El Palomero

Otra burbuja que no aguantó más

Por: Juanma Iturriaga

27 mar 2014

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A veces, el resultado es lo de menos. Lo vivido el domingo en Bilbao trascendió el entorno deportivo y en el pabellón de Miribilla tuvo lugar un estallido emocional. Por parte de los jugadores del Bilbao Basket, que 24 horas antes y en rueda de prensa escenificaron su frustración, su cansancio de promesas incumplidas, su hartazgo de una situación que no termina de solucionarse. Han aguantado lo que no está escrito, y su paciencia y cartera, al no ser infinita, les ha empujado a un huelga que no se sabe cuales serán sus consecuencias. Y también por parte del público, que asiste impotente a una deriva que amenaza con terminar de mala manera y hacer retroceder al baloncesto bilbaíno a épocas donde su papel e incidencia eran secundarios.

Todo lo acontecido deja un poso de tristeza y alguna que otra gota de indignación. Tristeza por las caras llorosas de jugadores y aficionados, emocionalmente difíciles de digerir. Tristeza por ver como un proyecto que ha logrado enraizarse en Bilbao de una forma no vista antes, con una afición fiel, un campo estupendo y unas cuantas temporadas deportivas sobresalientes, se está hundiendo y no se encuentra el flotador. Tristeza ya mezclada con irritación por observar que o bien no se supo, o bien no se quiso hacer caso de las alarmas y como es muy de nuestra idiosincrasia, se cerraron lo ojos y el club se lanzó por un camino que no podía terminar de otra forma que como ha terminado. Y mosqueo puro y duro al comprobar la parte de trampa que ha tenido esta nueva burbuja deportiva.

No me cabe casi ninguna duda que finalmente la cosa se arreglará. Ya hoy mismo se habla de un principio de acuerdo entre el llamado grupo alternativo y el controvertido (por no decir criticado a la vista de lo oído en Miribilla) Gorka Arrinda, máximo accionista del Bilbao Basket a la vez que representante de varios de sus jugadores, para comenzar una nueva época lo que se ha traducido en el traslado de una oferta a los jugadores para que este fin de semana viajen y jueguen en Barcelona. Viendo el histórico reciente, cualquier noticia de este tipo ha de cogerse con papel de fumar, pues son ya muchos los casi. Pero lo que está claro es que el club deberá redimensionarse ateniéndose a sus actuales circunstancias económicas y sociales que entre otras cosas, han hecho disminuir enormemente las posibilidades de patrocinio y las ayudas institucionales, en otro tiempo soporte básico. No podía ser de otra forma, pues aunque a algunos dirigentes les cueste comprender, hay cosas más importantes, necesarias y urgentes que un equipo profesional en la élite del deporte. 

Aunque la crisis vale de posible coartada para casi todo, la situación a la que se ha llegado en demasiados lugares y que mantiene colgados de un hilo a muchas entidades deportivas se explica también a través de deficientes gestiones económico-deportivas, por lo que convendría delimitar bien las responsabilidades de cada cual. Si le echamos toda la culpa al bajonazo económico, una vez que esa luz al final de túnel que por ahora sólo ve Rajoy y sus ministros, se haga realidad, volveremos a las andadas. Se ha pecado de optimismo (ya se arreglarán o nos lo arreglaran los políticos apremiados por la masa social, ya ganaremos, ya conseguiremos patrocinios) populismo (no seré yo quien desencante a la afición) y por qué no decirlo y sin señalar a nadie, a veces de trinquismo (palabra inexistente que surge del verbo trincar).

Optimismo, populismo y trinquismo. Esta trilogía, puesta en el orden y dando a cada una peso que se quiera darle, es la misma que llevó a muchos políticos a embarcarse en aventuras que el tiempo ha demostrado irracionales e insostenibles (la última, lo de las autopistas) animó a la banca a prestar más dinero que el que se iba a poder devolver a poco que se torciesen las cosas y logró que nadie hiciese nada ante la amenaza de la explosión de la burbuja inmobiliaria, anunciada por todos pero no tenida en cuenta por nadie. Por tanto no debe extrañar que en el terreno deportivo se hayan dado procesos de recorrido y fundamentación parecida donde cobran significado frases del tipo huir hacia delante  o la clásica de vivir por encima de nuestras posibilidades. Una frase, por cierto, con la que se ha querido retratar a todos, en un intento de hacer tabla rasa con las responsabilidades y cuya generalización evidentemente no responde a la realidad. Pero tampoco podemos decir que esta forma de funcionamiento haya sido aislada u ocasional sino todo un reflejo de unos determinados tiempos que por lo visto no han terminado. El ejemplo del Bilbao Basket es el último en el deporte, y todo apunta a que todavía quedan por ahí algunas burbujas a punto de explotar.  

