Ayuda al Estudiante

Ayuda al Estudiante

El ecosistema educativo tiene un triángulo esencial: estudiantes, padres y profesores. Lo demás es contexto. Si este se sitúa en el centro de gravedad, algo va mal. Los análisis sobre educación tienen un peligro casi invisible: la paralización fascinada por lo mal que estamos. Descalificar sin analizar es injusto y analizar sin proponer alternativas, estéril. Así que el propósito de este blog es claro: ayudar a estudiantes, padres y profesores a encontrar alternativas de mejora.

Sobre el autor

Carlos Arroyo

ha navegado profesionalmente entre las cuatro paredes de un aula, la redacción de EL PAÍS y la dirección del Instituto Universitario de Posgrado. Esa travesía le ha convencido de que educar bien a los hijos es saldar buena parte de la deuda con la vida. Es autor de Libro de Estilo Universitario y diversos libros de ayuda al estudiante.

Web: www.ayudaalestudiante.com
Correo: [email protected]

Libros

Soy estudiante y necesito ayuda

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El éxito en los estudios no es solo cuestión de inteligencia, sino que está al alcance de la mano con apertura personal al cambio, hábitos adecuados, una mejora organizativa, una adecuada actitud en el aula, un buen método de trabajo intelectual y una elevada dosis de motivación. Más información.

100 cosas que debes hacer para mejorar como estudiante

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Una guía rápida con consejos concretos, claros y ordenados sobre cómo aprovechar lo que te empuja y evitar lo qué te frena para alcanzar el éxito académico. Perfeccionarás tus técnicas, aprenderás a manejar actitudes y motivación para aprovechar las clases, y mejorarás tus habilidades de organización y planificación. Más información.

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El profesor Pigmalión entra en clase

Por: | 30 de septiembre de 2013

Audrey Hepburn y Rex Harrison, en My Fair Lady
No hay muchos docentes inolvidables que no merezcan ser recordados como profesora o profesor Pigmalión. Y los estudiantes que tienen profesores Pigmalión son tan inmensamente afortunados que deberían esforzarse en merecérselos día a día. Yo tuve uno y sé muy bien lo que eso significa.

El llamado efecto Pigmalión es uno de los fenómenos psicológicos más interesantes de la relación de un profesor con sus alumnos, aunque su ámbito de aplicación debería ser verdaderamente universal. Todos lo habréis oído y algunos lo conoceréis bien. Imagino que a otros os suena, pero lo tenéis ahí en la bruma, así que lo comentaré con un enfoque educativo práctico (ni académico, ni científico).

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Luchemos contra el fantasma de la pobreza también en las escuelas

Por: | 26 de septiembre de 2013

 

 

Autora invitada: MARÍA JESÚS SOTO, autora de un libro pionero en educación, Mi primer libro de economía: Ahorro e inversión.

 

La principal consecuencia de la crisis será un aumento de la pobreza, especialmente para quienes no la vean venir o no sepan cómo evitarla. ¿Estamos preparados para afrontarla? ¿Somos conscientes de que colegios e institutos forman parte del campo de batalla contra la pobreza?

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La muralla china del estudiante

Por: | 23 de septiembre de 2013

La muralla china (foto de Carlos Arroyo)
La muralla china que todos llevamos dentro: ese es un
o de los principales problemas de los estudiantes. No la casi inexpugnable edificación defensiva del antiguo imperio asiático, sino otra más desalentadora aún que tenemos en nuestra propia mente. La versión metafórica de un concepto bien conocido y mejor sufrido por los jóvenes y la mayoría de los mortales: el minuto -1. El momento inmediatamente anterior a ponerse a trabajar. Los chicos se quedan mirando esa muralla, que crece por segundos, y ya son incapaces de saltar al otro lado. Eso, si no se dan disimuladamente la vuelta y a otra cosa mariposa (gran especialidad del sector juvenil).

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Invitación a la poesía o cómo acercar la vida a los jóvenes

Por: | 19 de septiembre de 2013

Un ejemplo de la cercanía entre música y poesía: Serrat y Sabina.

