El Palomero

Larga vida a Don Stephen

Por: Juanma Iturriaga

29 feb 2016

1456634933_188623_1456635232_noticia_normal_recorte1

Algo muy gordo está pasando en el universo baloncestístico. Más concretamente en Oakland, donde un tipo llamado Stephen Curry está transformando este deporte. Su forma de entender el baloncesto, su endemoniada capacidad de hacer daño en espacios y rangos nunca vistos hasta ahora y el estilo con el que, en unión de sus compañeros, tiraniza en la actualidad la NBA, está causando un autentico terremoto de consecuencias todavía por evaluar en su totalidad. Hay que irse bastante atrás en el tiempo para encontrar otro tipo normal con un físico nada llamativo que haya sido capaz de dominar la liga y resultar indetectable para los portentos que habitan esa competición. Hasta su explosión la temporada pasada, los últimos grandes/grandes de la liga eran físicos sobresalientes, con músculos de acero o muelles en los pies. Curry parece frágil, hasta el punto que ante cualquier choque, temes por él. Hasta ahora, la zona de producción de las estrellas estaban más o menos focalizadas en determinados lugares de la pista o situaciones de juego. Unos te mataban tirando de cerca o de lejos, otros entrando, otros abusando de su altura o músculo.

 

Pero nadie había sido capaz de sembrar el pánico que provoca Don Stephen esté donde esté, cerca o lejos, tirando, botando, pasando o entrando a canasta. Y cuando dijo lejos, digo muy lejos, casi en cuanto pasa el medio campo. Hay un detalle significativo en la jugada final de su estratosférico partido ante Oklahoma. Si te fijas bien en las imágenes, en cuanto pasa la línea de media pista, se ve en la zona del banquillo local que un espectador y otro del staff técnico de los Thunder se levantan y quieren lanzar un aviso. “Echaros encima, no esperéis”. El defensor de Curry tarda un segundo en darse cuenta. Era normal, estaba a más de diez metros del aro. Craso error. Como si de un tiro habitual se tratase, Curry se levantó y agrandó su leyenda.

Pero no estamos hablando solo de un jugador de los que salen uno cada varias décadas. Rodeándole hay una serie de acompañantes que han puesto en solfa muchas teorías. La primera, eso de que lo fundamental es la defensa. Los Warriors te meten 120 puntos en un día normalito, y 105 en uno malo. Es decir, que o bien te lo montas para poder jugar a más de 100 o lo tienes claro. Otra cuestión, la velocidad. Lo vimos ya en la final del año pasado ante Cleveland, que se vio obligado en muchos momentos a prescindir de su cinco, incapaz de seguir la velocidad del small team que planteaba una y otra vez los Warriors. La solución pasa por poder soportar ese ritmo y a la vez, meter mucho. Así se está viendo como algunos equipos están variando su estilo, sobre todo si su objetivo se cifra en poder luchar por el campeonato.

 

Mientras el resto de los equipos buscan y rastrean la forma de pararles, Curry y los Warriors persiguen la gloria de poder superar el record de los Bulls de 72-10. Hay un detalle que no debería pasar desapercibido. Chicago logró esta hazaña en la temporada 95-96, el año de la vuelta de Jordan después de casi tres años de retiro. MJ había regresado a falta de pocos meses del final de la temporada anterior, donde terminó siendo eliminado en playoffs por un Orlando liderado por Shaquille O´Neal. Quiero decir que el hambre de Jordan y sus compañeros, las ganas de reivindicación y vuelta a la cumbre les empujó durante todo el año. Los Warriors, en cambio, están en esta apasionante aventura después de coronarse campeones el curso pasado, lo que tiene aún más mérito, pues se supone que los anillos aplacan algo el hambre y hacen a los equipos más calculadores. Nada de eso se atisba en la bahía de Oakland. Ante algunas voces que alertan de que el esfuerzo no merece la pena y puede pasar factura allá por el mes de Junio, Curry y compañía siguen en sus trece, y encima parece que lo disfrutan sin importarles las posibles consecuencias. Además, ¿que resulta más atractivo, un anillo más o lograr algo que NUNCA se ha conseguido?

