El Palomero

¿Quién va ganando?

Por: Juanma Iturriaga

22 jun 2014

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Ochenta minutos después, la final de la Liga Endesa prosigue sin ser gobernada. La causa podría estar en la igualdad que existe entre dos equipos poderosos, profundos y con una nómina de excelentes jugadores que hace difícil que se establezcan grandes diferencias. O también se podría argumentar que llegados a este punto de la temporada, ninguno de los dos están para grandes alardes, entendiéndolos como tal el mantener una línea suficientemente regular en rendimiento, concentración y acierto. Sea por una causa o por otra, vamos de sorpresa en sorpresa, lo que está muy bien pero dificulta el intuir cual será el siguiente movimiento.

La primera llegó de la mano del Barcelona, que en el primer encuentro quitó el freno de mano de su vehículo y se lanzó hacia un baloncesto que parecía casi patrimonio de su rival madridista. Desmontando ciertos prejuicios que apuntan hacia el control exhaustivo de las operaciones como única vía para evitar el castigo del Madrid, el Barça mostró su cara más dinámica y atrevida, que cogió con el pie cambiado a los blancos. A partir de esa decisión, asistimos a un partido de los grandes, de esos que tirando mano del tópico, hacen afición. Hubo tiempo para casi todo, lucimientos individuales incluidos. El Barcelona hizo sangre con su juego interior, sobre todo por parte de Tomic y Nachbar, que se merendó a un Mirotic que no termina de encontrarse a gusto con su juego. Cargando el rebote, saliendo pitando hacia la otra canasta y moviendo fluidamente el balón, los de Xavi Pascual llevaron el partido sin complejos hacia el intercambio de canastas y remataron la faena con un mejor manejo en el territorio de definición, donde al Madrid le tembló un poco el pulso, cometiendo dos o tres errores que resultaron definitivos.

El objetivo principal de los azulgranas estaba cumplido a las primeras de cambio y obligaba al Madrid a tomar la iniciativa. El diagnóstico sobre la pizarra del vestuario no ofrecía grandes dudas, pero como papel lo aguanta todo, faltaba concretarlo en la pista. Dos consignas claras se debieron escuchar en las charlas técnicas del lastimado Pablo Laso. Defensa y dominio de las zonas. A ello se aplicaron desde el inicio, al que acudió el Barcelona algo hipotenso, como si su victoria del jueves le permitiese tomarse las cosas con más calma. Dos de los grandes triunfadores en el primer acto, Tomic y Nachbar, se quedaron en casi nada, apareció como un ciclón Mejri, el Madrid ganó la lucha de los rebotes y el Madrid pasó de dominado a dominador.  Aún así, la irrupción de un Oleson que parecía haberse perdido últimamente, mantuvo vivo el partido hasta casi el final, lo que hace pensar sobre lo que hubiese pasado si el colmillo del Barcelona hubiese estado más afilado desde el principio.

Total, que con los dos equipos aparentemente satisfechos, terminó la primera parte de esta historia. Motivos tienen ambos para la esperanza, pues uno vuelve a casa con el botín perseguido y el otro con las ideas más claras que al principio. Pero también sobrevuelan alguna que otra nube que no sabemos si tenderá hacía su evaporación o se concretará en alguna tormenta. Al Madrid se le examina casi siempre con el referente de sus mejores momentos de un año casi impecable en cuanto a la calidad de su juego, y algunos de sus jugadores bandera salen perdiendo en la comparación, comenzando por Mirotic, del que cuesta descifrar los motivos exactos de su bajón de rendimiento (¿agotamiento físico, futuro incierto o simplemente un descenso de prestaciones?) y que el sábado volvió a terminar irritado. También parece algo enredado Sergio Rodríguez, más en la dirección y toma de decisiones que en la puntería, y a Carroll le está costando un mundo volver a ser el que era (Oleson puede que tenga algo de culpa en esto). El Barcelona, por su parte, tiene que apechugar con unos cuantos jugadores Guadiana, de los que se salen un día y no aparecen al siguiente. O viceversa. Tomic, Nachbar, Papanikolau, Oleson o Lorbek van y vienen sin saber casi nunca qué versión van a mostrar, lo que vuelve a dejar buena parte del peso del equipo en los de siempre, llámense Marcelinho, un revitalizado Sada o Navarro.

