El Palomero

De cero a cien en 40 minutos

Por: Juanma Iturriaga

14 ago 2016

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Una vez más, y van ni se sabe, la selección española de baloncesto se puso el traje de competir en el momento justo, exigido por los números y seguramente espoleado por las críticas a sus rendimientos anteriores. No fue sólo un clic al encajar las piezas, sino que fue enorme, de esos que abren las puertas más complicadas, pues lo consiguió de una forma ruidosa, inesperada si tenemos en cuenta cómo jugó ante Lituania y lo comparamos con las tres citas anteriores. El salto de calidad, acierto y ánimo fue estratosférico y de golpe y porrazo, donde había dudas aparecieron certezas.

La lista de déficits mostrados eran numerosa. Pues bien, para casi todas las inquietudes hubo respuesta. Empezando por la enésima demostración de liderazgo del mariscal Gasol. Quizás hubiese sido suficiente simplemente haber resuelto dos o tres problemáticas para doblegar a una Lituania menor (absurdo el rumor de una derrota interesada pues no podían saber qué ocurriría en el Croacia-Nigeria jugado posteriormente) . Más estabilidad durante todo el partido, una puntería más afinada, mejor mantenimiento de ventajas, entrada en juego de algunos jugadores como Ricky o Llull, aumento de prestaciones de la segunda unidad o un mejor ánimo para enfrentarse a los momentos complicados del partido. Pero aprovechando que todo se puso de cara desde el inicio y se mantuvo el tiempo suficiente para poner el encuentro a salvo con muchos minutos por jugar, España lo aprovechó para darse un atracón que le sirve tanto para seguir en la carrera como para darse un banquete de autoestima, si es que la necesitaban.

Aunque en el fondo sea la misma historia, el devenir de nuestra selección en estos juegos tiene sus particularidades. Se habló después del partido de Nigeria que nunca antes España había encadenado tres partidos seguidos tan preocupantes. El golpe en la mesa dado ante Lituania aporta otra novedad. La puesta en marcha ha sido instantánea, la mejora, exponencial, la distancia entre un conjunto apocado y atormentado a otro exultante, sideral. Otra veces el tránsito entre ambas versiones llevaba dos o tres partidos. En esta ocasión, de cero a cien en cuarenta minutos.

Llegados a este punto, la pregunta es inevitable. ¿Cómo lo hacen? ¿Cómo lo repiten año tras año? ¿Cómo son capaces de reservar sus mejores prestaciones para los momentos donde la mayoría de equipos y jugadores se derriten? La respuestas es muy clara: confianza. En ellos mismos, en sus compañeros y en el poder de un buen trabajo colectivo. Esa clase de confianza que te da el haberte visto en este tipo de situación unas cuantas veces y haber salido indemne en su mayoría. De la misma manera que no hay mejor receta que ganar hoy para seguir ganando mañana, cada vez que la selección española libra un situación límite, aumenta las posibilidades de que lo vuelva a hacer en la siguiente ocasión, importando cada vez menos lo ocurrido hasta ese día clave. Observando el histórico, el número de pelotas de partido salvadas son tantas que la firmeza de su pisada al borde del precipicio resulta ya casi inigualable.

Como somos como somos y conocemos películas anteriores, una vez que el coche se ha arrancado, podríamos irnos hasta el otro extremo, abrazar el optimismo desmesurado y pensar que esto ya está casi hecho. Pero la situación ha mejorado más en la apreciación que en la clasificación, pues una derrota en el último encuentro del grupo y la (supuesta) victoria de Brasil ante Nigeria nos mandaría a casa. La victoria tiene una única consecuencia. Segunda de grupo y seguramente Francia y EEUU en el camino hacia la final. Casi nada. Afortunadamente ya conocemos que este equipo era ya cholista antes incluso de que Simeone hiciese suyo el mantra de partido a partido, y lo primero es lo primero. O sea, los argentinos, otros que tal bailan. Pasan los años y ahí siguen los Scola, Nocioni o Ginobili, jugadores sobrados de talento pero sobre todo y por encima de todo, gente de una raza competitiva muy especial. De haber nacido en España, hubiesen encajado como un guante en nuestra exitosa selección.

Eso sí,después de una semana complicada y ahora que hemos evitado el síndrome Carlos Sáinz al arrancar el coche a tiempo y saber que tiene una gran velocidad punta, permitámonos, equipo y afición, 48 horas de confiada espera.

Hay 1 Comentarios

Espectacular el partido contra Lituania, desde luego, con una mejora en todo.
Ahora bien, vamos a ver si tenemos regularidad para confirmar ese partido, primero hoy, certificando la clasificación y luego ya jugándonos las medallas, con los del otro grupo, donde pese a la imbtibilidad USA está habiendo mucha igualdad.
No estoy muy de acuerdo en lo del buen trabajo colectivo, porque sigo viendo lagunas defensivas, y habrá que ver que se ofrece en ataque cuando la pelotita no entre tan fácilmente.
Además fisicamente, aunque recuperando sensaciones, todavía hay muchos nombres por debajo de lo recomendable.
El único que está pletórico y dando la cara, todos los partidos, el de siempre: don Felipe Reyes.

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Sobre el blog

El palomerismo es toda una filosofía de vida que se basa, como la termodinámica, en tres principios. El de la eficiencia: “Mínimo esfuerzo, máximo rendimiento”. El del aprovechamiento. “Si alguien quiere hacer tu trabajo, hacerte un regalo o invitarte a comer, dejale”. Y el de la duda: “Desconfía de los que no dudan. La certeza es el principio de la tiranía”. A partir de ahí, a divertirse, que la seriedad es algo que ahora mismo, no nos podemos permitir.

Sobre el autor

Juanma López Iturriaga

Básicamente me considero un impostor. Engañé durante 14 años haciendo creer que era un buen jugador de baloncesto y llevo más de 30 años logrando que este periódico piense que merece la pena que escriba sobre lo que me dé la gana. Canales de televisión, emisoras de radio y publicaciones varias se cuentan entre mis víctimas, he logrado convencer a muchos lectores para que comprasen mis libros y a un montón de empresas que me llaman para impartir conferencias. Sé que algún día me descubrirán, pero mientras tanto, ¡que siga la fiesta!

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