El Palomero

Una competición bien contada

Por: Juanma Iturriaga

30 oct 2012

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Esta noche comienza la nueva temporada de la NBA y como siempre lo hace anunciando que es Big, Fantastic, Where things happen o cualquiera de los lemas que utiliza para promocionarse, donde son unos expertos. Hace ya muchos años que esta competición entendió que, además de equipos, jugadores, entrenadores, dueños, árbitros, aficionados y asombrosos campos, hacen falta buenos lemas, frases, guiones... Y a ello se han aplicado en los últimos tiempos. Prácticamente detrás de cada llamativa situación deportiva emerge su historia e imágenes correspondientes para ir un poco más allá y convertir lo concreto en algo más general, y de esta forma intentar extender el interés de lo que ocurre en la Liga, más allá de los más fieles seguidores. Seguramente lo descubrieron cuando Magic Johnson y Larry Bird ingresaron en una competición agonizante como la NBA de los finales de los setenta.

 

A priori podía haberse limitado el asunto a una rivalidad deportiva como otras anteriores entre dos jóvenes y extraordinarios jugadores. Pero fue mucho más allá. Blanco vs. Negro, Introvertido vs. Extrovertido, Showtime vs Sobriedad, Celtics vs Lakers, Boston vs. Los Ángeles, Este vs. Oeste. Sus enfrentamientos traspasaban lo puramente deportivo hasta convertirse en otra cosa que mezclaba deportes, razas, caracteres, estilos de vida, ciudades, costas, etc. De esta forma, con debates como este, la atención hacia la NBA no solo se limitaba a los amantes del deporte, sino que alcanzaba otros sectores. A caballo de Magic y Bird la NBA comenzó a galopar, renovando y puliendo sus historias. Aparecieron, entre otras, la de los Bad Boys, mucho más que un simple equipo de baloncesto, un tal Michael Jordan, paradigma de la transversalidad, Kobe y Shaquille libraron una gran batalla de egos, explotó el fenómeno LeBron y, como último ejemplo, la Lin-manía de la pasada temporada. Historias en su origen deportivas y en su desarrollo mucho más generalistas. Historias sugerentes y escritas a medias entre los propios protagonistas, unos buenos guionistas y algún que otro avispado experto en mercadotecnia. El éxito de tal estrategia no tiene dudas y las historias continuan. 

En el capítulo anterior asistimos por fin al encumbramiento del hasta entonces rey sin corona. Teniendo en cuenta que a LeBron le acompañan las trompetas mucho antes de su ingreso en la Liga, la investidura se hizo esperar varias temporadas y el camino hacia el Trono estuvo plagado alternativamente de episodios de admiración y también de desafecto. Su historia tiene todo lo necesario para engancharte a ella, traición incluida, como cuando cambió de ejército hace dos años, pasándose a los Lannister. Perdón, a los Heat de Miami.

 

Cómodamente instalado en su sillón, ahora quiere perpetuarse en él (“mi objetivo es ser el mejor de la historia, es así de simple”, ha dicho recientemente en un nuevo alarde de su ya conocida modestia) y a la vista del rearme de algunos de sus más encarnizados rivales, se ha llevado al Ray Allen de Boston a zonas más calidas, al que seguramente no le harán la ola cuando vaya a la guarida de los Celtics. 

Si LeBron no ganaría el título a Mr. Simpatía, Kevin Durant sí. Ante el comportamiento tipo Joffrey Lannister que a veces tiene L. James, Kevin Durant es el chico bueno e impecable. Tanto que ni se tatúa y besa a su madre después de cada partido. El año pasado se quedó a las puertas del triunfo y esta temporada vuelve a la carga. A su lado el lugarteniente Westbrook, portento físico con una notable tendencia al cortocircuito; y ya no contarán con Mr. Harden, la barba más famosa de toda la NBA, uno de esos cambios de cromos que genera dudas. Pero la gran amenaza no parece llegar de las praderas de Oklahoma, sino del Pacífico. Los desesperantes, agonizantes y derrotados Lakers se han rearmado de golpe con cerebro (Nash) y músculo (Howard). La apuesta es de las grandes y le coloca en su tesitura habitual. Todo lo que no sea un anillo será un fiasco. La NBA se frota las manos, pues con unos Lakers tristones como los del año pasado eran toda una rémora para el prestigio y la propaganda de la competición. 

