El Palomero

De series y Emmys

Por: Juanma Iturriaga

25 sep 2012

Como sabéis los que teneis costumbre de acercaros a este blog, soy un seguidor declarado de las series de televisión. Tanto es así que mi televisor, al abandonar casi por completo las cadenas generalistas, se ha convertido más en un monitor que en otra cosa. Sigo un montón de series y pocos planes me gustan más que una buena sesión de Breaking Bad, Mad Men, The Big Bang Theory o Tremé, entre otras muchas. Por ello me vais a permitir que hoy comente los premios Emmy otorgados en la madrugada del domingo y que ha dejado como titular más destacado el triunfo de la excelente Homeland en el apartado dramático y el nuevo éxito colectivo de la entrañable Modern Family. Vayamos por partes. 

Comedia

Mejor actor secundario, Eric Stonestreet, Cameron en Modern Family

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De seis nominados, cuatro eran de MF, lo que hacía lógico que le tocase a uno de ellos. Cam ya lo ganó en 2010, y el fantástico Phil, una debilidad personal, lo hizo el año pasado. Nada que objetar a la repetición del orondo, histérico y entrañable Cameron, uno de esos actores que, cuando está en pantalla, atrae el foco como ninguno. 

 Mejor actriz secundaria. Julie Bowen, Claire en Modern Family.


Julie_Bowen200Claire ha ido creciendo temporada tras temporada y repite premio como ama de casa al borde de un ataque de nervios gracias a su peculiar esposo, hijos y demás parientes, pero a mí me hubiese gustado que se lo llevase o Mayim Bialik, ex Bloosom y ahora inconmensurable como Amy Farrah Fowler, la novia de Sheldon en TBBT, o Merritt Wever, Zoey en Nurse Jackie, otra robaescenas de primera. Y de elegir a una de estas dos, me quedo con la simpática, inteligente y arrebatadoramente encantadora Amy.

 

Mejor actor principal, Jon Cryer, Alan en Dos hombres y medio

Jon-Cryer-w0718Una de las grandes pifias de la noche a mi entender. Cualquiera de los otros cinco nominados me hace infinita más gracia que el premiado, que por otro lado no me hace ninguna. Me encantan Alec Baldwin en 30 Rock. Por supuesto, Jim Parson, el gran Sheldon o Louis C.K (mega fan de Louis). ¿Pero Jon Cryer y su cara de acelga?

 

Mejor actriz principal, Julia Louis-Dreyfus, Selina en Veep

Julia-Louis-Dreyfus-cropped-w0724Tengo grabada Veep pero no he pasado de los 10 primeros minutos, por lo que no puedo enjuiciar a la exSeinfeld. Por lo que he leído fue una gran sorpresa y no me extraña, pues me parece excesivo su reconocimiento. Ahora que estoy revisitando Los Soprano, Edie Falco se merece todo lo que le puedan premiar. Y Tina Fey. 

 

Mejor serie de Comedia. Modern Family.

 

Bien, vale. Su tercera temporada ha sido igual de buena que las anteriores, con ese final (¿spoiler?) donde nos enteramos de que Sophia Vergara va a ser mamá de nuevo. Me muero por ver cómo lo lleva Mani, al que le podrían haber nominado con toda justicia, pues el chaval está que se sale. Ahora bien, gustándome MF, no alcanza el entusiasmo con el que celebro cada nuevo capitulo de The Big Bang Theory, a la que la incorporación de las novias de Howard y Sheldon la ha llevado a una nueva dimensión.

 

Drama

Mejor actor secundario, Aaron Paul, Jesse en Breaking Bad.

Aaronpaul1¡Oe, oe, oe, oe!. Compitiendo con grandes, enormes actores, Jesse repite su Emmy de 2010. Soy absoluto adorador de Breaking Bad. Sus tramas, sus personajes, y la deriva que ha ido tomando hacia... digamos, la oscuridad, según han ido pasando las temporadas. Pertenezco al club de fans de Jesse, por lo que me alegro por su reconocimiento. Dicho esto, yo se lo hubiese dado a Giancarlo Esposito por su estremecedor personaje de Gus Fring.

 

No se puede ser más hijo de su madre y a la vez tan pausado e imperturbable. La tercera y, sobre todo, la cuarta temporada, resultaron antológicas gracias a este tipo que con un negocio de pollos de tapadera tenía montada la de dios y no le temblaba la voz para mandar al otro barrio a quien fuese, Mike mediante, claro. 

Mejor actriz secundaria. Maggie Smith, Grandma o Violet en Downton Abbey

Maggie-smith-downtown-abbey-tPalabras mayores. Maggie Smith es una de esas actrices de la que yo no recuerdo haber visto una mala actuacion, incluso en películas mediocres. Encantadoramente mordaz, algunas de sus frases en Downton Abbey son memorables. Esta tercera temporada peleará dialecticamente con Shirley MacLaine, en un duelo de víboras que promete mucho. Los que hayáis visto ya el primer episodio sabéis de lo que estoy hablando.  La pena es que no se lo diesen tambien a Christina Hendrick, Joan en Mad Men, aunque solo fuese para verle subir al escenario. ¡Qué voluptuosidad! Mamma mía. Pero Maggie y sus frases...

 

Mejor actor. Damian Lewis, Nicholas en Homeland.

Damian-Lewis-w0718Queda ya poco para el 1 de octubre, fecha de la vuelta de Homeland en su segunda temporada y para descubrir por dónde van a ir los tiros. Por lo visto en los avances, el imperturbable y convertido Nicholas comienza una carrera política que, como ocurrió en la primera temporada, nos pondrá el alma en un puño con su constante tensión narrativa y pasaremos de entenderle a odiarle de un capítulo a otro.  Lamento que Mr. Heisenberg no se lo llevase, pero el trabajo de Lewis, siempre contenido y a veces hasta hierático, tambien se merece el premio. 