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Completados los dos primeros actos, la serie se traslada a Barcelona manteniendo muchas de las dudas con las que arrancó. Adivinar por donde van a ir los tiros el martes es tarea compleja. Ritmo alto o bajo, pelea o explotación de talento, quién dominará la pintura, como será el rendimiento de los hombres altos o quien terminará triunfante en alguno de los duelos individuales como Rudy-Navarro o los dos Sergios versus Marcelinho/Sada son sólo alguna de las cuestiones sobre las que sigue sin haber pistas definitivas. Todo (o casi todo) será desvelado en dos partidos a jugar en la caldera del Palau, cuestión que tampoco arroja mucha luz. El Barcelona ha disputado tres partidos ante su público en estos playoffs, donde sufrió muchísimo ante el Laboral Kutxa y naufragó a lo grande (pañuelos incluidos) en su doble enfrentamiento con el heroico Valencia. En cambio, en los seis que jugó fuera, cinco victorias y una derrota corta. Con estos antecedentes, ¿es una ventaja jugar en casa?. Otra pregunta a falta de contestación.

Termino con el título de estas reflexiones. El marcador global indica igualdad pero al ser un playoff a cinco partidos una serie asimétrica (partidos impares, tres en un sitio, dos en otro) la cuestión es pertinente. Ochenta minutos después, visto lo visto y teniendo en cuenta lo que queda ¿quién va ganando? ¿El Barcelona por haber recuperado la ventaja de campo? ¿El Madrid por venir desde atrás, haberse rehecho y tener dos oportunidades para lograr jugarse el título en el Palacio? ¿El Barcelona porque ha llegado más fresco físicamente? ¿El Madrid porque su suma de talento y definición de estilo es mejor? ¿El Barcelona porque tiene a Navarro y Marcelinho? ¿El Madrid porque tiene a Sergio Rodriguez y Rudy? 

Aunque no quede muy bien en boca de un (supuesto) analista, la verdad es que fiándome mucho de estos dos grandes equipos y a la vez teniendo razones para no fiarme de ninguno de los dos, no me queda otro remedio que concluir con un rotundo no tengo ni idea.

Una final con la lengua fuera

Por: Juanma Iturriaga

19 jun 2014

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No hay dos sin tres, por lo que Real Madrid y Barcelona se aprestan a desempatar el contencioso que mantienen sobre el liderazgo liguero y que se ha traducido en tres finales consecutivas con los mismos protagonistas. Eso sí, en esta temporada la contestación ha sido mayor que en las anteriores, con el Unicaja y sobre todo el Valencia, llevando al límite a sus adversarios en semifinales. En ambos casos se ha visto a blancos y azulgranas con muchas dificultades para desarrollar su juego, con grandes altibajos de rendimiento y concentración y ciertamente alejados de otros momentos más lustrosos de la temporada.

No deja de resultar una contradicción que cuando llega la hora decisiva, cuando en los próximos diez días se resuelve un título tan importante como el liguero, los equipos lleguen dando muestras indisimuladas de que tanto sus piernas como sobre todo su sistema nervioso están en la zona de reserva. El motivo resulta evidente, por la enorme carga de partidos y la necesidad de estar a pleno rendimiento en demasiados momentos de la temporada, lo que impide una preparación adecuada para llegar fresco hasta el final. Con estos condicionantes, el pronóstico se complica. El Madrid parte con una ventaja evidente, la de poder disputar un hipotético quinto partido al amparo de su afición, lo que ha resultado definitivo en los dos antecedentes más recientes. Pero visto lo visto últimamente, sobre todo por parte del Barcelona, capaz de ganar tres veces en una cancha tan complicada como la valenciana, tampoco parece definitorio.