 

Más historias. La de Nueva York. El mercado número uno del universo baloncestístico vuelve a intentarlo. Que no sea por dinero, por fichajes, por afición. Pero dicen que hay una maldición. Algunos le ponen nombre (Carmelo), otros simplemente lo atribuyen a una bruja. Pero año tras año la maquinaria mediática se pone en marcha para avisar que los Knicks están ahí. La misma maquinaria que destrozará al equipo en cuanto se peguen un nuevo batacazo. Encima hay un ruso de nombre Prokhorov dispuesto a entonar con los ex New Yersey Nets, ahora Brooklin Nets, el “Somos el mejor equipo de Madrid” versión Nueva York. Otro buen conflicto donde se trasciende lo deportivo para meterse en otras harinas. La vuelta de Rose con Chicago o Ricky con Minnesota, los últimos cartuchos de gente como Garnett, Pierce y Nowiztky, o los vuelos sin motor de Griffin en los Clippers son algunos atractivos más para que la cosa luzca y el relato se enriquezca.

¿Y los nuestros? Pues cada uno con su historia y objetivos particulares como bien cuentan en este artículo. Después de sobrevivir al corte, Pau parece que va a disfrutar de un equipo donde los fichajes de Nash y Howard pueden abrirle nuevos horizontes a su juego y el equipo podrá aprovechar mejor su talento. Marc a lo suyo, que no es otra cosa que ser el pilar donde se asienta el entramado de los Grizzlies, a los que ya se les pide mucho. Ibaka estrenando contratazo, que suele (aunque él diga lo contrario) llevar consigo un muy probable ascenso en la jerarquía de Thunder. Vamos, que le dejarán tirar más. Ricky Rubio, otra vez el chico maravilla, mientras tanto, tendrá que completar su recuperación. Y para cerrar el quinteto del Oeste, en una esquina del mapa debutará Víctor Claver, al que no sabemos todavía si le van a dar mucha bola, al menos al principio. Valentía no le ha faltado al dar el salto y ojalá a su talento le acompañe el ánimo y la suerte. Por su parte, al hombre solitario del Este, Jose Manuel Calderón, le deseamos un traspaso lo antes posible. Su contrato no ayuda, pero sería una gran noticia que llevamos esperando algunos ya varias temporadas. 

Se abre temporada y vistos los trailers, llegan las películas. Habrá comedia, drama y tragedia. Algunos saltarán al estrellato y otros se estrellarán. Pero, pase lo que pase, no debemos preocuparnos. En lo bueno y en lo malo siempre habrá un jugador, un equipo, un entrenador o incluso un dueño que escribirá casi todas las noches un capítulo de una historia que nos la contarán muy bien. Fundamentada o ficticia, pero siempre de calidad.

Un pastor y un impostor

Por: Juanma Iturriaga

23 oct 2012

 El pastor

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José Mourinho es, supuestamente, un entrenador de fútbol. Según muchos entendidos, muy bueno. A mí sinceramente no me lo parece, pues cuando el debate y las decisiones se circunscriben únicamente al juego, la poca cintura de su ideario y su tendencia al conservadurismo le hace meter bastante la pata. Además, creo que con el material humano del que dispone, se puede jugar mejor de lo que lo hace el Madrid. Por no hablar de que solo construye presente, como hay evidencias por triplicado. En Oporto, Londres y Milán, ganó, pero no dejó nada para el futuro salvo equipos quemados. Y a mí me parece que esto también es labor del entrenador. Pero bueno, quién soy yo, un exjugador... ¡de baloncesto!, para poner en duda uno de los paradigmas futbolísticos de los últimos años.

