El Palomero

Fase 3. Madurez

Por: Juanma Iturriaga

26 jun 2012

Teoria palomeroniana.

La vida de los equipos (y tambien de los deportistas) cuenta con cuatro fases principales. Formación, crecimiento, madurez y declive. La formación te da la base de sustentación física y técnica, los valores sobre los que construir el edificio y la elección del camino por donde quieres transitar para alcanzar tus objetivos. En la de crecimiento deberían irse perfeccionando todas estas cualidades, apuntalando fortalezas y limitando debilidades. La madurez te alcanza cuando a todo esto le sumas el valor de la experiencia, personal, profesional y colectiva que hace crecer hasta el maximo el conocimiento propio, ajeno y competitivo. Por último y por lógica, despues llega el declive, que en el caso de tratarse de un equipo, puede evitarse con una buena regeneración. La duración de cada etapa resulta variable dependiendo de cada caso, incluso en alguno de ellos pueden existir saltos, pero lo habitual y deseable es atraversarlas todas.

Establecidas las divisiones, me da toda la impresión que estamos asistiendo a la Fase 3 de nuestros más representativos personajes deportivos. Si nos atenemos a los dos equipos más significados y seguidos (selecciones de futbol y baloncesto) y a los dos nombres punteros dentro de especialidades individuales, Nadal y Alonso, creo que resulta poco discutible que se encuentran en plena madurez. Cada semana, cada competición, a sus talentos innatos multiplicados por el entrenamiento, suman un creciente manejo competitivo que les coloca alrededor de las cumbres de sus respectivos deportes. Hace un año, la selección de baloncesto hizo todo un alarde de conocimiento del como y el cuando. En una competición larguisima como fue el Europeo de Lituania, supieron en todo momento donde no había espacio para la contemplación ni el ahorro y donde se podían aflojar un poco las clavijas. Qué parte del campeonato era de preparación y ajuste y cual exigía la mejor respuesta. El Nadal de hace tres años no es el de ahora. Es mucho mejor. A sus muchas virtudes ha añadido una inmejorable lectura de su propio cuerpo, de sus adversarios y por supuesto de los intringulis de un Gran Slam. De Alonso se puede decir otro tanto. Todavía sin perder pujanza física, cuentan con tal cantidad de información recibida en sus ya muchos años de competición que siendo listos como son, la metabolizan perfectamente para favorecer al máximo sus objetivos.

En esta Eurocopa y dejando fuera esos debates en los que nos enredamos para no aburrirte entre partido y partido, la selección está demostrando que tambien se encuentra inmersa en esa fase 3. Ya no es que maneje la pelota, que es lo que lleva haciendo desde que Koeman se cargó a Albelda en el Valencia y Luis tuvo que optar por poner a Casillas y los siete enanitos, sino que maneja los partidos y la competición. Que son cosas que van más allá de tener la pelota el 70% del tiempo. Y a la cabeza de ese control, Del Bosque. El día de Francia ví el partido con unos amigos. En el minuto 25, uno de ellos ya estaba pidiendo que saliese Navas. Afortunadamente Del Bosque y su selección son bastante más pacientes y ven partidos y torneos como lo que son, largometrajes y no cortometrajes. Y lo mismo que en una pelicula, la clave está en manejar los ritmos. Lo de la acción y los de los personajes. Hasta ahora, España está en el sobresaliente.

¡Pero es que no estan jugando bien, como antes! Sin entrar a discutir el concepto de bien, tengo una mala noticia que dar, a pesar de ser habitual embajador del buen rollo (Francino insiste). Es más que probable que esta selección ya ha alcanzado su cenit de juego propiamente dicho. Dudo mucho que volvamos a ver exhibiciones como las de hace dos, tres, cuatro años, al menos durante los campeonatos. Quizás, algun día esporádico. Pero no, esas cosas pasan en la Fase 2, la del crecimiento, cuando se trata de llegar. En la 3 es otra cosa. En la 3 se compite. En la 3 no se pone en duda los estilos ante las dificultades, sino que se reafirman. En la 3 se trata de ganar y seguir ganando. Sin renuncias significativas pero sin excesivos alardes para la galería. Al fin y al cabo, esto no sólo pasa en el deporte, sino en la vida misma.

Tengo muy pocas dudas con respecto al partido frente a Portugal, y surgen de la imprevisibilidad del resultado de un enfrentamiento deportivo y el reconocimiento que Portugal tiene una buena colección de grandes jugadores (lo de ser un gran equipo lo pongo en cuarentena por motivos obvios). Pero a las dudas contrapongo la máxima confianza que me ofrece este colectivo tan sabiamente manejado por Del Bosque. La misma que tendré este verano cuando en Londres Gasol y compañía intentarán colgarse otra medalla. La misma con la que disfrutaré de Nadal en Wimbledon o donde sea. Evidentemente pueden perder en cualquier momento y en cualquier lugar, pero la credibilidad que me ofrecen me deja muy tranquilo. Por talento y compromiso. Y por supuesto, por madurez. La Fase 3.

Sobre lo que piensa la afición

Por: Juanma Iturriaga

22 jun 2012

Hace ya muchos años asistí a la semana de Los Alpes del Tour de Francia. Creo que fue el segundo o tercero de los maillots amarillos que consiguió Miguel Indurain. En una de aquellas durísimas etapas llegó a la meta junto a Rominguer, su gran rival aquel año. Como ocurrió en otras ocasiones, el gran Miguelón no disputó el triunfo parcial, que se lo apuntó con facilidad Rominguer. Estaba en la sala de prensa y más de una voz de periodista español (probablemente la mía también) se alzó para protestar por la aparente falta de ambición de Induráin, a lo que siguió un pequeño debate. Había un periodista italiano cerca, que nos miraba con cara de asombro. Finalmente no pudo evitar entrar en la conversación y más o menos nos dijo: “¿Pero de qué os quejais? Tenéis el mejor corredor del Mundo, domina el Tour de cabo a rabo, y a vosotros os molesta que no gane etapas. Nosotros llevamos treinta años sin ganar esta carrera”. 

