NEUROEDUCACIÓN (y III)
AUTOR INVITADO: FRANCISCO MORA, catedrático de Fisiología Humana (Universidad Complutense) y catedrático adscrito de Fisiología Molecular y Biofísica (Universidad de Iowa, EEUU). Autor de Neurocultura (Alianza) y Neuroeducación (Alianza).
Hoy ya no es razonable albergar dudas objetivas sobre los progresos de la neurociencia, que permiten analizar en profundidad los componentes cerebrales y conductuales de la educación mencionados en los dos anteriores artículos, y que son la emoción, la curiosidad, la atención y la cognición. Conocerlos bien ayudará a enseñar y aprender mejor. Sin embargo, sobre todo entre los profesores, hay numerosas voces que consideran escasos los avances logrados para que todo esto pueda aplicarse de modo sistemático y aprovechar para hacer las cosas mejor en colegios e institutos. Y es que los profesores necesitan ayuda.
Reconociendo que hay un largo trecho entre los conocimientos que aporta la neurociencia actual y su aplicación directa en el aula, hay científicos que consideran prematuro intentar rellenar ese trecho, mientras que otros, por el contrario, piensan que ahora, precisamente ahora, es el mejor momento para hacerlo. En cualquier caso, en lo que sí parece haber un gran consenso es en la necesidad, cada vez más perentoria, de poner juntas neurociencia y educación.
Hasta hace muy poco, las teorías acerca de cómo se aprende se basaban, en su mayor parte, en observaciones de la conducta. Y es solo ahora cuando los educadores han comenzado a tomarse en serio el papel trascendental del cerebro en esos procesos de aprendizaje.
Los profesores se enfrentan a la necesidad de encontrar técnicas nuevas, capaces de suscitar, desde dentro y de una forma natural, sin exigencias, la atención de un niño normal ante lo que se le explica, o de dar la clase de una materia específica en el tiempo cerebral que un niño de una determinada edad necesita para mantener la atención. Y asimismo para ser capaces de detectar los diversos tipos de trastornos y síntomas sutiles que afectan al proceso normal de la educación y el aprendizaje.
Los profesores son muy conscientes de sus limitaciones a la hora de descubrir la mejor forma de enseñar a los niños superdotados, la mejor forma de encontrar vías que estimulen y despierten su interés, la mejor forma de aumentar su rendimiento mental sin que despierten antipatías alrededor, haciendo que se sientan bien y desarrollen talentos ejecutivos capaces de hacerles mejorar más aún cuando sean mayores, en el entorno profesional y social.
Los profesores necesitan encontrar la forma de hacer coherente todo eso con la individualidad de cada niño, siempre diferente a la de los demás. Pues bien, todo esto debe venir gracias a nuestro mejor conocimiento acerca de cómo funciona el cerebro, es decir, gracias a la neurociencia.
Pero la mayoría de los educadores está lejos de entender la jerga de los neurocientíficos y, en consecuencia, no suele captar con rigor la esencia de cuanto se puede extraer de esos nuevos conocimientos. Por ello se ha hablado de la necesidad de que esa transmisión de conocimientos del científico al profesor de cualquier disciplina (sea universitaria o profesional, pero alejada de la Neurociencia), sea asumida por profesionales intermedios que, conociendo bien la neurociencia, sean capaces de transmitir estos conocimientos.
Surge así la figura de un nuevo profesional que bien podría llamarse neuroeducador. Sería una persona entrenada con una perspectiva interdisciplinar, capaz de hacer de puente entre el conocimiento del cerebro y el funcionamiento práctico de los procesos de enseñanza y aprendizaje a cargo de los profesores, facilitando a estos últimos la comprensión de los avances de la neurociencia directamente aplicables al aula.
En el caso particular del colegio o el instituto, el neuroeducador sería además una figura complementaria a la del profesor, con capacidad para ayudar a los maestros a detectar qué niños padecen ciertos déficits, aunque fueran muy sutiles, para leer, escribir o aprender matemáticas (dislexias, discalculias, autismo, ansiedad…), pero también con una formación que le permitiera detectar capacidades superiores, extraordinarias o selectivas, a veces casi invisibles.
En este contexto, el neuroeducador sería también aquel profesional especialista capaz de leer y criticar correctamente los conocimientos básicos provenientes de la neurociencia, y con ello evaluar y criticar los programas (tantos y tantas veces plagados de errores neurocientíficos) que, con frecuencia, se ofrecen a los centros prometiéndoles falsos beneficios de la aplicación de la neurociencia en las aulas.
