Teoria palomeroniana.
La vida de los equipos (y tambien de los deportistas) cuenta con cuatro fases principales. Formación, crecimiento, madurez y declive. La formación te da la base de sustentación física y técnica, los valores sobre los que construir el edificio y la elección del camino por donde quieres transitar para alcanzar tus objetivos. En la de crecimiento deberían irse perfeccionando todas estas cualidades, apuntalando fortalezas y limitando debilidades. La madurez te alcanza cuando a todo esto le sumas el valor de la experiencia, personal, profesional y colectiva que hace crecer hasta el maximo el conocimiento propio, ajeno y competitivo. Por último y por lógica, despues llega el declive, que en el caso de tratarse de un equipo, puede evitarse con una buena regeneración. La duración de cada etapa resulta variable dependiendo de cada caso, incluso en alguno de ellos pueden existir saltos, pero lo habitual y deseable es atraversarlas todas.
Establecidas las divisiones, me da toda la impresión que estamos asistiendo a la Fase 3 de nuestros más representativos personajes deportivos. Si nos atenemos a los dos equipos más significados y seguidos (selecciones de futbol y baloncesto) y a los dos nombres punteros dentro de especialidades individuales, Nadal y Alonso, creo que resulta poco discutible que se encuentran en plena madurez. Cada semana, cada competición, a sus talentos innatos multiplicados por el entrenamiento, suman un creciente manejo competitivo que les coloca alrededor de las cumbres de sus respectivos deportes. Hace un año, la selección de baloncesto hizo todo un alarde de conocimiento del como y el cuando. En una competición larguisima como fue el Europeo de Lituania, supieron en todo momento donde no había espacio para la contemplación ni el ahorro y donde se podían aflojar un poco las clavijas. Qué parte del campeonato era de preparación y ajuste y cual exigía la mejor respuesta. El Nadal de hace tres años no es el de ahora. Es mucho mejor. A sus muchas virtudes ha añadido una inmejorable lectura de su propio cuerpo, de sus adversarios y por supuesto de los intringulis de un Gran Slam. De Alonso se puede decir otro tanto. Todavía sin perder pujanza física, cuentan con tal cantidad de información recibida en sus ya muchos años de competición que siendo listos como son, la metabolizan perfectamente para favorecer al máximo sus objetivos.
En esta Eurocopa y dejando fuera esos debates en los que nos enredamos para no aburrirte entre partido y partido, la selección está demostrando que tambien se encuentra inmersa en esa fase 3. Ya no es que maneje la pelota, que es lo que lleva haciendo desde que Koeman se cargó a Albelda en el Valencia y Luis tuvo que optar por poner a Casillas y los siete enanitos, sino que maneja los partidos y la competición. Que son cosas que van más allá de tener la pelota el 70% del tiempo. Y a la cabeza de ese control, Del Bosque. El día de Francia ví el partido con unos amigos. En el minuto 25, uno de ellos ya estaba pidiendo que saliese Navas. Afortunadamente Del Bosque y su selección son bastante más pacientes y ven partidos y torneos como lo que son, largometrajes y no cortometrajes. Y lo mismo que en una pelicula, la clave está en manejar los ritmos. Lo de la acción y los de los personajes. Hasta ahora, España está en el sobresaliente.
¡Pero es que no estan jugando bien, como antes! Sin entrar a discutir el concepto de bien, tengo una mala noticia que dar, a pesar de ser habitual embajador del buen rollo (Francino insiste). Es más que probable que esta selección ya ha alcanzado su cenit de juego propiamente dicho. Dudo mucho que volvamos a ver exhibiciones como las de hace dos, tres, cuatro años, al menos durante los campeonatos. Quizás, algun día esporádico. Pero no, esas cosas pasan en la Fase 2, la del crecimiento, cuando se trata de llegar. En la 3 es otra cosa. En la 3 se compite. En la 3 no se pone en duda los estilos ante las dificultades, sino que se reafirman. En la 3 se trata de ganar y seguir ganando. Sin renuncias significativas pero sin excesivos alardes para la galería. Al fin y al cabo, esto no sólo pasa en el deporte, sino en la vida misma.
Tengo muy pocas dudas con respecto al partido frente a Portugal, y surgen de la imprevisibilidad del resultado de un enfrentamiento deportivo y el reconocimiento que Portugal tiene una buena colección de grandes jugadores (lo de ser un gran equipo lo pongo en cuarentena por motivos obvios). Pero a las dudas contrapongo la máxima confianza que me ofrece este colectivo tan sabiamente manejado por Del Bosque. La misma que tendré este verano cuando en Londres Gasol y compañía intentarán colgarse otra medalla. La misma con la que disfrutaré de Nadal en Wimbledon o donde sea. Evidentemente pueden perder en cualquier momento y en cualquier lugar, pero la credibilidad que me ofrecen me deja muy tranquilo. Por talento y compromiso. Y por supuesto, por madurez. La Fase 3.