 

 

 

Tres planteamientos, dos nudos y un desenlace

Por: Juanma Iturriaga

17 mar 2014

Cualquier trama, historia o guión narrativo consta, básicamente, de tres partes. Un planteamiento inicial, seguido por un nudo y finalizado por un desenlace. En la primera se introduce la problemática a partir de un hecho, una situación, un asesinato o un avión que se estrella en una isla perdida.  Una vez establecido el punto de partida, la trama se va complicando todo lo que quiera el creador o los protagonistas reales, si es que estamos hablando de ficción o de la vida misma. Y por último llega la resolución, el desenlace, donde es conveniente que no quede ningún cabo suelto para que la historia quede redonda, aunque esto no siempre ocurra y algunos supuestos fines aventuran una continuaciòn. Hoy me gustaría reflexionar sobre tres historias que a día de hoy, se encuentran situados temporalmente  en cada uno de estos tres apartados. Empezaremos por la que ya ha cumplido su ciclo.

Reinvención fallida 

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Planteamiento. El Laboral Kutxa, o sea, el Baskonia de toda la vida, se encuentra en una difícil solución. Lejos ya tiempos gloriosos donde competía con garantías por los grandes títulos, con problemas de financiación por motivo de la crisis económica y algún dispendio que quizás no era tan necesario, y en medio de un indisimulado desencanto social, se plantea un golpe de efecto que haga rebrotar la ilusión y atención sobre su equipo y de paso, que estamos hablando de deporte, eche una mano a las necesidades baloncestísticas del colectivo. Supongo que después de analizar pros y contras, toman la decisión de contratar a Lamar Odom, un hombre con enorme resonancia internacional. En un abrir y cerrar de ojos, Lamar se presenta en Vitoria y la ciudad y el equipo acapara portadas y minutos televisivos no sólo en nuestro país sino en todo el mundo.

Nudo. Todo son buenas palabras en las presentaciones. Lamar está ilusionado por volver a jugar después de un año en el dique seco, el club habla de reinvención a partir de su fichaje y Scariolo no duda de la ayuda deportiva que les puede brindar. Pero pasados los primeros momentos de euforia, la realidad va poco a poco haciéndose presente. Como no podía ser de otra forma, la incorporación y adaptación no es fácil, juega unos minutos en Euroliga donde se le ve muy fuera de forma y en Valencia, aunque algo más activo, tampoco deja más huella que una canasta. Con 34 años bien currados a sus espaldas, después de más de uno sin jugar, por mucho que intentes mantener la forma por tu cuenta (cosa que tampoco estaba muy clara) la dinámica de un equipo de alta competición es mucho mas exigente

Desenlace. La espalda de Odom dice que basta. Que su cuerpo no está preparado en estos momentos a la demanda física de entrar en un equipo a temporada lanzada, viajando y jugando sin parar dos veces por semana. Dicen que se va a Estados Unidos a recabar una segunda opinión. Finalmente, el Baskonia hace oficial la desvinculación entre club y jugador, eso sí, dejando todos buenas palabras y posibilidades abiertas para el futuro.

Critica. Evidentemente, esta película no se va a llevar el óscar al mejor guión por su imprevisibilidad, pues ya la hemos visto en otras ocasiones. El arranque era bueno, el tema de la posible redención de una famosa oveja perdida tiene gancho, pero terminó imponiéndose la lógica sin que apareciesen sorpresas, puntos de giro o un desenlace sorprendente.

Vayamos con la segunda, que se encuentra en la fase dos, o sea, en pleno nudo.

Cuando dos son multitud

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Planteamiento.  Sergi Ibaka y Nicola Mirotic son dos grandes jugadores de baloncesto. Ibaka tiene 24 años, nació en el Congo y actualmente milita con éxito en los Oklahoma Thunder de la NBA. Mirotic tiene 23, es de origen montenegrino y juega en el Real Madrid.  Llegamos ambos a edad temprana a España y en la actualidad son españoles de pleno derecho Ahora bien, aunque no habría ninguna duda que ambos formarían parte de la selección española, la normativa de la FIBA sólo permite alinear uno de ellos.