El neuroeducador debería ser alguien que entendiera bien no solo la rutina diaria de la enseñanza, sino que también fuera capaz de crear o ayudar a otros a crear programas nuevos o de investigación sobre cómo mejorar la enseñanza en las aulas basándonos en la práctica.
Ello requeriría de una formación muy especial, que incluyese conocimientos en educación, psicología, neuropsicología, neurología y medicina. El neuroeducador en el futuro, y por su repercusión social, y particularmente en los colegios, bien podría ser una profesión de alto calado. Una profesión que requerirá un entrenamiento constante y actualizado de los conocimientos que se alcanzan en las neurociencias y se proyecta sobre la educación. Son conocimientos especializados que ahora asoman de modo acelerado en las sociedades modernas.
Ahora mismo ya se vislumbra una convergencia de descubrimientos en psicología, neurociencia y robótica (robots con capacidad de aprender) que lleva a la idea de que pronto ocurrirán cambios profundos en las teorías educacionales actuales que alumbrarán nuevos diseños aplicables al medio ambiente en el que aprenden los niños.
Uno de ellos es la poderosa influencia de todo lo social como llave para aprender bien. Muchos especialistas se están preguntando ¿qué hace que la interacción social, emocional, a edades muy tempranas sea un catalizador tan poderoso para el aprendizaje? ¿Qué factores sociales son los elementos claves que podrían utilizarse para potenciar la curiosidad natural de los niños hacia la gente y las cosas que le rodean?
No sería difícil pergeñar los cursos requeridos para obtener esta especialización, en forma de diplomatura, o quizá en el futuro, en forma de grado de neuroeducador.
NOTA SOBRE EL AUTOR INVITADO
Francisco Mora es catedrático de Fisiología Humana (Universidad Complutense) y catedrático adscrito de Fisiología Molecular y Biofísica (Universidad de Iowa, EEUU). Se doctoró en Medicina en la Universidad de Granada y en Neurociencias en la Universidad de Oxford.
Su recorrido académico e investigador es extraordinario. Ha publicado más de 400 trabajos y comunicaciones científicas en el campo de la Neurobiología. Ha pronunciado más de 1.000 conferencias, y ha publicado 63 libros y monografías. Entre ellos, Hot Brain, junto a C. V. Gisolfi (MIT Press, USA); Diccionario de Neurociencia (junto a A. M. Sanguinetti), Neurocultura, ¿Está nuestro cerebro diseñado para la felicidad?, El Dios de cada uno: por qué la neurociencia niega la existencia de un Dios universal, Cómo funciona el cerebro, Genios, locos y perversos, y Neuroeducación. Todos los libros citados en español, en la editorial Alianza. Hace solo unos días acaba de entregar un largo capítulo introductorio con el titulo "Neuroculture: A new cultural revolution?" para un libro que publicará proximamente la Oxford University Press (2014).
Su actividad docente se ha plasmado en la dirección de más de 40 tesis de doctorado y licenciatura. Fue presidente de la Sociedad Española de Ciencias Fisiológicas, y actualmente es miembro de la Common Room del Wolfson College de la Universidad de Oxford. Ha recibido numerosos reconocimientos científicos y ha sido miembro del los premios Príncipe de Asturias de Ciencia y Tecnología.
Como comprobaréis al leer sus artículos y las líneas precedentes, casi no se le nota la pasión intelectual que siente por el estudio de la mente humana, y también por la pedagogía y la divulgación científica. Yo leí hace unos meses su reciente libro Neuroeducación, que me parece de lectura obligada para cualquier persona interesada en la educación y, además, está fenomenalmente escrito, como es propio de él. Neuroeducación me llevó a Cómo funciona el cerebro, que también me interesó muchísimo. Y entonces me decidí a contactar con él para que escribiera en este blog. Lo pillé en plena temporada de clases de Iowa (las clases en Estados Unidos son más laboriosas que en España para los profesores y no le dejaban mucho tiempo), pero se mostró encantado de hacerlo a su vuelta a España. Y aquí estamos.
Como el tema de la neuroeducación me parece apasionante y considero necesario que el mundo docente le vaya tomando el pulso sin miedo y con cariño, le pedí que se extendiera un poco, que no se limitara a un solo artículo. Por eso hemos publicado tres, el de hoy y estos dos anteriores:
Los niños deben empezar a aprender en la naturaleza, no en el aula, hace dos jueves, una introducción a los mecanismos cerebrales que permiten el aprendizaje.