Se enfrenta el mejor ataque de la competición con la mejor defensa, lo que vuelve a poner en primer plano la forma en la que se desarrollen lo partidos. No cabe duda que la intención del Real Madrid será llevarlos hacia las altas revoluciones, y tampoco es una apuesta arriesgada el pensar que una de las obsesiones de Xavi Pascual será tener el ritmo siempre bajo control. Ahora bien, si nos atenemos a los casos recientes, ni siquiera el haberlo conseguido en ocasiones ha asegurado un éxito azulgrana. En la final copera de Málaga, por ejemplo. En esta decisión que deberá tomar el Barcelona puede entrar en juego el efecto Milán, donde se llevaron un tremendo varapalo en cuanto el partido se desmadejó. Eso sí, parece necesario que el Barcelona se reencuentre con su juego ofensivo para resultar competitivo. Rendimientos como ante el Valencia, donde sus guarismos atacantes fueron de 77, 60, 70, 63 y 77 no parecen suficientes para doblegar a un Real Madrid que hasta en los días no muy lucidos no tiene grandes problemas en plantarse en los 80 puntos.

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Como muestra una de las fotos elegidas por la ACB para publicitar la final, el duelo Marcelinho-Sergio Rodriguez es uno de los grandes atractivos que nos ofrece esta serie. Dos enormes talentos que no sólo juegan, sino que son los mejores termómetros de sus equipos. El brasileño, imperial en el quinto partido de semifinales, resulta imprescindible para que el Barcelona tenga vida, chispa, y no acabe mostrando su lado más frío e industrial. De Sergio Rodríguez queda poco por decir, aunque últimamente haya perdido un poco de ángel. Como les ocurre a los grandes, el peor enemigo de Sergio es el Sergio mágico y casi infalible de otros momentos de la temporada y a veces la búsqueda de la genialidad constante termina por resultar contraproducente. 

No serán los únicos nombres propios de relevancia, y este apartado individual ambos equipos presentan luces y sombras individuales. Llull y Felipe fueron los mejores en las semifinales, donde no brillaron como acostumbran el propio Sergio Rodríguez, Rudy o Mirotic, cuyo futuro sigue sin desvelarse. En el Barcelona el gran triunfador fue Marcelinho, con Navarro irregular pero siempre decisivo, lo mismo que Tomic, que a pesar de su calvario en la línea de tiros libres tuvo una resurrección a ultima hora que resultó vital para que el Barcelona siga en competición. Pero ni Oleson, Papanikolau, Nachbar y Lorbek, este a excepción del quinto partido, anduvieron medianamente acertados, lo que sin duda influye en el rendimiento azulgrana pues son gente importante en la rotación.

Con tantos interrogantes, sólo queda esperar que la final de comienzo para que se confirmen o no las sospechas previas. Llegados a este punto, el músculo pierde importancia frente a la cabeza, y en la medida que ambos equipos sean capaces de sobreponerse al cansancio mental, incrementado por la tensión inherente a una final, estarán más cerca de lograr su objetivo. Es un todo o nada para los dos, pues el derrotado terminará el curso sin un buen título del que poder agarrarse. Y esto, tratándose de estos dos equipos, es pecado mortal.  

 

 

 

 

 

 

 

Van un estadounidense, un francés y un argentino….

Por: Juanma Iturriaga

17 jun 2014

 

Van un norteamericano, un francés, un argentino, un brasileño, un australiano, un canadiense…… parece el principio de un chiste, pero no lo es. Estamos hablando de un equipo de baloncesto que acaba de maravillar al mundo entero ganando el anillo de la NBA con un juego superlativo. Los San Antonio Spurs, un colectivo que parece la ONU por su internacionalidad, son los nuevo campeones, y lo han hecho a lo grande, dejando casi todos los adjetivos pequeños e incompletos a la hora de explicar una forma de jugar a baloncesto casi contracultural, ahora que parece que todo se debe mover alrededor de las estrellas. Ha sido una maravillosa lección de un equipo que ha llevado hasta sus últimas consecuencias su mentalidad colectiva.   “Soy el resultado del movimiento de pelota del equipo” dijo Danny Green. ¡Que gran resumen conceptual!. 

