Los exámenes no deberían ser lo más importante del proceso educativo, pero lo son. Es el papel que le conceden la Administración, la mayoría de los profesores y la sociedad en general. En consecuencia, eso acaban pensando las familias de los estudiantes y ellos mismos. Pero, salvo en microentornos de excelencia estudiantil, la educación suele derrapar cuando los exámenes son lo único que importa. Y es que tienen el mismo problema que los venenos: la dosis.
No pretendo desacreditarlos más de la cuenta, porque pienso que, en su justa medida, son un instrumento útil (a veces, solo un mal menor), pero abusamos de ellos y les concedemos un protagonismo excesivo en menoscabo de estrategias e instrumentos más complejos, pero más adaptados a la vida real y a la mente de nuestros chicos y chicas. Algunos expertos, como Sebastián Barajas en este artículo, van más allá y los consideran totalmente inadecuados para los objetivos de la educación.
En todo caso, esto es lo que hay y estamos donde estamos. Así que, en el contexto de esta serie sobre el método de estudio que hoy termina, lo lógico es que (aunque ya haya abordado el tema en este blog), me centre ahora en ofrecer recomendaciones prácticas para la situación que los estudiantes vivís a diario y no en dibujar un panorama idílico que aún queda lejos de nuestro alcance.
Sobre la evaluación, quizá merezca la pena que tengas una visión algo más compleja que aquella que la limita a ser un sinónimo de nota, porque una evaluación bien hecha debería servir para esto:
1. Comprobar tu situación de partida.
2. Proponer objetivos de aprendizaje en un tiempo determinado.
3. Analizar y medir tu evolución (conocimientos, destrezas, actitudes, valores).
4. Compararlos con el nivel que se había establecido como objetivo.
5. Sacar conclusiones sobre tus carencias y sobre cómo podrías mejorar.
6. Proponer los cambios necesarios para que alcances el nivel necesario.
7. Comprobar de nuevo tu grado de consecución de objetivos y proponer nuevas medidas.
En el fondo, los exámenes solo forman parte de la fase 3 y no de forma exclusiva (también hay otras maneras de hacer lo mismo). Lo más probable es que ese despliegue evaluativo descrito en siete puntos a ti te llegue reducido si acaso a dos o tres. Pero no está mal que lo tengas en la mente por si te resulta inspirador, aunque solo sea intuitivamente.
En todo caso, parece claro que una situación de examen suele ser un considerable desafío no solo intelectual, sino también psicológico, emocional, organizativo y físico. Así que articularemos estas 40 recomendaciones en cinco apartados:
1. Pautas generales.
2. Información previa.
3. Preparación.
4. Realización.
5. Evaluación y autoevaluación.
Pautas generales
1. El examen comienza el primer día de curso. Es entonces cuando recibes las primeras informaciones que deberían influir en tu manera de prepararlo. Pero, además, tu actitud inicial marca la manera de abordar la materia, lo que forja tu imagen ante el profesor (que casualmente es el que evalúa).
2. Prepararse bien no es darse un palizón los últimos días. El palizón de última hora, más que una actitud responsable, demuestra un fracaso organizativo y de planificación. Es bueno que los días previos mantengas cierta normalidad en cuanto a descanso, sueño, alimentación, etc.
3. Necesitas tranquilidad, no autosuficiencia. En un contexto de serenidad básica, es bueno tener cierta tensión positiva, sin llegar al desbordamiento, el pánico o el bloqueo.
4. El miedo al fracaso atrae al fracaso. ¿Cómo se evita? Trabajando con anticipación y con un buen método de estudio.
5. Los estimulantes son desaconsejables. No aportan conocimiento, solo aplazan el cansancio. Nada dan que no dé una buena planificación.
Información previa
Debes conocer de antemano ciertas informaciones elementales, preguntando a anteriores alumnos del curso o al mismo profesor.
1. Qué tipo de examen se prevé (de respuesta larga, de respuesta corta, prueba objetiva, comentario de texto, ejercicios…) y qué exámenes solía poner otros años el profesor.
2. Cuántas preguntas habrá.
3. Qué criterios de corrección seguirá, si los hay en particular: ¿puntúan los ejercicios más que las preguntas teóricas? ¿puntúan todas por igual? ¿penalizan la ortografía y los errores de expresión? ¿valora más la expresión personal o la reproducción literal? ¿penalizan los fallos aritméticos si el razonamiento es correcto?