Pero no era este el asunto que yo quería plantear. Lo que quería decir es que siendo un entrenador de fútbol, su verdadera vocación es la de pastor de almas. Ambicioso como es, se le queda corto el rebaño de veintitantos jugadores con los que cuenta, por lo que sus aspiraciones son mucho mayores y alcanzan a toda la parroquia, que en el caso de un club con la grandeza del Real Madrid, se cifra en millones su número de feligreses. A pesar de estar atareado habitualmente en entrenar a sus mejores elementos para competiciones de todo tipo, todavía saca tiempo para dictar doctrina colectiva. Sus directrices no se limitan, pues, a cuestiones relacionadas con el juego, sino que abarcan otros aspectos mucho más filosóficos. Decidir quién acompaña a Xabi Alonso en tareas de organización o a Cristiano en labores de derribo no sacia su labor evangélica, por lo que se afana en ampliar el círculo de influencia. Su objetivo más ambicioso, redefinir el ADN madridista.

Más allá de estar o no de acuerdo, deberíamos reconocerle un par de riñones, por no decir otra cosa. Porque poca gente se atrevería a tamaña empresa, para la que siempre hace falta una enorme osadía, y mucha más si tenemos en cuenta en cuenta el poco tiempo que lleva en esta congregación cuyas señas de identidad se han ido fraguando a lo largo de sus 110 años de antigüedad plagados de éxitos. Perdón, a lo largo de 107. Porque en el año 108, llegó el cambio. Los nuevos tiempos necesitaban nuevos valores. Y a ello se aplica el entrenador blanco. Cada cierto tiempo se sube al púlpito y desde allí nos ilumina. Con su cuidada oratoria nos previene y anuncia que la diversidad de pensamiento es un concepto trasnochado y que no existen diferentes maneras de ser madridistas, sino una única. ¿Dudas sobre cuál es la acertada? No hay que preocuparse, para eso está él. Nos advierte también de la existencia, dentro de la comunidad merengue, de topos infiltrados, que unas veces define como pseudomadridistas y otras de madridistas disfrazados. ¿Problemas para descubrirlos? No hay que preocuparse, para eso está él. Y no duda en redefinir conceptos clásicos a los que ha sido asociado este club. ¿Cuáles son las nuevas definiciones? No hay que preocuparse, para eso está él.

Como ya les ocurrió anteriormente a otros líderes o simplemente adelantados a su tiempo, el alquimista del nuevo madridismo choca con cierta resistencia de gente que no entiende que no solo fue fichado para terminar con la hegemonía blaugrana, sino para transformar una sociedad que se encontraba anclada en su exitoso pasado. Gente que no entiende que la grandeza de su misión va más allá de un título de Copa y otro de Liga. Gente que no se cree que en su corazón no anida ningún interés particular. Gente que todavía cree que los caminos son tan importantes como los fines. Gente incapaz de entender la gran oportunidad que tiene el rebaño de ser dirigidos por tan clarividente pastor.

El éxito de su ambiciosa empresa es incierto. Podría ser que estemos ante un cambio histórico de rumbo o simplemente ante un paréntesis que durará lo mismo que dure sentado en el banquillo el iluminado portugués. El tiempo lo dirá. Sospecho que el menos preocupado es él mismo. En este mundo tan necesitado de pastores, siempre habrá otro lugar, otro club, quien sabe si un partido político en decadencia, donde poder sembrar su semilla.  

