Post número 12 de la serie El mejor profesor de mi vida, escrita por los lectores del blog como homenaje a la profesión docente.
Autor invitado: JERÓNIMO IZQUIERDO (San Jordi, Ibiza)
La mejor profesora de mi vida fue una sevillana con carácter, Marisa Soler. Aunque, en realidad, los mejores profesores de mi vida han sido varios. En la enseñanza pública es muy complicado elegir únicamente a un profesor que te haya marcado.
¿Cómo olvidar a la señorita María José, mi primer amor platónico, su dulzura y afabilidad en mis años de EGB?
¿Cómo olvidar a Mari Carmen Vázquez y Antonio Samper, que me inculcaron el placer por la lectura ya en el instituto Isaac Peral de mi querida y añorada Cartagena?
A Alfonso, gracias al cual mi nivel de Francés es más o menos solvente, y pude conocer al primer amor de mi vida, ese que no se olvida, Annick (ubi estis? ¿dónde estás?).
A Antonio Franco por su comprensión hacia los que no nacimos dotados para la Física y la Química.
A Manolo Fernández, que tiene toda la culpa de que ahora yo enseñe Latín y Griego, como él.
Pero si tuviera que elegir a una sola de entre todos, ésta sería Marisa Soler. Tenía un gran carácter, pero supo sacar lo mejor de mí. No dudaba en dirigirte duras palabras a veces, con la única intención de que supieras leer en tu interior y encontrar algo que pudieras hacer mejor. Al margen de que ya supieras como era la vida en Mesopotamia o el antiguo Egipto, o tres años más tarde las causas de la Guerra Civil Española, ya en COU supo hacernos ver a quienes la entendimos que la vida es una, y luchar por hacerla mejor es lo menos que podemos hacer por nosotros y por aquellos a quienes queremos.
Eran los años de la transición, y a través de ella supimos de dónde veníamos y hacia dónde deberíamos ir.
Su condición de mujer y su carácter independiente despejó pronto entre los alumnos cualquier poso de machismo, que en aquellos años era moneda común entre todos, chicos y chicas. No podía ser de otra manera en aquella época, y aun hoy esa lacra tiene vigencia.
Su valentía y superación ante cierto problema emocional nos enseñó a que siempre hay un mañana y la vida no se acaba donde se acaba una relación: "Hay más primaveras que vivir".
Sobre todo nos inculcó el espíritu crítico, eso de lo que cada día estamos más necesitados y necesitamos insuflar a nuestros jóvenes. Marisa Soler nos invitó a dudar de todo, pero desde un punto de vista constructivo; nos ayudó a mirar con perspectiva los acontecimientos de aquellos años; nos animó a crear una opinión sobre las cosas importantes, nuestra opinión, para evitar que nos manipularan en el futuro, y nos enseñó a valorar el punto de vista de quienes pensaran diferente: tolerancia ante todo.
Ahora soy yo el que se planta cada curso ante adolescentes a los que, aunque no tengan tantos deseos de aprender, aunque (¡qué tiempos éstos!) salvo excepciones desde casa no se les haga ver la necesidad de formarse constantemente, al margen de mostrarles las maravillas de la sociedad griega y romanas antiguas, traducir a Homero o César, invito a despertar sus conciencias, sin apologías de nada, deseando que el espíritu socrático de cuestionarlo todo y sacar conclusiones se convierta en una costumbre.
Ya me gustaría conseguir aunque fuera una cuarta parte de lo que Marisa Soler logró conmigo.
Nota sobre la serie El mejor profesor de mi vida
La idea de pedir la participación de los lectores para publicar esta serie surgió a finales de abril, cuando estaba retocando precisamente el post El mejor profesor de mi vida. La primera selección de testimonios de los lectores de este blog es muy emocionante. Comenzó a publicarse el pasado 4 de julio (con El milagro de Miss Phillips con la Historia) y continuará publicándose hasta primeros de septiembre.
Sería estupendo que siguieran llegando textos y fuéramos capaces de establecer un día fijo para publicar esos testimonios más adelante. Por eso animo a todos los lectores, y también a los jóvenes que aún están a diario en el aula, a enviarme sus textos.
Las normas son muy simples:
- Identificar al autor y al profesor con nombres y apellidos.
- Extensión: 500-1.000 palabras.
- Ubicación: ciudad actual del autor y ciudad en la que se produjo el encuentro con el profesor.
Espero nuevos testimonios. Creo que el reconocimiento a los grandes profesores es nuestra deuda moral como estudiantes y nos ennoblece como sociedad. Que falta nos hace.
Hay 1 Comentarios
Enhorabuena a Carlos Arroyo por la idea de la serie EL MEJOR PROFESOR DE MI VIDA. Creo que puede ayudar mucho a los que en la actualidad son alumnos. Y también, quizás más aún, a los que ejercemos la docencia.
Publicado por: Jesús Vélez | 12/08/2013 20:01:53