El pasado jueves, La neuroeducación demuestra que emoción y conocimiento van juntos, una profundización en el tema.
Hay 8 Comentarios
Sinceramente, creo que se debe implantar estas nuevas técnicas a la eduación en general. A mi me parece genial que la educación esté en constante cambio y evolución.
https://solucionarios10.com/solucionario-matematicas-academicas-3o-eso-anaya/
Publicado por: Juan rodriguez | 08/02/2021 12:21:51
¿Realmente ha mejorado tanto la educación con las nuevas técnicas? Yo creo que el problema más grave está en el pensamiento de la sociedad. Si conseguimos que formarse sea importante, los niños querrán hacerlo.
https://www.problemasyecuaciones.com/
Publicado por: Problemas de movimiento | 02/09/2018 10:13:53
Me parece estupendo que la educación esté en constante evolución. Siempre se puede mejorar y para ello hay que investigar desde todas las perspectivas (psicológicas, médicas, filosóficas, etc.).
Publicado por: Matesfacil | 20/08/2018 12:39:24
La verdad es que cada día alucino más y más.
¿Quién ha sido el "iluminado" que ha tenido esta idea? Por supuesto, lo de iluminado es una ironía, porque más bien está "apagado".
¿Aún no se han enterado que ya hay una profesión que se ocupa de esto? Unos buenos profesionales sanitarios con amplios conocimientos de neurología, otorrinolaringología, lingüística, anatomofisiología, psicología y pedagogía, capacitados para evaluar, prevenir y para tratar, que si no pueden hacer esa función en el ámbito escolar es, simplemente, porque no les está permitido trabajar en las escuelas a menos que se titulen también en magisterio. ¿A quién me refiero? A los logopedas, por supuesto, ¿o acaso todavía creemos que el logopeda se ocupa hora tras hora de las R? Ya está bien de tanta desinformación y de tanto intrusismo. Espero sinceramente que esta "nueva carrera" nunca vea la luz por el bien de los pacientes.
Publicado por: Andreu Sauca | 05/12/2014 19:48:02
El cerebro no agota la mente humana, como los circuitos del ordenador no predicen el software que se le carga; como mucho, limitan el que funciona de forma aceptable, y hay que tener en cuenta que el cerebro puede desarrollar sus circuitos a demanda (por ejemplo, lo que iba a ser corteza auditivo pasa a ser visual en sordos congénitos no tratados, lo que muestra la función del estímulo en su conformación). Al final, la educación depende más de los aspectos subjetivos, desde una correcta educación en valores por los padres, la motivación del niño, el que no tenga conflictos que lo bloqueen y muy especialmente eso que puede hacer que un niño inteligente se mueva entre sus compañeros sin buscarse problemas y mejorando: la sabiduría práctica, eso que supongo que habrá aún psicólogos que buscan como expresarlo de forma matemática al estilo del test de Weschler, poniéndole como nombre a ese fin el de "inteligencia emocional", que queda muy moderno, cuando ya está inventado hace cerca de dos milenios y medio.
Publicado por: viaje_itaca | 02/01/2014 14:29:47
Ostras, me vas a dar la nochevieja...
Publicado por: gema | 31/12/2013 19:11:03
Aunque pensamos con palabras, el pensamiento se elabora a partir de las sensaciones y está muy condicionado por las emociones, por eso, además de palabras manejamos símbolos y utilizamos el Arte para expresar lo que no recogen las palabras; por eso, también, un olor, un sabor, una imagen o una palabra son capaces de evocar circunstancias, sensaciones y emociones que se produjeron en otro momento, y también de provocarlas. Todo ello sugiere un proceso holográfico de generación del pensamiento, un intento de síntesis de todo lo que se tiene y se recibe. Y si esto fuera cierto, si el funcionamiento de nuestro cerebro fuera holográfico, global, estaríamos cometiendo un gran error al mantener un sistema educativo que se basa en la disección y la disociación. En sentirnos separados de lo que nos rodea, yo y todo lo demás, y en sentirnos separados en nuestro interior, mi cuerpo y lo que pienso, que también está compartimentado.
http://www.otraspoliticas.com/educacion/hologramas
Publicado por: Enrique Sánchez | 29/12/2013 10:46:26
Investigaré sobre ello... Pero viendo un aula de un IES cualquiera, pensar en tener un neuroeducsdot al lado cuando no se alcanza a pagar la calefacción, se me hace tan de ciencia ficción.
Ojalá lleguen esos días.
Gracias por su blog
Publicado por: Yo | 26/12/2013 10:46:55