Mejor actriz. Claire Danes, Carrie en Homeland.

Claire-Danes-R_1Nada que objetar, sino más bien lo contrario. Su papel de semidesquiciada agente a la que nadie cree es rotundo y convincente. Danes nos lleva de la mano en su obsesión por desenmascarar al supuesto héroe, saltándose desde el principio códigos éticos en busca de la verdad. Sabiendo lo que sabe el espectador y ella intuye pero desconoce, logra que empaticemos con su causa y ahora esperemos ansiosos cómo va a salir del agujero mental donde terminó al final de la primera temporada. 

Mejor serie dramática. Homeland.

 

Reconociendo los méritos de Homeland, a mí me hubiese gustado que se lo hubiese llevado Breaking Bad. Pasan las temporadas, quedan ya solo ocho capítulos sobre las andanzas de Walter y Jesse y esta maravillosa serie, unas veces por Mad Men y en esta ocasión por Homeland, sigue sin recibir el premio gordo que se merece. Dicho esto, Homeland es un digno ganador. Recuerdo que la tenía entera y me daba enorme pereza meterme en una historia de marines, invasiones (ilegales) y este tipo de historias tan estadounidenses. Mis recelos duraron medio capítulo, lo que tardé en ser abducido por la tensión que emanaba desde el minuto uno, cuando la agente Carrie intenta que el prisionero le diga el nombre del agente traidor mientras está a punto de llegar la policía local.  Pedazo de serie, sin duda, que tiene el difícil reto de superarse a sí misma en la segunda entrega. 

Pues eso, que salvo los premios al de Dos Hombres y Medio y a la de Veep, no hubo grandes fiascos. Eso sí, revisando series y protagonistas nominados, se confirma que la ficción vive momentos gloriosos donde se agolpan excelentes series, algunas que ni siquiera aparecen en los nominados como Boss (estelar Frasier), Justified, Tremé, Hell on wheels, ¡Fringe!, House of Lies, The Hour e incluso la divertida Episodes, todas ellas merecedoras de seguimiento. Esta semana comienza la temporada de otoño. ¡Cómo nos lo vamos a pasar!

El Madrid da primero

Por: Juanma Iturriaga

24 sep 2012

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La Supercopa, salvo grandes descalabros, es una competición muy agradecida donde lo que puedes ganar es mucho mayor a lo que puedes perder. Es como un caramelo que alegra la vida al que lo consigue pero tampoco deja muy triste al que se vuelve a casa sin nada que echarse a la boca. Al fin y al cabo, por su posición en el calendario y corta historia (aunque me he enterado de que en los 80 se jugaron cuatro ediciones, y en la última ganada por el Madrid, en el 84 estaba yo, vamos, el Pleistoceno) no da para echar las campanas al vuelo y mucho menos para rasgarse las vestiduras. Pero aun menor, no deja de ser un título, y equipos como el Real Madrid no andan sobrados de ellos en los últimos tiempos. Por eso es comprensible la felicidad que mostraban los jugadores blancos al final de un partido que, aparte de la Copa, deja la sensación que el Madrid está a punto de completar su proceso de formación para convertirse definitivamente en un equipo capaz de competir con garantías y poder ganar todas las competiciones en las que participa. Otra cosa es que lo consiga, pero la base es la más sólida que se recuerda desde hace mucho tiempo. Su competitividad no surge de una conjuncion momentánea de jugadores, sino que obedece a una construcción coherente que ha terminado por formar un equipo joven, aguerrido, con una idea muy sólida y definida del juego que quiere realizar y una confianza en su estilo cada vez más interiorizada por todos. 

La final evidenció todo esto y confirmó la excelente salud del proyecto, sobre el que corren rumores de que todavía está incompleto a la espera del posible fichaje de Hettsheimeir. No le vendría mal, pues el único pero que tuvo el encuentro de ayer fue la debilidad interior que mostraron durante una buena parte del encuentro, con Slaughter sufriendo y Jewei campando a sus anchas sin contestación. En contrapartida y en la primera ocasión que fue examinado como madridista en cita con título en juego, Rudy respondió a lo grande. Su impacto en el juego fue total, comenzó en los primeros minutos diciendo aquí estoy, recolocó a su equipo al inicio del tercer cuarto una vez que al final del segundo el Barcelona llegó hasta a empatar el partido y finalmente cerró el debate a mitad del último cuarto con dos acciones marca de la casa. Con Rudy el Madrid da un salto evidente, pues la conjunción de puntos, intensidad, liderazgo y capacidad resolutiva que ofrece es de tal importancia que justifica el esfuerzo realizado para convencerle que se quedase por estos lares. 

En general, el Madrid se mostró como una maquinaria muy engrasada, fluida de neuronas y piernas, capaces de hacerle 95 puntos a todo un Barcelona y con casi todos sus jugadores muy enchufados. Tampoco dio la sensación que los blancos hiciesen un partido superlativo, lo que aún da más mérito a su incontestable victoria. Pero la lista de protagonistas fue larga. Empezando por Rudy, siguiendo por Carroll, Llull, Mirotic, Sergio… todos tuvieron su momento. En definitiva, un triunfo que confirma la actual buena salud del grupo e invita al optimismo a todos sus aficionados.

Los seguidores del Barcelona, por otro lado, tampoco tienen grandes motivos para una preocupación mayor que la incomodidad que siempre supone el triunfo del eterno rival (ocurre en los dos sentidos). El único pero que yo le pondría a los azulgrana es que eché en falta algo más de inconformismo ante el devenir de los acontecimientos. Lo tuvo en el segundo cuarto, pero no lo aprecié en la segunda parte, donde el partido se les fue sin grandes estridencias ni arrebatos. Y quien dice arrebatos dice algo más de eficacia defensiva. Supongo que no es lo mismo afrontar esta competición habiéndole ganado los últimos tres años que no habiéndolo hecho nunca. Y también supongo que la sombra de Navarro es alargada. Muy alargada. Eso sí, su ausencia no debería quitar ni un ápice de mérito a lo hecho por el Madrid. Como no le restó al Barça que el año pasado Rudy no pudiese jugar por una inoportuna lumbalgia. 