El impostor

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La UCI le ha quitado los siete tours a Armstrong, lo que no me sorprende nada. Descubierta la mentira, no tenía mucho sentido que siguiese en el palmarés. La verdad es que el montaje que creó era espectacular, tan grande y tan estudiado que le sirvió para que nadie le tosiese durante toda su carrera deportiva. Cierto es que reinó en una epoca en la que existe la fundada sospecha de que había barra libre, pero ahí estan los paniagua para demostrar que no todos sucumbieron. Los recelos sobre él vienen de lejos, pero creo que casi nadie se imaginaba una estructura tan afinada, una red tan sofisticada. Dicen que vivir en la mentira desgasta. A Armstrong no parece que le hizo ningún efecto y convivió con total naturalidad con la farsa, subiéndose a pódiums, recibiendo galardones, siendo agasajado por presidentes y ejerciendo con convicción de modelo de superación. Normalmente en los casos de dopaje me resisto a la condena moral y ética, debate peliagudo que seguramente terminaría por hacernos preguntar por el sexo de los ángeles. Hay unas normas, y el que se las salta y le pillan, pues la paga. Punto. Pero tengo la impresión de que este caso de Armstrong va más allá de un exceso ilegal. Al concurrir todos los agravantes posibles, al ser el engaño de tal magnitud, tan pensado, tan disfrutado de sus beneficios durante años, al no existir ya clavo ni excusa donde agarrarse mi rechazo va mucho más allá. Por eso no me queda ni un atisbo de pena por lo que le está ocurriendo y donde otros ven motivos de tristeza, a mí me reconforta su desenmascaramiento. No, el tiempo no debería hacer prescribir nada. Un engaño es siempre un engaño y cuando se pilla a un mentiroso, aunque sea demasiados años tarde, es un mentiroso menos.

Una fiesta olímpica

Por: Juanma Iturriaga

16 oct 2012

Vaya, vaya, con nuestros chicos de la selección de baloncesto. Resulta que se les fue un poco la mano durante su estancia en la Villa Olímpica de Londres y el asunto le costó al Comité Olímpico Español unos 11.500 euracos. Vaya por delante que esto no es una opinión, es un dato contrastado y bien documentado por Robert Álvarez en su información del jueves de la semana pasada. La federación, lógicamente, defiende a los suyos en un comunicado que tiene tres puntos. 1. Dice que no ha recibido notificación alguna del COE. 2. Hace un elogio a la selección, lo que ha hecho y lo que significa. 3. Dice que iniciará un proceso para esclarecer lo que ocurrió o supuestamente ocurrió. Del primero no hay por qué dudar, del segundo no entiendo muy bien qué tiene que ver el compromiso con los valores del deporte con dejar un par de apartamentos hechos polvo en una fiesta (Mick Jagger es sir y anda que los Rolling no destrozaron habitaciones de hotel) y del tercero solo deseo que no sea una investigación tipo Congreso de los Diputados, que casi nunca se llega a nada. Hombre, a mí me da que la gente de la federación sabe perfectamente lo que ocurrió, por lo que la investigación me sobra un poco, pero bueno, es una simple intuición que no tiene por qué ser la verdad, que seguro que será finalmente esclarecida. Bueno, o igual no. 

El caso es que dejando claro que los 11.500 euracos pagados por el COE deberían ser repuestos por los jugadores de la selección (no les va a impedir llegar bien a fin de mes) mi gran duda es saber qué tipo de fiesta (o fiestas) montaron. Porque claro, hay muchos tipos. Analicemos algunas clásicas.

-Modelo Desmadre a la americana

 

La fiesta Toga de Animal House es todo un paradigma de las fiestas. Grupo en directo, disfraz sencillo, alcohol en buenas cantidades y que cada uno haga lo que pueda o le dejen. En el caso de que la fiesta de la selección fuese de este tipo, ¿quién sería John Belushi? Admito sugerencias. 

-Modelo ¿qué ocurrió anoche?

 

Si en el trascurso de la investigación prometida por la FEB los jugadores no recuerdan casi nada de lo ocurrido, esto nos hará inclinarnos hacia una fiesta tipo Resacón en Las Vegas, pero en Londres. Si, como cuentan algunos, los apartamentos de la selección eran visitados por deportistas de otras especialidades, pues podría haber aparecido también un futuro Mike Tyson. 

-Modelo Vintage 60 

 

Estamos hablando de fiestas en Londres, y puede que nuestros jugadores quisiesen homenajear a una fiesta mítica, a la que fue Peter Sellers en El guateque. De ser cierto esto, les eximiría de casi cualquier responsabilidad, pues como se ve en la película, todo fue sin querer.