Autor invitado: JOSÉ CEREIJO, poeta.

 

Recuerdo, cuando yo estudiaba en la Universidad, algo que me hacía verdadera gracia. Era costumbre entonces (no sé si lo sigue siendo) que los profesores iniciaran el curso con una charla sobre la asignatura, su valor y su importancia. Todos ellos venían a decir, en sustancia, lo mismo: mi asignatura es la más importante de todas. Yo, al hablar del asunto del título, no quisiera parecerme a ellos. Encuentro del todo natural que haya gente a la que no le interese la poesía, como ha habido gente de mérito indudable a la que, por ejemplo, la música le dejaba frío. Unamuno está en este caso; aunque cabe suponer que él más bien la temía, por lo que en su opinión tiene de adormecedor y, al mismo tiempo, de algo que nos saca de nosotros mismos. Una especie de droga. Napoleón, más resolutivo, la consideraba simplemente “el más caro de los ruidos” –lo que no siempre es falso.

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Empieza el curso conjugando 9 verbos (o mejor 10)

Por: | 16 de septiembre de 2013

Inicio de curso 1
Llegó el momento más deseado del año: el inicio de curso. Se desborda el ansia de conocimiento, que decía Bertrand Russell en su maravillosa Autobiografía; las hormonas veraniegas apenas flotan como cenizas en el recuerdo, y no hay un solo estudiante que no se tire cada mañana de la cama como un loco en dirección al aula. Un desbordamiento de energía creativa al que la canícula nos había desacostumbrado inunda los centros educativos y los escritorios de los chicos. El todopoderoso WhatsApp se adormece unas cinco milésimas de segundo, Facebook cae sepultado en el olvido, los móviles ni suenan ni vibran, los ecos de Atenea se apoderan de las aulas y todo parece haber vuelto a su ser.

¿O me he equivocado de planeta?

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Modelos desnudos o lo que de verdad te pierdes si no estudias arte

Por: | 12 de septiembre de 2013

David, de Miguel Ángel
Autora invitada: ANA GARCÍA LÓPEZ,
profesora de Audiovisuales y Proyectos de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Granada.

 

¿Pero hay modelos desnudos? Esa era la pregunta. Era la típica charla de incitación preuniversitaria con estudiantes de un instituto en un pueblo granadino. Como cuasi licenciada, me había preparado a conciencia una buena respuesta, pero a otra pregunta: ¿Para qué demonios sirve estudiar Bellas Artes? Desde entonces, hace más años de los que me gustaría, la pregunta me ha perseguido implacablemente. La de la utilidad del arte, no la otra. Y mi respuesta es tan distinta que a veces pienso que la situación ha cambiado o yo he cambiado. O las dos cosas.

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Susan Polgar (4)

Entrevista con SUSAN POLGAR, ex campeona del mundo de ajedrez y directora del Susan Polgar Institute for Chess Excellence (SPICE), de la Webster University (EEUU).

 

“Realmente no pienso que yo tenga un talento especial para el ajedrez”. Esa es una frase demoledora. Pasaría inadvertida si la dijera cualquiera de nosotros, pero resulta casi extravagante en boca de Susan Polgar, que fue la primera mujer de la historia en clasificarse para el Campeonato Mundial Masculino de Ajedrez y la primera asimismo en obtener la puntuación necesaria para convertirse en Gran Maestro Internacional.

Como es natural, me quedé estupefacto al oírsela y, al principio, no me quedó otra que atribuirla a un alarde de falsa modestia. Pero luego, al ponerla en sintonía con sus experiencias y sus firmes convicciones, me di cuenta de que solo cuando uno concilia esa chocante confesión y su apabullante biografía ajedrecística puede entender de veras cómo concibe la educación esta ajedrecista húngara-norteamericana. Para acercarse a la mente de Polgar hay que empezar por aceptar que la palabra genio no significa para ella exactamente lo mismo que para la mayoría de las personas.