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Lo mejor para los azulgrana, además de ver a Ingles más entonado, fue la presentación en sociedad de Jawai. Menudo pájaro. Si lo que hizo ayer se convierte en habitual, no hay duda que se va a convertir en una de las estrellas de la Liga. 140 kilos movidos con agilidad, un poderoso salto y un sinfín de machaques atraen el foco hacia su persona y de paso ocupan un lugar necesario en la rotación del Barça, ahora que N'Dong y Fran Vázquez han emigrado. Me gustaron Rabaseda y el desparpajo de Abrines, vi fuera de sitio a Wallace y muy poco trascendentes a Lorbek o Tomic, que me pareció el mismo del Madrid pero con camiseta blaugrana.   

En fin, que tampoco hay que sacar un tratado de un fin de semana de principio de temporada. Que el Madrid lo celebre, que el Barcelona se afine, que el Valencia no se diluya en dos minutos, que el Cai siga peleando y que los Caja Laboral, Unicaja, Gesgrap, Cajasol, etcétera estén preparados en una semana para que la temporada sea lo más interesante posible. Que los equipos jueguen sin complejos, que los marcadores sean altos, que se dé oportunidad a los jóvenes para crecer, que los partidos sean igualados, que los campos se llenen, que aquellos aficionados que solo se asoman al baloncesto durante los veranos de selección no pierdan el interés por la competición nacional, que los entrenadores se relajen, que los árbitros acierten y que, en definitiva, la Liga Endesa sea algo que merezca la pena seguir, analizar, polemizar y, sobre todo, disfrutar. Que por desearlo no quede. 

Sobre sensibilidades territoriales

Por: Juanma Iturriaga

17 sep 2012

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Mayo de 1992. Vicente Miera hace pública la lista de jugadores seleccionados para disputar los Juegos Olímpicos de Barcelona. Esa misma tarde Pep Guardiola, uno de los elegidos, convoca una rueda de prensa donde declina la invitación a formar parte de la delegación española. El motivo esgrimido es puramente sentimental. Guardiola declara que siempre se ha sentido catalán y no español, aboga por el independentismo y cree que la postura más coherente y consecuente con sus ideas es no jugar con la selección española, a pesar de que se disputen en su ciudad. En un principio causa mucha sorpresa el anuncio, el primero de este tipo que se produce por un deportista, pero los medios de comunicación y la afición lo comprenden y respaldan. Es más, destacan su valentía al hacerlo público. A partir de ese momento, en todos los campos de la liga a Guardiola se le aplaude, en un gesto popular de comprensión hacia su postura y en defensa del derecho que tiene cualquier persona a tener los sentimientos que quiera,  siempre que los exprese y defienda con respeto y formas democráticas.  A partir de la puerta abierta por Guardiola, unos cuantos deportistas “salen del armario” y se declaran independentistas catalanes, vascos, gallegos, etc. Como en el caso inicial, verbalizar sus creencias no les causa ningún perjuicio (salvo el de no ir a la selección) y pueden seguir tranquilamente con sus carreras.  

Resulta evidente que esto es pura ficción y que de haberse dado la premisa inicial, las cosas hubiesen sido radicalmente distintas. Si en pleno 2012 las creencias independentistas son tan mal vistas por mucha gente que las tratan más como una traición que como una opción sentimental, no te digo nada hace 20 años. Las complicaciones que hubiese tenido Guardiola o cualquier otro hubiesen sido importantes, las pitadas e insultos en un montón de campos más que sonoras (basta recordar los recibimientos al Athletic en Sevilla durante mucho tiempo) y habría habido mucho más rechazo que comprensión o respeto. ¿Por qué nos sorprende que ahora, libre de efectos secundarios importantes, haga lo que no hizo entonces?

Suponiendo claro, que el sentir mostrado en el vídeo de apoyo a la manifestación ya lo tenía entonces, que sólo él lo sabe. Porque los sentimentos y filiaciones tambien cambian con el paso del tiempo y lo que etiquetamos como “de toda la vida” puede que no sea cierto. A mí me ha ocurrido, aunque al revés, ya que los nacionalismos, todos, cada vez van menos conmigo. Lo practiqué en algun momento de mi vida juvenil, probablemente más como acto de rebeldía veinteañera canalizada por ahí que por sentimientos más profundos de incompatibilidades entre lo español y lo vasco, que nunca las he sentido. Traspasado el medio siglo de existencia, mi alejamiento hacia ese tipo de reivindicaciones territoriales es creciente, aunque por supuesto las respeto siempre que se reclamen de una manera civilizada y tampoco se me abren las carnes imaginando un país bien diferente al actual dentro de 30 años. 

Los deportistas, durante su etapa en activo, siempre han sido muy reacios a posicionarse políticamente, sobre todo en los deportes de gran seguimiento. No porque no tengan criterio, sino porque no quieren meterse en líos. A diferencia de otros países, como por ejemplo Estados Unidos, donde buena parte de sus jugadores profesionales no tienen el más mínimo reparo en declararse demócratas o republicanos, aquí es tema tabú, lo que no habla muy bien de nuestra capacidad para aceptar la opción política del prójimo. No, en tolerancia política no sacamos ni notable. Si no hemos llegado a normalizar esto en cuestiones como qué partido político cuenta con tus simpatías, como para ir más allá y tocar otros temas más sensibles como estos de las posibles nuevas fronteras. 