A día de hoy, su récord de 53-5 y el hecho de que 17 de los 24 partidos que les restan los disputarán en su cancha (donde llevan una eternidad sin perder) hace pensar que tiene el récord a tiro. Pero más allá de que lo consigan o no, el reinado individual de Curry y el colectivo de su equipo es algo de lo que no podemos sino congratularnos. Verles jugar es toda una delicia y el hecho de que estén haciendo tambalearse algunos de los axiomas existentes hasta ahora es un motivo más para compartir, aunque sea desde la distancia y a través de la televisión, de un recorrido que tardaremos en olvidar. Por eso y por muchas cosas más, larga vida a Don Stephen.

Postdata. La semana pasada me planteaba tres dudas existenciales. Pues bien, parece ser que la primera ha quedado contestada y de la Felizidane ya hemos pasado a la Pesadillane. Pasan los años y la trituradora de entrenadores en Concha Espina sigue encendida y a pleno rendimiento. 

Tres dudas existenciales

Por: Juanma Iturriaga

25 feb 2016

“Desconfía de los que no dudan. La certeza es el principio de la tiranía”. Vale, es una buena frase, tan buena que la convertí en el tercer principio del palomerismo. Ahora bien, reconozcamos que por otro lado, necesitamos algunas certezas en nuestra vida. Personal, profesionalmente y también como aficionados o simples observadores de la realidad. El universo deportivo está lleno de grandes dudas, inicios necesarios para practicar uno de los deportes nacionales: Discutir. Hoy me gustaría fijarme en tres de ellas. Vamos allá

Images

¿Tiene fundamento la Felicizidane?

Erase una vez un club al que las cosas no le iban muy bien. El ruido a su alrededor era ensordecedor, el ánimo de su hinchada estaba muy alterado y más que partidos disputaba constantes plebiscitos. A su presidente/director deportivo, a su entrenador y a sus jugadores. En el enésimo intento de enderezar el rumbo, termina echando mano a uno de su iconos, un jugador irrepetible que hacía sus primeros pinitos de técnico en un equipo de segunda B. De la noche a la mañana, el ambiente crispado, las broncas y los rumores sobre todo tipo de discrepancias da paso a un nuevo escenario donde todos parecen ser felices. Empezando por el propio Zidane, que en dos ruedas de prensa sonríe más que lo que le habíamos visto en toda su carrera deportiva. Los jugadores abrazan la decisión y se declaran liberados, y dos buenas actuaciones en el Bernabeu convencen aparentemente a la afición que los tiempos han cambiado. Pero llegan un par de salidas y el equipo vuelve un poco a las andadas. La liga está más difícil que la investidura de Pedro Sánchez y para más inri, el máximo rival no para de ganar. Y claro, vuelven las dudas. ¿es suficiente el buenrrollismo? ¿El Madrid, ahora, tiene un entrenador o un aliviador de tensiones? ¿La oportunidad dada a Zizou ha llegado en un buen momento o su precipitación terminará con un referente del madridismo quemándose en la hoguera? ¿Su idilio con los jugadores será capaz de convertir al Madrid en un equipo sólido y solidario? Está claro que le sobra carisma, pero ¿le falta aún conocimiento para manejar un barco tan complicado? ¿El problema está en el entrenador (posiblemente) en la plantilla (probablemente) o en la planificación deportiva (seguramente)? Pues con todas estas preguntas llega el sábado un derby ante el Atleti. El que sepa por donde va a seguir la película que levante la mano.

Images-1

¿Qué le pasa a Nadal?