-Modelo Risky Bussiness

Esta es difícil de creer, pero bueno. Resulta que decidieron hacer una fiesta para recaudar fondos para una buena causa. La cosa salió muy bien, pero claro, ellos no podían controlar a todo el mundo. Eso sí, el momento cumbre fue cuando … (que cada uno piense en el que quiera) rememoró a Tom Cruise y su famoso baile. Yo votaría por Ricky Rubio, pero al no estar...

 

Hay muchas más, como la de tipo 7 novias para 7 hermanos, donde los tramperos de Wyoming habrían sido sustituidos por baloncestistas y las novias podrían haber sido las chicas de waterpolo o sincronizada. Quizá otra mítica, la de Despedida de Soltero, de Tom Hanks, aunque esa dudo que ocurriese pues no tenía que ser fácil meter un burro en la Villa Olimpica. En fin, esperaremos a la investigación para ver si sacamos algo en claro de este importante aspecto. 

Me pregunto qué opinaría Andrés de todo esto. Aunque estoy seguro que al conocer la noticia se hubiese medio sonreído y hubiese soltado su famoso: 'Qué cracks' o habría gritado '¡jugones!' Hoy se cumplen tres años de su marcha y seguimos huérfanos, añorando su inclasificable personalidad, su inagotable ingenio para decir lo que no esperabas que dijese, su capacidad para alegrarte la vida retransmitiendo baloncesto y sus dificultades para trasladar esa alegría a su vida personal. Sus contradicciones no hacían sino enriquecer un personaje irrepetible que quizás no supo disfrutar al 100% de lo que la vida le puso delante pero que hizo todo lo posible para que los espectadores lo consiguiesen. Te mandaría un abrazo Andrés, pero como eso de la vida después de la vida no lo tengo muy claro, por si acaso no lo recibes, se lo envío también a Orson y a Nelson. 

  

Nostalgia de extraterrestres

Por: Juanma Iturriaga

09 oct 2012

Magic

Lo dijo Mourinho después del extraordinario partido del domingo: “Debería estar prohibido decir quién es el mejor jugador del mundo. Estos dos son de otro planeta”. Se refería, cómo no, a Messi y Ronaldo, Ronaldo y Messi, que tanto monta, monta tanto cuando nos referimos a los (casi) unánimemente considerados como los dos mejores jugadores de fútbol del mundo. Digo lo de casi porque eso de elegir el mejor en un deporte colectivo como es el fútbol siempre tiene su miga y la unanimidad en criterios y elecciones resulta casi imposible. Pero ese es otra historia que según se acerque la entrega del Santo Grial individual, también llamado Balón de Oro, será difícil de evitar. Hasta entonces, lo dejaremos y hoy hablaremos de extraterrestres. 

En el Camp Nou hubo más que a los que se refería el ahora calmado y pausado Mourinho. A uno muy grande, muy ancho y muy sonriente se le pudo ver departiendo con Artur Mas, sí, ese bicho malo que está dejando tan mal la “marca España” con sus intenciones políticas, que hay que ver qué sensibles estamos con la “marca España” y cómo nos sorprendemos y cabreamos cuando se nos nombra por ahí fuera como ejemplo de lo que no hay que hacer. Con lo bien que estamos, con lo bien que lo hemos hecho, con lo excelentemente que nos cuadran las cuentas, con los grandes políticos que tenemos en gobiernos y oposición, con lo honestos que han sido muchos de ellos, con los bancos tan majos que hay, con la magnífica gestión del dinero público que han hecho unos y otros y con la clara definición del modelo que queremos para el país, con lo razonable que es la actuación de la policía, es entendible que no comprendamos por qué nos llevamos las coces que nos llevamos. Bueno, afortunadamente algunos lo tienen claro. Son las manifestaciones, sean alrededor de un congreso o en un campo de fútbol. Eso sí que hace daño. Lo otro, no. Pues vale. 