Un equipo que hace doce meses recibió un golpe devastador cuando en el sexto partido y a falta de 28 segundos, tenían el campeonato en la mano. Se les escapó y surgieron las dudas sobre si habían perdido no sólo el título, sino también el último tren para su gran trío, ya con muchos años encima. La respuesta ha sido contundente, grandiosa, conmovedora. Sin dejar de olvidar ni un minuto lo ocurrido, alimentándose del escozor que les provocaba su recuerdo, se levantaron y pelearon por tener otra oportunidad. Y cuando llegó, frente a los mismos que les negaron la gloria un año antes, explotaron con una de las mejores ejecuciones baloncestísticas que se recuerda. Porque cuando parece que ya sólo se trata de ganar, los Spurs se pusieron a jugar, a pasarse la pelota, a buscar siempre el compañero mejor situado, a correr, a defender solidariamente, y lo hicieron tan rematadamente bien, que claro que ganaron. 

Fue la final de Duncan, Ginobili y Parker, representantes genuinos de esta franquicia y a los que se les ha parado el reloj del envejecimiento, pero tambien de Leonard, tan silencioso como gran jugador, de Boris Diaw, cuyo talento e inteligencia está muy por encima de lo que hace presumir su apariencia física o de Danny Green, Splitter, Bellineli o Patti Mils, siempre preparados. Y sobre todo fue la final de Popovich, arquitecto principal de un equipo ejemplar. Enfrente, ni el posiblemente mejor jugador del mundo pudo hacer otra cosa que rendirse a la evidencia. Y declararlo públicamente como hizo en la última rueda de prensa. “Así es como debe jugar un equipo” dijo el rey destronado. Yo apuntaría que así es como juegan todos los equipos, porque jugar así es precisamente lo que convierte a un grupo en un equipo. Y Miami no lo fue prácticamente en toda la serie.

El éxito de San Antonio es una buena noticia. Se suele decir que hay muchas formas de jugar y entender este deporte y que todas son respetables. Sin duda. Pero dentro de ese abanico, las hay más ejemplarizantes que otras. El estilo de los Spurs mama de conceptos y valores siempre recomendables y sugerentes, pues explica de manera evidente que el secreto de la poción no está únicamente en una acumulación de talento, sino en la forma que este talento se relaciona y conexiona.  Ilusión, trabajo, solidaridad, humildad, constante aprendizaje, protagonismo compartido, equilibrio, ambición, capacidad de superación son algunas de las claves para entender el éxito prolongado de una franquicia modélica.

El otro día estaba viendo un partido de futbol de chavales en la tele. Marcó Fulanito y el crío salió corriendo en solitario, apartando a los compañeros que le iban a abrazar no fuese que le quitasen su momento de gloria, mientras montaba el show besar el escudo y esas cosas. No me extrañó, pues es lo que ven prácticamente cada semana en los resúmenes. El Star Sistem, la individualización, vive momentos de gloria, por lo que no está mal que de vez en cuando se produzcan casos como el de San Antonio, o el Atleti de esta temporada, y nos recuerden que uno más uno pueden llegar a sumar tres.

 

 

Necesaria imprevisibilidad

Por: Juanma Iturriaga

11 jun 2014

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Nada resulta más dañino para una competición que la previsibilidad, pues ataca a la esperanza de ser sorprendido. La incertidumbre es necesaria para atraer la atención, para mantenerte alerta, para esperar emociones, para no desconectarte. En este mundo deportivo donde la brecha entre los más ricos y el resto es cada día mayor, las opciones se van reduciendo, yendo en contra de un guión que creemos escrito de antemano. Esta circunstancia no es exclusiva del baloncesto, y ahí está el universo futbolero para confirmarlo, pero una de las críticas habituales que se hacen al este deporte en los últimos tiempos es precisamente esa, que todo lo que ocurre durante muchos meses no tiene una especial relevancia, porque al final, cuando llega el mes de Junio, el Real Madrid y el Barcelona terminarán jugándose el título sí o sí sin importar demasiado lo ocurrido anteriormete. 

Hasta ayer había motivos para pensar que algo de esto hay, pues las dos semifinales caminaban hacia el desenlace previsto. El Barcelona, aprovechándose tanto de su buen momento como de un Valencia que ha llegado con el depósito casi vacío a estas alturas del curso, parecía en las mejores condiciones para cerrar la serie al amparo de su afición que acudió a la llamada casi llenando el Palau. El Madrid, por su parte, las había pasado canutas en su doble enfrentamiento inicial ante el Unicaja, pero bueno, su solvencia para resolver partidos no estaba puesta en duda de manera grave, y ya hemos visto en otras ocasiones que una vez colocada la eliminatoria casi a salvo, el tercer partido resulta definitivo.

