Ayuda al Estudiante

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El ecosistema educativo tiene un triángulo esencial: estudiantes, padres y profesores. Lo demás es contexto. Si este se sitúa en el centro de gravedad, algo va mal. Los análisis sobre educación tienen un peligro casi invisible: la paralización fascinada por lo mal que estamos. Descalificar sin analizar es injusto y analizar sin proponer alternativas, estéril. Así que el propósito de este blog es claro: ayudar a estudiantes, padres y profesores a encontrar alternativas de mejora.

Necesitamos dos cosas: reconciliación educativa y reforma multipartidista

Por: | 17 de mayo de 2013

Rajoy y Rubalcaba

Los lectores del anterior post, Yo sospecho de ti y tú sospechas de mí: el colapso educativo, ya tuvieron la oportunidad de deprimirse a conciencia con el desolador panorama que esbocé sobre nuestra genuina tormenta educativa. Muchos de ellos habrán tenido su segundo momento de depresión o indignación al conocer la aprobación por el Consejo de Ministros del anteproyecto de ley de la LOMCE, la llamada Reforma Wert.

No tendría mucho sentido insistir en los contenidos específicos de la reforma, que ya están siendo muy bien analizados por Juan Antonio Aunión en este periódico, así que abordaré el asunto con un enfoque muy general, pero que considero relevante.

Pocas veces hemos visto un tema tan trascendental, complejo y delicado sometido a semejante fuego cruzado de verdades absolutas y cruce flamígero de críticas y acusaciones. Hablar de educación en estos tiempos agota la inspiración dialéctica a poco que uno intente guardar las formas. Es fácil cosechar aplausos, pero es un imposible metafísico que nadie se sienta ofendido. De todas formas, intentaré evitar el fragor de la batalla.

Cualquiera sabe que el consenso absoluto es una ingenuidad angelical, pero sería una fantasía arcangelical creer que, en el actual contexto, ni la mejor reforma unilateral del mundo pudiera arreglar la situación. Y el anteproyecto de reforma aprobado por el Consejo de Ministros no lo es. Debo precisar la obviedad de que el Gobierno está legitimado política y jurídicamente para intentarlo; lo único que niego es que vaya a conseguir mejorar la educación española.

En el anterior post analizaba la espuma sociológica, y algún lector se apresuró a reprocharme en privado que me quedara frívolamente en ella, en lugar de centrarme solo en el contenido material de la educación, que es, según algunos, lo único que de verdad importa. Me ganaré más reproches por decirlo, pero pienso exactamente lo contrario. El contenido sí es esencial, como he analizado en Qué enseñar y cómo aprender, un post que recibió críticas y apoyos bastante intensos. Pero no podremos abordar en condiciones el qué sin tener en cuenta el cómo, y, más aún, mientras tengamos un caldo de cultivo tan angustiosamente enrarecido por esta desconfianza tribal y rebosante de imputaciones morales de lesa educación.

Decía Francesc Cambó que hay dos maneras de llegar al desastre. La primera es pedir lo imposible. La segunda, retrasar lo inevitable. En esas estamos y, ahora que no me oye, me inclinaré por la primera, confiando en que la cosa no empeore tanto como el político catalán auguraba.

Así que pediré lo imposible.

¿Qué es lo imposible justamente en estos tiempos? Lo imposible es que entre todos consigamos una reconciliación educativa, como paso previo a una reforma no partidista, ampliamente consensuada y con aspiraciones de estabilidad durante varias décadas. Necesitamos una reforma para que los niños que aún no han nacido puedan incluso acabar la carrera universitaria con ella en vigor (obviamente, salvo que sea revisada por amplio consenso a la vista de lo que nos deparen los nuevos tiempos). 

Y esta reforma de largo aliento no es la que está encima de la mesa, porque ni su gestación (con varias metamorfosis de apariencia incluidas) está siendo precisamente pacífica ni su implantación tiene visos de serlo, como ya describí en el post Una reforma de cartón piedra, que inauguró hace tres meses este blog.

Necesitamos antes relajar el ambiente. Aunque habrá muchas personas que preferirían un trago de cicuta antes que reconciliarse con quienes consideran culpables o directamente crucificables, si no podemos alcanzar esa reconciliación auténtica, sería inteligente al menos esforzarse por conseguir una suspensión de hostilidades que nos traiga una atmósfera más propicia para los grandes acuerdos estratégicos multipartidistas. 

