Tengo posibilidades de buscarme algún lío con este artículo, pero, como aborda un tema que me preocupa, prefiero evitar un cómodo silencio. Me propongo analizar el papel de las madres que últimamente se conocen en algunos círculos con el apelativo de supermamás. Es un término cuya ambigüedad solo disuelve la intención de quien lo usa, ya que puede entenderse como algo positivo o negativo. Lo uso aquí en un sentido negativo.
Sería un disparate discutir a estas alturas la inabarcable trascendencia del papel de las madres en la educación de los hijos; es decir, de todos nosotros. Y no solo en la educación, sino en nuestra manera de ser y nuestra digna supervivencia. Sin querer menoscabar el papel de los padres (entre los que me cuento), la vida tardaría tiempo en cobrar sentido, si es que llegara a alcanzarlo, si no tuviéramos a nuestro lado a esas mujeres, de cara entre sonriente y preocupada, a cuya voz uno puede tirarse por un barranco sin albergar la más mínima duda de ser rescatado entre sus brazos.
A poco que uno se fije con atención, de las madres se aprende hasta de sus defectos. Así que mi admiración general por ellas es infinita, pura envidia. En el libro Somos padres de un estudiante y necesitamos ayuda puse la siguiente dedicatoria: "A todas las madres, que ni en las peores circunstancias profesionales o vitales se olvidan jamás de pensar en cómo les irá a sus hijos en el colegio. Y a aquellos padres que se esfuerzan en ser madres".
La idea que resume lo que las madres (y los padres) ofrecen a sus hijos es, obviamente, amor, en toda la complejidad de la palabra. Pero, visto desde un punto de vista más cotidiano y operativo, los hijos sienten que sus madres les aportan seguridad, protección, tranquilidad, comodidad y un valor de referencia universal que se canaliza a través de un despliegue de generosidad, sacrificio y servicio en grado superlativo.
Suelo aplicar un test casero para intuir la madurez de un adolescente: ¿hasta qué punto valora a su madre por sí misma, por sus cualidades personales y su manera de ser, y no solo porque le resulta útil? Cuando el egocentrismo juvenil da paso a una situación en la que una madre, y también un padre, son vistos por sí mismos, además de por su función de progenitores, es cuando podemos dar por alcanzada buena parte de la maduración de los hijos.
Quizá una de las diferencias de matiz entre madres y padres consiste en el citado grado superlativo, en un nivel de incondicionalidad que se mantiene con el paso del tiempo. Con los matices que se quiera, se diría que un hijo o una hija puede ser para su madre una especie de bebito, aunque tenga 25 años.
Esto sucede de manera singular en el caso de las supermamás, término en el que solo incluyo a las que actúan como si creyeran que que su hijo o su hija no son capaces de afrontar la vida sin su superprotección, sin recibirlo todo mascadito. No me refiero en absoluto a la llamada superwoman, definible como la que tiene tiempo para todo, incluido aquello en lo que su pareja se escaquea. Y, evidentemente, excluyo a las madres que se dedican de forma intensiva a sus hijos a causa de sus condiciones específicas, como contó recientemente en este gran artículo Carmen Saavedra.
Todos sabemos por experiencia que el inmenso componente emocional del oficio de ser madre o padre lleva adherido el riesgo de ser alguna o muchas veces supermamá o superpapá: habría que tener un corazón de acero para estar completamente a salvo. Y rematemos este marco diciendo que me centro en ellas porque creo que hay más supermamás que superpapás.
Todos compartimos teóricamente la necesidad de que los hijos asuman, a medida que van creciendo, el control de sus vidas. Y, siendo generoso con las edades, eso incluye echar la ropa a lavar a los 12 años, hacerse el bocadillo a los 14, prepararse la maleta o gestionar su propio horario de estudio a los 16, y matricularse solito en la universidad o saber plancharse la ropa a los 18. Solo hay una manera de que asuman el control: que se lo cedamos gradualmente nosotros (salvo que nos lo quiten a las bravas). Y esta es la manera de promover una de las características que mejor nos definen como especie social: la capacidad de adaptación.
La supermamá se deja caer en la tentación de retrasar el traspaso de poderes, muchas veces con el claro objetivo de hacerle la vida más fácil (o incluso de proteger al hijo o la hija que consideran más débil, por el motivo que sea), pero sin darse cuenta de que esa vida fácil hoy puede conllevar mañana un aprendizaje exterior tardío y, por lo tanto, más duro y complicado.
