Ayuda al Estudiante

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El ecosistema educativo tiene un triángulo esencial: estudiantes, padres y profesores. Lo demás es contexto. Si este se sitúa en el centro de gravedad, algo va mal. Los análisis sobre educación tienen un peligro casi invisible: la paralización fascinada por lo mal que estamos. Descalificar sin analizar es injusto y analizar sin proponer alternativas, estéril. Así que el propósito de este blog es claro: ayudar a estudiantes, padres y profesores a encontrar alternativas de mejora.

Creaban pasiones y hacían mejores personas a sus alumnos

Por: | 08 de agosto de 2013

Post número 10 de la serie El mejor profesor de mi vida, escrita por los lectores del blog como homenaje a la profesión docente.

 

Autora invitada: ROCÍO BENITO (Illescas, Toledo)

 

He sido muy afortunada. Porque no tuve uno, sino varios profesores de mi vida.

Ana Cogolludo fue la primera. Llegó cuando estaba en 3º de la ESO y vino a explicarme lo que significaba escribir bien, leer mejor y entender todo lo que rodeaba a la palabra. Me enseñó lo que aun hoy día considero mi pequeña manía por la ortografía y la gramática, y siempre la recordaré con gran cariño, porque era capaz de hacer que sintieses verdadera pasión por la literatura, sin importar que, con 14 años, te gustasen los libros clasificados comúnmente como “los de instituto”, y que, por ley no escrita, no debían gustarle a nadie.

Ella hizo que mi pasión por escribir fuese a más, mucho más, y de aquel momento guardo gran cantidad de cuentos y relatos, muchos corregidos por ella, que lo hacía desinteresadamente. Aún hoy releo de vez en cuando aquellas correcciones. 

Muchas veces me acuerdo de ella.

Después llegué a 2º de Bachillerato, con un pánico atroz porque sabía que al final de ese curso tendría que enfrentarme a selectividad. Y allí llegó Santiago Pérez, mi profesor de Biología, un hombre que explicaba esta materia como si fuese lo único que existiese en el mundo. En las clases dejaba todo tan claro y te hacía darte cuenta de que todo era tan lógico, que luego las respuestas llegaban solas. Ni siquiera debíamos tomar apuntes: el primer día de clase los entregaba fotocopiados para que nosotros solo tuviésemos que escuchar. 

Además tenía una curiosa forma de explicar y según iba explicando todo lo dibujaba en la pizarra con tizas de colores, muchas tizas de colores, nunca olvidaré esos dibujos. Tan increíble fue lo que aprendí con él que cuando llegué a la Universidad, la asignatura de Bioquímica (una de las más complicadas de la carrera) me pareció hasta sencilla, porque casi todo lo que allí explicaban a mí ya me lo había explicado este gran profesor en el instituto y de una manera extraordinaria. 

También me acuerdo mucho de él.

Hasta ahí creía yo que iba a llegar mi suerte con grandes profesores. Pero no. Llegó mi primera clase de Psicología en la Universidad y apareció José Antonio de la Torre, un enfermero especializado en Salud Mental, que de primeras nos pareció a todos el profesor más seco y frío de cuantos pisaban nuestra clase. Nada más lejos de la realidad. 

Era un hombre sumamente reflexivo, que nos hacía ponernos en la situación del otro, que nos enseñó lo que era la empatía con el paciente, lo que significaba ser diferente por culpa de una enfermedad que uno no había deseado. Lo que era tener alucinaciones o tener demencia. A sus clases íbamos todos, no faltaba nadie. Y no se oía ni una mosca, todos estábamos ensimismados escuchando sus palabras. 

También ayudó a mi madre, que por entonces estudiaba Psicología y necesitaba que alguien le corrigiese el trabajo del Practicum de la carrera. Se lo corrigió y con creces, haciendo preguntas en la corrección, para que mi madre se cuestionase por qué había hecho una cosa y no otra. Cuando terminé la carrera fui a verle y le regalé un libro sobre sinestesia que me había encantado y que creía que a él también le gustaría. Y en la dedicatoria le dije lo gran profesor que era, porque se lo merecía.

También, al terminar la carrera, dejé una carta en mi antiguo instituto para decirles a mis profesores lo que habían hecho por mí, que yo era enfermera gracias a ellos, y que muchas de las cosas que me habían enseñado y la sensibilidad, el respeto y la empatía hacia los demás que me habían transmitido, me habían ayudado mucho a conseguirlo. 