Es un desafío tan descomunal como imprescindible si queremos poner en marcha una reforma que tenga alguna oportunidad de asentarse y dar frutos de aquí a cinco o seis legislaturas (o sea, unos tres ciclos de partidos gobernantes en condiciones normales). Necesitamos un periodo de paz, aunque sea inducida, aunque sea narcotizando temporalmente nuestras verdades absolutas y dando cada uno su pequeño paso atrás. Aprendamos del Talmud todos (no solo los judíos), que las personas no vemos las cosas tal como son, sino tal como somos. Así que nuestro primer paso debería ser ese pequeño paso atrás y poner sordina a la gran trompeta de nuestras verdades absolutas. No quiero decir que todas esas verdades estén igual de equivocadas, sino que necesitamos dejar de golpear la mesa para poder hablar.

Reconciliación, suspensión de hostilidades, pasos atrás, paz educativa... ¡qué bien suena ese paisaje de nubes de algodón! Pero volvamos a tierra: ¿qué propone usted que hagamos? 

José Ignacio Wert

Estoy seguro de que algunos se reirán y otros lo considerarán una locura o una utopía, si no una tontería sin más. Yo habría pensado eso mismo hace tiempo, pero, como decía Keynes, si cambia la realidad, cambio mi manera de pensar. Ha llegado la hora de abandonar el lamentable paradigma político español del momento e intentarlo de otra forma, bajo el modelo de la Constitución o los Pactos de la Moncloa.

Pero tranquilo todo el mundo, que lo que voy a decir es un brindis al sol, sin la menor posibilidad de que nadie le preste atención. Aun así, esto es lo que haría si pudiera introducir Deus ex machina la filosofía multipartidaria en nuestra obra de educación-ficción.

1. Los partidos políticos serían los primeros en dar el paso atrás (o adelante, según se mire). Así demostrarían que, en una materia tan contaminada políticamente como esta, ponen al país por delante de sí mismos, más allá de sus grandes proclamas electorales.

2. Los partidos representados en el Congreso acordarían la constitución de una Comisión Especial para la Reforma del Sistema Educativo (no universitario).

3. Esta Comisión tendría un solemne mandato especial del Parlamento Español para elaborar, con medios suficientes y de forma absolutamente autónoma, la futura ley de Educación.

4. Los partidos se comprometerían política, pública y solemnemente (jurídicamente no sería posible, claro está) a tramitar la propuesta resultante sin otras modificaciones que determinados retoques (menores) expresamente acordados con la propia Comisión.

5. Los partidos elegirían un comité de enlace con la Comisión. De él formaría parte un solo diputado por partido. Su función sería proteger y facilitar el trabajo de la Comisión, no interferir en él.

6. Los miembros de esa Comisión serían grandes expertos de diversas áreas y personalidades de prestigio muy reconocido. No solo ajenos al Parlamento, sino también a la militancia partidista.

7. La Comisión dispondría de un periodo de 2-3 años (tendría que acabar su trabajo en la actual legislatura, obviamente) y un presupuesto suficiente para facilitar que sus miembros se dedicaran íntegra e intensivamente a trabajar en ella, sin ningún perjuicio para sus carreras futuras.

Globo Education

8. Se establecería un conjunto de grandes temas educativos para estructurar el trabajo en forma de Subcomisiones y elegir a los mejores expertos en ellos. Por ejemplo, y solo a modo de aproximación: Estructura del Sistema Educativo, Formación del Profesorado, Fomento de la Lectura, Aprendizaje de las Matemáticas, Enseñanza de Idiomas Extranjeros, Metodologías de Enseñanza-Aprendizaje, Modelos de Evaluación (de alumnos), Modelos de Integración, Tecnologías Aplicadas a la Educación, Carrera Docente, Función Directiva, Funcionamiento y Autonomía de los Centros, Participación de las Familias, Modelo de Evaluación y Rendición de Cuentas (de centros y administraciones), Integración del Sistema Nacional y los Autonómicos… en fin, no pretendo ser exhaustivo ni tan siquiera acertar… solo esbozar el tipo de áreas importantes.