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Y llegó el martes en el que el guión supuestamente cerrado desde principio de temporada nos trajo dos puntos de giro sorprendentes. Primero fue el Valencia, que en un ejercicio heroico de supervivencia, silenció el Palau aprovechándose de la versión más gris y desafinada del Barcelona en el segundo tiempo. Fallón en extremo, incapaz de volver a coger el hilo del partido, al Barça se le hizo de noche y nadie fue capaz de encender la luz. Sólo Dorsey fue capaz de provocar chispazos, pero ni sus acciones espectaculares reanimaron a un colectivo que mostró su cara más fría y desangelada. Pero quizás el mayor error de los los azulgranas fue el no rematar la faena cuando lo tuvieron a mano, lo que posibilitó que los de Perasovic terminaran creyendo una victoria que hasta ese momento parecía una quimera.

Dos horas después, el Unicaja le dio todo un repaso al Madrid, superado como no lo hemos visto en todo el año. Lo apuntado en el Palacio se confirmó y en esta ocasión a los blancos no les fue suficiente con su juego de arrebatos. Todo lo contrario. Dominando en el juego y el ánimo, los malagueños se dieron un festín hasta pasar por encima de un equipo que no sabemos si se le fue el oremus en Milán o simplemente ha llegado al final de temporada más justo de lo que se pensaba. O las dos cosas.

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Total, que las cosas, de estar muy claras, ya no lo están tanto, lo que obliga a los dos grandes a seguir remando. Madrid y Barcelona, Barcelona y Madrid, siguen teniendo la sartén por el mango, pero han dejado de jugar con red. Llegados a este punto, con la enorme carga de partidos que llevan sobre las piernas, los aspectos anímicos se vuelven decisivos, por lo que habrá que estar atentos a la digestión que hagan de lo ocurrido en el tercer partido. El Unicaja se le ha subido a las barbas blancas de forma definitiva. Quedarse tan cerca de la victoria en los dos primeros partidos en lugar de desanimarle, les ha dado la confianza de sentirse competitivos y capaces de plantar cara. Su éxito de ayer, incuestionable en forma y fondo, sólo puede resultar vigorizante, lo que obligará al Madrid a mejorar de forma ostensible su rendimiento si no quiere verse abocado a un quinto partido imprevisible. El Valencia, por su parte, con las maletas casi cerradas para las vacaciones, ve abierta una rendija para la gesta.

De golpe y porrazo, estas semifinales algo descoloridas más por los resultados que por la emoción de los partidos, han revivido. Es posible (o no)  que mañana por la noche todo haya vuelto al redil de lo previsto, pero al menos durante cuarenta y ocho horas, los playoffs han recobrado tensión y dramatismo. Lo esperado ya no lo es tanto, condición imprescindible para olvidarse un rato del Mundial futbolero y disfrutar de la agradable sensación de desconocer qué es lo que nos puede traer el futuro cercano.

 

 

 

 

 

 

 

Dos semifinales de aquí y una final de allí

Por: Juanma Iturriaga

04 jun 2014

La temporada de baloncesto camina hacia su resolución a ambos lados del atlántico. Este jueves comienzan al alimón las semifinales de la Liga Endesa y la final de la NBA. Una sobredosis muy apetecible, por cierto, pues los tres enfrentamientos tienen muy buena pinta. Empecemos por lo nuestro y luego vamos con lo suyo.

Valencia-Barcelona

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Desde que el Madrid puso carísimo el primer puesto y el Barcelona acumuló un número impropio de derrotas antes de la mitad de la temporada regular, este apasionante eliminatoria estaba escrita en el horizonte. Aunque hay que reconocer que a punto ha estado de irse al traste por culpa del maravilloso, atrevido, ambicioso y desinhibido  grupo de chavales que bajo la dirección de Aíto García Reneses le ha dado un susto de muerte a los valencianos. Sin lugar a dudas el Cajasol ha sido una de las mejores noticias de esta temporada, y sólo queda desear que no haya desmantelamiento de sus mejores valores, cosa difícil sospecho, para que con todo lo aprendido y un año más bajo la sabia batuta de Aíto, se puedan convertir en un equipo aún más poderoso. Su baloncesto ha sido tan fresco que sería una pena no poder seguir viéndoles crecer.