Polgar recoge las ideas de su padre, László, y sostiene que el genio no nace, sino que se hace; es decir, se desarrolla y se perfecciona con un extraordinario trabajo. No se basa ni en una varita mágica ni en esa especie de dones extraordinarios caídos del cielo, sino en un duro esfuerzo temprano, intensivo, emocionalmente compensado y bien orientado, sobre la base de unas capacidades personales bien identificadas y estimuladas, y, con algo que no mucha gente tiene en consideración al hablar de los genios: una considerable dosis de buena suerte, materializada en unas “circunstancias favorables”. Para ella, esto último puede llegar a ser precisamente lo definitivo, porque es lo único que no está en las propias manos. 

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Este es el post número 23 de la serie El mejor profesor de mi vida, escrita por los lectores del blog como homenaje a la profesión docente. Cuando empezó la serie, este texto no estaba previsto ni escrito. Una lectora, Esperanza Lara, se puso en contacto conmigo desde Cali (Colombia) para contar su historia personal. Me mandó un mensaje impresionante (aunque algo fragmentario y con sus diabluras ortográficas), en el que uno podía evocar algunos aromas de García Márquez. Le propuse convertirlo en un artículo para el blog. Aceptó encantada y emocionada, y me mandó un nuevo mensaje, no menos impresionante que el primero. Con ambos está construido este texto. Poco hay que añadir, porque los lectores lo captarán perfectamente desde la primera línea.

 

Autora invitada: ESPERANZA LARA (Cali, Colombia)

Nací en una región montañosa de Colombia llamada Páramo del Sumapaz, una antigua zona de asentamiento indígena chibcha. De ahí provengo, y mis raíces son indígenas. Seis años tenía cuando mis padres me llevaron por primera vez a una escuelita rural en la que los niños de 1º a 5º de Primaria estábamos todos mezclados. Yo ya sabía leer, porque mi padre me había enseñado, curiosamente no con libros infantiles, sino con sus libros revolucionarios. Lo primero que recuerdo haber leído fue a Darwin y su Teoría de la Evolución. También mi madre me enseñaba a leer, pero con la Biblia. Así que pueden imaginarse la confusión ideológica que tenía, seguramente producida por mi enorme deseo de aprender a leer pronto. Paradójicamente, yo ya tenía nietos cuando conseguí acabar bachiller. Tenía 37 años.

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Sobresaliente en injusticia, suspenso en excelencia

Por: | 06 de septiembre de 2013

La autora invitada es una joven estudiante de Ingeniería de Telecomunicaciones, lectora del blog, que me escribió el pasado 4 de septiembre. Quería manifestar y compartir su decepción y su indignación por el problema político-administrativo que ha sufrido en Madrid. Su relato refleja perfectamente el modo en que la astronómica distancia entre propaganda política y hechos inflige un daño real a personas con nombres y apellidos, y, por lo tanto, a la sociedad en su conjunto. Muchos políticos hablan de excelencia, pero ni la practican ni la cultivan. Y, en casos como este, la desprecian. Eso sí, administrativamente.


Autora invitada: IRENE ORTIZ DE SARACHO PANTOJA (Madrid)

Una de las expresiones más utilizadas últimamente al hablar de educación es la “búsqueda de la excelencia”. Esfuerzo y trabajo duro para intentar lograr el máximo rendimiento académico. Concretamente, “aprovechamiento académico excelente”, como reza la convocatoria de las Becas de Excelencia de la Comunidad de Madrid para este curso 2013/2014 en el ámbito universitario.

Así que en esas me veo, decidida a enviar por primera vez mi solicitud para estas becas, tras obtener una media de 8.94 en el segundo curso de mis estudios de Ingeniería de Telecomunicaciones en la Universidad Politécnica de Madrid. La mínima nota exigida en estudios relacionados con ingeniería es un 8, así que estoy convencida de que no habrá problemas.