Esta historia me ha venido a la cabeza leyendo las declaraciones de Del Bosque, esas de “quizás hemos pasado de pobres a ricos rápido y no valoramos  lo que tenemos”. Ahora bien, una duda me asalta.  Cuando dice valoramos, ¿a quien se refiere?. Tengamos en cuenta las vias de comunicación por donde se informa nuestro maravilloso seleccionador, que basicamente supongo que serán los medios de comunicación. Esto no es discutible. Desde el inicio de la Eurocopa, si nos atenemos a lo que se escribe, se dice, se debate o se critica en nuestros medios, no parece que atravesemos un periodo de máxima confianza, a la que creo se ha hecho merecedora nuestra selección despues de cuatro años gloriosos. La memoria parece frágil, y basta un empate ante Italia, que fue, es y será en cualquier deporte todo un dolor de estómago, y una sufrida victoria ante Croacia para que dé la sensación que nos tiemblan las piernas lo suficiente como para poner en duda hasta el modelo. Se instala entonces una supuesta certeza. No, no estamos como en Sudáfrica. Claro está que en Sudáfrica y en su momento, no estábamos como en la Eurocopa anterior, donde hasta que pasamos los cuartos por penalties frente a Italia, nuestro destino y nuestro juego tan alabado despues estaba más cerca de pegárnos un nuevo batacazo que de otra cosa. 

Entiendo que Del Bosque, hombre cabal donde los haya, cuente hasta diez, pero a la undécima termine saliendo a la palestra y enviando un aviso para navegantes. Y aquí viene mi duda. Dicho de otra forma, ¿los análisis periodísticos reflejan el sentir del llamado pueblo llano?. La opinión de la calle está presente en los medios y dia a día nos llega su supuesto pulso. ¿Es fiable y sobre todo representable de la generalidad?. Porque así nos los presentan. Pongamos por ejemplo un reportaje televisivo de esos que se introducen con un “veamos lo que piensa la aficion”. ¿Cuántos salen? ¿Tres, cuatro opiniones? ¿Cuántas graba? Muchas más? ¿Quien decide las que se emiten? El periodista. ¿Con qué criterio? Pues normalmente con el que quiera dar, que es totalmente válido, pero no me parece extrapolable.  Ahora muchos expertos dicen que “el sentir del pueblo” está en las redes sociales. No pongo en duda que su influencia cada vez es mayor, pero sí que ya sirva de termómetro fiable. 

Si nos guiamos por lo que nos cuentan, somos un pais bastante incapaz de de disfrutar con lo que tenemos, extremista emocionalmente, que nos gusta más criticar que alabar sacando la navaja en cuando hay oportunidad (o si no se inventa) donde a la mínima perdemos la confianza y donde somos inmunes al histórico reciente, pues si ha sido bueno pensamos que se va a torcer, y si ha sido malo pensamos que no hay motivos para el cambio. ¿Orgullosos de lo que poseemos? Bueno, sí, pero siempre que sigan ganando. En cuanto pierdan, zassss. ¿Torres? Acabado hace una semana. Un crack hace cuatro días. Probable duda hoy. ¿Del Bosque? Unos días es un genio, otros se ha aprovechado de la herencia de Luis, algunos un suertudo de tener los jugadores que tiene. ¿Nadal? Acabado cuando tuvo aquella lesión de rodilla (de la que se recuperó para ganar tres grandes en una temporada). O terminado su reinado y comido el coco cuando Djokovic le dio por todos los lados la temporada pasada (este año ya le ha ganado tres veces). Pau Gasol. Un titán y luego un flojo. 

Llamarme ingenuo, pero quiero pensar que hay muuuuuuuuuucha gente que no es así. Que sabe valorar lo que tenemos ahora, que es mucho. Que admira a la selección de futbol por encima de sus resultados, que entiende que una Eurocopa son palabras mayores y no siempre vamos a tener que ganar 4-0, lo que por otro lado lo hemos hecho pocas veces. Que ve a Del Bosque como un tipo cabal, honrado y consecuente, lo que evidentemente no le hace inmune al error. Que debate sin descalificar la opinión del discrepante. Que no vive en una montaña rusa emocional donde un día somos la hostia y al día siguiente una mierda. Que es capaz de dejar de ver camisetas de clubes donde sólo hay una camiseta roja. Que prefiere disfrutar con lo bueno que darle vueltas a lo malo. Que comprende que estamos hablando de juegos y no siempre se puede rondar la excelencia. Que sabe que hay muchas formas de perder y que no siempre la derrota es un fracaso al que hay que buscar culpables, a ser posible para llevarlos a la hoguera. Que tiene la plena consciencia que vivimos tiempos maravillosos, por lo que consiguen nuestros deportistas y casi tan importante, por los estilos que han elegido para conseguirlo y su opinión no cambia por un determinado marcador.  

No se sí esta gente ocupa mucho espacio en los medios, o si a los medios les ocupa esta gente. Pero juro que existen. 