Este asunto me tiene muy confuso. Habíamos quedado a final de la temporada pasada que lo peor ya había pasado. Su buen final de curso auguraba una vuelta a la normalidad, o sea, que Rafa estuviese en la pomada de todos los torneos. Pero he aquí que a las primeras de cambio, un casi desconocido le manda a casa en el primer partido del primer Grand Slam de la temporada. Luego se va a Argentina, donde también le pintan la cara, lo mismo que en Brasil. Y las derrotas no son frente a Djokovic, Federer o Murray, sino contra jugadores alejados del olimpo tenístico. Y unos dicen que es problema es de confianza, otros de ansiedad. También se apunta a que físicamente está acusando los muchos años de máximo esfuerzo y un sin fin de lesiones. El propio protagonista unos días afirma verse bien y en franca mejoría y otros mal y sin terminar de arrancar. Pasan los meses y no se ve la luz, mientras se debate sobre si el problema principal está en la raqueta, la muñeca, las piernas, la cabeza o su tío entrenador. Una de las seguridades en las que nos hemos movido durante diez años, la de que Rafa o estaba o iba a estar, ha dejado de serlo. Se vislumbra un miedo hasta ahora inexistente. ¿Y si ya no vuelve a ser el mismo de antes? El que sepa por donde va a seguir la película que levante la mano.

Imgres

¿Hasta cuando nos van a vender la moto y la vamos a comprar?

Y quien dice la moto, dice el coche de Fernando Alonso. Me sigue maravillando que llegados a este punto, después de una temporada tras otra decepcionante, mucha gente sea capaz de renovar sus ilusiones con respecto al piloto asturiano. En otros deportes y en otros deportistas, ya se habría producido una deserción masiva, o al menos, un escepticismo general. Pero cada temporada, llega el mes de Febrero, y se pone en marcha toda la maquinaria para convencernos que este año sí. Cada noticia sobre él ocupa lugar relevante en los medios y no solo eso, sino que se cuentan entre las más vistas. Se habla de coche nuevo, de mejoras y de igualdades que a las primeras de cambio quedan desmentidas. Pero eso tampoco importa, pues si el presente no tiene buena cara, pues hablemos del próximo test, de la próxima carrera, de las próximas mejoras.

Pero ya nos pueden decir misa, que la cosa cada vez cuela menos. Y es porque basta ver la cara de Fernando en cada una de sus declaraciones para descubrir en ellas el rictus del escéptico, de la resignación. No estoy en su cabeza, pero me apostaría un euro a que no da un duro por la próxima temporada, donde se vuelve a ver yendo a rebufo, lejos, muy lejos de los primeros y peleando por entrar como mucho en los puntos con coches y pilotos de segunda fila. Con que el ego de Alonso sea la mitad del que me imagino, tiene que ser duro, muy duro. Me gustaría equivocarme, pero no hace falta ser un visionario para saber como va a seguir esta película. 

 

 

Al Madrid le va la marcha

Por: Juanma Iturriaga

21 feb 2016

130255_6_139529_6

Gran final, extraordinaria Copa. Real Madrid y Herbalife han puesto el broche adecuado a un edición que se recordará. Ganó el Madrid, lógico por diferencias de talento y chequera, pero triunfó también Herbalife, cuyo juego y sobre todo, su resistencia a darse por vencido ha sido digna del mejor de los elogios y se vuelven a Canarias sin trofeo pero con el reconocimiento de todo el universo baloncestístico.

Definitivamente, al Madrid le va la marcha. Necesita el vértigo, los grandes escenarios, las situaciones límite. Su enganche a vivir al borde del precipicio cada año es mayor. En este curso lleva con el agua al cuello casi desde el inicio, pero a cada situación extrema responde con una actuación convincente. Llegó a Coruña de puntillas, sin aclarar dudas, la enfermería muy visitada y los focos puestos en las dos grandes alternativas, Valencia y Laboral Kutxa. Incluso pudo sentir algo de menosprecio a sus posibilidades cuando la encuesta que hicieron a los entrenadores de los equipos que no participaban en la copa, ni uno solo de ellos optó por el equipo que ganó todos los trofeos la temporada pasada.

