He de reconocer que me senté a ver el partido entre el Madrid y los Thunder sin ninguna esperanza pues hace tiempo que dejaron de interesarme las visitas de los equipos NBA a nuestras latitudes. Estos advenimientos de representantes de la mejor liga de baloncesto del mundo, que en algún momento fueron auténticos acontecimientos, ahora los veo más como ejercicios de propaganda y marketing donde lo deportivo cuenta bien poco. Los equipos norteamericanos llegan con unos pocos entrenamientos, cara todavía de vacaciones y más proclives a la visita turística y la foto con Ronaldo o Messi (que por cierto, suelen mostrar la mejor de sus sonrisas forzadas) que a partirse el pecho en la pista.
Los europeos, por su parte, están metidos ya en faena, echándole aceite a sus engranajes y todavía preguntándose si los fichajes de este año habrán sido los acertados. Tampoco el jugador local tiene la motivación de antaño, pues casi todos han disputado ya un buen número de partidos frente a esos que antes parecían llegados desde otro planeta. Total, que hay más rutina que excepcionalidad, y lo novedoso se ha convertido en una costumbre cada año menos atractiva venga quien venga. El resultado suele ser el mismo, un partido kilométrico que pasará al olvido en cuanto el árbitro pite el final, donde los norteamericanos utilizarán con cuentagotas a sus mejores jugadores y tampoco aclarará nada sobre que pasaría si estos partidos en lugar de jugarse en octubre se celebrasen en febrero.
Los dos primeros cuartos confirmaron mis peores expectativas, y si no dejé de verlo fue porque el mando a distancia lo tenía lejos y mi cuerpo, después de ir al gimnasio, no anda sobrado de fuerzas. Bendita vaguería, pues me hubiese perdido una espectacular hora de baloncesto recreativo. Sí, baloncesto recreativo 100%. Porque cuando por las circunstancias que sean, no ha lugar al baloncesto competitivo, sólo nos queda el otro, el despreocupado y divertido, el destensado defensivamente, el de mirar poco al banquillo, el de tirar por la calle de en medio en cuanto me dejen un poco. Y claro, si hay un equipo que sepa jugar al baloncesto recreativo por estos lares, ese es el Real Madrid.
Hay que advertir que no es fácil esto del baloncesto recreativo. A la mayoría les cuesta un mundo, pues su modus operandi habitual está tan alejado de la diversión, que cuando toca liberarse, ni pueden ni saben. El Madrid, en cambio, en los últimos años ha ido desarrollando un estilo que está destinado principalmente a competir, pero que mama de algunos de los aspectos del juego más atractivos como son correr y tirar. Mejor dicho, correr y meter. El Madrid hizo 142 puntos con un estratosférico 54% en tiros de tres puntos (a distancia americana) cifras que hablan de una capacidad ofensiva sin igual en el baloncesto europeo y a la que solo accedes si se junta mucho talento y un estilo adecuado.
El partido terminó poniéndose precioso, con Thompkins, Nocioni, Oladipo, Kunter, Hunter o Abrines desatados. Bueno, si hablamos de gente desatada, hay que hablar de Llull, el jugador más desatado que queda en Europa. No es fácil saber qué fue antes, si el huevo o la gallina, lo mismo que no se sabe bien si cuando el partido se volvió maravillosamente loco apareció Llull, o fue precisamente Llull el causante de que el partido se pusiese maravillosamente loco. El caso es que Sergio entró en combustión y como bien sabemos desde hace años, a partir de ese momento, cualquier cosas podía pasar, como remontar 5 puntos en 4 segundos e ir a la prorroga.
Finalmente ganó el Madrid, lo que no deja de ser motivo de alegría sin mayores consecuencias, pero sobre todo ganó el baloncesto recreativo. Ya sé que cuando hay algo sobre el tapete, este debe dejar paso al baloncesto competitivo, que es otra historia, pero tampoco es necesario irse al otro extremo. De hecho, el gran éxito de la NBA es por haber logrado un buen entendimiento entre lo recreativo y lo competitivo, y ambos van de la mano sin fagocitarse pues saben de la importancia de ambas vertientes. En Europa, en cambio, en aras de la pura y simple competitividad, hasta se ha llegado a demonizar a la parte más lúdica y conectada con el espectáculo. Y así nos ha ido.
Pero bueno, ese es otro debate. El caso es que lo de ayer entre el Madrid y los Oklahoma fue simple y puro divertimento y que inesperadamente me reconcilió con este tipo de partidos. Para un lunes por la noche, qué más se puede pedir.
Hay 5 Comentarios
¡Hola Juanma!
Nos encantaría que conocieses baloncodo, un deporte educativo con tintes baloncestísticos.
Puedes leerlo en el artículo "Marcando un SUR", de ESCUELAS EN RED: http://blogs.elpais.com/escuelas-en-red/2016/10/deporte_escolar_baloncodo.html
#GRACIAS
Publicado por: Norberto Domínguez Jurado | 10/10/2016 20:47:53
Sí que es digno de ver. La putada es que lo hayan convertido en un deporte clandestino. A mí por ejemplo no me queda otra que verlo esta noche en diferido el Real Madrid TV. Y claro, no es lo mismo...
Y, ojalá me equivoque, esto va suponer poco menos que la muerte del baloncesto en España (de todos modos dela otra vez que pasó a los canales de pago, ya salió comatoso).
Publicado por: kilgore | 07/10/2016 17:50:44
Por mi edad, he visto al Real Madrid de Sevillano jugar en el Frontón. Quien me iba a decir entonces que vería algo como este partido.,,,
Publicado por: seguro de comercio | 07/10/2016 13:42:23
No vi el partido y reconozco que lo primero que pensé al ver el resultado fue que no había defendido ni el Tato. Como en los All-stars. Pero parte de razón tienes en que es divertido ver jugar así, siempre que se tomen mínimamente en serio lo de defender
Publicado por: yayu | 05/10/2016 10:55:40
Totalmente de acuerdo. Lo primero que me enganchó a ver baloncesto fue el entretenimiento, y considero que, como espectador, debe ser lo más importante. Sin ser de ninguno de los dos equipos, reconozco que anoche disfruté del espectáculo que brindaron en esa última parte del partido ambos equipos y me recordó por qué me encanta este deporte...
Publicado por: Doc ThreeC | 04/10/2016 17:26:25