Nudo. El asunto se empieza a liar en el 2013. Si en los dos años anteriores, Europeo de Lituania y los Juegos de Londres, la presencia de Ibaka era indiscutible, el crecimiento como jugador de Mirotic y rumores sobre el estado de salud del compañero de Kevin Durant ponen el tema sobre el tapete.  Finalmente a Eslovenia no va ni uno ni otro. Ibaka alega problemas de espalda y Mirotic renuncia. En un año complicado, con las ausencias de Pau Gasol, Navarro y Felipe, no parece sentar bien el no de Mirotic. Se disparan los rumores, se habla del enfado de la Federación y también de unas declaraciones previas de Orenga que no sentaron bien a Nicola, que se vio de segunda opción y no en igualdad de condiciones previas para luchar por el puesto. Y así llegamos a 2014, año del Mundial en España. Se habla poco del tema hasta que hace un par de semanas el seleccionador dice en una entrevista en Marca que conoce la disposición de Ibaka a asistir pero que la de Mirotic ya se verá. ¡Toma viaje!. El sábado, Mirotic contesta y deja claro que quiere jugar con España y que es la Federación la que deberá elegir, pero su disponibilidad es total. Vamos, que la pelota no se la pasen a él, que la tienen ellos.

Análisis de lo visto hasta ahora. La trama está bien construida. Estas historias de tú o yo funcionan y hay que reconocer que los actores secundarios hacen bien su trabajo para que el debate pueda navegar por otro tipo de teorías extradeportivas como favoritismos, resquemores, enfados o compromisos más o menos sólidos. Discusiones como quien es mejor, quien se lo merece más o quien es más útil y para qué se pueden alargar eternamente. Y ya que estamos, también se podría abrir una línea de argumentación sobre quien es más español de los dos. A día de hoy, creo que en lo deportivo y en lo federativo, Mirotic lleva las de perder, pero la película no ha terminado todavía, por lo que no deberíamos descartar nuevos amores y desamores. Eso sí, hay que agradecer a los protagonistas que nos den juego dejando este debate abierto, pues de lo demás poco habría que hablar, con una selección donde sabemos con seguridad el resto de sus futuros integrantes. Y sin misterio, la historias no se sostienen.

Y terminemos con la última. Esta acaba de empezar.

¿Dónde vas Mr. Zen?

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Planeamiento. Los Knicks de Nueva York tienen, desde hace muchos años, la gerencia más desastrosa de la NBA. En el mercado más poderoso del mundo, sus desvaríos han sido constantes y cientos de millones de dólares han sido dilapidados en decisiones, contrataciones y despidos la mayoría de ellos avocados al fracaso dentro de cualquier mente medianamente racional. Llegados a este punto, deciden ir a por Phil Jackson, mítico personaje poseedor de 11 anillos como entrenador y dos como jugador. Si alguien sabe cómo ganar, este es Mr. Zen. ¿De qué va Jackson? ¿De todo poderoso? ¿De General Manager? ¿De conseguidor de jugadores free agent? ¿De posible futuro entrenador a poco que vayan las cosas mal? No se sabe todavía, lo que abre un sin fin de posibilidades para nudo y desenlace.

Primeras impresiones. De momento la atención está garantizada. El detonante de la historia es muy bueno, un viejo gurú de la victoria llega a una ciudad sin ley donde los fracasos se suceden para desesperación de todos salvo los periódicos llamados tabloides, que se ponen las botas en cuanto pueden. Su espíritu basado en filosofías orientales se cruzará con la jungla neoyorquina, la tranquilidad de su rancho de Montana será sustituida por el ruido de la ciudad que nunca duerme. Sus 70 años y su cadera maltrecha deberán convivir con el ojo del huracán informativo y un equipo donde por ejemplo, hay un tipo que juega un día de cada diez y que el año que viene va a ganar 24 millones de dólares. Mi intuición me dice que Jackson ha demostrado que es un tipo listo. El riesgo de la operación es mínimo. Peor no les puede ir a los Knicks. ¿Que pone en juego Jackson su prestigio? No lo creo, pues lo hecho, hecho está y ha sido suficiente como para permanecer en los altares. Además, tampoco sería su primer fracaso y como bien demostró en su salida de los Lakers, tiene habilidad para cargar el peso de la culpa hacia otros.

Tres historias, una cerrada y dos abiertas, todas con una misma estructura narrativa. Tres planteamientos, dos nudos y un desenlace. Para que luego digan que el baloncesto no genera buenas tramas. 

