Dejando la política a un lado, no deberíamos escatimarle a José Ignacio Wert el derecho a ser recordado como uno de los mayores tsunamis de la educación española. De su gestión política, su plasmación legislativa del pasado jueves e incluso su estilo personal se ha escrito por toneladas, pero me gustaría evitar todo eso ahora, para situarme metafóricamente entre las cuatro paredes de un aula.
Recordemos una obviedad antes de entrar: quien habla de Wert habla del presidente del Gobierno, que lo nombró, lo respalda y con tan llamativo ardor lo defiende. Ambos dejarán una tremenda herencia por la gestión de la crisis económica con la que están estoqueando a la educación española, convencidos de lo contrario, y trataré de demostrarlo poniendo el foco en un solo tema: el número de alumnos por aula. La famosa (y a veces banalizada) ratio. Resumiré mi impresión sin edulcorantes ni colorantes: vamos cuesta abajo y sin frenos en la degradación de la calidad de nuestro sistema educativo. No hablo de ideologías, hablo de números.
Por si hay algún lector despistado, recordaremos que ahora hay bastantes más chicos en cada aula y bastantes menos profesores en cada centro. Aunque es difícil disponer de datos precisos (y los promedios no siempre representan bien la casuistica individual), creo que podríamos acordar que se ha producido un incremento de alumnos por aula de al menos un 20% y una reducción de profesorado que ronda ese porcentaje. En algunos caos es aun peor, pero dejémoslo ahí para favorecer el acuerdo. El 20% es esa cifra que suena normalita en las rebajas de las tiendas de ropa pero es brutal cuando se aplica a un aula. El ecosistema ha cambiado mucho y hemos entrado en un engranaje degradante.
No me gusta parecer alarmista ni políticamente sectario, así que intentaré respaldar analíticamente mis impresiones. No diré nada nuevo para quien se dedique a la educación (dejando aparte a la cúpula ministerial), pero pienso especialmente en las familias y en todos los ciudadanos que valoran de verdad la importancia de un aula. Empezaré mi análisis con una visión centrada en las personas (incremento de alumnos por aula y disminución de profesores), pasaré a los efectos estructurales en el sistema y el malestar general en la comunidad educativa, y resaltaré finalmente el diabólico proceso de retroalimentación que nos ahogará.
Pero merece la pena emplear un par de párrafos en desactivar un argumento que surge inevitablemente cuando se habla con personas que rondan o superan la cincuentena. “En mis tiempos eramos más de 40 en clase, a veces, casi 60, y aquello funcionaba muy bien. ¿Por qué ahora no?”.
Responderé con una metáfora solo un poquito exagerada: no deberíamos comparar una final olímpica con una maratón popular (y obligatoria). En el pasado, pongamos cuando se aprobó la Ley General de Educación (LGE) de Villar Palasí, de cada 100 alumnos de Primaria, llegaban a las Enseñanzas Medias 27 (es decir, el filtro dejaba fuera al 73%). Y luego llegaban a la Universidad, 3 (es decir, se quedaba en el camino el 97%). ¿Necesitamos más palabras para convencer a alguien de la diferencia entre aquella situación y la actual? En aquellla, los filtros eran tan potentes que solo los pasaba una superélite. Coja usted ahora a 200 estudiantes bien educaditos de casa, libremente matriculados, altamente motivados y bien seleccionados, métalos a trabajar en una aula y estaremos todos tan a gusto o más que en un congreso matemático.
Alumnos
Volvamos ahora a nuestras pobres aulas de hoy. La elevación brutal del número de alumnos por aula ha provocado, en primer lugar, una inevitable degradación metodológica y didáctica. No importa si el profesor era antes bueno, regular o desastroso. Ahora es peor que antes, se ponga como se ponga. ¿Por qué? Porque sus posibilidades de dispensar una atención más personalizada a los alumnos, de conocerlos mejor para ceñirse a sus capacidades y dificultades, ha disminuido drásticamente. Al tener muchos más alumnos, se puede ocupar menos de ellos; incluso los conoce peor intelectual y psicológicamente, mucho más superficialmente, al menos durante un buen número de semanas o meses iniciales. Y esto es dramático, porque conocer peor a los alumnos es enseñar peor. Es una ley de hierro y ningún superprofesor la podrá incumplir, al menos en los niveles preuniversitarios.
