Llegados a este punto, quiero haceros partícipes de un experimento que comienzo esta noche. Más concretamente a las 23.59.59 de hoy viernes 1 de Julio. La idea es muy simple y se reduce a una frase: ¡Me voy a desconectar!. Durante cuatro semanas, día arriba, día abajo, nada de blogs, Facebook, Twitter, internet o correo electrónico. Quitaré el 3G del teléfono y lo volveré a convertir en un simple teléfono. No reservaré billetes por la red, no sacaré las tarjetas de embarque por adelantado, no miraré teléfonos de restaurantes o resolveré grandes enigmas en mitad de una cena del tipo ¿de qué año exactamente es la película Reencuentro?. Nada de eso será posible en mis semanas de desconexión. Será como volver al Paleolítico.
¿Seré capaz?. Lo voy a intentar. ¿Y por qué hago esto? Porque me siento enganchado a las pantallas. No, esto no es un órdago a la grande, ni un rechazo frontal a todas las ventajas que nos ha traído la evolución tecnológica. Simplemente echo de menos cosas que he dejado de hacer. Informarme en papel, leer libros, mirar al cielo, hacer bricolaje, aburrirme, dar paseos o dejar cuestiones sin resolver al instante. Ya, ya sé que esto puede ser compatible con lo otro, pero mi afición a todo tipo de gadgets me lo ponen muy difícil. Paso demasiado tiempo delante del ordenador, ipad, iphone, ibic y de muchas cosas que empieza por i. A veces por obligación, otras por afición, y también algunas por pura rutina, como ese constante mirar a la pantalla del teléfono por si hay algún aviso de llamada, correo, mensaje corto, largo, whatsup, skype, o simplemente el recordatorio que debes actualizar varias de las decenas de aplicaciones que has descargado y de las cuales utilizas la tercera parte. Todo esto hace que me sienta algo saturado.
Este experimento no podría hacerlo en otra época del año, pues en el actual mundo profesional resulta impensable quedarse off line. Pero como hasta que la selección de baloncesto no se ponga en marcha todo lo que había que hacer ya está hecho (o casi) pues vamos a intentarlo. A falta de la final de Wimbledon, donde espero que Nadal saque de la pista a Djokovic, no hay mucho donde rascar en Julio. Ah, está el Tour, pero lo sigo entre neblinas siesteras, lo que deja mi capacidad de análisis un poco bajo cero. Por eso es ahora o nunca. Dado que no estoy del todo seguro del éxito de mi empresa, por si acaso me he comprado un block donde iré apuntando mis pecados, si estos se producen. Cuando vuelva de mi retiro digital, ya os contaré cómo me ha ido. Hay gente que deja de fumar, yo voy a intentar dejar de pantallear un rato.
Hasta entonces, espero que la vida os trate bien. Con vacaciones o sin ellas, con trabajo o en paro, con dinero o sin un pavo, con amores o en soledad, de cualquier forma posible. Yo, en mi vuelta al paleolítico, intentaré reparar algunos desperfectos en chasis y motor. Nada grave, nada que no le ocurra a todo el mundo después de una etapa intensa de la vida. Con este parón terminan 16 meses fantásticos pero emocionalmente agotadores que comenzaron el día que escribí la primera línea de mi libro. A partir de entonces me han ocurrido un montón de cosas, la mayoría positivas, pero tanta introspección (primero al escribir) y exposición emocional (después al explicar y promocionar) sumado a mis otras actividades, creo que me han dejado un poco vacío. Me noto algo falto de interés por cosas que quizás en otro momento atraerían mi atención, algo más reacio a opinar que lo habitual, algo vago para postear o twittear (cualquiera lo diría ¿eh?) síntomas suficientes para tomar medidas. Esta retirada y este tipo de retirada busca un poco de reseteo, si es que existe esa palabra que entiende todo el mundo.
Hasta la vuelta amigas y amigos. Que será antes de que nos demos cuenta.