¿Qué podrían llegar a perder los hijos que disfrutan del abnegado esfuerzo de una supermamá? Creo que algunas cosas importantes: frecuentes oportunidades de aprendizajes prácticos de todo tipo; capacidad para abordar y resolver problemas cotidianos; iniciativa y temple para afrontar situaciones difíciles; quizá incluso sentido de la responsabilidad y, consecuentemente, un desarrollo incipiente de su sentido moral. En definitiva, corren el riesgo de no alcanzar el nivel de autonomía personal esperable para su edad, maduran más lentamente en facetas importantes (no todas, claro), y quizá pierdan oportunidades para consolidar su autoconcepto.
No siempre la consecuencias son catastróficas, pero considero que las secuelas de la actuación sobreprotectora de las supermamás son más livianas cuanto más tempranas y ágiles sean las rectificaciones.
A partir de la adolescencia, nuestros hijos necesitan asimilar gradualmente el dipolo libertad-responsabilidad, y las madres y padres son esenciales para que ellos aprendan a moverse en él con una elasticidad y una autonomía personal que no dejen de acrecentarse, aunque ello ocasione el vértigo en los progenitores.
Ninguna supermamá retrasa ese proceso de maduración a sabiendas, obviamente. Mi impresión es que la mayoría de las supermamás no se consideran como tales: se ven a sí mismas como simples mamás que se esfuerzan en cumplir sus deberes lo mejor posible; a menudo, exactamente con idéntica entrega que vieron en sus propias madres. Esa es justamente una característica típica de las supermamás: que perpetúan el modelo (en realidad, la mayoría solemos perpetuar los modelos, pero, en mi opinión, este es muy inconveniente).
¿Cómo se puede detectar a una supermamá que no se autorreconoce? A mí me sirven intuitivamente frases como estas: “Yo es que lo quiero mucho”, “es todavía demasiado pequeño (o joven) para apañarse solo”, “es que conmigo lo hicieron y no me quedó ningún trauma”, “es que él no sabe hacerlo, ya aprenderá”, “es que no me cuesta nada hacérselo, e incluso me gusta”, “es que me cuesta menos hacerlo que explicárselo”, “es que no me atrevo a decirle que no”, “se lo hago, pero solo esta vez, a partir de ahora…”, “es que me gusta estar presente en su vida”, “ya tendrá tiempo de hacerlo solo”.
¿Es posible cambiar de la noche a la mañana? ¿Se puede pasar de ser una supermamá a propiciar decididamente la autonomía? Creo que es posible, pero no fácil; al menos no sin recibir una ayuda externa, de la pareja, de la familia o de los amigos. Se necesita una ayuda objetiva, pero sensible; de alguien que se muestre capaz de conciliar sutilmente el estímulo de cambio y la empatía, porque uno de los primeros sentimientos (erróneos, si se pueden calificar así) de la supermamá al intentar dejar de serlo es que está abandonando a su suerte a los hijos y, por lo tanto, en alguna medida les está fallando.
En el artículo La educación de una madre, Paz Cabero abordó, como autora invitada, el complejo proceso de transformación de mujer en madre, y en Cómo maleducar siendo imprescindible yo mismo planteé algunas recomendaciones para favorecer el proceso de autonomía personal. Las completo ahora de forma más concreta, casi aforística:
1. Enséñale a hacer, no se lo hagas. Sabemos que enseñar es más pesado que hacer, pero es lo que toca.
2. Ayúdale, no lo hagas en su lugar. Sabemos que tú sabes, pero esa no es la cuestión.
3. Supervisa, monitoriza, orienta, aconseja. Ni lo sustituyas ni lo abandones a su suerte.
4. Comenta y analiza lo que le salga mal, no se lo evites a toda costa. Al buen criterio de cada uno queda decidir en qué momento intervenir, siempre que ello favorezca el aprendizaje, porque se aprende más de los errores que de los aciertos (lo que no convierte el error en algo deseable: solo aprovechable).
5. No pierdas la ocasión de explicar las consecuencias de los actos: es un aprendizaje esencial para madurar. Esta es, en mi opinión, una de las pautas educativas primordiales, aunque a menudo es escamoteada con los hijos.
6. Si tienes la tentación de hacerlo tú, pregúntate primero: ¿Estaré siempre ahí para hacérselo o tendrá que aprender a hacerlo (ella o él) tarde o temprano? Si ya está a su alcance, ese es el momento, no lo aplaces.