En un aula repleta, el feed-back que recibe el profesor es lógicamente mortecino y, por lo tanto, su respuesta, necesariamente mortecina. Además, las posibilidades de reexplicar, de ofrecer repeticiones convergentes para facilitar la comprensión de diversos chicos a los que les cuesta seguirle, disminuye dramáticamente.
¿Y qué decir de las prácticas monitorizadas, de la ejercitación en cualquier sentido? ¿Cómo se puede detectar qué parte de este o aquel ejercicio provoca más errores, si delante se tiene a 40 chicos? ¿Cómo se pueden evaluar significativamente 40 trabajos cada poco tiempo, más allá de ponerles notas? Es decir, el incremento de alumnos tiene una consecuencia inevitable: la teorización de la docencia. Y la consecuencia de esta consecuencia es igual de inevitable: la desmotivación acrecentada de los alumnos, un paso letal para su educación. Esa es también una ley de hierro.
Hay otra consecuencia no estrictamente metodológica: la atención a la diversidad ha sufrido una merma brutal. No hablamos de sacar de clase a chicos revoltosillos para que no den guerra: hablamos de estudiantes con problemas de integración familiar, con diagnósticos bien establecidos de déficit cognitivos, de hiperactividad (TDAH) o con retrasos curriculares importantes (no todo se arregla siempre con repeticiones, eso parece bien establecido). Esos chicos están crecientemente desatendidos o, en el mejor de los casos, mal atendidos por profesores que son cada día más conscientes de sus limitaciones.
Por no hablar de las consecuencias de la saturación en el entorno del aula desde el punto de vista de la disciplina. Un exceso de alumnos provoca desbordamientos en las dinámicas grupales, por una simple cuestión de número, y por la sensación de impunidad que esa situación genera en algunos chavales. Imaginemos un ejemplo extremo: deja a un chico díscolo o directamente gamberro a solas con el profesor y verás como en el 90% de los casos deja de serlo. En determinados chicos, el escaparate, la visibilidad ante el grupo, suele actuar como un estímulo de la mala conducta.
Acabemos el apartado de los alumnos hablando de algo que parece menor y no lo es: están mucho más apiñados. Ni tienen el espacio que necesitan para estar a gusto ni pueden disfrutar de unas instalaciones adecuadamente limpias (recortes también en los servicios de limpieza). A quien le pareza una exageración le invito a imaginarse a sí mismo sentado en un pupitre a medio metro de la pizarra.
Profesores
¿Qué impacto directo tiene la reducción de profesores? Obviamente, todo lo anterior les afecta cada minuto que pasan dando clase. Pero, además, se sienten abocados a una desmotivación rampante como consecuencia del deterioro de sus condiciones profesionales (evito deliberadamente las retributivas para no mezclar temas), de su entorno físico, del autoconcepto, que tanto contribuye a crear lo que la sociedad y sus representantes hacen para que ellos puedan desempeñar bien su trabajo.
En los centros, faltan crecientemente especialistas; faltan también profesores que realicen las sustituciones cuando hay que hacerlas, no al cabo del tiempo; los interinos se contratan a tiempo parcial para que parezca que hay más contratados, y se ha reducido el número de profesores de los departamentos de Orientación que se encargan de la diversidad, de apoyar a los chicos con problemas importantes. Todo un panorama.
En estas circunstancias, evitar la degradación de la calidad del sistema es una tarea titánica; mantenerla, milagrosa, y elevarla, imposible. Yo creo que eso lo que hay. Podemos hablar de que no todo es dinero, y es verdad. Pero no nos dejemos despistar por el Gobierno de turno: la inversión educativa no es todo, pero sí es algo trascendental. A ver si por decir que no lo es todo vamos a pasar a creer que no es nada.
La oferta de los centros educativos es ahora más pobre, en el doble sentido de más reducida y de menor calidad. Ningún preámbulo de una ley va a convertir unas cuantas palabras retóricas en una verdad verificable.
Pero, además, todo lo anteriormente expuesto puede contribuir a que la brecha entre la educación pública y la privada tienda a agrandarse. Y aquí ya no vale declararse defensor de la educación pública: eso lo hace hasta Esperanza Aguirre (con todos mis respetos). Ya no hay más apoyos que los que se convierten en hechos. Y han sido los hechos los que nos han hecho precavidos con las palabras.