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Sospecho que en cualquier selección española de cualquier deporte de cualquier época es casi seguro que algunos de sus componentes no sientan (o hayan sentido) el escudo que llevan en la camiseta ni el himno que se interpreta antes de cada partido de la forma que supuestamente algunos piensan que debería ser sentido.  Pondría la mano en el fuego que en todas estas selecciones españolas forman/formaban parte jugadores que no cantarían a voz en grito el “soy español, español, español” y que en su deseo más íntimo, sueñan con el día en el que puedan representar al país que realmente llevan en lo más profundo de su corazón. Pero nadie se atreve a decirlo y es comprensible, pues saben que esto sólo les puede acarrear problemas de todo tipo, personales y profesionales, además de privarles de poder disputar grandes competiciones de selecciones con todo lo que ello significa en historial, notoriedad y por supuesto, dinero. Ante esa tesitura, callo y juego. ¿Se les puede pedir más? Yo creo que no, al menos por ahora. 

Dice Santiago Segurola en otro de sus grandes artículos : “El fútbol profesional está edificado sobre una mentira necesaria. A cambio de creer ciegamente que los jugadores mantienen un amor indestructible por sus equipos -ahí radica la mentira-, los hinchas se adhieren sin condiciones a sus colores. Esta premisa tan simple es la raíz del éxito del fútbol. El orgullo de la tribu, el seguimiento universal, las tremendas consecuencias económicas, el éxito mediático, todo aquello que ha convertido a este sencillo juego en un fenómeno de nuestro tiempo, se debe al apasionado vínculo que se establece entre el público y los actores. El cinismo mataría al fútbol, o lo convertiría en otra cosa, menos obsesiva, más calculadora y, por tanto, menos predispuesta a la adhesión”.  

Cuando observamos a un jugador de nuestro equipo, queremos pensar que el escudo que lleva en su pecho lo lleva cosido en el corazón. Como muy bien dice Santi, esto es una mentira necesaria. Lo mismo que ocurre en los clubes, en cierta medida ocurre en la selección. Al fin y al cabo, estamos hablando de sentimientos, sean locales, deportivos o tambien nacionales, que no siempre son los más enraizados. Guste o no, en cada una de las selecciones/equipos que vemos, la relación con el país/club al que representan es dispar y va desde los místicos hasta los puramente profesionales. Curiosamente, a veces solemos estar más pendientes de que los nacidos aquí demuestren su “españolismo” que de preguntarnos el que puede tener alguno de los nacionalizados que, cada vez más, pueblan y potencian nuestras selecciones. Quizás, y a la espera de que seamos un pais donde opciones y sentimientos políticos y territoriales puedan ser verbalizados sin temor a ninguna represalia o complicación, lo mejor sea tragarnos la mentira de la que habla Segurola. Eso sí, sabiendo que es una mentira. 

Animales de dos patas

Por: Juanma Iturriaga

11 sep 2012

"No pertenezco a ninguna asociación o sociedad protectora de animales, aunque las apoyo siempre que no caigan en cualquier arrebato extremista, pues con los fundamentalistas, el Papa y los antiabortistas radicales tengo suficiente. Ni comparto la consideración de criaturas de Dios hasta que mi agnosticismo religioso quizás remita con el inexorable paso del tiempo y la cercanía de la muerte provoque dudas y algún que otro "por si acaso". Tampoco soy vegetariano, pues me aficioné al chuletón de buey, el cordero asado, la merluza en salsa verde y el bonito con tomate a edad temprana. La biología se me daba regular, al no acabar de memorizar con exactitud el mecanismo de digestión de los rumiantes. En el debate toros sí-toros no me persigue la contradicción. Leo a Joaquín Vidal y disfruto con la fiesta. Veo la superlenta de Canal Plus y me pregunto si es necesario. Comprendo a unos y a otros y no entiendo a ninguno. Mi suegro es un gran cazador y los trofeos con los que adorna su atiborrada casa me producen admiración y rechazo a partes iguales. Resumiendo, que me considero bastante normalito en asuntos relacionados con el mundo animal. Y a los normalitos se nos pone la carne de gallina con los espectáculos que año sí y año también se dan en algunos pueblos de nuestra llamada, curiosamente, piel de toro. El último, en Colmenar de Oreja, donde se lio una buena por la prohibición del toro embolado; salvajada que consiste en colocarle al animal unas bolas de fuego en los cuernos y soltarlo en la plaza del pueblo. Fantástico. Culturalmente intachable. Divertidísimo. Más que divertido, para morirse de risa.

Nunca he entendido muy bien el placer que experimenta el ser humano prácticamente desde que abandona la cuna ante el sufrimiento animal. Intento descifrar el ancestral enigma que explicaría las razones que llevan a jóvenes e incluso niños a disfrutar cazando y descuartizando lagartijas con variados y refinados métodos (no todos, tenía un amigo que las dinamitaba). Con la ayuda de un cerebro en estado de shock provocado por la vuelta de las vacaciones y el próximo final del verano, me pregunto la posible atracción que pueda ejercer la minuciosa disección de una rana, sesuda tarea a la que, con mayor o menor fruición, casi todos nos hemos dedicado a edad temprana. Mientras el Madrid vuelve a ser el Madrid y el Atleti vuelve a ser el Atleti, alucino al comprobar que tales comportamientos en muchos casos no desaparecen con la mayoría de edad y la supuesta dosis de raciocinio que conlleva para todos (menos para fascistas, racistas, intransigentes, intolerantes, fundamentalistas, extremistas, terroristas, amantes de la guerra y cosas por el estilo). No sólo eso, sino que se hacen más acusados, hasta el extremo de que, en una gran pirueta evolutiva, los humanos nos convirtamos en auténticos y genuinos animales, por supuesto, poco o nada racionales.