 

10 momentos de una gran final

Por: Juanma Iturriaga

18 jun 2012

La temporada echó el cerrojazo con una extraordinaria final que superó las mejores expectativas. Lejos quedaba ya aquel otro enfrentamiento entre Caja Laboral y Real Madrid hace siete años que terminó con un triple histórico de Herreros última vez que la final alcanzó el quinto partido y que como el pasado sábado, tuvo todos los ingredientes para convertir el baloncesto en un espectáculo hipnótico. En esta ocasión se han cruzado los dos buques insignia de nuestro deporte de clubes, añadiendo al puro enfrentamiento deportivo toda la historia que ambos equipos llevan detrás. Han sido 200 minutos para enmarcar, todo un ejercicio de supervivencia de azulgranas y madridistas, pues a lo largo de los cinco partidos han tenido que superar todo tipo de vicisitudes. De entre todo lo vivido, quiero rescatar 7 momentazos y 3 conclusiones, que así hacemos diez, número redondo donde los haya. Son estos: 

  1. El Madrid presenta credenciales. Reforzado por su éxito ante el Caja Laboral, que le colocó a un paso de la eliminación con el 2-1 en contra, el Madrid dominó el primer partido hasta tenerlo prácticamente en el bote cuando llegó a tener hasta 17 puntos de ventaja. Lo consiguió con las mismas virtudes que mostró en la semifinal, imponiendo su elevado ritmo, mayor frescura, metiendo triples a mansalva y dominando los rebotes. Todo apuntaba a un robo a la primera de la ventaja de campo. 
  2. El tiro de su vida. ¿Un churro? Probablemente, si consideramos churro un tiro que de diez veces entraría uno. O de cien si ese uno entra a tablero desde una posición tan frontal. Cierto es que el lanzamiento fue bastante ortodoxo, en un movimiento que Marcelinho suele prodigar. Pero lo que le convierte en una rareza fue la distancia (metro y medio cruzado el medio campo) y la desesperación del momento (el partido era blanco). Elucubrar sobre lo que hubiese ocurrido en la serie si Marcelinho hubiese errado es puro ejercicio imaginativo, pero lo cierto es que el Barcelona se encontró con un premio por el que porfió pero que lo consiguió con una buena dosis de fortuna.
  3. Chacho por partida doble. El tiro de Marcelinho cambió el panorama. El Barça del segundo partido mejoró su versión del primero, y el Madrid no tenía las ideas tan claras ni la puntería tan afinada. Suficiente para que a falta de seis minutos, los blancos lo veían casi todo negro. Y en estas surgió Sergio Rodríguez. El chacho, recuperado totalmente para la causa como demostró en la semifinal, por su incidencia en el juego y tirando de tres como si fuese Kevin Durant, se echó el equipo a la espalda y se jugó dos balones de esos que queman. El primero, de dificultad media, el segundo, de complejidad extrema, bien marcado y al límite de la posesión. El resultado en ambos fue el mismo. Dos triples, seis puntos y el toque de trompeta que necesitaba el Madrid. Carroll y Mirotic le imitaron y el Madrid consiguió por KO lo que dos días antes no logró a los puntos. 
  4. El partido perfecto. Los dos partidos de Barcelona dejaron una victoria para cada uno pero la sensación que el Real Madrid andaba más fino. A diferencia de los azulgranas, con muchos problemas físicos, de ritmo y también de forma de algunos de sus hombres, los madridistas se mostraban muy sólidos, con casi todos sus jugadores enchufados y una intensidad en el juego superior a sus rivales. En el tercero esta impresión se multiplicó por diez y a través del partido soñado, el Madrid le metió una tunda de cuidado. A partir del segundo cuarto el Barça vivió una pesadilla hasta llegar a perder por más de treinta puntos. Si los equipos son al final estados de ánimo, se vio a un equipo exultante y a otro cercano a la depresión. El doblete del Madrid quedaba a una victoria y a favor de su público.
  5. Las peores 48 horas. Lo dijo Xavi Pascual al terminar el cuarto partido que supuso una nueva igualada en la serie. Había pasado los peores dos días de su carrera como entrenador del Barcelona. No me extraña nada. La que le cayó encima a él a sus jugadores no fueron caricias ni mucho menos y todo apuntaba a un año vacío de títulos. Esto, en un equipo como el Barça, es todo un fracaso y no vivimos en un país donde esas cosas se pasen por alto. Serían 48 horas malas, pero por lo que se vio desde el salto inicial en el cuarto acto, pero fueron muy productivas desde el punto de vista táctico. Las novedades fueron numerosas, pero dos resultaron críticas. Las zonas (con un box and one maniató a Carroll) y el control del ritmo de juego. Hasta ese momento se había jugado casi siempre como le va bien al Madrid. A partir de lo que salió del laboratorio azulgrana, la serie enfiló por otros parámetros. 
  6. Invitados inesperados. La lesión de N´Dong había otorgado superioridad al Madrid en la rotación de pívots, que en caso azulgrana quedó reducida a Lorbek, Vázquez y Wallace (con esporádicas presencias de Mickael como cuatro) mientras Pablo Laso contaba con Tomic, Begic, Mirotic, Velickovic y Felipe Reyes. De Lorbek se puede esperar todo, como así ha sido, pero en el crucial cuarto partido apareció alguien con el que no se contaba como ejecutor. 3 de 4 de dos puntos y 3 de 4 en triples (16 puntos con un tiro de personal), 6 rebotes, cuatro ofensivos y tres tapones fueron su impactante estadística en 24 minutos de juego.  Con sus triples abrió el campo ofensivo para el Barcelona, muy limitado por lo que ya a estas alturas era evidente: el delicado estado de Navarro. El sábado llegó el partido definitivo y esta vez el que sacó para bien los pies de las alforjas fue Fran Vázquez. Sin llegar a romper el partido nunca y con el Madrid haciendo la goma con la lengua fuera, el Barça mantuvo cierta ascendencia durante toda la tarde. Buena responsabilidad en ella la tuvo el gallego, que hizo uno de esos partidos que nos hace preguntarnos una vez más por qué este chico no forma parte de la selección española. Tuvo unos minutos tremendos, donde resultó demoledor en ambas canastas. Machaques, tiros de cuatro metros, tapones, intimidaciones, de todo hubo, lo que mantuvo al Barcelona hasta el momento de la resolución, cuestión del hombre referencia. 
  7. El hombre referencia. La final se decantó en los cinco últimos minutos. Ambos entrenadores se pusieron de acuerdo en una cosa. Unos a Navarro y otros a Carroll, ni agua. El momento Vázquez ya había pasado, pero había alguien que todavía tenía algo que decir. Y quien dice decir, dice resolver. Hasta el cuarto partido, parecía que en el caso de éxito azulgrana, el MVP sería propiedad de Lorbek. Pero en el quinto no había podido decir ni pío, lo que contando con la victoria azulgrana, podía poner en duda el galardón a favor, por ejemplo, del constante Pete Mickael. Pero Lorbek, como Navarro, es de ese tipo de jugadores capaces de olvidar todo lo ocurrido hasta ese momento, por decepcionante que sea. Lorbek pidió la pelota entendiendo que a Navarro no le dejaban estar ni para recibir el balón, metió ocho puntos, resultó definitorio y se ganó merecidamente el premio individual.  
  8. ¿Por qué ganó el Barça? Si cuantificásemos el porcentaje sobre la mejor versión posible de cada equipo, el Madrid ha estado más cerca de ella. Pero los azulgranas, con problemas de todo tipo, han logrado salirse con la suya a base de mucha templanza, la suerte necesaria, su reacción en el cuarto partido y el valor de la experiencia en este tipo de enfrentamientos. Ambos equipos tuvieron la oportunidad de ganar la serie a favor de corriente. El Madrid notó el peso. El Barça mucho menos. Con unos cuantos jugadores fuera de foco, se agarró a Lorbek y Mickael, sacó lo que pudo de Navarro y demostró que no se tiene la hoja de servicios que ha atesorado en los últimos años sin saber solventar situaciones críticas. En cuanto a juego y contundencia, ha sido el Barça más pálido de los últimos tiempos, pero conserva casi intacta su capacidad para cerrar partidos y series. 
  9. ¿Por qué perdió el Madrid? Pocas cosas se le puede reprochar a los blancos. Los mejores momentos de baloncesto los han dado ellos, su estilo es muy agradecido con el espectador, han porfiado de principio a fin y del equipo de principio de temporada poco queda. El año ha sido extraordinariamente provechoso y el proyecto iniciado ha sido validado al 100%. Ahora bien, la obra todavía es incompleta, y precisamente en esos huecos es por donde se le fue la liga. Su pareja de cincos es mejorable. Tomic tuvo sus momentos, pero en general su rendimiento no fue notable. En los finales de partido igualados se echa en falta un jugador decisivo al que agarrarse. Unas veces intenta resolver Llull, otras Carroll, que tampoco es del todo fiable por su tendencia a la aceleración y, en general, las últimas jugadas son un poco lotería. Su escala de jerarquías en esos trances son un poco difusas. Velickovic ha ido de más a menos y Carlos Suárez ha sido el Suárez algo disperso y fuera de foco. Los dos partidos que se decidieron en tres, cuatro jugadas finales los ha perdido ambos, lo que puede ser un síntoma. Y lo mismo que supo imponer su estilo en los tres primeros partidos, no estuvo nada cómodo cuando se jugó como le gusta al Barcelona, por lo que sigue sufriendo en ausencia de un plan B. Pequeños detalles que al final le han penalizado.
  10. ¿Y ahora qué? Aunque ganó el Barça, tengo la impresión que veremos más retoques para la temporada próxima en el campeón que en el aspirante. Eso sí, la rivalidad recuperada augura buenos tiempos, lo que es una gran noticia para el baloncesto, que necesita que sus dos equipos más lustrosos gocen de buena salud. Ahora llega el momento de la selección, que abre un buen debate en alguna de las decisiones que deberá tomar Sergio Scariolo. Pero eso es otra historia. La de la Liga Endesa ha terminado por este año con un final sugestiva y sugerente, que hemos disfrutado de principio a fin.  

