En tiempos como estos, en los que asumir un compromiso y tener la intención de incumplirlo vienen a ser lo mismo, pocas frases hay tan perspicaces como la de Napoleón, cuando dijo que “el único medio de mantener la palabra dada es no darla nunca”. Resulta cínica, pero contiene mucho más sentido del honor del que se estila ahora. Me acuerdo del emperador francés cada vez que oigo esa tontería de “Año nuevo, vida nueva”, en la que todos hemos incurrido, por lo general acompañada de nuevas promesas que ya son antiguallas a los cinco minutos de ser formuladas. Debo reconocer que, con la excepción de este artículo de Antonio Muñoz Molina, cuando oigo o leo propósitos de año nuevo me entra la risa, y ahora diré por qué.
Me propongo analizar para qué no sirven y para qué sí sirven esas grandes promesas, por qué no suelen ser operativas y qué alternativas hay, especialmente para los estudiantes.
¿Para qué no sirven?
Lo normal es que no sirvan directamente para nada práctico, porque no ayudan a cambiar a mejor. Pienso que ni siquiera sirven como anestesiante de conciencia, porque sus efectos duran menos que una promesa política (ya hay que renovar el viejo dicho del bizcocho en la puerta del colegio).
¿Para qué sirven?
1. Para expresar deseos (o sueños).
2. Para reconocer errores (o insatisfacciones).
3. Para abominar de las rutinas (y las servidumbres).
4. Para hacer balances (negativos).
5. A veces, para acallar a los demás (o a uno mismo).
¿Por qué no son operativas?
1. Porque suelen ir contra nuestra verdadera manera de ser, manifestada generosamente a lo largo del periodo de tiempo que supuestamente cerramos cada 31 de diciembre.
2. Porque suelen ser exclusivamente racionales o exclusivamente emocionales, pero raramente combinan con habilidad ambos factores.
3. Porque no son realistas, ya que solo determinan fines, pero olvidan los medios, con lo que se convierten en abstracciones.
4. Porque son genéricas y ambiciosas, pero no concretan ni hitos, ni plazos ni metas, con lo que se transforman en auténticos ochomiles psicológicos.
5. Porque suelen ser inducidas por otras personas o impuestas por las circunstancias, pero no elegidas ni definidas (más o menos) libremente por uno mismo.
6. Porque no incluyen el análisis de fracasos o dilaciones anteriores, lo que multiplica las posibilidades de repetirlos.
7. Porque ponen el foco exclusivamente en la obligación y apartan la mirada de los beneficios consiguientes, con lo que el factor motivador se diluye.
8. Porque no se formulan por escrito.
9. Porque no se formulan ante testigos serios y de referencia.
10. Porque suelen ser demasiado numerosas.
¿Qué alternativas hay, especialmente para los jóvenes estudiantes, habida cuenta el panorama descrito? En otros artículos he sugerido algunas pautas para orientar los procesos de cambio, como en El fin de curso ya está ahí y en Empieza el curso conjugando 9 verbos (o mejor 10). A todo ello añado ahora las siguientes recomendaciones generales:
1. No formules propósitos de año nuevo ni heroicas promesas de temporada. Limítate a tomar decisiones que puedas llevar a la práctica pronto (que no es poco).
2. Márcate pocos objetivos de cambio, pero con convicción. Que quepan en los dedos de una mano y sobre alguno. Son suficientes. No olvides esto: todo a la vez es nada por el momento.
3. Incluye un solo objetivo importante, esencial, que requiera esfuerzo y tenga consecuencias notables. Por ejemplo: cambiaré de actitud en clase, seré receptivo a las críticas constructivas, aprenderé a estudiar con un horario personal y lo cumpliré cada día, me esforzaré en ser más organizado, veré mis series preferidas en inglés aunque me cueste o mejoraré mi capacidad de diálogo con mis padres.
4. Déjate aconsejar por las personas que te quieren bien, no te sientas intimidado por hablar con ellos sobre tus decisiones de cambio.
5. Acompaña ese gran objetivo de otros que constituyan metas asequibles, que no parezcan lejanos o imposibles. La idea es que experimentes permanentemente la sensación de avanzar, de evolucionar, de mejorar. Si tienes metas alcanzables, tendrás pronto los primeros éxitos. Y eso impulsará definitivamente tu nivel de motivación interna, porque nada motiva más que el éxito.
6. No hagas promesas porque “debería ser así” o porque queda bien. ¿Puedes comprometerte? Si no es así, no hagas promesas para salir del paso o tranquilizarte la conciencia. El efecto de las promesas incumplidas es venenoso.
7. Si te marcas objetivos en los que has fracasado antes, no hagas lo mismo que antes. Decía Einstein que es de locos hacer lo mismo y esperar algo distinto. Si retomas viejos objetivos, sé analítico y piensa primero en las causas de que no los alcanzaras en anteriores ocasiones.
8. Empieza pronto, no lo dejes para después del verano o el tercer trimestre. Ni siquiera para el próximo lunes.
9. Cuando empieces a notar las consecuencias, trata de disfrutarlas y beneficiarte de ellas al máximo. Afianza tu camino viendo gustosamente los hitos por donde pasas.
10. El último es un consejo paradójico para esta época: a partir de ahora, olvídate del año nuevo y concéntrate en el resto del año. Desestacionaliza tus decisiones de mejora.
Hay 4 Comentarios
Es bueno proponerse nuevas metas para mejorar, pero deben ir acompañadas de un esfuerzo y constancia para lograrlas.
Publicado por: Matesfacil | 20/08/2018 12:44:47
Excelente!!! el mejor análisis que he visto sobre porque no funcionan los propósitos de año nuevo! no solo le sirve a los estudiantes, nos sirve a todos.. me ha sido de una gran utilidad, no imagina el autor cuánta, muchas gracias por escribirlo
Publicado por: Gloria | 16/01/2014 1:39:48
Pues yo debo ser diferente pero yo al nuevo año nunca le pido nada, salvo salud http://xurl.es/9ik46
Publicado por: Eva | 13/01/2014 10:53:37
Revuelta en Burgos; una lectura de clase: http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2014/01/revuelta-en-burgos-una-lectura-de-clase_13.html
Publicado por: Marat | 13/01/2014 9:34:47