Desconozco lo que pasa por los limitados cerebros de toros, perros, gatos, gansos, caballos o asnos. Incluso es más que probable que no pase nada (aun que Jesús Gil se empeñe en intentar demostrar que su caballo Imperioso es más listo, inteligente y sensible que las personas), lo que les pondría en igualdad de condiciones con los precursores, animadores y disfrutadores de eventos ejemplares como el toro embolado de Colmenar de Oreja y otras muchas fiestas más, famosos gansos de Lekeitio incluidos. No encuentro excesivas diferencias entre éstos y, por ejemplo, los cazadores/ asesinos de focas, ballenas, y otros animales, algunos en vías de extinción. Lo curioso es que los mismos que casi echan la lagrimita ante la masacre de focas con ojos de estrella de cine son capaces de secarse los ojos y seguidamente salir a la calle a pasarse unas horas tirándole del rabo o atizando a una vaquilla hasta que se muere de la paliza.

No es extraño que tales personas, eslabones perdidos en la cadena de la evolución, intenten agredir a periodistas, pidan degollamientos y apaleen a los que supuestamente van a impedir una sana diversión. Ya se sabe, no se le debe quitar a un animal el plato de comida cuando se halla en pleno banquete, pues puede revolverse. Y a éstos hay que considerarlos como si se tratase de animales. De hecho, en el fondo, son mucho peores".

Como alguno habrá podido observar (lo de Jesus Gil lo delata) esto no está escrito hoy, aunque en un 99% mantiene la vigencia (en su actualidad y en mi opinión). Es un artículo que publiqué el 16 de septiembre de 1994, cuando tenía una columna quincenal en la sección Madrid de este periódico. Se había prohibido la celebración del Toro Embolado en Colmenar de Oreja, y se montó una rebelión vecinal con intervención de las fuerzas del orden, que se decía antes. Pocos días despues, casualidades de la vida, mi hermano se casó en Chinchón, a menos de cinco kilómetros de Colmenar de Oreja. Al día siguiente y mientras paseaba por la preciosa plaza, un vecino del lugar me advirtió que no sería prudente una visita mía a esa localidad, pues el artículo había sentado muy mal a unos cuantos de sus sensibles habitantes.

18 años han pasado, y aunque afortunadamente unas cuantas de estas salvajadas han sido suprimidas, su prohibición no ha sido generalizada. Hoy se vuelve a celebrar la ¿Fiesta? del Toro embolado de Tordesillas un espectáculo más propio de la Edad Media que de estos tiempos. Está claro que en algunas cuestiones y generalmente al amparo de ese paraguas multiuso llamado tradición, la evolución evoluciona bien poco. 

Sobre la amistad premiada

Por: Juanma Iturriaga

10 sep 2012

Amistad: Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. 

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No comparto la decisión del Jurado del Príncipe de Asturias de conceder el premio en su apartado deportivo a Casillas y a Xavi. Y mira que los dos me caen muy bien, en lo personal y en lo profesional. Son dos personas que transmiten sensatez y han sido capaces de que les pase el camión de la fama por encima y salir indemnes (Valdano dixit sobre Butragueño). Evidentemente a este perfil de chicos majos, accesibles y nada ruidosos en terrenos personales (Sara al margen) hay que añadir sus infinitos méritos deportivos. Iker es un milagrero en el mejor sentido de la palabra y su incidencia capital en infinidad de títulos del Madrid y de la selección resulta indiscutible. Es además uno de esos deportistas con “ángel” que aparece siempre en los momentos más complicados y en los partidos más importantes para salvar, catapultar o tranquilizar a su equipo. Xavi, además de llevar más de una década al mando del Barça y la selección (casi nada) representa como ningún otro el afortunado cambio de rumbo que dio el fútbol español hace ya unos años por el que pasamos de la época de la furia y la raza al talento como fundamental vara de medir a un deportista por encima de músculos, centímetros o sudores. 

Pero esta simpatía hacia ellos y el reconocimiento de sus logros no consigue que comprenda la decisión. Porque sus méritos deportivos ya fueron premiados hace dos años, porque creo que había alguna otra candidatura (y otros que ni siquiera formaban parte de ellas) que se ajustaban mejor a este importante galardón y porque creo que en lo que se fundamenta el premio tampoco es para tanto. Diga lo que diga el jurado, da toda la impresión de que este reconocimiento surge del comportamiento de ambos en la crisis de los misiles Madrid-Barça de los últimos tiempos, al parecer suficientemente reconducida por su actuación conjunta. Por extensión se valora su amistad desde el principio de sus carreras y su capacidad para mantenerla hasta el día de hoy. Y tampoco es despreciable que haya sido Joseph Blatter, personaje influyente, el que presentase la candidatura, pues está por la labor de aprovechar el fútbol para transmitir valores sociales, lo que me parece muy bien, dicho sea de paso. 

Tres preguntas: ¿Tan complicado resulta tener la cabeza sobre los hombros? ¿Es premiable el mérito de percatarse del peligroso camino por el que transitaban esos Madrid-Barça, cosa de la que todos nos estábamos dando cuenta, salvo los aficionados más radicales? ¿Tiene tanto mérito mantener una amistad siendo competencia, por muy fiera que sea? Si esto es así, reclamo el Príncipe de Asturias para Epi y para mí. Nos conocimos a los 14 años; competimos durante otros tantos en trincheras diferentes; superamos crisis personales y duros enfrentamientos entre nuestros clubes (y estamos hablando de los 80, una época más heavy social y deportivamente); atesoramos un buen currículo (vale, el de Epi algo mejor que el mío, pero no tiene dos Copas de Europa como yo, ¡toma Super!); fuimos capaces de triunfar en Los Ángeles poco tiempo después del famoso partido de la pelea que puso en peligro nuestras relaciones y hoy, a nuestras 53 castañas, seguimos siendo amigos, nos llamamos con cierta frecuencia y salimos juntos en cuanto hay ocasión. 