Perdonar, que se me ha ido un poco el discurso. Decía que el domingo estuvo en Barcelona el segundo extraterrestre que yo conocí. Los habituales en este recóndito espacio dentro de la inmensidad cibernética conocéis la historia. Fue en un torneo de juniors en Manheim, Alemania, y fue la primera vez que me encontré con un tipo con la altura de un pívot, el manejo de balón y visión de juego de un base y la capacidad anotadora de un killer. Como Mourinho, yo tambien llegué a la conclusión que un tipo así, de nombre Magic Johnson, venía del espacio exterior.

 

¿Y el primero? El primero fue Kareem Abdul Jabbar, cuando aún se llamaba Lew Alcindor y a la tierna edad de 12 años (también esta historia está contada, ¿se me estarán acabando?) ví por primera vez imágenes de la NBA con tipos descomunales haciendo virguerías. Magic y Kareem encabezan mi lista de extraterrestres a las que luego se unieron Doctor J, Larry Bird, Jordan, Barkley, Ewing, Malone, Walton o Shaquille entre otros. Tipos que costaba trabajo pensar que hubiesen nacido en el mismo minúsculo lugar de la inmensidad del universo. Y no solo su colonización se limitaba a la NBA. En el 84 tuvimos la suerte/desgracia de medirnos con lo mejor de su guardería, a lo que por entonces obligaban a ir a la Universidad, supongo que para despistarnos. En realidad, siempre he considerado que nuestra medalla de plata en Los Ángeles hubiese sido de oro si la competición se hubiese circunscrito a nacidos en la tierra y no hubiésemos tenido que sufrir gente como este tipo que (a pesar de mi excelente defensa) nos hizo un traje a medida.

 

La verdad es que en aquella época, casi todo lo que venía con marchamo NBA nos parecía de otro universo diferente al nuestro. Eran muy, pero que muy buenos, saltaban como si tuviesen muelles, ganaban millones de dólares, hacían unos anuncios de tele fantásticos, viajaban en aviones privados, en cada ciudad tenían un buen número de gruppies esperándoles y las pocas veces que nos cruzábamos con ellos, nos metían unas palizas de campeonato. Conclusión: extraterrestres. 

Pero he aquí que un buen día empezaron a aparecer en Europa y también en España unos chicos muy buenos, muy fuertes, muy talentosos que en lugar de quedarse por aquí, comenzaron a emigrar a Estados Unidos. No solo eso, sino que algunos se convirtieron en figuras. Y sabíamos que habían nacido en España, Alemania, Francia o Yugoslavia. Era gente que conocíamos de pequeños y también teníamos noticias de sus padres. Y comenzamos a sospechar que igual estábamos equivocados. Hubo otros indicios. Los equipos NBA venían a Europa y cada vez las pasaban más canutas. Y toda la expectación y glamour que mostraron, por ejemplo, los Celtics en Madrid, fue diluyéndose poco a poco. Y perdieron Juegos Olímpicos y Mundiales hasta que tuvieron que llamar a toda la caballería. 

Las dudas se hicieron certezas casi al 100% (lo de Lebron todavía no lo tengo claro) por lo que hoy en día podemos asegurar, salvo que los hombres de negro (los de Will Smith, no lo que nombra Montoro) digan lo contrario, que son como nosotros. Aunque dicen que el conocimiento nos hace mejores, a mí esta revelación me produce nostalgia. Como esas noches del 5 de Enero donde te gustaría seguir creyendo en los Reyes Magos, viendo a Magic enseñando dentadura por el palco del Camp Nou y luego a Dirk Nowitzki entrenando en el Palau, tan terrenal como es el alemán, sentí cierta añoranza de aquella época en la que flipábamos con estos tipos que debajo de su casi perfecto disfraz de terrícolas e imaginábamos estructuras fisiológicas de otras galaxias que hiciesen entendibles sus hazañas.  