9. Cada una de las Subcomisiones tendrían solo tres miembros: los dos primeros elegidos a propuesta de cada uno de los dos partidos mayoritarios y el tercero, a propuesta del resto de la Cámara. Todos ellos necesariamente aceptados por todos los partidos (o grupos) no proponentes. 

10. La Comisión tendría una capacidad financiera preestablecida para contar con asesores especializados y contratar la elaboración de todos los estudios o análisis que considerara necesarios. Y así mismo para elaborar informes específicos sobre los modelos educativos más exitosos del mundo.

11. La Comisión elaboraría previamente un reglamento de funcionamiento que sería público. Una de sus normas sería, obviamente, trabajar sin publicitar sus trabajos hasta culminar su mandato parlamentario. Una vez terminada su tarea, absolutamente toda la documentación se haría pública: desde los informes de trabajo hasta los gastos incurridos.

12. Un Comité de Redacción de la ley, del que formaría parte un solo miembro de cada subcomisión, redactaría el texto de la propuesta de reforma y daría forma a toda la documentación complementaria.

13. El Parlamento aprobaría finalmente, con las mínimas modificaciones necesarias, siempre aceptadas por la Comisión, una reforma no partidista, aprobada por todos los partidos (o grupos) y planteada con criterios realmente educativos (equivocados o no, pero de naturaleza e inspiración educativa).

14. En caso de que el Congreso refutara el trabajo de la Comisión, solo podría ser rechazado por una mayoría muy cualificada del Congreso, superior a la suma de los diputados de los dos partidos mayoritarios. Ese sería al menos el compromiso previo compartido. Eso sí, su incumplimiento solo podría ser reprochado electoralmente.

Realmente los detalles no importan y dejo infinidad de flecos sueltos, pero me gustaría que los objetivos y la filosofía estuvieran claros. Necesitamos una buena ley educativa, apegada a la realidad, abierta al futuro, no contaminada por el partidismo y con una estabilidad a prueba de cambios de Gobierno. 

¿Qué objeciones cabe hacerle a esta propuesta? Seguro que muchas. No es la menor que deja en segundo plano a los Parlamentos, el nacional y los autonómicos. Pues sí, la verdad, pero, por ser cínico, eso no sería mayor novedad en la manera habitual de funcionar, salvo que consideremos que girar una llavecita en el escaño es, en sí mismo, la quintaesencia de la soberanía popular. Como decía Andrés Ortega recientemente en EL PAÍS "el peligro es que la democracia española degenere en un simulacro protagonizado por actores atrincherados en el sistema institucional que impide el paso de fuerzas renovadas".

No postulo que esto se haga corporativamente igual con abogados, vendedores de coches o militares, y, por supuesto, tampoco que entremos en un sistema asambleario similar al 15-M, pero la verdad es que, en educación, si los expertos y las grandes personalidades ajenos a la militancia fueran menos fiables que los partidos, yo no lo dudaría: les pediría a estos últimos que se encargaran del trabajo. Pero todos sabemos que no es así. 

Por eso los políticos, al menos estos políticos, deberían dar responsablemente un honorable paso atrás: para facilitar la reconciliación educativa y la posterior reforma que nos permita recuperar terreno con eficiencia y tranquilidad en los próximos decenios. Todos se lo agradeceríamos exactamente igual o más que si la ley la hubieran hecho ellos con sus propias manos.

Y a ellos se lo deberíamos. Especialmente, a los que aprobaron la reforma Wert en el Consejo de Ministros.

 

Otros posts sobre la reforma educativa

En este blog se han publicado otros posts sobre la reforma educativa. Por si el lector se siente interesado en ellos, son los siguientes:

Yo sospecho de ti y tú sospechas de mí: el colapso educativo.

Por la superación de la ignorancia (a modo de posdata). Autor invitado: Juan Francisco Martín Castillo.

La burbuja educativa: origen y necesidad de una reforma. Autor invitado: Juan Francisco Martín Castillo.

No necesitamos una contrarreforma educativa. Autor invitado: Oriol Prunés.

Qué enseñar y cómo aprender.

La educación traicionada.

Una reforma de cartón piedra.