Hablando en serio, Iker y Xavi son dos grandes tipos, enormes deportistas con un historial impresionante, pero hombre, que no se nos vaya la olla. Lo que hicieron era de pura lógica, pues por aquel camino las cosas iban de mal en peor y al final todos iban a salir perjudicados. Es más, el punto de inflexión se produce con las declaraciones de Casillas al final de la Supercopa de la temporada pasada, cuando pone en duda la reacción de Cesc ante la desesperada patada de Marcelo. Para todos los que lo vimos en la tele y admiramos a Casillas no solo por sus paradas, nos resultó especialmente decepcionante. No es difícil imaginar que al revisar su actuación al día siguiente y con más frialdad, Casillas fuese por fin consciente de la deriva y terminó cogiendo el teléfono. Vamos, que hizo lo que probablemente haríamos o hemos hecho todos alguna vez en nuestras vidas. 

Me sigue sorprendiendo el valor que se le da a la amistad entre rivales (sobre todo si son del Madrid y del Barça) como si la única forma de competir entre ellos sea antipatizando con el enemigo. Será porque en mi deporte y en mi carrera no tuvo ninguna incidencia y las amistades surgían más por afinidades personales que por llevar la misma camiseta. Afortunadamente hay muchos ejemplos de que existen otras vías. Premios como este nos lo recuerdan y nunca está de más, pero en este caso parece excesivo el peso definitorio que ha tenido en la decisión final.

Ronaldo democratiza la felicidad

Por: Juanma Iturriaga

06 sep 2012

No seré yo quien critique a Cristiano Ronaldo por estar triste. Aunque entiendo que le hayan caído palos por todos los lados. Al fin y al cabo, es más que posible que el portugués haya ofendido con sus declaraciones a mucha gente que tiene que lidiar su vida con muchísimo menos de lo que Ronaldo posee. Dios da pan al que no tiene dientes, decía un refrán, y Cristiano parece no tener dentadura suficiente como para digerir el mucho pan que recibe. Pero eso no quita para que tenga todo el derecho del mundo para sentirse como quiera o pueda. El de Ronaldo ni es el primer caso ni será el último. Los sentimientos son a veces inescrutables y no obedecen a ecuaciones matemáticas. 10 millones de euros de ficha + 20 de publicidad + el fervor de millones de seguidores + jugar en el Real Madrid +  ganar títulos + tener una novia espectacular no tienen por qué dar como resultado la plena satisfacción. Quizás deberían, pero no siempre es así. 

Porque yo me pregunto, ¿cuánto dinero, éxito y reconocimiento nos asegura la felicidad? ¿Qué volúmenes marcan la frontera entre la felicidad y la posible tristeza? Entendemos que Cristiano ESTÁ OBLIGADO a ser feliz porque gana 1.000 veces más que la media en cualquiera de estos baremos aceptados como parámetros que llevan a la satisfacción. Pero también conocemos casos de gente que con mucho menos de la media  es capaz de vivir con la sonrisa en la boca. A la vista de cómo está el tema laboral, el contar con un trabajo y un sueldo ¿nos obliga a una felicidad perenne? ¿Acaso nuestras existencias y nuestros sentimientos no son mucho más complejos y dependen (afortunadamente) de un montón de variables que no solo tienen que ver con eso que a Ronaldo le sobra? ¿Cuántas veces nuestro estado de ánimo se resquebraja por motivos banales? 

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Cristiano Ronaldo, tras anotar su primer gol ante el Granada / Dani Pozo (AFP)

Elucubro sobre el origen de su tristeza y la razono a partir de un desequilibrio entre lo que Ronaldo cree merecer y lo que recibe. Sospecho que cuando se mira al espejo ve una cosa que no concuerda con lo que cree observar en las miradas ajenas. No solo eso, sino que como muy bien explica John Carlin en su excelente artículo de hoy, en ese mismo espejo aparecen detrás de él toda su cohorte de aduladores confirmando lo que él cree ver. Este es un problema bastante común. A poco que tu ego se descabalgue un poco (en este caso va a galope tendido) o no haya nadie a tu alrededor con una visión más crítica, lo dado siempre nos parece menor que lo recibido. Creyéndote merecedor de mayores bendiciones, terminas por despreciar las que recibes, sean del tamaño e intensidad que sean. Como consecuencia, la vida, el club, los compañeros o quien sea siempre están en deuda contigo, siempre te deben algo, lo que sin duda es fuente de insatisfacción. ¿Quién no ha tenido esta sensación en algún momento?

Dicho esto, lo que no me parece de recibo es la utilización (por no llamarlo chantaje) que hace Ronaldo del club para solucionar su problema. Siendo el sentimiento respetable, no lo es el que lo convierta en un problema público y colectivo. Además, su queja no viene provocada por un calentón, que en los juicios puede servir de atenuante. Toda la secuencia apunta a una clara premeditación. No celebrar los goles, lo que resulta llamativo, convocar a la prensa en la zona mixta, que lógicamente le pregunta por tal circunstancia, y exponer su malestar sin entrar en mucho detalle forma parte de una trama que dista mucho de ser fortuita. Con ello coloca al club, compañeros y aficionados en una posición incómoda al hacerlos depositarios de la solución de su tristeza. Incluso el momento elegido, con el mercado ya cerrado y dos semanas donde no hay liga, no parece casual. Con su actuación, Ronaldo incide en una sensación bastante generalizada que apunta hacia un egocentrismo desmedido, a una anteposición de sus intereses personales por encima de los intereses grupales. 

Para más inri, la meditada jugada no parece ni siquiera inteligente, lejos de la ideal para conseguir lo que pretende. Ronaldo se ha comportado como un mal jugador de ajedrez, ese que no va más allá de un par de movimientos y es incapaz de analizar las consecuencias que tendrán en el resto de la partida.  Hay muchas posibilidades de que el tiro le salga por la culata. Reclamando dinero, cariño, reconocimiento o lo que sea que esté demandando, hasta el momento lo único que ha provocado es una catarata de críticas, mofas y en algunos casos, indiferencia. Somos muchos (espero) los que pensamos que títulos y goles no justifican ciertas actitudes y actuaciones. El Madrid tiene un problema serio desde que buena parte de su imagen descansa sobre su controvertido entrenador y una estrella mundial como Ronaldo. Que sus estandartes más sonoros se comporten como lo ha hecho ahora Cristiano agrandan aún más esa problemática. Autodeclarados como grandes defensores de su club, a veces sus actos les señalan y ponen en duda la incondicionalidad de sus sentimientos, pues en ellos prima el interés personal al de la colectividad. 