 

 

A las diez toca baloncesto

Por: Juanma Iturriaga

11 jun 2012

No tengo grandes esperanzas de que hoy lunes se hable mucho de lo que va a ocurrir a partir de las diez de la noche. Y mucho menos de que haya hueco para seguir comentando de lo que pasó el miércoles y el viernes, que a la velocidad con la que ocurren las cosas en estos tiempos, es tema casi viejuno. Los temazos de hoy son el rescate, ayuda, préstamo, triunfo, derrota, digodiego o como cada uno quiera denominar los tropecientos mil millones que al parecer nos va a prestar, dejar, regalar o fiar Europa, como quiera cada uno denominarlo. Y por supuesto no faltará el debate sobre el debut de España en la Eurocopa futbolera, esa competición que por lo que nos han contado, no nos dará trabajo, pagará hipotecas o investigará chorizos, pero nos va a hacer olvidar todas nuestras penas, y que se ha saldado con un resultado bueno, digno, esperanzador, preocupante, peligroso, decepcionante o como quiera verlo cada uno. Podría haber competido con estos dos asuntos el triunfo de Nadal en Roland Garros, pero la suspensión con el partido en el aire lo deja quizás para mañana. Y alguno al que le guste el olor a gasolina hará mención al GP de Canadá de F1, pero el quinto puesto de Alonso lo llevará a las últimas páginas de los suplementos habituales de deportes de los lunes.

