La RAE, en su tercera acepción del término Histórico, dice: Digno, por la trascendencia que se le atribuye, de figurar en la historia. Al ser la atribución una cuestión subjetiva, la ACB decidió objetivarla con números colocando diferentes listones en cada uno de los apartados más importantes del juego. Minutos (12.000) puntos (6.000) rebotes (2.500) asistencias (1.500) triples (650) tapones (600) y recuperaciones (750). Ayer Felipe Reyes traspasó una de estas barreras, la de los minutos, y diríamos que se convirtió en histórico si no fuese porque hace ya tiempo que hizo lo mismo con la de los rebotes, en la actualidad es el jugador en activo con un mayor número de partidos disputados y tiene una hoja de servicios espectacular tanto en el Real Madrid como en la selección, donde lleva años ejerciendo un papel imprescindible en la mejor generación de la historia del baloncesto español. Vamos, que en lo subjetivo y en lo objetivo, su trascendencia y la justicia de figurar en la historia resulta incuestionable desde hace ya tiempo.
Eso no deja para que en momentos como estos y ante cifras tan llamativas como las de 12.000 minutos, sea un buen momento para dedicarle unas líneas. Como no son las primeras y seguramente tampoco serán las últimas, en esta ocasión quiero acudir a otro diccionario no tan sesudo ni académico como el de la RAE, pero igual de lúcido y explicativo. Me refiero al del añorado Andrés Montes, impagable biblia lingüística para cualquier aficionado al baloncesto y lugar en el que a cualquier jugador que se precie le gustaría tener su apodo. Porque (exagerando un poco) si no estás, no eres nadie.
Que yo recuerde, Felipe comenzó siendo albañil en el universo de Andrés. Con Ron Harper de presidente Felipe hacía trabajos de todo tipo 24 horas al día. De esta forma tan certera se resaltaba la base del éxito de Reyes. Su constancia, su persistencia. La jornada laboral de FR no termina nunca y lo mismo esta para un roto que para un descosido. Desde la titularidad o desde la suplencia, en la juventud y en la veteranía, su actitud en la cancha siempre ha sido igual, la de un trabajador del parquet, un currante, un albañil que ladrillo a ladrillo termina por construir la pared. En un mundo donde habitualmente nos fijamos en los arquitectos e ingenieros, Felipe ha sabido construir una estupenda carrera a base de remangarse, embarrarse, pelearse y competir al máximo cada vez que sale a la cancha, con independencia de si lo que está en juego resulta más o menos lustroso. Su ética de trabajo resulta intachable, por encima que en momentos o épocas le acompañe más o menos el acierto.
Evidentemente no le ha faltado nunca talento, pues no sólo con el sudor se pueden alcanzar estas cotas. Pero incluso eso se lo ha trabajado al máximo. Su progresión como jugador ha sido destacable y ha sabido ir adaptándose al paso del tiempo y la evolución del juego. Clave para esto resultó el momento en el que dejó de jugar de espaldas al aro para ir haciéndolo cada vez más de cara a la canasta. Su tiro de cuatro metros dio un salto cualitativo y gracias a él su juego adquirió otra necesaria dimensión para no perder ni relevancia ni efectividad.
Si la de albañil es una referencia algo más difusa, el segundo apodo con el que bautizó Andrés a Felipe dio en el centro de la diana.
Espartaco. Gladiador. Peleón. Inconformista. Referencia. A su llamada, todos son Espartaco. Mira que Montes tuvo muchos aciertos, pero este es de los mejores, pues clava al personaje. Felipe sale a la pista como si estuviese en un circo romano sabedor que uno de los dos contrincantes tiene que salir con los pies por delante y no quiere ser él. Y a ello se aplica con la determinación del que se está jugando algo más que un partido de baloncesto. El no va a hacer amigos, ni a caer bien. El va a competir y a sobrevivir, haciendo nula su concesión al artificio. Y claro, no es de extrañar que en más de un campo sea declarado persona non grata, aunque en el fondo a cualquier afición le gustaría tener un Felipe Reyes en sus filas.
Como colofón, vuelvo otra vez al mundo montesiano con un momento que no sé si será histórico o no, pero que dejó una frase difícilmente olvidable
Se puede decir más alto (aunque es difícil por el grito que pega) pero no más claro. 534 partidos, 12.005 minutos, 5933 puntos (otro registro histórico a la vuelta de esquina) y 3486 rebotes merecen todo el reconocimiento. Y como dice la clasica canción de felicitación..”y que cumplas muchos más”.