4. Si penalizan o no las respuestas erróneas.
5. Cuál es el tiempo disponible.
6. Cuál es el material necesario (tablas, calculadora, diccionarios, etc.).
7. Si está permitido o no usar libros, apuntes, etc.
Preparación
1. Prepara los exámenes repasando tu documento personal de estudio, no estudiando de nuevas.
2. Haz un calendario de repasos, especialmente para los exámenes complicados. A más dificultad, más repasos.
3. No dejes las dudas para el último día.
4. Intercambia opiniones con algún compañero (tú sabes quiénes son los más fiables) para objetivar tus expectativas sobre cómo será el examen. Te aseguro que imaginar qué preguntas caerán es un buen entrenamiento mental: equivale a la visualización previa que hacen los deportistas para mejorar su prestación.
5. Si el tiempo te desborda y no puedes prepararte, no lo abarques todo a medias, concéntrate en los temas esenciales.
6. El penúltimo paso será echar una mirada de refresco al documento personal de estudio antes de irte a la cama. Esa última mirada, más visual que conceptual, es importante por dos motivos: favorecer el recuerdo y ganar tranquilidad.
7. Un paso más: los preparativos materiales (¡dos bolígrafos!) jamás deben dejarse para la mañana del examen. Todo debe quedar perfectamente preparado la noche anterior, ropa incluida.
8. Y un añadido sarcástico: ¿De verdad crees que te conviene estudiar desesperadamente mientras caminas por la calle a falta de 15 o 20 minutos para examinarte? No creo que eso ayude gran cosa, más allá de tranquilizarte la conciencia.
Realización
1. Lo primero es llegar a tiempo. O mejor antes de tiempo, para ubicarte con tranquilidad, respirar, relajarte en la silla y sacar el material. Si charlas con los compañeros, mejor hacerlo relajadamente sobre el mar y los peces, rehuyendo conversaciones tensionantes.
2. Cuando el profesor reparta las hojas, tú no puedes estar perdiendo el tiempo colocando las cosas. Debes estar listo para arrancar instantáneamente.
3. Comprueba que tienes el examen completo y escucha atentamente las explicaciones o aclaraciones del profesor. Es obvio, pero es crucial.
4. Tres preguntas básicas:¿Puntúan todas las preguntas por igual o no? ¿Penalizan los errores? ¿Cuál es el tiempo disponible?
5. Identifica todas las hojas que vayas a usar (entregadas por el profesor o tuyas) con toda la identificación requerida. Una hoja sin identificar es muy irritante para el profesor.
6. Echa una mirada rápida a todos los enunciados con tres objetivos: tranquilizarte al comprobar que conoces las respuestas o descartar preguntas que ya consideres imposibles; calibrar la dificultad y el tiempo necesario; y dejar que el cerebro vaya recuperando la información al focalizarse en las preguntas y olvidar lo que ya no es materia de examen.
7. Disponiendo de la información sobre cuánto tiempo tienes, cuántas y qué tipo de preguntas son, haz cálculos de aproximación para controlar tu ritmo. Para un tiempo de una hora, un reparto prudente es: exploración (5 minutos), respuestas (45) y margen de seguridad para las preguntas que se te han atragantado y necesitas revisar (10). Si es más de una hora, modifica la distribución en consonancia. No se trata de ponerse a hacer cálculos complicados, sino aproximaciones intuitivas que permitan ir sobre seguro y mantener una tensión eficaz para hacer el examen.
8. Empieza a contestar. ¿Con qué criterio decides el orden? Desde luego, no con el de la numeración de las preguntas, sino con el de rentabilidad de puntos y tiempo.
9. Antes de contestar, lee el enunciado dos veces para asegurarte de que no lo malinterpretas. En situaciones de tensión, a veces entendemos lo que queremos entender.
10. Si no entiendes perfectamente la pregunta, pregunta al profesor.
11. Si te atascas en una pregunta, no te eternices, pasa a la siguiente. Ya volverás.
12. Si te sientes desbordado por los nervios, para de inmediato. Levanta el bolígrafo y gasta dos o tres minutos en respirar, relajarte y darte ánimos.
13. La prisa es, junto a los nervios, una gran enemiga de los exámenes. Jamás entregues el primero. No te van a medir por lo rápido que seas, sino por lo bien que contestes. Entregar antes de estar obligado es malgastar la posibilidad de perfeccionar la respuesta; es decir, perder puntos.