Extraterrestres 

 

 

 

 

 

Sobre la exigencia y la indulgencia

Por: Juanma Iturriaga

02 oct 2012

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Con un poco de retraso sobre su punto álgido de actualidad pero con la distancia suficiente como para haber podido activar un par de neuronas y darle un poco al cerebro antes de elaborar un discurso, hoy toca el caso de Anna Tarrés, ya exentrenadora del laureado equipo español de natación sincronizada. Bueno, siendo más preciso, tocan asuntos que la polémica sobre Tarrés han puesto encima de la mesa. El que más me interesa es el de los límites a los que debe circunscribirse un entrenador, tanto en su actuación personal como en sus demandas de exigencia profesional. Porque este asunto, a mi entender, va de eso. Dependiendo de dónde pensemos cada uno que hay que colocar estos límites, la supuesta actuación de Anna Tarrés nos parecerá una cosa u otra, como bien han demostrado aquellos que se han puesto en su favor o en su contra. Que de todo ha habido.

Hablemos de límites. Los de la salud, por ejemplo. La práctica del deporte suele ser sinónimo de ella. Los médicos lo aconsejan a cualquier edad, más si cabe en estos tiempos tan sedentarios que vivimos, y ya se sabe, mens sana in corpore sano. Pero hace tiempo que se tiene asumido que la práctica del deporte profesional, de élite o como queramos llamarle, dista mucho de ser lo mejor en cuanto a términos saludables. La enorme carga de trabajo, el descomunal estrés al que son sometidos los deportistas, las lesiones y el no siempre cumplimiento de los plazos de recuperación ideales y la constante lucha sin descanso contra los propios límites físicos se aleja bastante del concepto ideal de salud para un ser humano. La juventud lo aguanta casi todo y en ese momento nos hace capaces de soportar todo el sacrificio que conllevan estas prácticas, pero la mayoría terminan pagándolo después, como es fácil observarlo en muchos exdeportistas. Hace poco visité al gran Cristóbal Rodríguez por unas molestias en la espalda que tengo desde hace tiempo. Me hizo las pertinentes radiografías y una resonancia magnética. ¿Cómo estoy? le pregunté. “Para tu edad y haber jugado a baloncesto, bien”, me contestó. Pues nada, a seguir viviendo con los desgastes en las vértebras. Si yo estoy así, que casi no me despegaba del suelo…

Algo parecido ocurre con los niveles de exigencia. Ahora que la felicidad y la satisfacción personal se estudian casi tanto como la enfermedad, existen teorías que cifran en la correcta proporción de exigencia e indulgencia una de las claves para ir por la vida con un buen estado de ánimo y sacando provecho al potencial que cada uno de nosotros atesoramos. Ambas son necesarias. La exigencia nos impulsa, nos hace perfeccionistas, lograr que podamos ser mejores y nos obliga a vivir en la necesaria cultura del esfuerzo. La indulgencia nos hace tolerables al fracaso, el traspiés, la pérdida, la derrota, convirtiéndolas en una oportunidad de aprender y no en un infierno de autoflagelación que nos sume en la desesperación. Pero ambas hay que saber manejarlas en su justa medida.

Una excesiva exigencia nos puede llevar a la ansiedad y a una eterna insatisfacción de la que nos resulte imposible salir. Una indulgencia mayor de la recomendable tampoco es recomendable, pues puede destensar en exceso la cuerda, relajar voluntades y ofrecer excusas de abandono en los necesarios momentos de sufrimiento que conlleva el ansia de mejora. Con esta laxitud es normal que no consigamos nuestros objetivos, lo que nos traerá unos cuantos kilos de amargura. Estoy bastante de acuerdo con este planteamiento, y me parecen dos buenos factores de la felicidad. Exigirnos, para así poder alcanzar objetivos que por ambiciosos nos proporcionaran enormes satisfacciones al lograrlo. Y por otro lado, el que seamos capaces de perdonarnos cuando no los alcanzamos.  La pregunta es inevitable. ¿Cuál es la proporción deseada? ¿Qué relación cuantitativa es la ideal entre exigencia e indulgencia, entre tensión y distensión? A mi modesto entender, ronda el 80/20. O si estuviésemos dando una receta para un combinado, cuartas quintas partes de exigencia por una parte de indulgencia. 