Creo que una gran parte de mi forma de ser se la debo a ellos, que me dieron mucho sin esperar nada a cambio. Desde aquí no puedo más que daros las gracias y deseo que sigáis enseñando por muchísimos años, porque sé que crearéis grandes pasiones entre vuestros alumnos y, como a nosotros, los haréis mejores personas. 

Gracias, Ana.

Gracias, Santiago.

Gracias, José Antonio.

 

 

Nota sobre la serie El mejor profesor de mi vida

La idea de pedir la participación de los lectores para publicar esta serie surgió a finales de abril, cuando estaba retocando precisamente el post El mejor profesor de mi vida. La primera selección de testimonios de los lectores de este blog es muy emocionante. Comenzó a publicarse el pasado 4 de julio (con El milagro de Miss Phillips con la Historia) y continuará publicándose hasta primeros de septiembre.

Sería estupendo que siguieran llegando textos y fuéramos capaces de establecer un día fijo para publicar esos testimonios más adelante. Por eso animo a todos los lectores, y también a los jóvenes que aún están a diario en el aula, a enviarme sus textos.

Las normas son muy simples:

- Identificar al autor y al profesor con nombres y apellidos.

- Extensión: 500-1.000 palabras.

- Ubicación: ciudad actual del autor y ciudad en la que se produjo el encuentro con el profesor.

Espero nuevos testimonios. Creo que el reconocimiento a los grandes profesores es nuestra deuda moral como estudiantes y nos ennoblece como sociedad. Que falta nos hace.


 

 

Hay 4 Comentarios

Sí, un buen profesor puede ser la puerta del cielo...
http://manuel-diasintensos.blogspot.com.es/2013/08/el-cielo-sobre-escocia.html

El ayer que vivimos tenía sus encantos y también sus penas, que algunas personas no veíamos inundados por un mundo que creímos normal.
La enseñanza y la economía o la cultura se proponían de forma indiscutible, veníamos de una precariedad importante, y so pena de ser considerados raritos o sospechosos, nada se cuestionaba.
De pequeños solo nos interesaba el balón, y hacer caso al maestro.
Para ser personas leídas.
Pasar de la ignorancia supina a un nivel mediano, en términos generales, ya fue toda una hazaña.
Contando con una economía precaria.
Enseñantes que eran conscientes de que aun desde un sistema imperfecto, enseñar a era un valor importantísimo para el país en general.
Y ejercer la enseñanza un mérito.
Un tirar adelante con lo que hay, y escuelas en todas partes, todo el mundo escolarizado.
Era seguir andando.
Y fue un éxito con todas las letras.
La cultura nos puso en Europa y en el mundo de un plumazo.
Todos los veranos tienen sofocones y todos los inviernos tienen sabañones.
Es consustancial con el género humano, pero hoy nos falta un equilibrio acorde con el momento que vivimos, actuando desde el mismo respeto de antes.
Respetando a los estudiantes que serán el futuro del país mañana en el nivel que nos toca.
Nos ponemos en el puesto que nos corresponde.
Perdidos entre créditos bancarios que no llegan y descréditos por doquier, tenemos lo pies enredados, sin movernos.
Parados.
Un mal asunto.
No saber acompasar el paso, nos puede dejar tirados, y refugiarnos en enseñar ahora las cuatro reglas y las cordilleras principales a marcha martillo, puede que también.
Aviando todo el mundo mensajes por el móvil.
Y poco a poco nos irá pasando la gente de largo buscando la cabeza de la carrera.
Ni siquiera cuentan los segundos o terceros.
Los últimos son descalificados sin miramientos.


Bonita historia. Hablando de pasiones: http://xurl.es/9ik46

Preciosa historia.

http://areaestudiantis.com

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Sobre el autor

Carlos Arroyo

ha navegado profesionalmente entre las cuatro paredes de un aula, la redacción de EL PAÍS y la dirección del Instituto Universitario de Posgrado. Esa travesía le ha convencido de que educar bien a los hijos es saldar buena parte de la deuda con la vida. Es autor de Libro de Estilo Universitario y diversos libros de ayuda al estudiante.

Web: www.ayudaalestudiante.com
Correo: [email protected]

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