14. En las materias científicas como Matemáticas, Física o Química es inexcusable revisar fórmulas, cálculos y unidades. En idiomas extranjeros la revisión ortográfica y gramatical también es imprescindible.
15. Hablar con compañeros durante el examen es jugar a la ruleta rusa.
16. Copiar en los exámenes es un truco de listos si es algo ocasional para solventar un lapsus, pero se convierte en un vicio de listillos cuando es lo habitual: pensar que los profesores no notan nada al corregir o que no hay riesgo de ser pillado in fraganti es toda una ingenuidad.
Evaluación y autoevaluación
A veces nos quejamos de que la corrección de los exámenes es fría y se reduce a una nota. Es verdad. Pero si a los profesores debe exigírseles que el examen no lo sea todo, aplícate el cuento y toma cada examen corregido como un documento que te da pistas para tomar tus propias decisiones de mejora.
1. Revisa la corrección del profesor. En primer lugar, para ver si ha cometido algún error de valoración de preguntas. Si fuera el caso, pídele de forma correcta que te lo revise.
2. Si hay algún criterio de corrección que no entiendes, pregúntale. Aparte de sacarte de dudas sobre el caso, te puede servir de ayuda para futuros exámenes.
3. Toma nota de los errores que has cometido. Si son de contenido, para reaprender lo que habías aprendido mal. Si son de procedimiento, de manera de hacer las cosas, para mejorar tu propio proceso de estudio. De los errores que tienen consecuencias se aprende más que de los aciertos.
4. A tenor de la corrección del profesor, intenta captar sus preferencias, sus tendencias y su manera de entender la materia. Una corrección dice mucho del corrector, no solo del corregido.
Los artículos sobre el método de estudio son:
1. El método de estudio: pínchalo en tu tablón de corcho.
2. Aprovechar o no 20.000 horas de clase, esa es la cuestión.
3. ¿Tomar apuntes o copiarle al profesor hasta los estornudos?
4. Conoce a tu profesor como a ti mismo (o casi).
5. ¿En tu habitación o en la mía?
6. El horario de estudio como antídoto de la desmotivación.
7. Tres maneras de leer para estudiar mejor.
8. El subrayado, un arte en el que menos es más.
9. En síntesis, tu documento personal de estudio.
10. El sobresaliente te espera entre mapas, esquemas y resúmenes.
11. La memorización y la "burocracia del aprobado".
12. El repaso, una herramienta definitiva contra el olvido.
13. Los exámenes en 40 pautas.
Este artículo cierra la serie sobre el método de estudio.
Hay 10 Comentarios
Una excelente serie de artículos sobre el método de estudio.
Muchas gracias.
Publicado por: Entrenador personal Ibiza | 17/04/2023 18:36:21
Lo más importante es llevar las asignaturas al día desde el comienzo. Sobre todo, las matemáticas.
https://www.problemasyecuaciones.com/
Publicado por: Fracción Irreductible | 01/09/2018 9:41:33
Muy buenos consejos sin duda.
Personalmente, estoy a favor de los exámenes, pero no como una forma de aprendizaje como dicen algunos, sino como una forma de evaluación.
Publicado por: Matesfacil | 10/08/2018 13:05:50
http://educaop.com/ esta página es un blog donde puedes ayudar a personas creando entradas en forma de cursos... como tutoriales sobre alguna materia o tema en específico
Publicado por: luar | 13/12/2016 10:25:01
La verdad es que para todo es necesario una preparación y lógicamente cuando ésta se realiza concienzudamente y con tiempo los resultas de esta preparación siempre suelen positivos. Es decir, implicarse en la actividad que se realiza desde el principio siempre hará más fácil el camino a recorrer.
Publicado por: Blog de educación | 10/06/2016 12:21:12
Muy buenas observaciones
Publicado por: blog | 23/07/2014 8:16:58
Muchas gracias por la serie. Está muy bien explicada la manera en la que un ya buen estudiante puede mejorar. Aunque creo que en la educación hay un 'elefante en la habitación', que por engorroso de abordar, se deja de lado, alegando que pertenece a otros ámbitos. Me refiero a que en una gran parte de casos de mal rendimiento académico, las disfuncionalidades de la familia son el ingrediente esencial. Implicar a los padres en la educación, dar pautas de comunicación y apoyo mutuo debiera ser también parte del sistema educativo.
Muchas gracias y muchas felicidades por su excelente blog.
Publicado por: Fernando | 14/07/2014 14:18:36
Los exámenes solo tienen sentido en el contexto del modelo “tradicional” educativo que tenemos hoy en día vigente. Damos por hecho que han de existir exámenes, parece que siempre ha sido así, y nadie se hace la pregunta que un científico se haría: ¿por qué hay exámenes? Estos no nacieron junto con el Big Bang ni están escritos en las Tablas de la Ley que Dios entregó a Moisés, ni el Budha habla en sus discursos de ellos. Por lo tanto, en algún lugar y momento del tiempo aparecieron y seguro que en su día tuvieron sentido. Este momento del tiempo es la edad media y el lugar es un monasterio, en el que hay un solo libro hecho a mano y escrito en latín (la Biblia), un monje que sabe leer y varios aspirantes a monje, que no saben leer ni hablar en latín. En este contexto, leer el libro en voz alta (lecture, lectio) y exigir la memorización del contenido (verdad revelada sin opción a la critica) comprobando el grado de memorización adquirido, tiene sentido. La clase magistral, la memorización y el examen tienen sus raíces en la edad media y en el ámbito monacal. Por circunstancias bien curiosas han sobrevivido hasta nuestra sociedad, abierta , libre, tecnológica y avanzada del siglo XXI. Nuestra mente tiene una muy escasa capacidad de retener información escuchando y no mucho mayor leyendo (“empollando”). El examen mide esta baja capacidad, temporal y limitada. Todo lo que tratamos de memorizar “empollando” lo vamos a olvidar. En la vida profesional real no hay exámenes. Desde que salí de la Universidad no he vuelto a hacer un solo examen, por suerte!. ¿No es raro?. Si fueran útiles e importantes, ¿no los deberíamos encontrar constantemente en la vida real? Cualquiera que defienda la bondad de los exámenes, esta inmerso en el “modelo tradicional” “Thinking inside the box”. Es una opción. La verdad es que sirven de bien poco desde el punto de vista del aprendizaje, y para muchas personas son un drama de angustias, decepciones y pérdida de tiempo. Pero es el sistema y este se resiste a cambiar. Las creencias son mucho mas poderosas que la evidencia empírica. La Biblia sigue ejerciendo un efecto muy poderoso sobre la educación.
http://mariaacaso.blogspot.com.es/2014/06/2014-dopamina-empoderamiento-y.html
Publicado por: Sebastian Barajas | 20/06/2014 11:43:45
Muy buen recopilatorio del las mejores prácticas para enfrentarse a los exámenes!... hubiera gustado tenerlas todas en cuenta cuando "fracasé" durante mis estudios de FP http://formacionprofesional.com.es/ en un examen por una obviedad tan fácilmente evitable como no leer el examen por delante y por detrás antes de darlo por finalizado: por una casualidad de aquellas que nunca antes había experiementado, había 2 preguntas del examen en la parte de detrás de la hoja de enunciados, de forma que parecia que el examen acbaba en sólo una cara pero no era así: el examen tenía 2 caras, aun que sólo 2 preguntas pasaban a la segunda cara, de manera que no lo parecía en realidad...el resultado fué que aprobé pero necesitaba una nota mayor para conseguir los objetivos que me proponía y no conseguí la titulación a la que optaba. De estas cosas también se aprende!
Publicado por: Javier | 17/06/2014 18:33:56
Aprobar los exámenes necesarios para obtener un título no garantiza en absoluto que se tengan las destrezas que dicho título avala. Al aislar lo aprendido de la realidad en la que debe aplicarse, al resolver situaciones ficticias en vez de problemas auténticos, se fabrican muchos ingenieros de salón y muy pocos mecánicos de élite.
Este es el resultado de parcelar el conocimiento desglosándolo en temas y asignaturas, en piezas prefabricadas cuyo dominio se mide por separado; empleando para ello útiles y unidades de medida normalizadas. Los útiles son los exámenes y las unidades el número de respuestas acertadas. Y este número presuntamente indica la cantidad de saber que se posee, la parcela del currículo que se domina. Ello permite, además, comparar los resultados y colocar a cada cual en su casilla, de forma que todos ocupen el lugar que les corresponde.
http://www.otraspoliticas.com/educacion/examenes
Publicado por: Otraspoliticas | 16/06/2014 14:56:07