De hecho, me da confianza el hecho de que el propio Gobierno autónomo dice al inicio de la norma lo siguiente: “El fomento de la excelencia en educación es una prioridad irrenunciable de la Comunidad de Madrid. Reconocer y premiar el esfuerzo y el talento de los mejores estudiantes a todos los niveles es un principio básico de política educativa, puesto que la excelencia de algunos redunda en el provecho de todos. La excelencia de un alumno no solo es beneficiosa para su desarrollo individual, sino también para todo su entorno educativo y social. Los estudiantes que destacan por su esfuerzo y capacidades intelectuales son un incentivo, un ejemplo y una ayuda notable para el avance de todos los demás. Asimismo, la alta cualificación profesional que estos estudiantes presumiblemente alcanzarán revertirá con creces en la sociedad que ha invertido en su formación”.

Pero no. No es así. Imaginen mi cara de sorpresa al ver que, tras rellenar todo el formulario, no puedo continuar con el proceso por un peculiar motivo: no haber sido beneficiaria de la beca anteriormente, en mi año de ingreso a la universidad.

No puede ser. Eso no puede ser. Es un error informático, seguro. Intentémoslo otra vez.

Pero no. La triste realidad es que la Comunidad de Madrid ha decidido restringir la concesión de becas incluyendo este año un nuevo punto en el Artículo 8 de la convocatoria. Pero no crean ustedes que lo ha anunciado a bombo y platillo, a modo de advertencia. Por supuesto que no. Ahí va de tapadillo. En el resumen que aparece en la página web de las Becas de Excelencia ni se menciona. Hay que sumergirse en la convocatoria del BOCM para encontrarlo, en el punto g del Artículo 8.

Esto me lleva a plantearme el uso demagógico que se está dando a la palabra excelencia, reflejado en la convocatoria de unas becas cuyo único criterio de concesión deberían ser los resultados académicos del curso previo, como parece evidente y acorde con la declaración del Gobierno. 

Por lo visto, la excelencia debe ser algún tipo de aura que alumnos en mi situación de nuevos solicitantes no poseemos. ¿Acaso no se puede haber hecho una prueba de selectividad simplemente buena y ahora tener un excelente rendimiento universitario? ¿Acaso no puede alguien no solicitar la beca al inicio, porque no la necesitaba, y luego sí, porque se la merece y la necesita? O más aún: ¿Acaso puede decidir la Administración que uno no puede mejorar un año respecto a los años anteriores, o si mejora, eso no tiene consecuencias positivas? ¿Dónde está la valoración de mi esfuerzo y trabajo duro a lo largo de este año?

Con la inclusión de nuevos criterios arbitrarios e injustos, incorporados casi a modo de letra pequeña, solo puedo sentirme engañada. Y atrapada en un sistema político que abusa de las grandes palabras porque quedan muy bien en los discursos, pero que, a la hora de la verdad, no sabe lo que significan. O deliberadamente las desprecia.

Hace algunas semanas, reflexionaba en voz alta con mi familia sobre qué debía pensar el Gobierno de este país ante el triste hecho de que estuviera invirtiendo en formar a excelentes profesionales que casi con total seguridad acabarían ejerciendo en el extranjero. La clásica fuga de cerebros. Pero no se preocupen, ahora sé la respuesta.

No les importa en absoluto. Los hechos hablan, no las palabras.

 

Nota final. Antes de publicar este texto he comprobado en su expediente las calificaciones de la autora en sus dos primeros cursos de Ingeniería de Telecomunicaciones. Sin entrar en mayores detalles, diré que en los dos primeros cursos tiene 11 Matrículas de Honor y 8 Sobresalientes. Me temo que, diga lo que diga la Comunidad de Madrid (o sus normas sobrevenidas), sí es una estudiante excelente.


 

Nos tatuó las ganas en la piel, nos enseñó a vivir la vida a gritos

Por: | 05 de septiembre de 2013

Post número 22 de la serie El mejor profesor de mi vida, escrita por los lectores del blog como homenaje a la profesión docente.

 

Autora invitada: MARTA PASCUAL (Madrid) 

La mejor profesora de mi vida fue Remedios Lancharro. Me enteré de que nos tocaba clase con ella aún en el pasillo, con el bocata a medias y a través de un chivatazo desgastado por siete bocas antes de llegar a la mía.

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