Ayuda al Estudiante

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El ecosistema educativo tiene un triángulo esencial: estudiantes, padres y profesores. Lo demás es contexto. Si este se sitúa en el centro de gravedad, algo va mal. Los análisis sobre educación tienen un peligro casi invisible: la paralización fascinada por lo mal que estamos. Descalificar sin analizar es injusto y analizar sin proponer alternativas, estéril. Así que el propósito de este blog es claro: ayudar a estudiantes, padres y profesores a encontrar alternativas de mejora.

El milagro de Miss Phillips con la Historia

Por: | 04 de julio de 2013

Post número 1 de la serie El mejor profesor de mi vida, escrita por los lectores del blog como homenaje a la profesión docente.

 

Autora invitada: ASUNCIÓN OROSA (Madrid)

La mejor profesora de mi vida se llamaba Miss Phillips. Tengo casi 50 años y, dado el tiempo que ha pasado desde aquellos años escolares, muchos de mis profesores estarán retirados, en el mejor de los casos. Estudié en Londres, en un colegio público y de señoritas.

Recuerdo con un cariño muy especial a Miss Philips, profesora de Educación Física y de Historia. Me encantaba la Educación Física. Era una asignatura en la que destacaba por encima de muchos compañeros, por lo que, fuese quien fuese el entrenador en cada momento, nunca tenía mayor problema. 

No así con la Historia. Se me resistía y, ¿por qué no decirlo?, me aburría soberanamente. A mis 14 años, Miss Philips fue la encargada de dar las clases de Historia a mi curso. Obró el gran milagro. No solo para mí, sino para toda la clase, porque sus métodos eran fascinantes y revolucionarios.

Nos contaba la historia como si de cuentos se tratara.

Nos invitaba a representar escenas interpretando papeles de personajes históricos.

Se inventaba juegos y concursos divertidos, y, cuando el tiempo londinense lo permitía, nos sacaba al patio para hacer representaciones más numerosas y activas.

Nos sugería proyectos para trabajar en grupos: ilustrar episodios históricos, escribir guiones, hacer disfraces, elaborar cualquier elemento típico relacionado con una época, fueran  alimentos, trajes, danzas, o música o deportes.

La historia con ella resultaba dinámica y divertida, porque fomentaba el uso de la imaginación para interiorizar mejor los conceptos.

Valoraba absolutamente todo. Y siempre tenía una palabra amable para cada cosa que hacíamos, por pequeña que fuera.

Jamás nos privaba de oportunidades para superarnos.

Nos trataba con mucho cariño y respeto. A cambio, ella recibía mucho cariño y respeto de sus alumnas.

Como educadora de Educación Física, era también dinámica, pero fue toda una revelación conocerla en su papel de profesora de Historia.

Estaba claro que amaba la Historia profundamente, y deseaba que nosotros también la amásemos, por lo que apelaba a nuestra creatividad para estimular nuestra curiosidad, nuestra comprensión, y encontrar así en la Historia un lugar del que sacar lo que cada una de nosotras sabía hacer mejor. 

Jamás aprendí tanta Historia y con tanto gusto como en aquel año.

Tristemente, al año siguiente, tuvimos otra profesora, y de vuelta a los escuetos datos, memorización y pruebas. Y, por mi parte, a la pérdida de interés por la asignatura que se había convertido, el año anterior, en mi favorita.

Quiero rendir este homenaje a Miss Phillips, aquella maravillosa profesora que despertó en mí toda la curiosidad por la Historia y me hizo disfrutar tanto con una asignatura que siempre se me había atragantado.

 


Nota para los lectores

La idea de pedir la participación de los lectores para publicar esta serie surgió a finales de abril, cuando estaba retocando precisamente el post El mejor profesor de mi vida, publicado el 6 de mayo y que, sinceramente, tuvo una acogida muy cálida por parte de los lectores.

Allí rendía homenaje a mi profesor Joaquín Plans, ya fallecido. La idea fue hacerlo en público. No solo los docentes, sino toda la sociedad necesita saber que muchos ciudadanos estamos y estaremos para siempre agradecidos a nuestros grandes profesores. Eso nos ennoblece, y creo que dejarlo por escrito es aún más emocionante que hacerlo con una plaquita.

Desde entonces he recibido unas cuantas decenas de textos (algunos demasiado escuetos y quizá no aptos para ser publicados, a pesar de su buena voluntad). He seleccionado 22 que son muy interesantes.

Su publicación comienza hoy y terminará (provisionalmente) a primeros de septiembre. Pero me agradaría mucho seguir recibiendo textos y, en su caso, establecer un día fijo para esta sección periódica dentro del blog. Creo que los grandes profesores se merecen nuestro reconocimiento eterno y esta sería una manera de plasmarlo. Animo también a escribir a los jóvenes que aún están en las aulas.

Como iréis comprobando a lo largo del verano, el conjunto de los textos seleccionados es sumamente emocionante y deja unas sensaciones gratísimas, que realmente necesitamos en estos tiempos tan complicados, en los que cualquier pésima noticia se convierte en normalita cuando llega la siguiente.

Para todos los que os animéis, las normas son muy simples:

- Identificar al autor y al profesor con nombres y apellidos.

- Extensión: 500-1.000 palabras.

- Ubicación: ciudad actual del autor y ciudad en la que se produjo el encuentro con el profesor.

Si la iniciativa sigue generando la reacción de agradecimiento a los grandes profesores, podríamos establecer el sábado para la publicación de esta serie. Veremos.


 

 

Hay 4 Comentarios

Es muy importante destacar en estos tiempos la labor docente puesto que cada vez más se valora la investigación y publicación que el trabajo de clase del profesor. Este trabajo debería seguir las pautas de Miss Philips y de todos los profesores que nos han inspirado en nuestras vidas.

Yo también tuve la suerte de disfrutar de profesoras como esta; toda la diferencia está en el profesor...

Es loable el intento, porque siempre he tenido la sensación que la mayor parte del profesorado se había quedado con sus malos profesores, dados los métodos de trabajo que empleaban, más parecidos a los de la profesora siguiente a Miss Phillips que a esta. Pero siempre he tenido la sensación de que la mayor parte de la gente recuerda a los profesores y las profesoras que se comportaban como Miss Phillips o que habían demostrado interés y cariño que a los otros y me cuesta entender por qué eso no se ha traducido en un cambio de mentalidad educativa en el país. Si hemos aprendido más con Miss Phillips que con el cura don Ramón (es un decir), ¿por qué no hemos tendido a imitar sus métodos, a poner en cuestión el modelo repetitivo-memorístico en que nos enseñaron la mayor parte del tiempo?
Sé que hay mucho profesorado trabajando en otras direcciones y sé que hay muchas experiencias maravillosas, como las que este blog contribuye a transmitirnos, pero la impresión, como docente y como padre, es que predominan los otros, lo que hace que la enseñanza tenga poca consideración entre gran parte de nuestra ciudadanía.

Muy buena idea lo de dignificar al profesorado, por fin alguien rompe una lanza por nosotros. Gracias

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Sobre el autor

Carlos Arroyo

ha navegado profesionalmente entre las cuatro paredes de un aula, la redacción de EL PAÍS y la dirección del Instituto Universitario de Posgrado. Esa travesía le ha convencido de que educar bien a los hijos es saldar buena parte de la deuda con la vida. Es autor de Libro de Estilo Universitario y diversos libros de ayuda al estudiante.

Web: www.ayudaalestudiante.com
Correo: [email protected]

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