Y bien que lo siento, pues estamos asistiendo a una gran final de la Liga Endesa de baloncesto. Una final que está recuperando los aromas perdidos del enfrentamiento más clásico y enconado que se puede dar en nuestro deporte, la lucha entre las dos grandes potencias sociales, esos dos equipos que a otros muchos les tienen hasta los eggs, como gustan de cantar ahora más de una afición. El crecimiento experimentado por el Real Madrid auguraba una buena serie, pero hay que reconocer que los hechos están superando, al menos en sus dos primeros actos, los augurios más optimistas. Hemos asistido a dos partidos grandes, intensos, emocionantes y resueltos ambos de forma sorprendente, pues las victorias se han decantado hacia el equipo que ha llegado con la lengua fuera al último cuarto. El Madrid tuvo ganado el primero y lo perdió. Dándole el mérito que le corresponde al Barcelona, cuando cuentas con las ventajas que dispusieron los blancos, la conclusión es que el encuentro lo ganó el Barça perdiéndolo el Madrid. Cuarenta y ocho horas despues ocurrió casi lo contrario. Los azulgranas dominaban en el marcador, en el juego y aparentemente en el ánimo, pero los dos triples de Sergio Rodríguez catapultaron al Madrid en la misma medida que dinamitaron la supuesta solidez barcelonista.

Un análisis general apunta hacia una bien ganada ascendencia blanca. Nadie duda de los valores que atesora el equipo dirigido por Pablo Laso, pero hasta estos playoffs la consistencia mental para salir airoso de las situaciones más complicadas no estaba entre las más destacadas. Sí, ganó la Copa del Rey en el Sant Jordi, pero fue a través de un partido casi perfecto en el que casi todo se le dio de cara. Su pifia en la Euroliga, donde ni siquiera alcanzó los cuartos de final, parecía confirmar la falta de un hervor para dar el definitivo salto de calidad. Pero llegó la semifinal ante el Caja Laboral, que le birló a las primeras de cambio la ventaja de campo y le colocó ante el precipicio cuando tuvo que jugarse su superviviencia en campo hostil y con 2-1 en contra. Y llegó la final, donde tuvo que soportar el tremendo varapalo que supuso el triple milagro de Huertas. La respuesta a estas tres situaciones ha sido de equipo bragado, hecho y competente. Todo un curso rápido de maduración en tres lecciones.

Poco queda ya del Sergio Rodríguez dubitativo que alternaba grandezas y miserias, del Velickovic que parecía imposible parecerse a aquel talento que despuntó hace unos años, del blando juego interior (ahí les queda todavía recorrido) del equipo que asustaba corriendo hacia delante pero no imponía defensivamente. En estos playoffs el Madrid es un equipo que anota y defiende, que convierte los rebotes en una cuestión de estado, que no se asusta jugando al filo de la navaja y en el que todos sus jugadores saben para qué y por qué están en la cancha. Un equipo imperfecto, como casi todos, y al que a veces le cuesta negociar bien el juego, pero que en líneas generales ha reducido a la mínima expresión la gran diferencia que le separaba con el Barcelona hasta hace bien poco.

A esta reducción ha contribuido que el Barcelona no emite buenas vibraciones. O no tan buenas como nos ha acostumbrado en los últimos años. Salvo Lorbek y con Navarro y N´Dong cogidos físicamente entre algodones, cuesta trabajo encontrar un jugador que haya mejorado prestaciones esta temporada. Gente como Eidson, Wallace o Marcelinho están bastante ofuscados, y en general el equipo parece haber perdido la contundencia de antaño. Su defensa no ha dejado de ser de clase superior, pero el ataque sigue dependiendo sobremanera de lo que haga Navarro, que bastante está haciendo teniendo en cuenta su estado físico, pero que vive de rachas más que nunca. Además, su fiabilidad colectiva en las grandes citas no ha sido tal este año. Fracasó en la Copa y en la Euroliga, lo que seguramente ha añadido un motivo más a su posible desazón, pues le queda sólo la liga para salvar la temporada.

En estas estamos cuando esta noche se disputará el tercer partido en un bullicioso Palacio de los Deportes. La serie entra en territorio extremo con ventaja madridista, pero eso no hace ni mínimamente más fácil el augurar lo que pueda pasar. El Real Madrid tiene la oportunidad de resolver en casa, pero como pasa en los viajes en coche, los últimos kilómetros suelen ser los que cuestan más. Para no tener que volver a Barcelona deberían hacer la machada de encadenar tres triunfos consecutivos ante un colectivo que no atraviesa su mejor momento, pero que atesora suficiente potencial como para cambiar las tornas en cualquier momento.

Hoy se hablará de rescates financieros, del España-Italia, de si Nadal gana o no Roland Garros y un poco de Alonso. Pero espero que a eso de las diez de la noche, cualquier aficionado al deporte se enchufe a La 1 para disfrutar de un partido de baloncesto que promete mucho. Un partido donde el Madrid y el Barça se juegan media liga. Un partido con mayúsculas.

Postdata.- Desgraciadamente, Tirso Llorente no podría ver este encuentro. Tirso era un buen tipo, al que conocía desde hace un porrón de años aunque nunca tuve excesivo trato con él, ni profesional ni personalmente, lo que no impedía que nuestros escasos encuentros se saldasen con una buena conversación sobre baloncesto, clubes, chavales y, si la cosa se terciaba, sobre la vida en general. Pero sí cuento con el suficiente conocimiento de su persona y de su trabajo como para asegurar que, sin estar casi nunca directamente bajo el foco, dejó gran huella en un montón de jugadores. Siempre me dio la sensación de que Tirso no sólo entrenaba jugadores sino que también intentaba formar personas. No creo que le gustase mucho los papeles protagonísticos, pero fue protagonista principal para muchos jugadores. Ayer no pude estar en su funeral, pero por lo que me han contado fueron muchos los que se reunieron a despedirle. No me extraña nada, pues era todo un querido y entrañable referente en la familia baloncestística madrileña. Tirso Llorente, un grande del baloncesto sin necesidad de meter una canasta. Un abrazo desde aquí para toda su familia.