Yendo a terrenos más filosóficos, la tristeza de Ronaldo es una buena noticia, en el sentido de que nos recuerda que si la verdad está ahí fuera, que decían en Expediente X, los resortes más importantes de la felicidad (y de la infelicidad) los debemos buscar dentro. No es cuestión de tener mucho o poco, sino cómo digerimos lo que tenemos o de lo que carecemos. Esto es, sin duda, una democratización de la satisfacción personal, pues la coloca al alcance de casi todos poniéndola a salvo de cuestiones que pueden resultar ajenas a nuestro control o fuera de nuestro alcance. Como él mismo dijo en una ocasión, muchas de las circunstancias en su vida pueden provocar envidia y se entiende que nadie haría ascos a poseer todo lo que el posee. Pero si lo miramos bajo otro prisma, ¿para qué tener tanto si no nos sirve para ser felices? Se habla mucho de los grandes deportistas como modelos a seguir. Ni siquiera en ese objetivo Ronaldo lleva las de ganar. Alguien debería decirselo y entonces sí que tendría un consistente motivo para su tristeza.  

Sobre lo efímero de la gloria

Por: Juanma Iturriaga

03 sep 2012

Durante mi etapa de jugador tuve grandes maestros en el difícil arte de la vida. Llegué a Madrid y al Madrid con 17 años y me encontré con un montón de jugadores cuajados, no solo sabedores de muchos de los secretos que guardan las particulares circunstancias que rodean a un deportista de élite, sino que además eran capaces de, a partir de ellas, extraer buenas directrices para manejarte más allá del deporte. Allí estaba gente como Clifford Luyk o Vicente Ramos, que me doblaban la edad y podían ser mis padres; secundarios de lujo como Vicente Paniagua o Luis Mari Prada, y doctores en el más amplio sentido de la palabra como Corbalán y Cristóbal Rodríguez. Al gran “chicha”, que era como llamábamos a Cristóbal por su origen tinerfeño, le escuché más de una vez una sentencia que se me ha quedado grabada: “La gloria es efímera” solía decir. Claro aviso para jóvenes navegantes que aún no teníamos el título de patrones de nuestras propias existencias. Siempre dispuestos, dada la privilegiada posición conseguida a edad tan temprana, a creer que la juventud, el éxito, la saludo, el reconocimiento, el dinero y muchas otras cosas buenas durarían para siempre. Como aprenderíamos después, nada es eterno, mucho menos la gloria. Hablemos de ellas: algunas ciertamente efímeras, otras no tanto.

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La del Athletic la viví hace unos pocos meses en Manchester, en una de las mayores exaltaciones deportivas y sociales que se recuerda en el mundo rojiblanco. Aquel triunfo de gran repercusión fue toda una constatación de un presente exitoso, pero también de un futuro que solo podía deparar alegrías. Menos de medio año después, la situación parece haber dado un giro de unas proporciones insospechadas, hasta encontrarnos con un presente puesto en entredicho y un futuro que ya no pinta, al menos por el momento, tan halagüeño. Todos los aficionados del Athletic asistimos con una mezcla de sorpresa e incredulidad a una situación que, si bien podía haber sido intuida (la exposición internacional de muchos de sus jugadores unida a un economía limitada podía provocar algún que otro traspaso), está siendo excesivamente traumática, deportiva y socialmente. Tiene al equipo a la intemperie. La rapidez con la que se ha producido la transición del éxtasis a los temores ha añadido perplejidad al sin duda delicado momento.

Vaya por delante que tanto Javi Martínez, ya jugador del Bayern de Múnich, Fernando Llorente o cualquier otro tienen todo el derecho del mundo a tomar decisiones sobre su futuro siempre que respeten el marco legal de sus respectivos contratos y pocos clubes pueden quejarse de este tipo de movimientos, pues en determinados momentos casi todos los han utilizado para conseguir personal cualificado. Ahora bien, los caminos elegidos para lograr sus deseos son finalmente los que marcan los sentimientos que dejaran en la que hasta hace poco fue su incondicional hinchada. Y no parece que la actuación de ambos haya sido la mejor posible y la factura para el Athletic (e incluso para Llorente, que ha quedado a los pies de los caballos al menos durante esta temporada) se antoja excesiva, por muchos 40 millones que hayan entrado en la tesorería. Javi Martínez se ha librado por poco, aunque no creo que durante un tiempo pueda salir de potes por Bilbao. Decía Santiago Solari, cuyos escritos son siempre recomendables, en su último artículo: “Tal vez sea ese heroísmo proyectado, esa idealización grabada a fuego en la inocencia de la infancia, la que hace que muchos, ya de adultos, se sientan amargamente traicionados si un deportista no está a la altura de lo que se espera de él”. Probablemente esa altura sea excesiva, pues muchas veces se les piden fidelidades que probablemente ninguno estaríamos capacitados para mantener en nuestras propias vidas. Y más si tenemos en cuenta la particular idiosincrasia del Athletic y de sus fieles seguidores, que situamos el centro del mundo en pleno botxo, lo que nos hace difícil pensar un sitio mejor para vivir, jugar y, por supuesto, comer. Pero simpáticos egocentrismos aparte, ¿quién dejaría pasar una oportunidad de mejorar profesional y económicamente?, ¿quién no se sentiría en el pleno derecho de buscar derroteros que supongan un ascenso en su trayectoria (supuesto, a ver si el Bayern va a ser más que el Athletic)? ¿Existen otras formas de hacer las cosas que no terminen en una pancarta que diga peseteros o traidores? Difícil, pues situaciones parecidas y repercusiones similares se repiten constantemente.

