Autora invitada: PAZ CABERO, física, madre de dos hijos y lectora del blog.
Nace tu hijo y toda tu visión del mundo se vuelve del revés. Aquel plan educativo perfecto, que incluía todo tipo de estimulación, temprana y lejana, un gran colegio, y actividades escolares y extraescolares desde el nacimiento hasta los 18 años, se hace nebuloso en cuanto lo tienes por primera vez entre tus brazos. Y de esa niebla surge con claridad otro proyecto paralelo: la educación de una madre.
Las teorías ya no cuentan y las prácticas con los sobrinos o los hijos de los amigos, menos todavía, no te engañes. Lo que tienes entre manos es un ser humano de verdad. Con su carácter, su temperamento, y conforme vaya haciéndose mayor, con sus genuinas filias y sus fobias.
Lo que habías leído hasta entonces en tantos libros se refería a un experimento en condiciones normales, que son justamente las condiciones que no se suelen dar. Porque tu hijo será lo que sea, pero no es normal: es tu hijo.
Después de dar a luz tenemos que seguir haciendo de parteras, pero en otro sentido: ayudando a nuestros hijos a sacar lo mejor que tengan, o al menos intentar que ellos mismos vayan descubriendo la mejor versión de sí mismos. Lo haremos seguramente con errores, porque no somos infalibles, pero con todo nuestro amor, al estilo de Pedro Salinas con su amada: “Perdóname por ir así buscándote / tan torpemente, dentro / de ti. / Perdóname el dolor, alguna vez. / Es que quiero sacar / de ti tu mejor tú”.
En ese largo camino de autobúsqueda, debemos procurarles las herramientas, los recursos, las bases y también, por qué no, las raíces, para que luego ellos puedan volar por sí mismos. En la familia, en la escuela infantil y en su educación primaria en el colegio estamos echando los cimientos. Son años trascendentales.