130246_6_135902_6

Pero a la hora de la verdad, en viernes, sábado o domingo, surgió el Madrid competitivo, centrado y muy bien engrasado. Su ideario de juego esta plenamente consolidado, así como sus jerarquías. Mientras los demás deben, de alguna forma, empezar casi de cero todas las temporadas, el Madrid solo tiene que evolucionar. No se discuten estilos ni liderazgos, y teniendo el andamio tan sólido, su máxima preocupación son las lesiones y el encaje de las nuevas incorporaciones. Unos tardan más que otros, pero viendo a Rivers, Maciulis, Nocioni o Ayón (imperial desde hace un par de meses y merecido MVP) se podría decir que el tener las cosas tan claras también ayuda a la adecuada integración. Ya se sabe, los equipos bien paridos potencian los talentos individuales. Los que están cogidos por los pelos o no se sabe muy bien a qué juegan, terminan por penalizar sus individualidades.

Merecido el triunfo blanco, con el valor añadido por lo que hizo Herbalife, inaccesible al desaliento. Tremendo lo que está realizando este club, ejemplo de sensatez, ahora dirigido por el incombustible Aito García Reneses, que dio la enésima lección de su carrera, traducida en un colectivo irreductible, muy bien trabajado tácticamente y anímicamente, mezclando a la perfección la veteranía de gente como Oliver (¡vaya torneo ha hecho!), Báez o Savané con la frescura de Rabaseda, Aguilar o Pangos. Este subcampeonato copero, primero de su historia, refrenda y recompensa el acierto de su trabajo y filosofía

1456083401_639523_1456088705_sumario_normal_recorte1

Blancos y amarillos cerraron coherentemente un fin de semana que recuperó las mejores esencias de esta competición. Favoritismos saltados por los aires, partidos dramáticos, grandes actuaciones individuales y un ambiente excepcional. Entre todos, triunfó el Madrid, pero sobre todo ganó el baloncesto.

Tres bases, tres tesoros

Por: Juanma Iturriaga

21 feb 2016

130134_81_135824_81

Hubo un tiempo donde los bases mandaban en todo. Tenían el balón más que ningún otro jugador, ordenaban las jugadas que les venía en gana y si había que echar una bronca a un compañero, se la echaban aunque tuviesen que mirar hacia arriba. Con la creencia a su favor que eran los más listos y capacitados intelectualmente, y la conveniencia del entrenador, que les dejaba, salvo en los tiempos muertos, hacer y deshacer, los bases eran los reyes del mambo. Poco a poco, ese poder fue debilitándose. Siguen teniendo el balón más que nadie, y marcan las jugadas, pero no las suyas, sino las que les dice el entrenador, al que miran una y otra vez esperando consignas. Ya son una marioneta más movida por un hilo invisible desde la banda.

Eso sí, hay algo que no ha cambiado. Quien tiene un base, tiene un tesoro. Ayer, en las dos semifinales de esta apasionante Copa del Rey que pasará sin duda a la historia como una de las mejores, tres directores de juego, de nombres Oliver, Llull y Sergio Rodríguez, resultaron claves en los triunfos de sus respectivos equipos. Dominaron la escena, superaron las prestaciones de sus pares y si hoy tenemos una final madrileño-canaria es en gran medida por su acierto y ascendencia. Primero fue Albert Oliver, un veterano en mil batallas que va camino de los 38 años y que vive una segunda o tercera juventud. Ya estuvo fino en cuartos, pero su incidencia resultó aún mayor en el encuentro de semifinales, donde en el tercer cuarto resucitó a su equipo, que a esas alturas vagaba moribundo por la cancha. El Bilbao Basket, con una ventaja de 19 puntos, se relamía de gusto viéndose en la final. Pero no contó con dos cosas. Una, la explosión del talento de Oliver. Dos, el inesperado tembleque que les entró. Poco a poco, jugada tras jugada, el base de Herbalife fue limando la diferencia y lo que es más importante, elevando el ánimo de su hasta entonces maltratado equipo. Primero casi en solitario, luego ya con la ayuda y acierto del resto. No sé si será el último, quien sabe, pero pudimos asistir a uno de sus más importantes toques de corneta de su vida deportiva, una llamada a rebato que finalmente valió una histórica final para él y su equipo.