 

Nota posterior a la publicación de este post

10 días después de la publicación de este post en el blog Ayuda al Estudiante, EL PAÍS publicó un artículo de César Molinas y Elisa de la Nuez titulado Por qué hay que cambiar los partidos, en el que se propugna un rediseño integral de las organizaciones políticas, porque funcionan mal, defienden los intereses de sus dirigentes y militantes y son incapaces de ofrecer alternativa de superación de la crisis.

Los lectores del post en el que ahora mismo están comprenderán enseguida que estoy plenamente de acuerdo con ese artículo.

 

 

Hay 6 Comentarios

Supongo que cada partido tiene su perspectiva respecto a lo que debería ser la educación, de ahí que lo cambien cada vez que llegan al poder. Pero esto es un problema cuando los cambios de partidos se producen con tanta frecuencia. Yo mismo he sufrido cambios mientras estuve en la universidad y fue un problema convalidar las asignaturas ya aprobadas.
En mi opinión, se podría elaborar un sistema base fijo en consenso con todos los partidos. Después, sobre este sistema base, cada partido podría hacer sus aportaciones o modificaciones.

Cambiemos espejos por ventanas.
Veamos con detenimiento los informes PISA y la evolución de otros países (Singapur y Hong Kong).
Vemos como se ha aplicado logse y loe en diferentes comunidades.
Y entonces no es difícil entender que existe una minoría de bloqueo dentro del pp, la más fundamentalista. Poco equiparable a una derecha europea. Quienes bloquearon el pacto promovido por Gabilondo.
Mi solución, que nos intervenga Europa y envíe a los hombres de negro, todavía más útil que con el control de la banca.

Lo que habitualmente se entiende por fracaso escolar consiste en no lograr el título académico mínimo, aquel que certifica que se ha superado la enseñanza obligatoria, de un determinado sistema educativo. Cuando esto sucede, cuando alguien no consigue el papel que lo avala, se considera que ha fracasado, que no ha cumplido con aquello que el sistema esperaba de él. Y no solo eso, sino que, además, se le hace responsable de ello. Y lo es; pero no el único: como poco, también son responsables los profesores, la escuela en su conjunto, las autoridades y las políticas educativas, los gobiernos que las implantan y las familias. Es responsable el sistema y somos responsables todos, por establecer una titulación mínima, un rasero, olvidando que no hay dos personas iguales y pretendiendo que lo sean.
Mientras los sistemas, modelos sociales, o como queramos llamarlos, busquen la normalización, una forma única de comportarse y hacer las cosas, el fracaso seguirá existiendo. Es más, aunque se consiguiera que todos y cada uno obtuvieran su título, el fracaso existiría. Incluso sería mayor. Si, para superar la sucesión de obstáculos establecidos por una ley de educación, cada cual ha dejado de atender a los retos y demandas propios, ha habido un fracaso. Porque el que pudo ser poeta no lo fue, ni muchos de los que pudieron ser carpinteros, jardineros, artistas, médicos, científicos o filósofos, tampoco.
http://www.otraspoliticas.com/educacion/fracaso-escolar