Pasado el susto, el Valencia se presenta como una alternativa poderosa a la bicefalía en la que hemos vivido las ultimas temporadas, una especie de Atletico de Madrid versión baloncesto. Es un equipo talentoso, correoso como su entrenador, potente físicamente y con argumentos suficientes como para aspirar no sólo a eliminar al Barcelona, sino a discutir al Real Madrid (con permiso del Unicaja) el título en una hipotética final. La ventaja de campo no es asunto baladí, pues La Fonteta sólo ha visto una derrota en toda la temporada, frente al entonces Real Madrid de la interminable racha. Su título europeo le ha asegurado la Euroliga, pero no parece haber acabado con su hambre. Tiene entre algodones a Dubljevic,  hombre fundamental en la rotación de pivots, pero si algo ha demostrado hasta ahora es estar a salvo de cualquier contingencia. Con dos de los mejores jugadores del curso, el MVP Doellman, al que sitúan en el Palau la próxima temporada, y Sato, la solvencia de sus bases, la veteranía de Martínez, Lafayette o Lishchuck o la pujanza de Lucic, la plantilla es de sobresaliente. Sólo le falta dar el gran paso. Mejor oportunidad que esta, imposible.

El Barcelona, por su parte, y después de dar cuenta del Laboral Kutxa, comienza una etapa pirenaica de alta montaña. Como le ocurre al Madrid, otra cosa que no sea el título liguero le hará suspender a final de curso. A esta presión se añade que sus tropiezos iniciales le han condenado a nadar contracorriente desde semifinales. El año pasado el destino le echó una mano cuando el Herbalife eliminó sorprendentemente al Baskonia y pudo jugar esa fase previa a la final al amparo de su afición. Esta vez no ha ocurrido, y viaja a Valencia para un doble enfrentamiento obligado a ganar al menos uno de ellos.

Después de lo ocurrido en la Final Four, resulta difícil apostar por el estado real de los de Xavi Pascual. A Milán fueron henchidos de confianza, con un juego demoledor y todas las piezas perfectamente encajadas. Ya sabemos lo que ocurrió, y ahora, superado el soponcio, vuelven a dar sensación de poderío. Pero el Valencia no es el Laboral Kutxa. Eso sí, el Navarro de hace un mes no se parece en nada al que hemos visto en las últimas dos semanas. Su recuperación y estado de forma y puntería es la mayor alegría y el mejor generador de confianza que puede tener el Barcelona para lo que les viene encima, que es de aupa.

Total, que con estos dos equipos en la pista, todo lo que no sea una gran eliminatoria, tensa, emocionante, dura e igualada, quedará por debajo de las expectativas. Como no podía terminar sin mojarme con un pronóstico, tengo la sensación que el partido clave será el primero. Vamos, que el que gane el jueves, apuesto que se lleva la serie.

Real Madrid-Unicaja

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Con la clasificación de Unicaja, los cuatro primeros de la temporada regular jugarán las semifinales, lo que habla del valor de lo conseguido en las 34 jornadas, muchas veces tenido en menor consideración de lo que realmente significan. Desde hace cuatro años que los malagueños no se ve en esta penúltima estación, lo que ya es motivo de felicitación. A diferencia de la otra semifinal, en esta hay un favorito claro e indiscutible, el Madrid. Se le notan los kilómetros recorridos y todavía quedan restos de la enorme decepción que supuso perder la final de la Euroliga, pero no dejan de seguir ganando. Su record hasta ahora es de 61-6, una derrota cada 11 partidos, lo que habla de lo difícil que es que hinquen la rodilla. Que pierdan tres partidos de cinco parece una quimera, desde luego, pero llegados a este punto, se comienza de cero. Recuperado suficientemente Rudy, como demostró en Zaragoza, con un Mirotic algo Guadiana, Carroll todavía en rodaje post lesión y sin poder contar con Draper, no es el Madrid más lustroso pero tampoco ha dado motivos para desconfiar de él.

Del Unicaja, por su parte, habrá que comprobar su grado de ambición una vez cumplido con el deber de hacer valer su cuarto puesto con la clasificación. Liberado de buena parte de la tensión, en una eliminatoria donde nadie le da posibilidades reales, es el momento de comprobar si su grado de deseo está cubierto o por el contrario, plantean la eliminatoria con convicción de victoria. Tienen plantilla y talento, no sé si para dar la campanada global, pero sí para hacer sudar al Madrid y al menos robarle un partido. Aún así, si tuviera que jugarme un euro, lo haría por una resolución por la vía rápida.

San Antonio-Miami

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Adelanto que voy con los Spurs. El baloncesto les debe una, la que perdieron el año pasado mereciéndola tanto o más que los actuales campeones y perdiéndola de mala forma en el sexto y séptimo partido. San Antonio representa el baloncesto que se debería estudiar en los colegios, solidario, esforzado, ausente de egoísmos y pleitesías a una o dos figuras, un equipo en la mayor y mejor extensión de su significado. Su trayectoria en la última década le ha convertido en unos de los mejores colectivos de la historia. Enfrente van a tener un modelo diametralmente distinto. Un equipo formado a partir de una mega estrella llamada Lebron James y dos estrellas como Wayde y Bosch, que hace cuatro años decidieron juntarse en busca de una gloria que sobre todo a King James se le estaba mostrando esquiva. Tardaron dos años en alcanzarla, pero desde entonces nadie les ha podido hacer sombra. Más cuando Lebron se muestra como lo ha hecho en los momentos cumbres. Este superhombre, este físico adelantado a su tiempo, es un carpanta que tiene a los mejores jugadores de la historia en su punto de mira. Un tercer título supondría un salto al igualar una de las dos rachas triples de Michael Jordan, por ejemplo.  Y en eso está, e Indiana, su última víctima, puede dar buena fe del plan de abusón en el que se ha puesto Lebron.

El camino de San Antonio hasta llegar a la final ha sido mucho más intenso, exigente y tortuoso que el de sus rivales. Siete partidos frente a Dallas, cinco ante Portland y otros seis ante Oklahoma. Miami, por su parte, liquidó a Charlotte en cuatro, a Brooklyn en cinco y a Indiana en seis. Tres partidos, casi una semana más de descanso, mucho menos desgaste. Si tenemos en cuenta que la columna vertebral de San Antonio, el trio ya legendario formado por Parker, Ginobilli y Duncan, suman más de cien años entre los tres, estos aspectos pueden tener su importancia. Ahí está la lesión que arrastra Oh la la Parker para confirmarlo.

Equipo contra estrellas, veteranía frente a pujanza física, discreción frente a exuberancia, la sobriedad del negro frente a fulgor del rojo. Una pedazo de final que a poco que se parezca a la del año pasado, nos va a hacer disfrutar de lo lindo. Y si esta vez ganan los Spurs, mejor.  

Pues nada, baloncesto del bueno por la tarde, noche y madrugada. ¿Qué más se puede pedir, además de un referendum?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sobre el blog

El palomerismo es toda una filosofía de vida que se basa, como la termodinámica, en tres principios. El de la eficiencia: “Mínimo esfuerzo, máximo rendimiento”. El del aprovechamiento. “Si alguien quiere hacer tu trabajo, hacerte un regalo o invitarte a comer, dejale”. Y el de la duda: “Desconfía de los que no dudan. La certeza es el principio de la tiranía”. A partir de ahí, a divertirse, que la seriedad es algo que ahora mismo, no nos podemos permitir.

Sobre el autor

Juanma López Iturriaga

Básicamente me considero un impostor. Engañé durante 14 años haciendo creer que era un buen jugador de baloncesto y llevo más de 30 años logrando que este periódico piense que merece la pena que escriba sobre lo que me dé la gana. Canales de televisión, emisoras de radio y publicaciones varias se cuentan entre mis víctimas, he logrado convencer a muchos lectores para que comprasen mis libros y a un montón de empresas que me llaman para impartir conferencias. Sé que algún día me descubrirán, pero mientras tanto, ¡que siga la fiesta!

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