Malestar educativo
Como digo en la cabecera de este blog, el ecosistema educativo tiene tres vértices: estudiantes, profesores y padres. Pues bien, el panorama descrito ofrece un saldo desolador: malestar, reducción de la atención recibida, empeoramiento del entorno de trabajo (de estudiantes y de profesores), y del otro lado, palabras políticas, apoyos políticos y fantasmagorías políticas.
¿Qué pasará si todos los agentes del sistema se sienten maltratados? ¿Es esa la idea de dar un golpe de timón para mejorar la educación que tienen Wert y su colaborador necesario, Rajoy? ¿Llegaremos a esa supuesta modernización educativa con muchos más chicos en las aulas y menos profesores a su cargo? ¿Qué investigación o experiencia han demostrado, en cualquier parte del mundo, que saturar las aulas es en sí mismo compatible con la mejora de la calidad?
Creo que ambos querrían que fuera así, eso me esforzaré en no ponerlo en duda. Lo que me pregunto es si se habrán dado cuenta de que este desastre numérico que se está gestando en el aula tiene consecuencias no numéricas sino directas sobre las personas y sobre la sociedad.
Hay otros muchos problemas en la educación. Pero hoy me he querido concentrar en este, que constituye un proceso letalmente retroalimentado. Porque esto no se degradará un poco: es un descenso cuesta abajo y sin frenos.
POR CIERTO...
El post sobre WhatsApp del pasado lunes cosechó una animada división de opiniones (públicas y privadas), cosa que me merece todo el respeto y que, además, me parece de verdad espléndida. Como puede leerse en el propio post, era previsible y, en consecuencia, estaba previsto.
Tengo por norma no replicar a los comentarios de forma pública, porque pienso que, en caso de desacuerdo, probablemente tendría un matiz ventajista para el autor del blog, aunque me cuidara de ello. No pocas veces lo hago de forma privada, y ello me ha permitido tener discusiones interesantes por mail. Me gusta discutir con los lectores a los que les gusta discutir. Creo que es muy interesante.
Debo decir que, a menudo, las discusiones en privado, al calor de la chimenea, como quien dice, son bastante más enriquecedoras que las públicas. Y a eso me quería referir, con el máximo respeto a los que no piensan como yo en esto o en aquello. No quisiera parecer un sermoneador barato, pero tengo varias preguntas. Dejando a un lado el misterio de los calentones que genera la tecnología, ¿por qué abundan las descalificaciones en los comentarios divergentes? ¿No es suficiente mostrar un desacuerdo radical? ¿Hay que cuestionar personalmente a quienes no piensan lo que nosotros queremos que piensen? ¿Cualquier desacuerdo es fruto de la ignorancia ajena o de las malas intenciones?
Me atrevo a lanzar como hipótesis que la pasarela pública provoca en algunas personas una especie de envalentonamiento que acaba pasando factura a la objetividad de las posiciones personales. Intentar ofender ayuda muy poco a persuadir a nadie de nuestras ideas. Ya dediqué a ello este post hace meses, pero me da la impresión de que vez en cuando hay que recordarlo (a algunos).
Hay 5 Comentarios
Se trata de una proporcionalidad inversa: cuantos menos profesores, mayor fracaso escolar.. Comprendo las preocupaciones económicas, pero recortar en sanidad y en educación puede salir muy caro a la sociedad.
Publicado por: Matesfacil | 19/08/2018 18:57:20
Quisiera hacer una matización al respecto. Más dinero invertido por alumno y menos alumnos por aula mejora la calidad de la educación qué duda cabe, pero me parece que disparamos en dirección equivocada.