 

 

 

Lakers invisibles

Por: Juanma Iturriaga

10 mar 2014

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Este lunes, en su columna semanal del siempre recomendable Paul Shirley, se preguntaba el singular analista por qué siendo su vigésimo primer escrito de la temporada, era la primera vez que lo hacía sobre los Indiana Pacers, uno de los mejores equipos de la temporada y que en diversos momentos del curso ha contado con el mejor record de la competición. Esto me ha hecho pensar sobre los motivos que nos empujan o no a escribir sobre determinados temas, por qué hay asuntos que se repiten y otros no aparecen casi nunca o las causas de dejar de mirar hacia determinados lados de la actualidad. Evidentemente los puntos de interés varían, pero no siempre hay una relación directa entre su vigencia y la intensidad o frecuencia de su análisis.

Viene esto a colación pues a partir de lo escrito por Shirley, me he percatado que hace una eternidad que no escribo sobre los Lakers. Y mira que estamos hablando de un clásico, un equipo al que desde hace décadas le profeso una especial simpatía, mucho antes incluso de que llegase a sus filas el mejor jugador español de la historia, de nombre Pau Gasol. Me hice de los Lakers, como otros muchos miles o millones, de la mano del Showtime comandado por Magic Johnson, no les perdí el rastro en la década de los noventa, cuando atravesaron una larga travesía del desierto que terminó en la era de Kobe/Shaq, cuando volvieron a dominar ligas y atención mediática. Aquello terminó como terminó, con las dos estrellas tirándose los trastos mientras Phil Jackson lo mismo hacía de bombero que de pirómano. Volvieron tiempos difíciles que terminaron un día de Febrero de 2008, cuando en lo que algunos denominaron un traspaso difícilmente entendible por la diferencia entre lo que consiguieron los Lakers y lo que tuvieron que dar, Pau Gasol aterrizó en Los Ángeles. Tres finales seguidas, dos títulos y de nuevo en el centro de la atención. Parece que fue hace una eternidad, pero estamos hablando de un equipo campeón de la NBA en la temporada 2009/2010, o sea, hace cuatro años. Y en esos cuatro años, la cuesta abajo ha sido tan brutal que ríete tú del Dragon Khan de Port Aventura. El cúmulo de despropósitos, los errores en planificación, fichajes y tomas de decisiones en general, ha sido de tal cantidad y calidad que ha terminado por hacer desaparecer de mi radar al que hasta hace bien como era uno de mis equipos fetiche. Mi desinterés es tal que antes repaso lo que hace Dallas, Minesota, Memphis, Oklahoma o Miami que dedicarle unos minutos a saber qué ha ocurrido en Los Ángeles, incluso cuando como ocurrió ayer, son capaces de venir de dos palizas tremendas y ganar a los Thunder de Durant, Westbrook e Ibaka. Como mucho miro la estadística de Pau, al que espero le quede poco más de un mes para tomar las de Villadiego.

En más de una ocasión he reconocido que según van pasando los años, soy cada vez más de deportes que de equipos. Lo dijo el otro día Valdano con su verbo siempre florido, al ser preguntado cómo un hombre tan ligado al Real Madrid, está ahora embarcado en un documental sobre Leo Messi, estandarte del barcelonismo, ahora en estado melancólico (me refiero a los dos, jugador y club). “Soy más del balón que de los escudos” dijo Jorge, más o menos. Seguramente ahí esté el quid de la cuestión. Cuando el tiempo deja de ser infinito y miras con más cuidado que en épocas anteriores de tu vida en qué lo empleas, llegas a la conclusión que tu interés tiene que ver con las cuestiones sugerentes, con los debates enriquecedores, con los equipos que logran tocarte alguna fibra. El inquebrantable seguimiento que en tiempos difíciles a veces llega al masoquismo de otras épocas deja paso a un mayor pragmatismo, y las fidelidades eternas van desapareciendo si no cumplen una mínimas expectativas. Llamarme chaquetero, pero cruzados los cincuenta, no hay tiempo que perder.

