No hay muchos docentes inolvidables que no merezcan ser recordados como profesora
o profesor Pigmalión. Y los estudiantes que tienen profesores Pigmalión son tan inmensamente afortunados que deberían esforzarse en merecérselos día a día. Yo tuve uno y sé muy bien lo que eso significa.
El llamado efecto Pigmalión es uno de los fenómenos psicológicos más interesantes de la relación de un profesor con sus alumnos, aunque su ámbito de aplicación debería ser verdaderamente universal. Todos lo habréis oído y algunos lo conoceréis bien. Imagino que a otros os suena, pero lo tenéis ahí en la bruma, así que lo comentaré con un enfoque educativo práctico (ni académico, ni científico).
Enmarquemos el paisaje. El efecto Pigmalión es una de las ideas que el mar de fondo de la cultura nos trae a la playa como quintaesencia de situaciones que nos tocan de cerca, ideas que describen experiencias humanas profundas y compartidas. Son arquetipos antiguos, como los viajes de Ulises, el suplicio de Tántalo, el manto de Penélope, el talón de Aquiles, el beso de Judas, el caballo de Troya, la cicuta de Sócrates, o, más modernos, las cuentas del Gran Capitán, Romeo y Julieta, el quijotismo, los casos kafkianos, el eppur si muove de Galileo o el giro copernicano. (La lista sería larga, y creo que sería muy divertido e interesante trabajar con ella en clase, pero ese quizá sea otro asunto). Si no existieran esos arquetipos, habría que inventarlos para conocer la verdadera naturaleza humana.
El mito de Pigmalión arranca, al menos, de Las metamorfosis, de Ovidio. Cansado de buscar una mujer cuya perfección amar, el rey Pigmalión decide esculpir a Galatea. La diosa Afrodita deja que el rey sueñe que su obra cobra vida y, conmovida luego por su pasión, le concede la inmensa felicidad de que Galatea realmente viva. Así es como algo inexistente llega a existir gracias al esfuerzo, la fe y la pasión de su creador.
La historia ha dado para un grandioso catálogo cultural que podéis ver aquí, y cuyos
dos ejemplos más populares quizá sean hoy la obra teatral Pygmalion, de George Bernard
Show, y la película My fair
Lady, de George Cukor, con Rex Harrison y Audrie Hepburn. Pero hagamos
el gran esfuerzo de dejar a esta mitológica actriz, a la que siempre podremos
volver, y concentrémonos en el fenómeno que nos ocupa.
El efecto Pigmalión está descrito aquí por Álex Rovira, incluido el experimento de Rosenthal y Jacobson que lo demostró en un entorno educativo, así que me limitaré a resumir que consiste en la mejora en nuestra forma de hacer algo cuando los demás muestran confianza en que las haremos bien. Es decir, los resultados acompañan a la confianza recibida y a las buenas expectativas ajenas, en mayor medida cuanto más importante sea la persona de referencia para nosotros.
Un profesor que transmite al alumno una razonable confianza en que lo hará bien e irá mejorando, suele conseguir que realmente mejore. Es decir, ubicar (sensata y sinceramente) al alumno en un entorno genérico de sobresaliente, suele ayudar a que el alumno acabe estando ahí. Eso no es mecánico, pero creo que todos hemos tenido experiencias similares. (Deliberadamente dejo fuera la otra cara de la moneda, cuando el profesor aplica una especie de efecto antiPigmalión, al colocar sus expectativas muy por debajo o encasillar a un alumno en una zona de desastre).
Pero Pigmalión no es Fierabrás
con su quijotesco bálsamo. Ninguna hipócrita declaración voluntarista de
confianza genera sobresalientes en masa, como ninguna terapia a base de puro placebo es la fuente universal de la salud. No equiparo a Pigmalión con el placebo, pero
sí considero que el escepticismo absoluto en ambos temas supone desconocer cómo
funciona la mente humana.
Y ahora que he citado al paso el efecto placebo, parémonos un momento a pensar en fenómenos conexos o evocables en relación con el efecto Pigmalión. Surge en primer lugar la profecía autocumplida, que se basa en el llamado Teorema de Thomas. Aunque llamarlo teorema es excesivo, William I. Thomas planteó, hace ya 85 años, una idea que rebosa sentido común y refleja bien cómo nuestra mente trabaja no directamente con una realidad objetiva y esculpida en mármol, sino con una realidad moldeada, filtrada por nuestro sistema perceptivo e interpretada por nuestro sistema cognitivo. Así dice el teorema: “Si las personas definen las situaciones como reales, estas son reales en sus consecuencias”. Pongamos un ejemplo tonto: miente a un amigo diciéndole que otro ha hablado muy mal de él. Si no media una verificación, a ver quien es el guapo que distingue la situación generada en falso de aquella que se hubiera provocado en caso de ser cierto.