El chaquetero se hace de los Celtics

Por: Juanma Iturriaga

04 jun 2012

Casi todos (¿tengo que poner y todas o se entiende que en este todos están todas?) los que de vez en cuando os pasáis por este remanso de paz cibernético (siempre que no toque temas polémicos) sabéis que soy un chaquetero (como si no tuviese suficiente con ser pseudomadridista). Creo que lo he sido desde los 11 años, cuando traicioné mis sueños de jugador de fútbol del Athletic para aprovechar mi precoz desarrollo físico (medía ya 1,80) y abusar de niños más bajos en una cancha de baloncesto. La cosa fue a peor 5 años más tarde. La historia es conocida por los miles de compradores de ese gran clásico de la literatura que es el libro “Antes de que se me olvide”. Pero, por si acaso alguien no lo ha leído, en él cuento como estando en Bilbao y teniendo que decidir por qué equipo me decantaba (me querían todos, era un crack, luego cambié) yo quería marcharme al Barça con mi amigo Iñaki Solozábal. Las razones iban desde lo deportivo (el Madrid ganaba 11 ligas de cada 10) hasta lo político (Madrid, centralismo, el equipo del gobierno y esas cosas de las que se hablaba y se sigue hablando en la periferia) pasando por la clásica vena contestataria de la adolescencia que siempre debería enfrentarse al poder establecido (fui un adelantado a mi tiempo, pues me atraía ser como Lukas Skywalker y terminar con el Imperio Blanco, del que sólo tuvimos noticias años después a partir de este primer trailer de la mítica trilogía que dicho sea de paso, se ha quedado bastante viejuno).

En un abrir y cerrar de ojos, a mi padre le trasladaron el trabajo a Madrid y dado que yo vivía más que bien en mi casa (mis padres estaban ya agotados de la pelea generacional con mis dos hermanos mayores, por lo que yo hacía lo que me daba la gana) pues me fui con ellos y terminé fichando por el Real Madrid. Eso sí, en poco espacio de tiempo, era ya más del Madrid que Santiago Bernabéu y La Cibeles juntos (y perdón por la blasfemia).

Desde entonces, y aunque siempre llevo la ropa interior rojiblanca si hablamos de fútbol y blanca inmaculada si lo hacemos de baloncesto, he tenido devaneos con multitud de colores. Generalmente con aquellos equipos que me han hecho disfrutar del deporte en cualquiera de sus variedades. Y lo mismo me ocurría con los deportistas. Veneré a Cruyff, al Buitre, Laudrup, Maradona, Zidane, el gordito Ronaldo y últimamente a todos esos locos bajitos que pueblan la actual selección española de fútbol. Me molaba el Estudiantes de Pinone y compañía, el Joventut de Ricky y Rudy, Pau Gasol donde estuviese, el Jordan de los 25 a los 45 años, los Phoenix o los Kings que jugaban a toda pastilla y ahora disfruto mucho con el Madrid de Pablo Laso. Fui fan de McEnroe y de Connors por encima de Borg, y qué decir de Federer, que no debería retirarse nunca. Por cierto, no sabía que Mac ahora estaba en contra de la banca.

Algunos fueron amores pasajeros, otros más duraderos. Eso sí, dentro de todas las posibilidades de hacerme seguidor de un equipo, el serlo de los Celtics, decisión intuida hace días y tomada en firme esta misma mañana después de ver el cuarto partido de su serie con los Miami Heat, era menos probable que Del Bosque se afeite el bigote. La razón no era nada personal contra Boston (nunca olvidaré Cheer´s y mucho menos a Sam Malone) y su equipo, sino mi fidelidad casi absoluta hacia los Lakers desde que en sus filas se enroló un tipo llamado Magic Johnson. Era imposible ser de los Lakers y simpatizar con los Celtics, pues representaban todo lo contrario. Este contra Oeste, blanco contra negro, velocidad contra posesión inteligente, Hollywood contra la tradición.

La década de los 90 y el bajonazo dado por los Lakers post-Magic posibilitó que mirase hacia otros lados, pero peor les fue a los Celtics post-Bird, por lo que ni me planteé hacerles el más mínimo caso. Así hasta 2008, cuando consiguen reunir al Big Three de Pierce, Garnett y Ray Allen. Interesante, pero no tanto como que Pau Gasol llegasen a mis queridos Lakers, lo que me hizo revivir antiguos seguimientos y fidelidades incondicionales. Esas finales de 2008 y 2010 me conectaron emocionalmente con las de Magic y Bird, eso sí, siempre con la camiseta amarilla puesta.