Los Lakers me interesaron, estimularon y divirtieron durante mucho tiempo como ningún otro equipo de la NBA, pero en esta bajada a los infiernos, que no me busquen como compañero de viaje. Convertidos en uno de esos equipos sin estilo de juego conocido, con un entrenador que parece no saber por donde le da el aire y que ha dilapidado en poco tiempo buena parte de su ganado prestigio, plagado de jugadores que te hacen necesitar una guía actualizada para saber quienes son, de donde vienen y con quien han empatado, sin la mínima actitud colectiva y capaces de encadenar derrota tras derrota, muchas de ellas de sonrojo mientras esperan la vuelta de un jugador mayúsculo pero en el crepúsculo de su carrera, no encuentro ningún motivo para ni siquiera dedicar espacio y neuronas en diseccionar su situación actual y mucho menos su futuro.

Cuando me entre la morriña amarilla, pues me tendré que conformar con la nostalgia y rememorar esos contraataques llevados por Magic y terminados por James Worthy, ver en acción pasada como Bryant y Shaquille O´Neal resultaban imparables o volver a disfrutar de la final de 2010 entre Celtic y Lakers, con uno de los nuestros de protagonista principal. Cualquier cosa menos soportar la dura realidad actual de un equipo al que le queda de esos tiempos poco más que el nombre, el color de su mitica camiseta y a Jack Nicholson sentado en primera fila. Un equipo que para mí, y bien que me duele, se ha vuelto invisible. 

 

 

 

 

Más conspiraciones

Por: Juanma Iturriaga

05 mar 2014

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Hace algo más de dos meses escribí un post titulado “Tiempo de conspiraciones”. Cuando uno se pone a opinar y salvo que tengas la autoestima de Aznar, el hombre que nunca se ha equivocado, siempre queda espacio para la duda sobre el acierto o no de las aseveraciones que viertes. Estas pueden aumentar o disminuir, según el tiempo te quite o no razón. En el caso de aquel post, las pocas que pude tener se disipan día a día. Un par de ejemplos de esta misma semana.

Tras el derby madrileño futbolístico, Cholo Simeone, entrenador colchonero, aseguró que “hay gente a la que no le gusta que estemos ahí” (supongo que se refería a la lucha por el título), sensación ratificada por algunos de sus jugadores, Juanfran ayer mismo sin ir más lejos. No es la primera ni la última vez que se utilizan estas tácticas como elementos de cohesión de los equipos. Al parecer no basta con la motivación que da la competición, el enfrentarte a los mejores en busca de tus objetivos. Hay que buscar algo más, y ahí en donde entramos en estos terrenos donde surgen figuraciones más o menos fundadas (su conexión con la realidad es lo que menos importa) que crean enemigos sin especificar cuyo objetivo es el acoso y derribo de tus esperanzas. Cuenta la leyenda que Fabio Capello entraba en el vestuario del Real Madrid con varios periódicos donde se criticaba a su equipo o donde no le daban opciones para ganar la liga. No sé si será o no verdad, pero seguro que no fue ni el primero ni el último. Mirar, mirar lo que dicen aquí, nadie confía en nosotros, venía a decir, estos se alegran cada vez que perdemos. El efecto a perseguir era tocar el orgullo de sus jugadores con la intención de convertir los partidos en cruzadas. No sólo está en juego tres puntos en cada uno de ellos, sino el orgullo, la autoestima, el darles en las narices a todos los que desconfían.

Segundo ejemplo. Desde hace ya un tiempo las declaraciones que llegan desde Barcelona están teñidas de todo tipo de teorías donde se mezcla lo deportivo con otras cuestiones. Leyéndolas, a veces de modo literal y otras entrelíneas, se adivina un mensaje que parece haber calado. Existen manos negras, actuaciones condicionadas, objetivos torticeros que buscan la desestabilización por caminos alejados de los deportivos. Aunque no lo comparta, entiendo que esto se produzca, pues cuando estás en el ojo del huracán, el sistema nervioso supera muchas veces nuestra zona racional. Un mundo tan emocional como el deportivo, sujeto a vaivenes descomunales y donde resulta tan difícil a veces mantener los pies en el suelo y las neuronas bien conectadas (lo digo por experiencia) resulta caldo de cultivo ideal para que los protagonistas entren en ese juego.

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Lo que me parece incomprensible es que desde posiciones menos comprometidas surjan voces que alimenten estos devaneos conspiratorios. Y si una de esas voces es el secretario de estado para el deporte, comienzas un poco a alucinar. Como dijo Vicente del Bosque ayer, seguramente la intención de Miguel Cardenal con su artículo ha sido la de unir, la de reivindicar un club como el Barcelona, uno de los grandes referentes mundiales del deporte. Pero creo sinceramente que equivocó el cuando y el cómo.