Hoy estoy bastante indignado. Ayer vi las portadas de la prensa progubernamental y marcan muy bien la tendencia que se pretende, negando alguna posibilidad a las palabras vertidas por el autor de este blog.
Obviando la mezquindad de El Mundo sobre Catalunya, en el resto de medios citados se pretendía que la LOMCE era una "revolución educativa", un cambio de paradigma que habrá de resolver los problemas de empleo, más que los educativos, de este país. Pues esa es la argumentación básica de dichos medios: la reforma se hace para resolver el problema del paro y el de la "sobre titulación", en referencia a que hay demasiados titulados y la mayoría ocupan, cuando pueden, empleos muy por debajo de su formación, por lo que estaríamos gastando dinero a lo tonto en educación.
Además, en una entrevista de hoy en ABC, el Ministro ha declarado que la ley aún se puede reformar, que se pueden abandonar los presupuestos ideológicos y centrarnos en el problema central del fracaso escolar.
Ofreceré un par de argumentos al respecto.
El modelo en que se inspira la LOMCE es el anterior a 1970, con reválidas continuas que ya la Ley del 70 criticaba como un impedimento para el éxito escolar y que fueron abandonadas por muchos países desde los años 50 dada su nula utilidad para la mejora del rendimiento académico de los alumnos. Dicha legislación es difícil de juzgar en términos actuales, pues no se planteó en ningún momento la integración de todos los jóvenes en el sistema educativo, sino sólo a los que "valían", según dichas reválidas, y a quienes podían pagar por la educación. El resultado era que apenas un 35% de la población española finalizaba algún tipo de formación secundaria y era muy frecuente encontrarse en los currículos profesionales el famoso "sin estudios".
La Ley del 70 sí se planteó en serio la inclusión de todos los jóvenes en el sistema educativo, entre los 6 y los 14 años. Y su implantación progresiva llevó a que en 1988, último año de su vigencia plena (en ese año se generalizaron las fórmulas experimentales que culminaron en la LOGSE), el 85% de nuestro jóvenes estuvieran escolarizados. En cuanto a fracaso escolar, es difícil valorar su impacto, pues en las cifras de fracaso escolar no se tenía en cuenta el resultado dela FP I que servía de refugio para quienes no aprobaban la EGB y muchos de sus titulados apenas sacaron cuatro reglas para poder desempeñar un empleo de muy baja cualificación, pero eran contados entre los éxitos del sistema. Entre 1978, fecha de la primer promoción de EGB, y 1991 en que entra en vigor la LOGSE, el fracaso escolar apenas varió del 40% del alumnado (que, recuérdese, era el 85% de los jóvenes entre 6 y 14 años y no se analizaba el fenómeno de la FP I que he señalado antes, por lo que la cifra de fracaso podría rondar fácilmente el 70% o más). Es decir, mantenía más o menos inalterada la situación anterior, con una ligera mejora.
¿y qué ha pasado con la LOGSE? Pues comenzó con ese 40% de fracaso (recuerden: sobre un 85% de jóvenes) y finaliza este año con un 25%. Un avance muy significativo, si bien hay que señalar que en los años del ladrillo los jóvenes que abandonaban llegaron al 30% (pero sobre el 100% de jóvenes entre 3 y 16 años). Es obvio, pues, que ha sido una buena ley que había llegado a cierto límite, quizás más debido a limitaciones económicas, aunque no podemos olvidar que la aplicación de sus principios didácticos apenas si llegó al 30% de los docentes, mientras el resto se han mantenido en presupuestos anteriores.
Si eran pocos los profesionales que aplicaban sus principios, los medios eran escasos y sus resultados fueron bastante alentadores, ¿por qué ir hacia atrás? ¿No sería más razonable desarrollar aquellos aspectos que no han sido bien trabajados y tratar de ver hasta donde se podía llegar? No ha sido posible, porque tal como reflejan las portadas de los periódicos antes señalados, no estamos ante un cambio educativo como el que propone el autor de este blog, sino ante un cambio puramente ideológico que pretende demostrar que la educación de toda la vida es la verdadera educación, por encima de la "educación sectaria" impuesta por la izquierda. Como si la ciencia no hubiera avanzado.

Un segundo conjunto de objeciones tiene que ver con el programa. Todo consenso o acuerdo no debe provenir sólo de un determinado método de trabajo (la democracia no es sólo un buen método en sí mismo, sino que lo es porque permite obtener objetivos considerados buenos para el conjunto social), sino que tiene que realizarse sobre unas determinadas bases que sirven de sustrato a lo que una sociedad y su ciencia han avanzado, por lo que a su programa de acción, creo que habría que añadir un programa de bases a partir de las cuales sustentar el acuerdo. Y yo propongo las siguientes:
- La base del acuerdo sobre el sistema debe estar centrada en el creado por la LOGSE. Después de veinte años de aplicación, se opine lo que se opine, los datos son aceptables y la sociedad lo ha acogido bastante rápidamente. Además, una ruptura absoluta del sistema ocasionaría múltiples complicaciones económicas y de adaptación "mental" de la comunidad educativa.
- Tal y como ponen de manifiesto las investigaciones científicas, el centro de la reforma debe ser el alumno, no las materias impartidas, que deben concretarse en un segundo lugar, cuando se determinen los resultados de aprendizaje que deben culminar su formación para que le sea útil para la vida en todos sus aspectos.
- Debe tenerse en cuenta que el aprendizaje a lo largo dela vida incluye al profesorado, por lo que es necesario determinar sus condiciones de formación, ingreso y aprendizaje permanente.
- El carácter público de la enseñanza debe estar garantizado, al menos en las enseñanzas primaria, secundaria y secundaria post-obligatoria, siendo la oferta privada exclusivamente privativa de quienes quieran pagar por ella.
- El modelo competencial del Estado español está determinado por la Constitución y las leyes que la han desarrollado o interpretado. Cualquier intento de violentarlo debe quedar fuera del debate. Si se quiere cambiar dicho modelo, habría que abrir un periodo de debate sobre la propia Constitución.
- Cualquier decisión que se adopte debería contar, al menos, con la opinión obtenido por medios democráticos del conjunto de la comunidad educativa, que habría sido partícipe en el debate y habría podido debatir antes de opinar sobre la propuesta.
- Deberían rechazarse del debate aquellos instrumentos cuya nulidad ya ha sido demostrada por la evolución social y el consenso científico (por ejemplo, las reválidas).
- Cualquier reforma educativa debe hacerse en el marco de los acuerdos y pactos del espacio educativo europeo, pensando en la convergencia de reconocimiento mutuo de estudios y resultados de aprendizaje.
Creo que establecidas estas bases mínimas, el debate podría comenzar, si bien se admiten más propuestas.
Y corto en este momento que acabo de encontrar una película interesante en la tele y, de vez en cuando, apetece desconectar de esta pantalla.