Ahora bien, estamos hablando de un universo diferente. El de la alta competición, donde el objetivo cambia. Ya no se persigue la felicidad, sino el éxito, que son cosas diferentes, y la satisfacción parece depender única y exclusivamente de la consecución o no de las metas propuestas. Por ello, muchos entrenadores cambian el paradigma del 80/20 elevando aún más lo primero y disminuyendo lo segundo. Si quieres llegar al máximo, que es lo que te va a exigir la alta competición, solo hay espacio para la exigencia. Y no te digo nada en un deporte como el que ha destapado la polémica, la natación sincronizada, una especialidad donde el más mínimo error te puede llevar a la ruina. Bajo estas circunstancias, el entrenador pone el baremo de selección, el que puede soportarlo se queda, y el que no, ahí está la puerta. Puede parecer despiadado y hasta inhumano, pero también lo es hacer 200 kilómetros diarios durante tres semanas subido a una bici, o tener que pasarte media vida en una piscina repitiendo un millón de veces una rutina para que todo pueda salir bien a la hora de competir. Volvemos al planteamiento inicial. El deporte de alta competición ni es sano ni tiene como objetivo el bienestar físico o mental. 

Evidentemente, esto no justifica de ninguna manera lo que supuestamente hizo o dijo Tarrés. Y no lo justifica porque por encima de todo, e incluso en la máxima exigencia, el respeto hacia las personas que hay dentro de los deportistas resulta fundamental. Si son ciertas las acusaciones, a la entrenadora se le fue la mano (o mejor dicho la boca) en su tarea de apretar al máximo a sus chicas y nada de lo que pueda argumentar hará comprensible lo que es censurable. Pero como he visto a lo largo de mi vida unas cuantas pasadas de este tipo por parte de entrenadores/jefes sobre deportistas/subordinados, es bastante probable que la intención principal de sus supuestas frases no fuese la de denigrarlas, como tampoco creo que Luis Aragonés sea un racista porque le dijera aquello que le dijo a Reyes en un entrenamiento a cuenta de Henry. Pero hay líneas que no se pueden pasar. Existen muchas maneras de motivar a una persona y un entrenador debería ser capaz de hacerlo sin necesidad de actuaciones como estas.  

Pero es importante meterlo en su contexto. Y saber que este circo que tanto nos gusta observar está montado de una determinada forma: las exigencias hacia los actores principales, los deportistas, están disparadas; las indulgencias hacia sus fracasos, bajo mínimo. Siendo esta determinada forma a veces tan extrema, es lógico que posea sus zonas oscuras (que, por otro lado, muchas veces solo nos preocupamos de ellas al hilo de estas noticias). Y tampoco se debería olvidar que para que a una situación así le dé la luz necesita más colaboradores (por acción u omisión) que un entrenador (supuestamente) excesivo en su comportamiento. Ahí esta la Federación, esa que (supuestamente) lo sabía desde hace tiempo. O los padres y las madres de estas chicas (supuestamente) maltratadas que en aras de los sueños de sus hijas han puesto el grito en el cielo cuando el objeto de sus críticas ya está fuera de juego.

Sobre el blog

El palomerismo es toda una filosofía de vida que se basa, como la termodinámica, en tres principios. El de la eficiencia: “Mínimo esfuerzo, máximo rendimiento”. El del aprovechamiento. “Si alguien quiere hacer tu trabajo, hacerte un regalo o invitarte a comer, dejale”. Y el de la duda: “Desconfía de los que no dudan. La certeza es el principio de la tiranía”. A partir de ahí, a divertirse, que la seriedad es algo que ahora mismo, no nos podemos permitir.

Sobre el autor

Juanma López Iturriaga

Básicamente me considero un impostor. Engañé durante 14 años haciendo creer que era un buen jugador de baloncesto y llevo más de 30 años logrando que este periódico piense que merece la pena que escriba sobre lo que me dé la gana. Canales de televisión, emisoras de radio y publicaciones varias se cuentan entre mis víctimas, he logrado convencer a muchos lectores para que comprasen mis libros y a un montón de empresas que me llaman para impartir conferencias. Sé que algún día me descubrirán, pero mientras tanto, ¡que siga la fiesta!

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