Ochenta minutos después, la final de la Liga Endesa prosigue sin ser gobernada. La causa podría estar en la igualdad que existe entre dos equipos poderosos, profundos y con una nómina de excelentes jugadores que hace difícil que se establezcan grandes diferencias. O también se podría argumentar que llegados a este punto de la temporada, ninguno de los dos están para grandes alardes, entendiéndolos como tal el mantener una línea suficientemente regular en rendimiento, concentración y acierto. Sea por una causa o por otra, vamos de sorpresa en sorpresa, lo que está muy bien pero dificulta el intuir cual será el siguiente movimiento.
La primera llegó de la mano del Barcelona, que en el primer encuentro quitó el freno de mano de su vehículo y se lanzó hacia un baloncesto que parecía casi patrimonio de su rival madridista. Desmontando ciertos prejuicios que apuntan hacia el control exhaustivo de las operaciones como única vía para evitar el castigo del Madrid, el Barça mostró su cara más dinámica y atrevida, que cogió con el pie cambiado a los blancos. A partir de esa decisión, asistimos a un partido de los grandes, de esos que tirando mano del tópico, hacen afición. Hubo tiempo para casi todo, lucimientos individuales incluidos. El Barcelona hizo sangre con su juego interior, sobre todo por parte de Tomic y Nachbar, que se merendó a un Mirotic que no termina de encontrarse a gusto con su juego. Cargando el rebote, saliendo pitando hacia la otra canasta y moviendo fluidamente el balón, los de Xavi Pascual llevaron el partido sin complejos hacia el intercambio de canastas y remataron la faena con un mejor manejo en el territorio de definición, donde al Madrid le tembló un poco el pulso, cometiendo dos o tres errores que resultaron definitivos.
El objetivo principal de los azulgranas estaba cumplido a las primeras de cambio y obligaba al Madrid a tomar la iniciativa. El diagnóstico sobre la pizarra del vestuario no ofrecía grandes dudas, pero como papel lo aguanta todo, faltaba concretarlo en la pista. Dos consignas claras se debieron escuchar en las charlas técnicas del lastimado Pablo Laso. Defensa y dominio de las zonas. A ello se aplicaron desde el inicio, al que acudió el Barcelona algo hipotenso, como si su victoria del jueves le permitiese tomarse las cosas con más calma. Dos de los grandes triunfadores en el primer acto, Tomic y Nachbar, se quedaron en casi nada, apareció como un ciclón Mejri, el Madrid ganó la lucha de los rebotes y el Madrid pasó de dominado a dominador. Aún así, la irrupción de un Oleson que parecía haberse perdido últimamente, mantuvo vivo el partido hasta casi el final, lo que hace pensar sobre lo que hubiese pasado si el colmillo del Barcelona hubiese estado más afilado desde el principio.
Total, que con los dos equipos aparentemente satisfechos, terminó la primera parte de esta historia. Motivos tienen ambos para la esperanza, pues uno vuelve a casa con el botín perseguido y el otro con las ideas más claras que al principio. Pero también sobrevuelan alguna que otra nube que no sabemos si tenderá hacía su evaporación o se concretará en alguna tormenta. Al Madrid se le examina casi siempre con el referente de sus mejores momentos de un año casi impecable en cuanto a la calidad de su juego, y algunos de sus jugadores bandera salen perdiendo en la comparación, comenzando por Mirotic, del que cuesta descifrar los motivos exactos de su bajón de rendimiento (¿agotamiento físico, futuro incierto o simplemente un descenso de prestaciones?) y que el sábado volvió a terminar irritado. También parece algo enredado Sergio Rodríguez, más en la dirección y toma de decisiones que en la puntería, y a Carroll le está costando un mundo volver a ser el que era (Oleson puede que tenga algo de culpa en esto). El Barcelona, por su parte, tiene que apechugar con unos cuantos jugadores Guadiana, de los que se salen un día y no aparecen al siguiente. O viceversa. Tomic, Nachbar, Papanikolau, Oleson o Lorbek van y vienen sin saber casi nunca qué versión van a mostrar, lo que vuelve a dejar buena parte del peso del equipo en los de siempre, llámense Marcelinho, un revitalizado Sada o Navarro.
Completados los dos primeros actos, la serie se traslada a Barcelona manteniendo muchas de las dudas con las que arrancó. Adivinar por donde van a ir los tiros el martes es tarea compleja. Ritmo alto o bajo, pelea o explotación de talento, quién dominará la pintura, como será el rendimiento de los hombres altos o quien terminará triunfante en alguno de los duelos individuales como Rudy-Navarro o los dos Sergios versus Marcelinho/Sada son sólo alguna de las cuestiones sobre las que sigue sin haber pistas definitivas. Todo (o casi todo) será desvelado en dos partidos a jugar en la caldera del Palau, cuestión que tampoco arroja mucha luz. El Barcelona ha disputado tres partidos ante su público en estos playoffs, donde sufrió muchísimo ante el Laboral Kutxa y naufragó a lo grande (pañuelos incluidos) en su doble enfrentamiento con el heroico Valencia. En cambio, en los seis que jugó fuera, cinco victorias y una derrota corta. Con estos antecedentes, ¿es una ventaja jugar en casa?. Otra pregunta a falta de contestación.
Termino con el título de estas reflexiones. El marcador global indica igualdad pero al ser un playoff a cinco partidos una serie asimétrica (partidos impares, tres en un sitio, dos en otro) la cuestión es pertinente. Ochenta minutos después, visto lo visto y teniendo en cuenta lo que queda ¿quién va ganando? ¿El Barcelona por haber recuperado la ventaja de campo? ¿El Madrid por venir desde atrás, haberse rehecho y tener dos oportunidades para lograr jugarse el título en el Palacio? ¿El Barcelona porque ha llegado más fresco físicamente? ¿El Madrid porque su suma de talento y definición de estilo es mejor? ¿El Barcelona porque tiene a Navarro y Marcelinho? ¿El Madrid porque tiene a Sergio Rodriguez y Rudy?
Aunque no quede muy bien en boca de un (supuesto) analista, la verdad es que fiándome mucho de estos dos grandes equipos y a la vez teniendo razones para no fiarme de ninguno de los dos, no me queda otro remedio que concluir con un rotundo no tengo ni idea.