Si hay un hombre con carisma en la Bundesliga, ese es Jürgen Klopp, el actual entrenador del Borussia de Dortmund. Carisma dentro y fuera del campo, en los estudios de televisión, en las celebraciones y las derrotas. Es joven (46 años) y parece joven. Gusta de colocarse en un plano de igualdad o, en todo caso, de cercanía con sus jugadores, aunque es exactamente lo contrario de un jefe blando.
Salvo en competiciones europeas, dirige desde el banquillo con chándal, deportivas y una gorra de visera que es casi tanto como una marca personal. Sus berrinches en la banda alcanzan a veces proporciones titánicas. Cuando le preguntan al respecto, responde que vive los lances del juego con tal tensión que no se percibe a sí mismo. Ya por euforia, ya por ira, tiene una manera de apretar los dientes que asustaría a un perro. Suele desfogarse en los oídos del cuarto árbitro, a quien grita nariz con nariz mientras lanza gruesos exabruptos. Con una excepción. Ante la árbitra Bibiana Steinhaus se refrena. Le puede entonces su parte amable, familiar, de hombre casado en segundas nupcias, con hijos. Hay quien dice que los partidos de fútbol serían mucho más pacíficos si fueran arbitrados por mujeres.
No menos espectaculares son las acometidas de júbilo de Jürgen Klopp. Los aficionados del Málaga recordarán con pena el gol durante el periodo de descuento que supuso la eliminación de su equipo y la clasificación del Borussia para la semifinal de la última Liga de Campeones. Entrevistado al término del partido, Klopp comparó el instante del referido gol con una descarga de placer similar a un orgasmo.
Pero, ojo, tras la máscara del hombre incapaz de gobernar sus impulsos, hay inteligencia, hay dotes de organización, hay cálculo.
Se aprecian en Klopp al menos cuatro grados distintos de intensidad en las celebraciones, según la entidad del adversario y la relevancia del encuentro. El grado más suave consiste en acercarse a la banda, traspasarla un poco mientras aplaude, asiente con la cabeza o muestra un pulgar hacia arriba. Un grado superior de alegría implica dientes apretados y veloces movimientos de sierra con el brazo. Si lo acomete una súbita embestida emocional (a consecuencia de un gol decisivo, por ejemplo), arrea una tanda feroz de puñetazos al aire. Está por último el apogeo jubiloso que lo lleva a correr desalado y arrojarse al revoltillo festejador de jugadores lo mismo que se arrojaría a un estanque infestado de caimanes. Los aficionados del Borussia lo adoran por ello.
En cuanto termina el partido, cambia de personalidad. Ante los micrófonos aparece un hombre sonriente, propenso a las bromas. En su honor hay que decir que domina como pocos la comunicación oral. Sosegadamente razona sus decepciones, saborea sus triunfos sin arrogancia, reconoce méritos ajenos, evita insultos. Tiene, no obstante, una lengua afilada, idónea para provocar, y es muy dado a los modos campechanos y a los giros populares. Por dicha causa los borussianos lo sienten, aunque él provenga del Sur, como uno de los suyos. Frente a los equipos alemanes de alto copete, principalmente el Hamburgo y el Bayern, el Borussia de Dortmund, con su raigambre minera y proletaria, forma parte del racimo de equipos representativos de la Cuenca del Ruhr.
Quienes conocen bien a Klopp afirman que nació para entrenar. Durante largos años fue un mediocre jugador del Mainz 05 en Segunda División. Compañeros de entonces lo describen como al típico bocazas que está todo el partido mandando y chillando a los suyos. Jugaba como quien entrena. De hecho, pasó directamente de jugador a entrenador del equipo.
Klopp posee una formación técnica de alto nivel. Es, además, un excelente comunicador. En el recuerdo de los aficionados alemanes siguen vivos sus comentarios para la segunda cadena pública de televisión, de los encuentros del Mundial de 2006 y la Eurocopa de 2008. Causaban sensación sus explicaciones transmitidas con ayuda de un lápiz electrónico. Este año, Klopp concita la principal esperanza, por no decir la única, de que el Bayern de Múnich no arramble con todos los títulos. Su triunfo reciente en la Supercopa contra el poderoso y adinerado rival bávaro abona la contingencia de una competición no sentenciada de antemano.
Hay 7 Comentarios
Excelente artículo y todo un gustazo poder leer por fin algo de fútbol alemán escrito por un experto en la materia. Justamente ayer lo expulsaron en Nápoles por casi comerse al cuarto árbitro. Creo que en Europa debería ir con más cuidado ya que en Alemania al conocerle los árbitros no son tan estrictos con él. Estoy deseando leer la siguiente entrega. Gracias.
Publicado por: Mitternacht | 20/09/2013 0:50:26
Me encanta Klopp. Y me gusta la idea se estos artículos, es bastante más interesante la Bundesliga que la liga española, cada día más devaluada y mal gestionada
Publicado por: Sab | 20/08/2013 17:56:46
A mi me cae bien este tio, tanta serierdad en el campo no es bueno, al fin, es un deporte de equipo y hay que divertirse :)
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Publicado por: Alexa | 20/08/2013 11:44:31
Si un buen tio,estuvo en Lippstadt de maestro,fué maestro de un hijo mio,excelente persona vive en Hannover,y desde aquí le mando un saludo.
Publicado por: Mateo | 19/08/2013 18:56:31
Enhorabuena por esta iniciativa, a ver si se van terminando los listos que hablan de la bundesliga sin a haber pisado el país. Este blog promete
Publicado por: icaro | 19/08/2013 17:21:08
¡¡¡Qué gran noticia!!!!!,
Soy lector rendido de admiración por Fernando Aramburu( recomiendo su obra a todos los lectores del periódico) y acabo de comprobar que va a deleitarnos con comentarios sobre la bundesliga.
Doble enhorabuena pues me gusta el fútbol analizado con rigor y sin forofismo.
no me lo voy a perder.
un saludo.
Publicado por: JOSE | 19/08/2013 12:12:08
¿Fue en la Eurocopa de 2008 cuando casi se come al otro pobre comentarista (el árbitro suizo?
Muy comunicador y todo lo que quieras pero a mi entender pierde los papeles más que otra cosa.
Un saludo
Publicado por: Mibicicleta | 19/08/2013 12:11:52