¡Hay que ver lo que nos gusta por estos lares el enterramiento! A poco que nos den, enseguida cogemos pico y pala, nos vamos a cualquier descampado, cavamos un poco y ¡hala! ahí que metemos lo que haga falta. Nos basta un partido, un desliz, una derrota, una intuición, un rumor, incluso un cumpleaños, y en un pis pas, damos por cerrada una carrera, un estilo, un jugador, una racha, un tiempo feliz. Hace poco le tocó al Barcelona futbolero. Un partido horrible en Milán puso en duda su trayectoria europea, posteriormente no da buenos síntomas en los dos partidos frente al Madrid y ya tenemos la feria montada. Hace una semana el Real Madrid de baloncesto acaparaba elogios por su estilo, su eficacia y su futuro. Tres derrotas en una semana y la mitad de la plantilla no sirve y para qué jugar tan bien y bonito si luego no ganas todos los partidos. La España futbolística lleva siendo la envidia mundial desde hace unos cuantos años. Se nos atraganta un partido y nos entra el tembleque. Y qué decir de Nadal, al que le hemos enterrado ya un par de veces.
Aceptando que el universo deportivo es terreno propicio para que las emociones campen a sus anchas a veces en detrimento del raciocinio, me sigue sorprendiendo la facilidad con la que nos olvidamos del pasado y nos centramos únicamente en el presente más inmediato. En cuanto este se tuerce, ponemos en duda demasiado a la ligera los caminos que hasta hace bien poco llevaban al éxito. Es precisamente en esos momentos cuando se necesita precisamente lo contrario, agarrarse y reivindicar un método que hasta que no se demuestre fehacientemente su caducidad, sigue siendo válido. Y ninguno de esos casos, arrojan evidencias suficientes como para volverse locos. Es más, analizando, por ejemplo, la trayectoria de Barça o selección, nos encontramos con puntos de inflexión donde ya anteriormente fueron cuestionados seriamente y en la firmeza que mostraron para no apartarse de su credo encontraron una mayor confianza en lo que estaban haciendo que terminó traduciéndose en más eficacia.
Hace dos años y cuenta del Mundial de Sudáfrica, me llamó la atención una estadística. Ningún equipo había logrado ser campeón después de perder el primer partido. Cuando España sucumbió ante Suiza, entendí el por qué. Durante cuatro días la presión sobre Del Bosque fue intensa, al que ante la posibilidad de un gran fracaso, se le pedían medidas hasta radicales. Cambios de jugadores e incluso renuncia al estilo que ha cambiado la historia del futbol diría que hasta mundial. Del Bosque aguantó firme, no cedió como hicieron ante otros muchos, mantuvo su apuesta por jugadores y estilo y al final se superó la difícil situación incluso reforzando al grupo y una determinada forma de entender el futbol.
Existe un punto aprovechategui (palabrajo made en mi madre y creo que fácilmente entendible) en el mundo de los enterradores. Quiero decir que es jugar con ventaja muchos de ellos al sólo aparecer en los momentos donde los resultados no acompañan. Aquellos que dudan de formas, estilos y nombres, deberían ser fieles a sus ideas, y no sólo expresarlas cuando el viento sopla a su favor. Por no hablar de los de “donde dije digo, digo Diego” que de la misma forma que avalan un sistema en el éxito lo denostan a las primeras de cambio.
Afortunadamente, cuando alcanzas un grado suficiente de convicción en tu estilo, y los grandes equipos lo tienen, desciende la influencia de los enterradores sobre los protagonistas. A cada duda se responde desde dentro que hay cosas que no son negociables, que sólo desde el convencimiento y reforzamiento del ideario se superan estas problemáticas y que lo que te ha llevado al éxito durante mucho tiempo no puede derribarse en poco. Un convencimiento que no esta basado en la emoción del momento, sino en el aval que da la trayectoria reciente.
Vivimos en una sociedad cada día más necesitada de novedades. Todo dura cada vez menos y en el cambio y renovación encontramos un alto grado de satisfacción, aunque sea pasajera. El problema de este ansia radica en que al final no se deja que los cosas cumplan su ciclo, se adelanta en exceso su fecha de defunción y se corre el peligro de terminar enterrando a vivos muy vivos. Y entonces, a ver que cara se te queda cuando el supuesto fiambre dé un brinco, salga del ataud y se ponga a correr a toda pastilla.