalla es la derecha. Ahora, en contrapartida, se habla de formación para el mercado laboral y de competitividad; y eso vende. Si nuestros alumnos no son críticos, si no saben aprender, si no saben expresar ideas, si no son autónomos, si… no todos esos males se deben, en modo alguno, ni a la comprensividad ni al sustrato doctrinal en que se apoya, sino más bien a algo tan vulgar, tan anodino por evidente, como que nunca se pusieron los medios humanos y materiales para que aquel modelo educativo pudiera arrancar con unas mínimas garantías de éxito.

Sin ánimo de querer hacer ahora un memorando de agravios, sí conviene que les sigamos recordando una y otra vez a los políticos, a los que fueron, a los que son y a los que vendrán, que toda reforma de nuestro sistema educativo nace abortada si el fracaso escolar no se ataja drásticamente a una edad muy temprana, si no se modifica de veras el currículo (la materia de lengua propia es tal vez el caso más sangrante), si no se baja la ratio en las aulas, si no se distribuye de otra forma la carga lectiva, si no se introduce en los centros a otros profesionales que apoyen la labor de los profesores y si no se aborda de una vez por todas cuál es el perfil que se les debe exigir a esos profesores precisamente, algo a lo que me quiero referir más por extenso párrafos adelante. Para eso hay que poner dinero sobre la mesa. Ahora puede que no lo haya, pero en su momento lo hubo. Todo lo demás es retórica.

Y aun así no bastaría. Una reforma progresista de la educación sólo puede cuajar si, al mismo tiempo, la sociedad que la justifica lo es o está en camino de serlo, sobre todo por la vía de la progresividad fiscal y la cultura a ella aparejada; y eso en España no ha ocurrido jamás: sólo hay que ver en qué penosa situación nos encontramos. Cuando la comprensividad se implanta en sociedades tan desequilibradas socialmente como la española, se acaba convirtiendo en caridad educativa.

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El País

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