Post número 8 de la serie El mejor profesor de mi vida, escrita por los lectores del blog como homenaje a la profesión docente.
Autor invitado: JUAN COLLADO (Madrid)
Tan fácil y tan utópico, tan onírico y tan real, tan plausible y tan inalcanzable, ser profesor es irrevocablemente un acto –mejor dicho, un camino– lleno de pasión y devoción, de rosas y espinas, una responsabilidad social y moral.
Profesor, tutor, director y amigo: siempre ayudando al alumno entre su desarrollo personal y potencial (referido a la Zona de Desarrollo Próximo) de Vigotsky; construyendo y retirando exitosamente el andamiaje de Bruner; conectando los intereses, motivaciones y necesidades con los nuevos aprendizajes significativos de Ausubel; quien me ha iluminado, y sigue haciéndolo, en la Caverna de las Ideas de Platón, y quien enciende en mi reminiscencia, cada vez que nos vemos, la frase del poeta y escritor chino Qiu Xiaolong "una charla con usted vale más que 10 años de estudio".
Quien lejos de enfatizar la evaluación didáctica y el examen final (que en la Universidad es una práctica habitual y, en algunos casos, eugenista de la que se mofan algunos profesores de ser los mejores cuanto más alumnos suspenden), fomenta la esencia educativa del deseo y placer por conocer, explorar y descubrir.
Quien prioriza su autoridad moral frente al error recurrente y altivo de aquellos que anteponen su autoridad formal.
Quien habla con el ejemplo.
Quien considera a los alumnos de forma humana e integral.
Quien induce y educe el talento y talante del alumnado.
Quien pide perdón cuando se equivoca y reconoce/refuerza la dedicación del alumnado.
Quien fomenta la curiosidad y enciende la emoción.
Quien plantea retos complicados, pero alcanzables.
Quien no muestra, sino que demuestra.
Quien exige, pero da más.
Quien no parece, sino que es.
Quien convierte lo difícil en fácil, el hastío en juego, el aprendizaje en diversión.
Con quien el alumnado piensa: "He suspendido, me debería haber esforzado más”.
Un referente sublime, que ama su profesión y lo consigue transmitir.
Recuerdo el primer día que llegué a su clase, abrió su cuaderno y al ver mi lugar de origen, me preguntó: “Juan Ángel, he jugado contra tu pueblo en dos ocasiones: he perdido un partido y he ganado otro. ¿Qué asignatura prefieres aprobar y suspender: la de este año o la del siguiente?”. Ahí ya me marcó un desafío académico y, sobre todo, creó el rapport socio-emocional, un clima positivo de aprendizaje que genera confianza y respeto.
También era habitual en él regalar libros y sugerir lecturas. Todavía recuerdo la dedicatoria en uno de sus ejemplares que hacía referencia al célebre Miguel de Cervantes, “Tres cosas hacen a la persona discreta: letras, camino y experiencia”, que tanto las he tenido presentes a lo largo de mi ontogénesis y que me han impulsado a estudiar y viajar, leer y disfrutar, vivir y emocionarme, en conclusión, tatuar en mi mente el archiconocido latinajo “Tempus fugit: carpe diem”.
Asimismo me enseñó a hacer autocrítica y autorreflexión (aprender del pasado); tener compromiso y esforzarme (disfrutar el presente); y establecer nuevas metas y proyectos (planificar el futuro).
Parafraseando a Mario Vargas Llosa, “Yo solo soy responsable de mis deficiencias a nivel humano, académico y profesional, pero sin todas estas personas –familia, amigos, profesores- hubieran sido imposible mis eventuales aciertos”.
Su huella ha sido, es y será siendo un fósil imborrable e imperecedero en mi alma y mi corazón, en mi vida profesional y personal, en mi existencia terrenal y celestial.
Este es un profesor de una de las universidades en las que he estudiado. Excelente docente y excepcional persona, a quien dedico este pequeño homenaje de reconocimiento y gratitud.
En palabras de Marc Levy, “El mundo es grande; la amistad inmensa”.
Nota sobre la serie El mejor profesor de mi vida
La idea de pedir la participación de los lectores para publicar esta serie surgió a finales de abril, cuando estaba retocando precisamente el post El mejor profesor de mi vida. La primera selección de testimonios de los lectores de este blog es muy emocionante. Comenzó a publicarse el pasado 4 de julio (con El milagro de Miss Phillips con la Historia) y continuará publicándose hasta primeros de septiembre.
Sería estupendo que siguieran llegando textos y fuéramos capaces de establecer un día fijo para publicar esos testimonios más adelante. Por eso animo a todos los lectores, y también a los jóvenes que aún están a diario en el aula, a enviarme sus textos.
Las normas son muy simples:
- Identificar al autor y al profesor con nombres y apellidos.
- Extensión: 500-1.000 palabras.
- Ubicación: ciudad actual del autor y ciudad en la que se produjo el encuentro con el profesor.
Espero nuevos testimonios. Creo que el reconocimiento a los grandes profesores es nuestra deuda moral como estudiantes y nos ennoblece como sociedad. Que falta nos hace.
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