130062_6_137951_6

Si lo de Oliver pudo sorprender, los de los dos Sergios entra ya más en la normalidad. Con la llegada de Pablo Laso al Madrid (un base de los de antes) ambos ascendieron a la categoría de sheriffs. Su ascendencia sobre el juego del Madrid es total y asumido por todos. Cualquiera de los éxitos de la era Laso, que son muchos, lleva su firma destacada. Frente a un rocoso Laboral, fue el Chacho el primero en percutir durante un tercer cuarto que fue todo un muestrario de su infinito talento para jugar a este deporte. Cuando encuentra la inspiración, resulta un disfrute incluso para los aficionados rivales. Su dominio circense del bote y el pase, unido a una muñeca que desde que se afinó hace cuatro año no deja de resultar fiable, le convierte en nuestro Stephen Curry, el mayor halago que se le puede hacer a un jugador en la actualidad.

Y luego está Sergio Llull. Una fuerza de la naturaleza con una determinación capaz de derribar lo que le ponga por delante. A Llull, cuando llega el territorio de definición, el pasado le importa un carajo. Puede alcanzarlo con su casillero raquítico, sin encontrar ni su sitio ni su puntería. Le da lo mismo. El se siente llamado por los dioses para decidir las batallas. Sus ocho puntos finales, cuando dijo “esto lo arreglo yo” son una muestra más de su enorme valor. A muchos, llegados a ese punto, les quema la pelota en las manos. Llull, en cambio, la reclama y se hace dueña de ella. Tres bases muy diferentes, cada uno con estilo propio y en momentos bien diferentes de sus trayectorias, pero con algo en común: su ascendencia. En ochenta minutos reivindicaron que puede que los bases hayan perdido alguna de las funciones que tenían los bases de antaño, pero que siguen siendo claves en el funcionamiento de un equipo y en el desarrollo de los partidos. Hoy se encontraran cara a cara, y de cómo les vayan las cosas a cada uno de ellos dependerá en buena medida el final de esta historia copera. Seguro que viendo como están, tanto Laso como el gran e incombustible Aito habrán dormido mejor.

130118_6_139491_6

Barbas a remojo

Por: Juanma Iturriaga

20 feb 2016

 

129910_6_135726_6

Tercer acto

Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar. Eso debió pensar el Real Madrid, que se dejó de rollos, ciclotimias y altibajos para ganar por K.O. a un Fuenlabrada que no tuvo, o no le dejaron, confirmar su buen hacer. Nada resulta más peligroso que dejar creer a un contrario en teoría inferior, que tiene alguna posibilidad de ganar. Con la temporada que llevan los fuenlabreños, seguro que llegaron a Coruña con esa idea en la cabeza, pero a golpe de triple, carrera y buena defensa durante la primera parte, el Madrid convirtió su sueño en algo imposible con medio partido por jugar. Primero fue Ayón, que vive un momento dulce en todos los sentidos del juego, luego se sumó Maciulis, Llull abrió el campo, salió Sergio Rodríguez y repartió sus habituales caramelos, Nocioni martilleó desde la esquina y Lima dotó de agresividad a la defensa. Muchos argumentos para un Fuenla que hacía lo que podía, aguantando el chaparrón que le estaba cayendo, sobre todo en el segundo cuarto.