Vivimos desde hace años inmersos en una crisis demoledora. Una situación creada en buena medida, según estamos viendo día a día, por la avaricia y la falta de escrúpulos de demasiada gente con responsabilidades políticas, económicas o de otras índoles. La aparición de chorizos y chorizadas parece no tener fin, lo que por lógica nos ha hecho muy sensibles (o al menos más sensibles que antes) a estas cuestiones donde el enriquecimiento propio ha sido el paradigma de actuación, por encima de cualquier otra cuestión, servicio público o administración de nuestros dineros incluidos. En este ambiente donde se está demostrando fehacientemente (y a pesar de los defensores de la transparencia, que son los que más impedimentos le ponen) que la corrupción ha campado a sus anchas durante demasiados años, se suceden las investigaciones sobre posibles delitos, como no podía ser de otra forma. El Barcelona, por ejemplo, ha sido protagonista últimamente de algún caso, como los impuestos de Messi o el culebrón del contrato de Neymar. No tengo ni idea de cómo terminaran, pero lo que no es de recibo y resulta difícil de asimilar, es que en plena investigación salga el secretario del deporte a reivindicar al club azulgrana como si se tratase de un abogado defensor personado en la causa y confundiendo churras con merinas. Aquí no se pone en cuestión al Barcelona, sino a determinadas infracciones que haya podido cometer. El Barça, como ningún otro club u organización, independientemente del significado e historia que tenga, está exento de estas posibles actuaciones. Y ahí entramos en otro terreno, el de la inmunidad del mundo del deporte, más concretamente del fútbol. Han sido tantos años haciendo de su capa un sayo, saltándose las normas, gastándose lo que no tenía y embarcándose en aventuras suicidas amparados en el apoyo social con el que cuentan, que todavía algunos creen vivir en un limbo legal.  

Cardenal comete, bajo mi humilde punto de vista, dos errores. El primero, dar recorrido a teorías conspiratorias, campañas difamatorias y operaciones de acoso y derribo, alimentando a aquellos que las proclaman a los cuatro vientos. El segundo, poner la mano en el fuego porque la actuación del club blaugrana ha sido impecable. Parece mentira que después de estos años donde la cantidad de manos quemadas en España es enorme, todavía existan posicionamientos de este tipo por parte de nuestros políticos. Aunque puede que sea lógico, si nos atenemos al gusto del presidente del gobierno por esta práctica, aunque que en unas cuantas ocasiones el defendido a capa y espada haya terminado siendo un auténtico delincuente.

Lógicamente, la oleada de críticas desde diferentes sectores ha sido grande. Una vez que lo hecho en estos años por demasiada gente e instituciones, hecho está, el único consuelo que nos queda a la ciudadanía es que el poder judicial sea capaz de descubrir y castigar a aquellos que sean culpables de actuaciones delictivas, sean las que sean y vengan de donde vengan. Injerencias como las de Cardenal, aunque no haya sido el motivo principal que le inspiró para escribir el artículo, no son nunca de recibo, y menos en estos tiempos convulsos donde lo único bueno que nos podría dejar esta tremenda crisis sería la regeneración ética y moral de nuestra maltrecha sociedad. Y para ello, nadie al que se le demuestre una mala actuación, debería quedar exento de pagar su culpa.  Y la tarea de juzgarlas no es responsabilidad de los políticos ni de los seguidores, sino de la justicia.  

Sobre el blog

El palomerismo es toda una filosofía de vida que se basa, como la termodinámica, en tres principios. El de la eficiencia: “Mínimo esfuerzo, máximo rendimiento”. El del aprovechamiento. “Si alguien quiere hacer tu trabajo, hacerte un regalo o invitarte a comer, dejale”. Y el de la duda: “Desconfía de los que no dudan. La certeza es el principio de la tiranía”. A partir de ahí, a divertirse, que la seriedad es algo que ahora mismo, no nos podemos permitir.

Sobre el autor

Juanma López Iturriaga

Básicamente me considero un impostor. Engañé durante 14 años haciendo creer que era un buen jugador de baloncesto y llevo más de 30 años logrando que este periódico piense que merece la pena que escriba sobre lo que me dé la gana. Canales de televisión, emisoras de radio y publicaciones varias se cuentan entre mis víctimas, he logrado convencer a muchos lectores para que comprasen mis libros y a un montón de empresas que me llaman para impartir conferencias. Sé que algún día me descubrirán, pero mientras tanto, ¡que siga la fiesta!

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