El teorema da base a la profecía autocumplida, definida por Robert King Merton como una predicción (errónea) que, al introducirse en un contexto, genera tales cambios que ella misma se convierte en causa real de lo que predecía (erróneamente). O sea, hablamos de una mentira (o falsedad) que se convierte en verdad solo por las consecuencias que genera. Pensemos en el típico ejemplo. Rumores falsos de que va a quebrar un banco sano (¿hay?). Los asustados clientes sacan su dinero en masa y el banco acaba quebrando.
El efecto Pigmalión evoca de algún modo la profecía autocumplida, pero en su cara amable y positiva. El profesor cree en el alumno y el alumno acaba actuando como el profesor cree que es. Aunque el experimento de Rosenthal y Jacobson se realizó con información falsa facilitada a los profesores (que creían que sus alumnos eran mejores de lo que eran, y estos acabaron siéndolo), creo que una revisión moderna permite su utilización como estrategia educativa, siempre que no sea un puro voluntarismo paternalista. Para que el efecto Pigmalión surta efecto, la confianza y las expectativas deben ser creíbles, no propias de Alicia en el País de las Maravillas. De hecho, pienso que el efecto Pigmalión se limita a veces a desbloquear capacidades y actitudes lastradas por algún motivo, del modo en que Miguel Ángel decía que, para esculpir, se limitaba a quitar la piedra que sobraba para llegar a la figura buscada.
Como el efecto Pigmalión suscita reticencias en algunos docentes, que lo tildan de voluntarismo inútil (cuando no objetan que no les pagan para resultar simpáticos), veamos posibles consecuencias prácticas de una estrategia que lo incluya en clase:
1. Incrementa la motivación del alumno (salvo casos recalcitrantes o expectativas fuera de contexto). El efecto de una mayor motivación es brutal se mire como se mire.
2. Permite una definición de objetivos más sólida y también más precisa, lo que orienta al alumno en su esfuerzo de mejora. (Se intuye la importancia de una definición precisa con un ejemplo muy simple: una actividad física como hacer abdominales, contando de 1 en adelante, hasta el agotamiento. Imaginemos que llegáis a 52 y ya es imposible seguir. Hacedlo otro día, pero al revés e incrementando el número: de 60 a 0. Comprobaréis cómo la cercanía del 0 os llevará de la mano al objetivo, solo por estar mejor definido)
3. Mejora su rendimiento, al producirse un mayor esfuerzo para responder a la mayor exigencia percibida (“El profesor espera más de mí, no le voy a defraudar”).
4. El éxito derivado de la mayor motivación y el rendimiento superior retroalimenta ambos procesos. Todos sabemos que la mayor motivación es el éxito.
5. Transfiere el locus de control de la conducta del alumno del profesor (externo) a él mismo (interno), como consecuencia del proceso de mejora y la autoconfianza que este genera. (“La causa de lo que me pasa no está fuera, está en mí: todo está en mi mano”).
6. Incrementa el sentido de la responsabilidad del alumno de forma notable.
7. Aumenta la integración en clase de los alumnos más descentrados (“No soy un marginado ni quiero serlo: el profesor confía en mí”).
8. El alumno se convierte en un modelo específico de mejora para otros alumnos, lo que requiere un adecuado tratamiento integrador por parte del profesor.
9. Hay probabilidades de que el caso genere cierto nivel de emulación por parte de los compañeros.
Por si lo anterior no fuera suficiente, ¿en qué sale beneficiado
personalmente el profesor Pigmalión?
1. Las mejoras de sus alumnos dan un sentido gratificante a su trabajo.
2. El éxito le hace sentirse un profesional más eficiente.
3. El éxito le permite compensar los disgustos propios del trabajo diario.
4. Aumentan considerablemente las posibilidades de una buena colaboración con los padres de los alumnos, habida cuenta de que crece su prestigio ante ellos.
5. En general, gana autoridad moral ante los alumnos y los padres.
¿Cuáles son las circunstancias en las que una estrategia Pigmalión es más necesaria?