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La gloria del Athletic está ahora en entredicho, como, por motivos bien diferentes, la de Lance Amstrong. Esta duró un mundo, siete años donde se mostró intratable y la superación de su cáncer añadió adjetivos grandilocuentes a su historia. Ahora resulta que todo se puede ir al garete y el norteamericano pasará a engrosar la numerosa lista de tramposos. Inestable siempre la gloria del ciclista, sujeto a una extrema exigencia, controles exhaustivos y una legislación donde una vez establecida la duda, no se trata de que prueben tu culpabilidad, sino que el propio interesado demuestre su inocencia y donde ni siquiera el haber pasado cientos de controles de forma satisfactoria puede ser suficiente. Sin querer defender ni a Amstrong ni a ningún otro ciclista, pues no es ni mi interés ni mi cometido, entiendo el enfado de la profesión al ver que el control al que están sometidos supera largamente lo que ocurre en otros deportes y que ahora ya abarca incluso a los corredores retirados.

 

La gloria de Iniesta, en cambio, parece inacabable. Cada temporada que pasa añade valor a su descomunal categoría futbolística y humana. En plena madurez, Andrés ha alcanzado ese punto donde nada parece fuera de sus posibilidades. Lo mismo un control, un regate, una salida entre cinco que un galardón individual. Si hace ya años que en este país nos tenía obnubilados con su talento y calidad humana, parece que su embrujo ha terminado por ser reconocido fuera de nuestras fronteras.

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Glorias pasajeras las del Atlético de Madrid, cuyo apodo hace más referencia a sus desgracias, con aquella final de la Copa de Europa de 1974 ante el Bayern a la cabeza, que a sus momentos de éxtasis. El viernes volvió a probar el dulce sabor de un triunfo rotundo pero que, viendo su historial, quién sabe cuanto le durará el lógico empuje que debería darle. A diez minutos para el final y con todo decidido, Simeone introdujo en el campo a Raúl García. Lo sorprendente del caso es que este jugador es el único superviviente de la Supercopa europea ganada ¡hace dos años! Destacable su capacidad de regeneración, inquietante su incapacidad para sacar réditos más allá de los económicos a sus momentos más dulces.

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Glorias interdependientes las del Madrid y el Barça, incapaces por naturaleza y condición de ser dichosos al mismo tiempo. El madridismo es feliz, y con razón, pues lejos quedan ya los tiempos de “chorreos” (¿qué será del expresidente Boluda, autor de aquel momentazo dialéctico?) y los títulos antes negados, ahora van cayendo. También disfruta todo al que le guste el deporte al observar que aquellos desagradabilísimos derbis donde el futbol dio paso a la pelea callejera, parecen superados. Al jugarse solo al futbol, hay espacio para que toda esa colección de grandes peloteros se puedan expresar sin mayor preocupación que la del propio juego, lo que da lugar a partidos tan apasionantes como los dos disputados. Y como sabéis que Mourinho, ya pueda ganar un millón de títulos, me parece un personaje tóxico al que ni la gloria ni todo lo que trae consigo parece sacarlo de su agrio personaje, aprovecho para mostrar una vez más mi perplejidad al permitirle enviar a Karanka ante los medios después del partido del Bernabéu. Este 'ahora sí quiero, ahora no me da la gana' me parece una falta de respeto hacia todo el mundo, empezando por sus propios aficionados, y creo que no debería ser permitido ni por el Madrid ni por la propia Liga. La UEFA ya lo hace. Que se le ocurra a un entrenador de la NBA mandar a su ayudante a dar su versión después de un partido. 

Glorias nunca suficientes, como las de Ronaldo, eterno insatisfecho al que quién sabe qué es lo que le falta para ser feliz una vez descartado el dinero, la fama, los títulos y los goles, que los mete a pares. Glorias en barbecho, como la de Nadal, cuyo físico amenaza más que sus rivales, o peligrosas como la de Alonso, al que en cualquier momento se le puede subir un coche encima. Glorias de todo tipo y condición, variables en su duración pero siempre pendientes de un hilo. Eso sí, de igual forma que se pueden desvanecer en un momento, pueden volver. No todas, pues alguna como la de Amstrong toca en la línea de flotación y provoca el hundimiento, pero sí la del Athletic, la de Nadal, la de Contador o la de cualquier otro que entienda la montaña rusa en la que vive. En la comprensión y asimilación de la frase de Cristóbal se encierra uno de los secretos para lograr un recomendable doble objetivo. Disfrutar en su momento de lo conseguido y superar lo que, por una razón u otra, en otro instante se nos niegue. 

Sobre el blog

El palomerismo es toda una filosofía de vida que se basa, como la termodinámica, en tres principios. El de la eficiencia: “Mínimo esfuerzo, máximo rendimiento”. El del aprovechamiento. “Si alguien quiere hacer tu trabajo, hacerte un regalo o invitarte a comer, dejale”. Y el de la duda: “Desconfía de los que no dudan. La certeza es el principio de la tiranía”. A partir de ahí, a divertirse, que la seriedad es algo que ahora mismo, no nos podemos permitir.

Sobre el autor

Juanma López Iturriaga

Básicamente me considero un impostor. Engañé durante 14 años haciendo creer que era un buen jugador de baloncesto y llevo más de 30 años logrando que este periódico piense que merece la pena que escriba sobre lo que me dé la gana. Canales de televisión, emisoras de radio y publicaciones varias se cuentan entre mis víctimas, he logrado convencer a muchos lectores para que comprasen mis libros y a un montón de empresas que me llaman para impartir conferencias. Sé que algún día me descubrirán, pero mientras tanto, ¡que siga la fiesta!

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