7. Si te entran dudas sobre cómo actuar, déjate llevar de la mano por esta pregunta: ¿Qué le sería más útil para el futuro? La respuesta correcta corregirá, casi sin darte cuenta, cualquier sesgo sobreprotector.
Deliberadamente he dejado para el final el reconocimiento de la tremenda dificultad que conlleva para cualquier madre (o padre) dar un paso atrás para educar mejor a sus hijos. Pero esa es la más refinada sabiduría de los padres: quedarse quietos para que sus hijos sigan adelante.
POR CIERTO...
Si algunos lectoras y lectores echan de menos el análisis crítico de la figura masculina, me permito remitirles al anterior artículo ¿Es la educación cosa de hombres?
POR CIERTO (2)
Los próximos artículos de este blog serán a cargo del neurocientífico Francisco Mora, el próximo jueves 19 y el siguiente, 26 de diciembre. Después, una pausa navideña y volveremos el 13 de enero. Os deseo que las cosas os vayan lo mejor posible, incluso en las fiestas.
Hay 19 Comentarios
Hay que dejar a los niños que se equivoquen ellos mismos y sean lo suficientemente autonomos!
Publicado por: Montse Busquets | 21/04/2022 11:44:01
Hay que enseñar a los niños a ser autónomos, aunque esto supone que se equivoquen o tengan pequeños problemas. Esta es una difícil para los padres, pero es lo mejor para el desarrollo personal de los hijos y para su futura incorporación a la sociedad.
https://www.matesfacil.com/
Publicado por: Matesfacil | 28/08/2018 9:00:51
Un artículo genial, en nuestros centros ayudamos a que todo el proceso del niño sea mucho más llevadero y más divertido.
Publicado por: ana-Guarderias | 25/04/2014 13:32:34
@Vaya_diosas, yo no hago la casuística, considero más interesante si se pudiera analizar la estadística, porque la realidad es muy terca se gane el dinero que se gane. Y al igual que el sueldo medio es mayor a 2000 euros en (...), me lo detallen en percentiles de 5 y no de 25. Yo tambien soy maestro de infantil y primaria, profesor de secundaria, entrenador (...) y en orden cronológico, padre. Respecto a lo de padre, se es para toda la vida y no año a año ni contrato a contrato. la verguenza de la incompatibilidad de horarios no justifica el escaqueo general de los xy, quizas una mejor formación humanistica ayude a comprender a Fromm, pero insisto, 10 años y sólo aparecer ante los problemas no funciona siempre. Una birra a que se ponen las reuniones en horario entre semana de partido (veo que los bares se llenan de mujeres) y se mejora. Y hablo no de reuniones "de padres" sino "con los (dos) padres".
Publicado por: Iñigo | 17/01/2014 12:20:28
Magnífico artículo, nos quejamos de que los niños y niñas nos necesitan para todo y son incapaces de hacer cosas solos, pero ¿es un problema de los niños o de los padres?.
Por si os sirve de idea con mis hijos de 7 y 8 años algún domingo jugamos al juego de la "supervivencia", ellos tienen que preparase el desayuno, decidir la ropa según vayamos a salir o quedarnos en casa, hacer todas sus obligaciones sin que los padres les digamos nada, y funciona bien, la mayoría de veces.
Publicado por: El Páis de los Juguetes | 20/12/2013 15:08:18
Mom loves her baby
And daddy loves you too
http://www.youtube.com/watch?v=I-tOzGwAJq8
Publicado por: Pobre Noruego | 16/12/2013 23:32:01
Zuri, yo también pensaba lo mismo. Pero precisamente esas supermamás que trabajamos dentro y fuera de casa somos las que antes les independizamos en todos los sentidos. Mi madre también trabajaba y antes de los 24 (los cuatro con carrera) nos fuimos de casa, ninguno con sueldo fijo. Yo tengo 41 y el pequeño 32, así que no hace tanto.
En el cole, las profesoras nos dicen que antes se apunta una madre trabajadora a un bombardeo que una ama de casa: voluntarias para excursiones, hacer galletas, etc. Yo llevo a una vecina, hija de ama de casa, a extraescolares a las que no iría de no ser por mí, porque su madre está "ocupadísima".