Me sorprende, como siempre, la sensatez de Carlos Arroyo. Es obvio que en esta situación hemos perdido de vista un elemento esencial: de algunas cuestiones de interés general, debemos tomar como referente la opinión de los expertos. Ni la democracia directa asamblearia ni la confrontación partidista pueden atender la complejidad de un problema y deberían ser escuchados quienes saben de qué hablan.
Sin embargo, y es una primera objeción, en este país tenemos dos vicios: el primero, es que todos nos consideramos acreditados para decir la última palabra sobre todo (¡cuántas personas me han dicho últimamente que "qué es esa tontería del cambio climático y el calentamiento global con el frío que estamos pasando"!); el segundo, la derecha española ha convertido a cualquiera que vaya en contra de "su sentido común" en un izquierdista peligroso encubierto (¡cuántas barbaridades he escuchado contra Marchesi, Coll o Badera en los últimos años, siendo la acusación más floja que "son submarinos del PSOE").
Este problema hace que la selección de los expertos que propone sea el problema mayor, ya que fuera de FAES o la Conferencia Episcopal, cualquiera sería sospechoso de ser un peligroso subversivo (fíjense que se considera a Mayor Zaragoza, una persona de pensamiento conservador, pero de talante intelectual dialogante y abierto, como un peligroso escrachista profesional, como se ha publicado en los medios progubernamentales) y si, además, ha participado de alguna manera en una administración que no fuera del actual partido gobernante, directamente está condenado a la indigencia intelectual.
Si miramos en dirección al PSOE, su vocación ha sido más pactista, pero el resultado, hasta ahora, ha sido una rendición incondicional a las tesis del actual gobierno (véanse las reformas introducidas en la Ley de Economía Sostenible y la Ley Complementaria, donde se introducían muchos de los preceptos de estructura del sistema educativo que están sancionados en el Anteproyecto de Ley de la LOMCE) y, además, tiene un cierto sentimiento de culpa hacia la LOGSE, en mi opinión, porque como el resto de la sociedad sigue acomplejada por los principios educativos que nos inculcaron en nuestra mocedad, donde pareciera que estar bien educado era ser un erudito o parecerse a los próceres de la patria, identificando el estudio con esfuerzo entendido como sufrimiento.
Y más allá del PSOE, toda persona que colabore o haya colaborado con el bipartidismo es sospechosa de ser un neoliberal encubierto o, en el peor de los casos, se identifica a un experto que no esté identificado con alguien como persona que pretende ponerse por encima de los demás y negar la decisión democrática del pueblo.
En este panorama, pues, el autor del blog pide lo imposible.

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Sobre el autor

Carlos Arroyo

ha navegado profesionalmente entre las cuatro paredes de un aula, la redacción de EL PAÍS y la dirección del Instituto Universitario de Posgrado. Esa travesía le ha convencido de que educar bien a los hijos es saldar buena parte de la deuda con la vida. Es autor de Libro de Estilo Universitario y diversos libros de ayuda al estudiante.

Web: www.ayudaalestudiante.com
Correo: [email protected]

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