Mi falta de sintonía con la gente de los Celtics era también deportiva. ¡Son del Este! Y en el Este no se juega al baloncesto que a mí me gusta, sino que se guerrea, se pelea, se controla, se juega a menos de cien puntos. ¿Espectáculo? El Clemente de allí diría: El que quiera espectáculo, que se vaya al Oeste (yo decidí ser uno de ellos ya hace muchos años). Pero es que ni siquiera sus jugadores me gustaban como ocurrió puntualmente con gente como Bird, Ainge o incluso “The Chief” Robert Parish. Garnett me pareció siempre un jugador sobrevalorado además de un fantasma con bola y todo, Rondo un base impredecible y limitado por su capacidad de no meter un tiro a cuatro metros en toda una temporada y Allen, sí, todo un gran tirador, pero poco más (¡como me cargaba cuando enfocaban a su perfecta madre!). Al único que tenía en estima era Paul Pierce, aunque su numerito del primer partido de la final de 2008 (asistí en directo en Boston) yendo al vestuario aparentemente lesionado para volver y romper el partido, no me hizo mucha gracia. Además, daban un montón de leña, se quejaban en demasía y no sonreían ni viendo a Faemino y Cansado. Y mira que es difícil

Con estos antecedentes entenderéis mi sorpresa cuando en estos playoffs he terminado haciéndome del equipo que nunca pensé que podía hacerme. Y ahora Garnett me parece un buen tipo y un extraordinario jugador de baloncesto, flipo con Rondo, sus juegos malabares y su crecimiento como jugador, Ray Allen es todo un ejemplo jugando como está con problemas físicos y una pila de años encima (¡hasta sonrío cuando sacan a su madre!) y el talento y las tretas de Paul Pierce me parecen ejemplares. ¿Doc Rivers? Un maestro de la estrategia.

Hacía tiempo que no me ponía tan nervioso como esta mañana viendo grabado el cuarto acto de la final de la Conferencia Oeste. Vale, fue un partido para ponerse nervioso, pero de esos está habiendo bastantes en estos playoffs. No, el motivo era otro. Quería que los Celtics ganasen. Como fuese. Y más jugando como lo están haciendo en esta post-temporada, luchando contra equipos de mayor juventud y pujanza física, exprimiendo al máximo lo que tienen. Debe ser el Boston Pride ese que dicen, el orgullo de vestir la camiseta de los Celtics.

También me hice la pregunta que quizás alguno está pensando. ¿Quería que ganasen los Celtics o que perdiesen los Heat? Y no va por ahí la cosa. Es más, LeBron me cae mejor ahora que hace un año, aunque sigo pensando que cuando las cosas se ponen feas, tiran demasiado por la calle de en medio, la LeBron o Wade Road. Igual deberían aprender algo de juego colectivo viendo a los Celtics.

Total, que así estoy, deseando que llegue el miércoles para ponerme el desayuno bien prontito y comenzar la jornada con un nuevo Heat-Celtics. Antes llegará el de San Antonio-Oklahoma, pero no será lo mismo. Aprecio lo que hace Popovic, y admiro a Oh La La Parker, Ginobili y Duncan, pero me cuesta simpatizar con ellos como colectivo, aunque el alcalde de San Antonio me parezca un cachondo mental después de ver este video donde contesta a Charles Barkley que se había metido con las mujeres de su ciudad.

Me inclinaba por Oklahoma, pero mientras Durant me maravilla, me gustaría tener la barba de Harden y veo a Ibaka poniendo gorro tras gorro en los Juegos de Londres, Westbrook me desespera cada vez más con su enorme capacidad para tomar decisiones equivocadas. En el fondo igual es que ya me resulta indiferente lo que hagan por ahí. Que Magic me perdone, pero mi equipo son los Celtics.

Postdata. Ahora que lo pienso. El chaqueterismo deportivo, del que indudablemente estoy infectado, ¿es contagioso? Y cuando digo contagioso me refiero si se puede propagar a otros ámbitos e intereses de mi vida. Porque igual empiezo cambiando a los Celtics por los Lakers y termino siendo político profesional y explicando, por poner un ejemplo, que tampoco hay que ponerse así por lo de Bankia y que por supuesto no es necesario que nadie explique lo ocurrido. Total, si han sido unas decenas de miles de millones de euros de nada. Uff, tendré que estar al loro y hacerme revisiones una vez al año. Como con la próstata.

 

Cinco asuntos sobre una serie apasionante

Por: Juanma Iturriaga

01 jun 2012

A ambos lados del Atlántico está en plena resolución las dos mejores ligas del universo baloncestístico. Después de muchos meses de competición, ha llegado el momento de traspasar o no la línea que separa a los buenos equipos de los campeones. Una línea parecida a la que distingue los actores principales de los secundarios, los cracks de los catacraks. Son semanas apasionantes como la que está a punto de terminar y donde hemos visto grandes espectáculos deportivos como el tercer partido de la serie Real Madrid-Caja Laboral o el segundo de la de Miami-Boston. Y el fin de semana viene cargadito. Entre tanto que comentar, me voy a quedar con cinco asuntos relacionados con la semifinal entre madrileños y vitorianos, un auténtico clásico de nuestro baloncesto y que está confirmando las expectativas creadas a su alrededor.


VelickovicY Lázaro anduvo
. Si esto no es una resurrección…. Por fin estamos viendo algo parecido a lo que Velickovic apuntaba hace unos años cuando le vimos hacer algún que otro roto con la selección de Serbia. Cuando más lo necesitaba el equipo tras la lesión de Mirotic, su respuesta ha superado las expectativas hasta de su propia familia. Seguramente existe una explicación deportiva a la mejora de su rendimiento (olvidados inventos, juega donde mejor le va a sus cualidades) pero tamaño cambio necesita echar mano de otras cuestiones como la recobrada confianza, facilitada tambien por el hueco abierto por la ausencia de Mirotic, lo que ha limitado la rotación. Entonado, el serbio es un jugador muy difícil de pillar pues auna altura, rapidez, buena mano, ganas de correr la cancha y suficiente juego de espaldas a canasta, lo que dificulta en extremo su defensa. Su recuperación es una noticia inmejorable para el Madrid, aunque deberá pasar la prueba del algodón, y quien dice algodón, dice continuidad en el buen rendimiento.