Los países que aparecen en los primeros lugares del informe Pisa son los que priman el esfuerzo indivual del alumno y el respeto social al profesor. No son los que más dinero invierten, ni los que tienen menos alumnos por aula. (¡ si hasta aparece Vietnam en los primeros lugares, por Dios!). Se argumenta que estos países someten a sus adolescentesa a tal tensión que provoca un alto número de suicidios. Pues bien, datos del 2004: suicidios entre los 0 y los 14 años por 100000 habitantes: China 0,6, Japón 0,4 Finlandia 0,8. Y entre los 15 y los 24: China 12,2 Japón 12,8 y Finlandia 21,7. Cito a Finlandia, contraponiéndolo a los otros dos países, porque el país nórdico se ha convertido en el banderín de enganche de todos aquellos que se consideran progresistas en el tema educativo. Digo yo que si hablamos de traumas, alguno le deben crear los fineses, no?- Y respecto al tema del dinero, un botón de muestra. Este no es un argumento estadístico, ni de peso porque es una experiencia personal. Hace menos de un mes he estado compartiendo aula durante 3 semanas con profesores y alumnos en los EEUU y lo que he visto me ha dado una envidia que no soy capaz de explicar (respecto a instalaciones, claro). 17 0 18 alumnos por aula, laboratorios magníficos, salón de actos de sombrero, gimnasios, pistas deportivas, aula de arte, aula de música, bibliotecas con ordenadores a la última, etc. ¿Rendimiento?. Espantoso. Nivel pésimo (en el informe Pisa están incluso por debajo de nosotros, que ya es decir). Nula atención y escaso esfuerzo. Un auténtico derroche, Un sumidero de fondos.
Durante muchos años nos estamos tirando los trastos a la cabeza, que si este ministro, que si el otro, que si la Logse, la Lomce, la ley general de educación, etc. Pues bien, mientras en el ánimo del alumno esté que pasará de curso por IMPERATIVO LEGAL, aunque se rasque la barriga dos años seguidos mal nos irá. Repetir es un fracaso, es cierto, pero pasar de curso a alguien que no hace nada, es un doble fracaso (es una mentira y además crea mal ejemplo). Esto es un problema social y nuestros adolescentes no tienen la sensación de que estén realizando un trabajo y que deben hacerlo con constancia, dedicación y esmero. Esa es la gran cuestión. Y si no lo hacen deberán dar cuenta a sus padres y profesores. MIentras tanto todo lo que se emplee será un dinero tirado a la basura. Saludos a todos
Publicado por: asombrado | 03/12/2013 20:01:32
Quería pedirle disculpas. He sido uno de los que han comentado en el anterior post sobre WhatsApp de manera bastante crítica. Mi respuesta fue desproporcionada y fuera de tono, llevado como usted bien dice por el calentón del momento. Por favor acepte mis disculpas. Mi rabieta ha sido más fruto de la frustración personal con la situación que atraviesa nuestro país que de su artículo. Aprecio mucho el trabajo de los docentes, que es muy importante y muchas veces extremadamente complicado, y me arrepiento de haberle dirigido un comentario tan negativo que, evidentemente, no merece. No suelo escribir en este tipo de foros de debate y es una pena que una de las pocas veces que lo he hecho haya sido de esta manera tan poco elegante. Por favor no deje que le afecten este tipo de comentarios que dicen muy poco de usted en realidad y mucho, lamentablemente, del exasperado comentador. Enhorabuena por su blog.
Publicado por: Gasp! | 03/12/2013 0:24:14
Por el camino que ha elegido este WERT, en menos de 10 años tendremos la mitad de docentes ejerciendo sus cargos. Muchos de ellos emigrarán para otros sectores, y cada vez menos estudiantes elegirán las carreras pedagógicas.Como ya lo dije muchas veces, España con los odios y las fobias de WERT ha regresado a los inicios del siglo XX .Volveremos a ser un pueblo de analfabetos porque solo las clases sociales mas privilegiadas podrán enviar a sus hijos a colegios privados. Lo han hecho adrede, porque no había ni hay necesidad alguna de haber liquidado la enseñanza en nuestro país. Hemos ingresado por voluntad de los actuales manipuladores del gobierno en el Tercer Mundo.
Publicado por: Beatriz Basenji | 02/12/2013 21:33:31
Nada que añadir ni matizar, completamente de acuerdo. Está claro que el autor habla desde una posición lúcida, técnica y no ideologizada con información de primera mano. He utilizado exactamente estos mismos argumentos en decenas de discusiones online sobre el tema, más en los foros de El Mundo que en los de El País. Incluida la llamada al respeto al contertulio, que no tiene por qué ser ni tonto ni malvado, sino que le da más importancia a factores distintos que nosotros. Quizá simplemente recalcar que los problemas educativos en España, que los hay, encontrarían mejor solución en una legislación favorable a la conciliación de la vida laboral y familiar que en otra ley educativa más.
Publicado por: cucio | 02/12/2013 13:14:04