Aparentemente resuelto lo principal, y dada las características de este tipo de torneo, con tres partidos en tres días, al Madrid se le planteó el dilema de seguir a toda pastilla o comenzar a ahorrar energías. Si en nombres siguió con lo mejor que tiene, sus revoluciones fueron ralentizándose poco a poco. Lo aprovechó el Fuenla, que aún lastrado por la pésima tarde de Popovich (se marchó sin un miserable punto en su casillero) se agarró a dos jugadores, Paunic y Urtásun, que se resistieron a volver a Fuenlabrada con la imagen de los primeros veinte minutos. Su mayor éxito fue lograr que se entendiese mejor el excelente trabajo que ha realizado este equipo y que le ha hecho merecedor de participar en esta fiesta.

Total, que finalmente unos y otros se marcharon contentos al vestuario. El Madrid por lograr su doble objetivo, ganar y no tener que hacer un enorme esfuerzo ni físico ni sicológico, sobre todo si lo comparamos con lo que han tenido que sufrir los otros tres ganadores, y el Fuenlabrada satisfecho de haber competido dignamente, dejando unas cuantas jugadas de calidad y sin bajar los brazos ni en los momentos de mayor castigo.

129943_6_135746_6

Cuarto acto

Si las barbas madridistas no corrieron nunca peligro, las del Laboral Kutxa estuvieron a punto de seguir el mismo camino que las azulgranas y valencianas. El último partido de cuartos recuperó la tensión e incertidumbre de los dos primeros y se resolvió por el canto de un duro. Y mira que en sus inicios, todo discurría plácidamente para los favoritos, que tuvieron una contundente puesta en escena. Viven tiempos felices en Vitoria, con un equipo muy pintón y cuyo ensamblaje, a diferencia de otras temporadas, ha alcanzado una enorme eficacia casi desde el inicio del curso. Con Perasovic no permitiendo ni un momento de relax y sonrisas las justas, su fondo de armario resulta sugerente, hasta el punto de poderse permitir el lujo de que uno de sus habituales agitadores, Mike James, haga un 0 de 9 y sobreviva. Sobre Adams, Hanga, Causeur y el renacido Bourousis volvieron a gravitar sus mecanismos y sin deslumbrar, salvo en el inicio, confirmaron candidatura a la espera de citas más exigentes a priori.

No es infrecuente que el equipo local se derrita ante la responsabilidad de corresponder a la enorme ilusión que se crea a su alrededor. El año pasado, sin ir más lejos, al Herbalife se le fundieron los plomos y terminó su andadura a las primeras de cambio ante el Joventut para decepción de su hinchada. El anterior, fue Unicaja el que sucumbió en Málaga frente al CAI en cuartos. Pero en esta ocasión, el jugar a favor de ambiente tuvo más efectos saludables que nocivos. El Obradorio se recuperó de la tunda recibida en el primer cuarto, porfió hasta recuperarse y finalmente lo tuvo cerca. Quizás con un mejor rendimiento de Wakcynski, que tuvo la prorroga en su mano,  la historia hubiese terminado de otra manera. Pero no se le puede poner ni un solo pero a su actuación, muy acorde con la rebelión de los modestos que estamos viviendo en esta fantástica Copa del Rey.

La resolución, plena de dramatismo con esos errores en los tiros libres, fue un broche perfecto para dos días inesperados, sorprendentes, cardíacos. Copa en estado puro, ya casi olvidada. Si otras veces hemos sido críticos con el papel de algunos equipos en esta primera ronda, donde iban más a festejar que a competir, esta vez la felicitación debe resultar efusiva. De cuatro favoritos a priori, han caído dos y otro se ha tambaleado. Más no se puede pedir. Por ahora.