Sergio RodriguezUn pack inseparable. Sergio Rodríguez, como otros cuantos jugadores de gran talento, es un tipo siempre bajo sospecha. Así como en el principio de su carrera sus virtudes primaban sobres sus defectos a los ojos de entrenadores y público, su paso por la NBA cambió la percepción y se pasó a hablar más de lo que no hacía que de lo que dominaba, hasta el punto de restar importancia a las cosas buenas que hizo (que las hubo) en sus cuatro años por Estados Unidos. Tampoco le ayudaba mucho ese cierto aire de hombre inalterable (para algunos pasota) al que parece que le da igual arre que so, meter un triplazo que fallar un pase inocentemente. Y entonces ves partidos como los dos de Vitoria y te das cuenta que Sergio es un pack que viene con la genialidad y también con la capacidad de desesperar al más pintado. Y que tenemos dos opciones. Disfrutar con un jugador diferente, con esos pases o triples increíbles, con su tendencia a hacer lo difícil fácil y viceversa o desdeñar sus virtudes para volver a la cantinela de que no defiende con fiereza o que es poco de fiar en sus decisiones. Ahora bien, lo que va a ser ya bastante difícil es que cambie. Y el primero que lo sabe es Pablo Laso, que le está utilizando con sabiduría. Poca gente mejor que Sergio para sacarte de un apuro gordo, para dar la vuelta a una dinámica, para dinamitar un partido. ¿Qué tiene defectos? Sin duda, pero si tuviese menos, no estaría por estos lares.

LampeArriba y abajo. El polaco Maciej Lampe es otro de los que está haciendo mucho ruido en esta serie. La pena para el Caja Laboral es que a veces, los platos que rompe son los suyos. Decisivo en el primer partido, desacertado en el segundo, errático en el tercero y otra vez en buena versión en el cuarto. Anticipar qué Lampe vamos a ver mañana en el Palacio es tarea prácticamente imposible incluso para la Bruja Lola y seguro que a Ivanovic le encantaría saberlo, pues de su eficacia depende parte del futuro de los vitorianos. Con Teletovic en plan Guadiana, San Emeterio algo peleado con el aro y Prigioni sin producir en los últimos partidos, los puntos de Lampe, sean de lejos o de cerca, posibilitan otras otras vías necesarias de anotación propias y ajenas. Está bien el control de los partidos, pero las dos veces que Caja Laboral se ha quedado por debajo de 70, ha perdido.

¿Con la lengua fuera? Dominador del primer partido, da la sensación de que a Pablo Prigioni la serie le está viniendo un poco larga y demasiado exigente físicamente para su veteranía. Cada encuentro que pasa su influencia ha ido descendiendo (salvo alguna acción marca de la casa como la inteligente última jugada del tercero) la de los dos Sergios (Llull y Rodríguez) aumenta y, sobre todo, el control del ritmo de juego no es nada férreo, lo que favorece al Real Madrid. Sospecho que el ritmo alto que quieren imponer siempre los blancos tiene entre sus objetivos no sólo jugar a la velocidad donde se mueven mejor, sino también y como efecto secundario, exigir físicamente a Prigioni para que no pueda ejercer el mando en plaza con la cabeza fresca. Porque el argentino con el oxígeno suficiente, sigue siendo mucho.

Prigioni

¿Y mañana qué? Buena pregunta. No tengo ni idea de lo que puede pasar en el cierre de la serie en Madrid. Es lícito pensar que el Madrid ha hecho lo más difícil, pero era lo más difícil hasta ayer. Cerrar una eliminatoria, aunque sea al amparo de tu público, suele resultar un trago complicado, como bien se demostró en Vitoria. Ahora bien, sí que da la sensación de que el Madrid va para arriba desde la derrota del primer partido (pudo ganar perfectamente el tercero también) ha recuperado para la causa a Mirotic, su moral estará por las nubes y el ambiente será de primera. Dicho esto, pensar en un partido cómodo es no conocer cómo se las gasta el Caja Laboral. Un quinto partido es cuestión de táctica (25%), piernas (30%) y cabeza (45%). En las dos primeras parece que va ganando el Madrid, pero en la última no me jugaría yo mucho a favor de nadie. Lo que está claro es que nos esperan 40 minutos de lo que echamos tanto de menos durante buena parte de la temporada. Tensión, dramatismo, incendio ambiental, dos grandes equipos echando el resto y un billete para la final en juego. Suficiente para tener claro el plan para mañana a las seis de la tarde a las 20.30 horas

Postdata.- No, no me voy a escaquear de hacer un pronóstico. Ganará el Madrid entre 5 y 10 puntos. Y para afinar más aún, que no cuesta nada, me inclino por un 82-75.

Sobre el blog

El palomerismo es toda una filosofía de vida que se basa, como la termodinámica, en tres principios. El de la eficiencia: “Mínimo esfuerzo, máximo rendimiento”. El del aprovechamiento. “Si alguien quiere hacer tu trabajo, hacerte un regalo o invitarte a comer, dejale”. Y el de la duda: “Desconfía de los que no dudan. La certeza es el principio de la tiranía”. A partir de ahí, a divertirse, que la seriedad es algo que ahora mismo, no nos podemos permitir.

Sobre el autor

Juanma López Iturriaga

Básicamente me considero un impostor. Engañé durante 14 años haciendo creer que era un buen jugador de baloncesto y llevo más de 30 años logrando que este periódico piense que merece la pena que escriba sobre lo que me dé la gana. Canales de televisión, emisoras de radio y publicaciones varias se cuentan entre mis víctimas, he logrado convencer a muchos lectores para que comprasen mis libros y a un montón de empresas que me llaman para impartir conferencias. Sé que algún día me descubrirán, pero mientras tanto, ¡que siga la fiesta!

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