Volviendo a la independencia, muchas madres amas de casa se niegan a tener hijos independientes, porque según crecen, necesitan justificaciones para seguir cómodamente en casa: casualmente, de bebés no duermen bien. Según crecen, no comen bien. En primaria y secundaria, los suyos nunca estudiarían una línea sin ellas y su abnegado sacrificio. Los profesores dicen que si van a estudiar con ellos la carrera.
En casa mis hijos (10, 8 y 5) tiene asignadas tareas diarias, de fin de semana y de vacaciones. Para mí lo que más me importa es que aprendan a cocinar. A limpiar un baño o a tender les enseñas en un rato. Cocinar es lo que más te independiza. Y, en otro plano, ser responsables de lo que hacen, o dejan de hacer, en el cole o en casa.
Lo releo todo y parece que exagero. Pues no. En los 70-80 nos criaban así, con exigencia, responsabilidades y autonomía, y no me parece nada extraordinario seguir el sentido común para educar a nuestros hijos. Por cierto, mi marido es corresponsable 100% de su educación y cuidados, como muchísimos padres. Ahora, chapó por los que les educan solos.
Publicado por: Astro | 16/12/2013 22:22:43
Vivo en Italia y aquí la supermamá es, simplemente, la "mamma". Tengo un amigo que afirma que las "mamme" son lo peor que les ha pasado a los italianos. Conozco casos de treintañeros cuyas madres les pelan la pera para que coman un poco de fruta, les esperan a la salida del trabajo con ropa planchada y tupper llenos de manjares y, no miento, les compran sin ningún pudor los calzoncillos. En cualquier caso, estoy completamente de acuerdo con la idea fundamental del artículo y, por echar un poco más de leña al fuego, en general tengo la sensación de que las supermamás son mucho más súper con los hijos que con las hijas. Y no me vengan con que somos todos iguales porque, aunque afortunadamente las cosas están cambiando en muchas familias, aún persisten roles muy difíciles de erradicar.
Publicado por: Lalla | 16/12/2013 21:46:55
También llamadas "madres coraje" van acrecentando el problema de afrontar la vida adulta, a pesar de su buena voluntad. 100% de acuerdo. ¡Qué alegría que haya gente que lo sepa ver!
Publicado por: Mask | 16/12/2013 21:46:50
@Iñigo: Sugiero que cuando hagas la casuística, incluyas la pregunta siguiente: “¿Quién gana más dinero en su familia? ¿El padre o la madre?”. Compara esas respuestas con el porcentaje de padres y madres que acuden a las reuniones del colegio y verás que el grupo que menos dinero gana es el que más acude. La razón es simple: Quien más gana tiene la responsabilidad de conservar su empleo y, por tanto, cuantas menos cosas afecten a su empleo – por ejemplo, reuniones de padres en horario laboral, que se pueden delegar perfectamente en tu pareja -, mejor. Podríamos empezar por poner las reuniones de padres en horario no laboral, por ejemplo. ¿Qué te juegas que los porcentajes cambiarían? Así que cuidado con lo que cada cifra representa antes de empezar a sacar conclusiones peregrinas. Y si no, pregúntale a los profesores a quién prefieren dirigirse cuando quieren ver un cambio de verdad en sus hijos… Mi esposa, profesora de secundaria, lo tiene claro: Al padre. Aunque no vaya a las reuniones. @jackydan: Cuidado con el amor incondicional, porque ese es el problema de las “supermamás”. El amor incondicional no educa. Y no educa porque lo consiente todo. De ahí su apelativo de “incondicional”. Sin condiciones. El amor incondicional tiene sus pros y sus contras, y para desarrollar personas equilibradas y completas, necesita el complemento del amor condicional: El amor paterno, tal como lo describe Eric Fromm. Un amor que esté sujeto a condiciones, a resultados, a comportamientos adecuados. Por eso la figura de “supermamá” apenas se da entre los hombres.
Publicado por: Vaya_diosas | 16/12/2013 18:01:57
El autor no ha tocado (...) el tema género de cómo se educa en función de ser hijo u hija. Tambien, peliagudo.
Publicado por: Iñigo | 16/12/2013 17:44:10
Ufff! como nos sentimos los "papas" heridos en nuestro orgullo!!. Menos mal que estoy curado en espanto.
Como bien señalado queda en un comentario, se trata del ROL "supermamá" que bien puede adquirir un hombre (pero que muy muy dificil es). Superpapas, poquitos y poquitas. ¿Casuistica en numeros simples?. La que queramos, pero en numeros grandes.... que pesimista soy. Pero que pesimista.
Preguntar a cualquier docente, a cualquiera, con cuantos papas se reunen, con cuantas mamas Y cuantos papas-mamas se molestan en preguntar fechas u horas para reunirse a la vez. EN TODA LA ETAPA EDUCATIVA OBLIGATORIA. Preguntad preguntad.
Publicado por: Iñigo | 16/12/2013 17:40:54
Os recomiendo una aplicación que nos ayuda con la educación de nuetros hijos:
http://www.littlehero.es
Publicado por: Jordi Gonzalez | 16/12/2013 17:11:31
Nos ha gustado tu artículo y lo compartimos en nuestra web sobre atención a la infancia
gracias!
www.centrotangram.com
Publicado por: CentroTangram | 16/12/2013 16:10:49
Excelente artículo. Antes de nada, como padre implicado al 50% en la educación de mis 3 hijas y en las tareas del hogar no me siento agredido por la connotación padre-madre, al no significar mas que la descripción del rol educativo tradicional de la "madre", independientemente del sexo de la persona que lo desempeñe.
En cuanto al fondo del artículo, estoy absolutamente de acuerdo con la perversidad del modelo supermama, que lo único que hace es impedir el desarrollo y enriquecimiento de las personitas que tenemos, de forma muy temporal, a nuestro cargo. Lo complejo es educar, siempre desde el amor incondicional, y permitirles equivocarse para que se doten (Ellos mismos, si, no nosotros) de las herramientas necesarias para que se conviertan en adultos autónomos y responsables y no se instalen perpetuamente en una adolescencia irresponsable como pasa en muchos casos.
J
Publicado por: jackydan | 16/12/2013 16:01:01
Con todos mis respetos pero este mismo reportaje lo llevo leyendo desde 1980..!! Feminista/racista, menospreciando a los papás e infravalorando a las mamás. Mucho me temo que usted ya lo sabía antes de publicarlo, tal como avisa en la primera línea; supongo que le han obligado a hacerlo. Ya que no creo que con su sentido y rigor periodístico (y ya me dejo las opiniones personales aparte), ha escrito algo muuuuy aburrido, tedioso al máximo, fuera y muy lejano de la realidad actual, lleno de "peloteos" sin sentido y de consejos aun mas "absurdos" a las mamás. La próxima vez que esté usted OBLIGADO a escribir algo así.., pida por favor no firmarlo, ya que su reputación periodística decrecerá a pasos agigantados. Un saludo
Publicado por: Miguel García | 16/12/2013 14:44:19
Logroño, iba a mencionar que los niños, niños son y que a mí me parece que lo que existe es todo lo contrario: se les exige cada vez más y más salir de la infancia para instalarse en una adolescencia perpétua que no beneficia a ninguna de las dos partes, pero caray, he leído las edades de los "pequeños" que propone el autor del artículo y me parece ridículo a más no poder... Mis hijos con edades que todavía se pueden contar con los dedos de las manos son responsables en el país en que vivo de todas esas cosas y más... Vamos, que ya no sé si mirar el calendario por ver si es 28 de Diciembre...
Publicado por: Superwoman | 16/12/2013 14:15:12
Resulta absolutamente lamentable la manera en que se desprecia y ningunea el papel del padre. Que el único buen padre sea aquel que también es madre, como si la madre fuera la referencia de todas las cosas. Pues yo creo que es buena madre la que es capaz también de ser padre. Igual de coja está una madre sin el padre que viceversa. Incluso peor. Sólo tiene que analizar qué familias son las que tienen mayores tasas de fracaso escolar y embarazo adolescente: Las casas en las que falta la figura paterna. Sea usted justo y dígalo con todas sus letras: Los siete puntos que presenta al final del artículo son el ABC de la forma masculina de educar. Es lo que todo padre lleva en su ADN de forma innata.
Publicado por: Vaya_diosas | 16/12/2013 12:47:08
Hola
Yo creia que el termino "super mama" era para definir a madres que trabajan en casa y fuera de Ella con todo lo que eso conlleva.
Solo commentar que las edades mencionadas en el articulo para echarse la ropa a lavar etc me parecen ya muy tardias. Mis hijas echan la ropa a la cesta de la ropa sucia desde que tienen uso de razon, creo que no hay una edad prescrita para aprender , depende del niño y el esfuerzo del Los padres se consigue establecer habitos antes o mas tarde.
Zuzu
Publicado por: Zuri | 16/12/2013 10:19:42