1. Alumnos con serias alteraciones en su marcha académica o en su integración.
2. Alumnos con dificultades especiales en determinadas materias.
3. Alumnos con problemas generados por lo que podríamos llamar malas compañías.
4. Preparación de acontecimientos especiales o particularmente desafiantes.
5. Movilización ocasional de grupos de alumnos con vistas a determinados objetivos.
6. Reequilibrio de autoconceptos individuales o grupales severamente degradados.
¿Cuáles son las principales dificultades con las que nos podemos tropezar?
1. Falta de colaboración u hostilidad manifiesta del alumno ante el profesor o su iniciativa.
2. Planteamiento desmedido en términos de expectativas exageradas.
3. Falta de sintonía entre alumno y profesor: se necesita un mínimo de relación emocional.
4. Falta de sintonía con los padres, lo que requiere una puesta en común, no siempre sencilla.
5. Falta de sintonía en la actuación de los principales amigos del alumno, lo que reduce las posibilidades de éxito.
Decía al principio que el ámbito de aplicación del efecto Pigmalión es universal. Y creo que generarlo requiere habilidad estratégica, capacidad perceptiva, empatía y bastante sutileza a la hora de conducir el proceso. Pero es una experiencia que, a uno u otro lado de la situación, todos hemos tenido ocasión de comprobar hasta qué punto es un hecho real.
No en vano, la tendencia a acomodarnos a lo que se espera de nosotros es una pauta evolutiva de los seres humanos. Y deberíamos intentar aprovecharla en clase, para lo cual, claro está, es imprescindible también que el alumno esté dispuesto a ello.
Agradecimiento
El próximo sábado, 5 de octubre, es el Día Mundial de los Docentes. Pero, en realidad, no fue eso lo que me hizo escribir este post. Fue Blanca Cañamero, profesora de Economía en IES Fray Pedro de Urbina (Miranda de Ebro, Burgos), quien me recordó el tema del efecto Pigmalión. Hace tiempo que había pensado escribir sobre él, pero se me había ido de la cabeza, hasta que ella me lo recordó en un artículo que le pedí y que publicaremos en el blog dentro de unas semanas.
Hay 13 Comentarios
Como ya dije en algún comentario, no hay nada más frustante y desmotivador para un alumno que esforzarse y no conseguir el aprobado. Es por esto que los profesores debemos ser un poco parciales en las correcciones para premiar el esfuerzo de los alumnos que tienen dificultades. Esta imparcialidad puede resultar injusta para los compañeros, pero puede conseguir que el alumno premiado se entusiasme y no tire la toalla.
https://www.matesfacil.com/
Publicado por: Matesfacil | 29/08/2018 13:10:30
tu mareas........ eres un mar de palabras... sin destino
Publicado por: rhaps | 31/08/2017 13:42:13
Hola soy docente y discente, por suerte.
Me interesa cualquier aspecto relacionado con la idea de la educación por contagio. ¿Puedes ayudarme? . Un saludo
Publicado por: Elena | 20/02/2016 11:00:17
Tanto en mi experiencia discente como en la menos dilatada como docente recuerdo siempre este efecto Pigmalión. En mayor o menor medida los profesores siempre han proyectado sus expectativas sobre los alumnos.
Hay otro fenómeno curioso en la relación alumno-profesor, procedente de la psicología, que se ha dado en llamar "Clever Hans". Si a alguien le interesa, la entrada de la wikipedia lo explica en general:
http://es.wikipedia.org/wiki/Clever_Hans
Respecto a lo que hacemos a menudo los profesores les remito (con perdón) a mi blog, donde pueden encontrar otras referencias:
http://matematicasnarua.blogspot.com.es/2009/11/clever-hans.html
El fenómeno está relacionado con la exageración de pequeños logros. Seguramente muchos lo habrán experimentado.
Publicado por: JJ Rodríguez | 02/10/2013 18:37:37
Emotivo y clarificador efecto que muchas veces desperdiciamos como profes o padres ...Hoy han llegado mis chicos de economía y sólo entrar me dicen "profe hemos ido a una charla de economía, nos han explicado los orígenes de la crisios...pero no tenemos claro..."...ése para mi es un efecto Pigmalión del día. Gracias por analizar de forma documentada pero sencilla este efecto que yo estoy convencida que funciona.
Saludos
Publicado por: Blanca | 01/10/2013 17:03:18
Desde luego no sabemos el alcance real de todos y cada uno de los cambios propuestos desde la administración en lo referente a la enseñanza.
Los ciudadanos como personas que antes de ser adultos son niños y después jóvenes.