Creer o no creer

Por: Juanma Iturriaga

19 feb 2016

129783_6_139437_6

Primer acto

Y de repente, cuando menos se esperaba, la Copa del Rey recuperó su esencia e hizo honor a una fama que en los últimos años estaba quedando en entredicho. Cierto es que durante un tiempo nos acostumbramos a que el guión previsto saltase por los aires en cualquier momento, lo que le dotaba de enorme atractivo, reflejado en interés mediático y buenas audiencias. A diferencia de la competición liguera, donde el formato hace mucho más difícil asaltar el poder establecido, la copa, limitada a un fin de semana largo, ofrecía una oportunidad única. Pero las diferencias entre Madrid y Barça y el resto fueron ahondándose hasta no dejar ni las migajas para los demás, siendo lo mismo que los títulos se resolviesen en tres días o un mes de playoffs. El dominio era tan tiránico que había que remontarse siete años para encontrar una derrota copera de los dos grandes ante otro equipo que no fuese su máximo rival. Esta racha ha terminado en el primer partido de esta edición, donde un excelente Bilbao Basket se ha cargado a un Barcelona ramplón.

Seguir leyendo »

Bipartidismo amenazado

Por: Juanma Iturriaga

17 feb 2016

Balon
Como si siguiese las pautas que imperan en el universo político, también en el ámbito baloncestístico el bipartidismo tiene razones para sentirse amenazado. Llega la Copa del Rey, una de las citas ineludibles del año, y los dos equipos que hasta ahora acaparan todos los títulos en el último lustro tienen motivos para la inquietud. Por primera vez en mucho tiempo, el favoritismo apunta más allá del Real Madrid, actual campeón, y el Barcelona. El Valencia domina hasta el momento con brazo de hierro la competición liguera y el Laboral Kutxa puede presumir de ver por el retrovisor a los dos grandes en la Euroliga, donde en el plazo de una semana, fue capaz de asaltar primero el Palau y luego el Palacio madrileño. Ni un caso ni el otro parecen flor de un día, sino más bien resultado de buenos proyectos que han terminado por dotar a sus equipos de talento, profundidad de plantilla y ambición suficiente para plantar cara al poder establecido. Les falta, eso sí, dar el último y gran paso, el transformarse de alternativa a levantar un trofeo, pero sus opciones de conseguirlo parecen más reales que nunca.

Seguir leyendo »

I´m back

Por: Juanma Iturriaga

17 feb 2016

 

Pues sí, con algo mejor aspecto, este blog is back. 

Cual ave fénix, renaciendo de sus cenizas, y quien dice cenizas dice inactividad, el Blog del Palomero se pone de nuevo en marcha. Le he hecho el boca a boca, y comienza a respirar. Lejos queda ya aquel 22 de Junio de 2014, cuando dio su ultima bocanada y sin decir adiós (error por el que pido perdón) pareció pasar a mejor vida. El Palomero cambió blog por diario, y después de más de año y medio escrutando la actualidad de lunes a domingo, es hora de volver a las andadas recuperando antiguas esencias blogueras.

Seguir leyendo »

Sobre el blog

El palomerismo es toda una filosofía de vida que se basa, como la termodinámica, en tres principios. El de la eficiencia: “Mínimo esfuerzo, máximo rendimiento”. El del aprovechamiento. “Si alguien quiere hacer tu trabajo, hacerte un regalo o invitarte a comer, dejale”. Y el de la duda: “Desconfía de los que no dudan. La certeza es el principio de la tiranía”. A partir de ahí, a divertirse, que la seriedad es algo que ahora mismo, no nos podemos permitir.

Sobre el autor

Juanma López Iturriaga

Básicamente me considero un impostor. Engañé durante 14 años haciendo creer que era un buen jugador de baloncesto y llevo más de 30 años logrando que este periódico piense que merece la pena que escriba sobre lo que me dé la gana. Canales de televisión, emisoras de radio y publicaciones varias se cuentan entre mis víctimas, he logrado convencer a muchos lectores para que comprasen mis libros y a un montón de empresas que me llaman para impartir conferencias. Sé que algún día me descubrirán, pero mientras tanto, ¡que siga la fiesta!

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal