Querido lector:
Todo llega a su fin y este blog no es la excepción.
Lo primero que quiero es darte las gracias muy cariñosamente por haberme permitido colarme en tu vida durante 501 días, desde el 12 de febrero de 2013. Han sido desde entonces 136 artículos, de los cuales 63 han estado a cargo de autores invitados. Como no puedo adivinar qué huella te hayan podido dejar, espero y deseo que al menos te hayan reconfirmado un principio básico: que todos debemos esforzarnos, de forma específica y sostenida, para educar a nuestros niños y jóvenes. No solo el resto del mundo, sino cada uno de nosotros, en primer lugar, nos toque el papel que nos toque. Solo así estaremos en condiciones morales de exigir a los demás, empezando por nuestros propios hijos e hijas. Eso es algo que no siempre cumplimos.
Supongo que algunos os preguntaréis por qué termino aquí. Evitaré suspicacias asegurando que se ha debido estrictamente a mi propia decisión, que tomé in pectore a principios de año (si bien es cierto que unos meses después de tomarla conocí que el periódico estaba replanteando el tema general de los blogs). Desde que Vicente Jiménez, ex director adjunto, me ofreció publicar el blog en EL PAÍS, la acogida ha sido espléndida en todo momento, incluyendo a Lola Huete, responsable de blogs durante ese tiempo, y a Natalia Marcos, siempre dispuesta a sacarme de apuros técnicos. Si Ayuda al Estudiante ha podido llegar a miles de lectores ha sido gracias al periódico (que hace tiempo fue mi casa durante una década). Así que solo tengo palabras de agradecimiento, porque no es nada fácil (y seguirá sin serlo) que los medios acojan propuestas educativas en las que el ingrediente político está tan en segundo o tercer plano como lo ha estado en este blog.
He decidido abordar nuevos proyectos que no me dejarían dedicarle al blog el tiempo que requiere. Prefiero dejarlo con dignidad antes que hacerlo de cualquier manera y provocar su degradación o su prolongación en vida vegetativa. De hecho, en la última frase de este post, que iniciaba hace más de cuatro meses la serie sobre el método de estudio, ya anticipaba un poco crípticamente que se acercaba el final.
Aprendí de niño que es de bien nacidos ser agradecidos. Así que dejo constancia, una vez más, de mi extraordinario agradecimiento a los lectores, especialmente a los reincidentes. No imaginaba que serían tantos, porque siempre he sospechado que en la sociedad y en el entorno político se habla de la importancia de la educación más como proclamación retórica que por interés real. De ahí mi sincera sorpresa por la buena acogida que tuvo el blog entre los lectores. Tenía mis serias dudas.
Muchas gracias a los centenares de lectores que se molestaron en dejar comentarios semana a semana. En todos ellos se observaba un interés sincero, cuando no una auténtica pasión por la educación, y me enorgullece haberlos tenido como lectores. Algunos de ellos provocaron incluso que les pidiera un artículo para publicar en el blog. A estos, gracias por partida doble.
En cuanto a los autores invitados, a quienes se debe el 46% de los artículos publicados a lo largo de este casi año y medio, mi nivel de agradecimiento se dispara. Algunos tenían gran prestigio y experiencia en publicación de artículos y libros, y otros no. Pero todos ellos reaccionaron encantadísimos a mis propuestas de publicación. Como es complicado hacerlo individualmente, quiero expresarles desde aquí mi admiración, e incluso mi más entusiasta envidia intelectual: me hubiera gustado ser yo quien escribiera sus artículos. Pero me alegro mucho de que hayan sido ellos.
Quiero dar las gracias a todos mis profesores, especialmente a la mayor fuente de inspiración en toda mi vida educativa, Joaquín Plans, ya fallecido, a quien dediqué un artículo hace un año, y a la maestra que me enseñó a leer en su pequeña aula, doña Ramona. Aún vive, y me acuerdo inexorablemente de ella cada día, cada vez que tengo un libro entre las manos. También gracias a muchísimos de mis compañeros, singularmente los maestros de la educación pública Juana Madrid y Abilio Ruiz, de quienes tanto he aprendido.
Mi madre, Paula Jiménez, maestra de Infantil recientemente fallecida, me enseñó día a día, año a año, que el verdadero termómetro de las sociedades (y las personas) civilizadas es el respeto y agradecimiento a sus profesores. Así lo pienso, más allá de los muchos errores que puedan cometer cada día en su trabajo, por los que, naturalmente, no están libres de cualquier crítica profesional, por profunda que sea. Es más, por mi cuenta y riesgo he llegado al convencimiento de que, sobre la valoración que cada sociedad hace en el fondo de sí misma, no es fácil encontrar mejores indicadores que el aprecio y la valoración que otorga a sus profesores. Gran parte de las demás ostentaciones patrióticas son meros juegos florales.
Por último, no puedo dejar de dar las gracias a todos esos chicos y chicas a los que, en alguna medida, he contribuido a educar. Creo que, en realidad, ellos me han educado a mí.
NOTA DE LOCALIZACIÓN
Quizá parezca algo a contracorriente, y lo es, sobre todo después de la ejemplar exhibición de poderío realizada por Podemos en las pasadas elecciones, pero he decidido suspender mi presencia activa en las redes sociales. Ello, a pesar de lo muchísimo que agradezco su interés a quienes me han seguido hasta aquí. Ahora, mi dirección de contacto pasa a ser solo [email protected].