Familias cada cual con sus problemas y con su nivel social heredado, personas que se presentan en sociedad y que esperan formar parte activa del grupo, que tienen formada una ilusión que ejercer.
Cuando se falsea un puntal se nos puede venir abajo todo el edificio.
Ahora tenemos a los alumnos y a los enseñantes juntos y en la calle, pidiendo lo mismo.
Que no le impongan desde fuera con criterios ajenos los esquemas que han de orientar el camino de acceso a la sociedad.
Sin consenso, y a lo bruto.
Ya no hablamos de mejoras entre alumnos y profesores, ni entre padres y alumnos.
Ni tampoco de seguridad en las aulas.
Estamos hablando de continuidad del sistema y del crédito y confianza en si mismos, de los protagonistas.
En lo que hacen y en como lo hacen.
Para que lo hacen, y si se puede hacer lo mandado para llegar a algún destino.
Que como las olas del mar, los niños de hoy van y vienen mañana cargadas de espuma.
Publicado por: Coria | 30/09/2013 17:24:39
Completamente de acuerdo, funciona y mejora la vida de los alumnos y, en gran medida, la del profesor. Lástima que se esté hacinando a los alumnos en las aulas y los profesores tengan cada vez más alumnos por grupo y más grupos de alumnos en un horario que no deja un respiro para que haya momentos de comunicación. La atención individualizada resulta cada vez más difícil y hace que estrategias como estas sean cada vez más difíciles de poner en práctica, salvo de manera superficial.
Publicado por: Olé | 30/09/2013 14:58:02
En una de las entradas de mi blog, hablando de la cultura imperante, una cultura marcada por el individualismo, una cultura del consumo, ligada el imperante sistema económico-social, una cultura que interesa a los "mercados", recordé lo que Steven Pinkerm psicolingüista de Harvard, escronió en un artículo sobre la ciencia de la moralidad (2008): "El hombre llegará a ser mejor si se le muestra cómo es".
Un saludo
Publicado por: Juliana Luisa | 30/09/2013 14:08:53
Un artículo verdaderamente interesante… Ojala.. tuviéramos enseñantes bien instruidos en este aspecto y con sensibilidad, ya que los profesores tienen mucho que ver en el desarrollo de los niños, adolescentes y de su futuro como adultos.
Publicado por: Lola | 30/09/2013 12:08:45
Muy interesante y de acuerdo en general con el artículo.
-
Pero para que se den profesores así en la universidad española hace falta acabar primero con la odiosa endogamia, según la cual es mérito importantísimo para formar parte del profesorado de una universidad ser hijo o cuñado de alguien influyente que ya es profesor allí, o ser "de la casa".
Publicado por: León Riente | 30/09/2013 11:33:48
Y pensar que hay profesores que no conocen esta lectura...He disfrutado leyendo el artículo.
Publicado por: Jessica | 30/09/2013 11:28:56
Me ha gustado el artículo y considero que el efecto Pigmalion como ejemplo de enseñanza llevada a cabo desde la confianza en las posibilidades del alumno debería ser la base de toda educación.
Sin embargo, me da miedo el Efecto Pigmalion cuando se considera sólo el triunfo de una persona, el profesor, ¿qué pasa con el alumno? Como alumna, me tranquiliza saber que mi profesor confía en mí y en mis posibilidades de aprender y mejorar, pero también necesito que me vea con ojos humildes, con dignidad y no como un mero experimento; por ello, no creo que la película My Fair Lady sea el ejemplo más adecuado¡¡¡ si es la propia película precisamente la que pervierte el efecto Pigmalion, el profesor, interpretado por Rex Harrison, NO CONFÍA NADA EN LAS POSIBILIDADES DE SU ALUMNA, la trata fatal, la considera un desastre de baja estofa, sólo admite ayudarla por una apuesta que, finalmente, sólo sirve para sacar a relucir lo magníficas que son sus teorías sobre fonética y lingüistica, en fin... Por todo ello, considero muy importante hacer una revisión crítica de la película si se utiliza como ejemplo, ojo¡¡¡¡
Viva el Efecto Pigmalion y Vivan los profesores que empelan este método con humildad¡¡¡ Saludos¡¡
Publicado por: Eliza Doolittle | 30/09/2013 11:28:52
Totalmente de acuerdo con el artículo, lo experimento cada día como docente, gracias a que lo experimenté como alumno en su momento.
Ojalá muchas compañeras y compañeros - de cualquier disciplina - leyeran esto y entendieran nuestro punto de vista.
Publicado por: Ya ves | 30/09/2013 10:22:42