El Palomero

Sobre Federer y Nadal.

Por: Juanma Iturriaga

01 feb 2017

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La final del Open de Australia de tenis protagonizada por Roger Federer y Rafa Nadal ha sido sin duda la gran noticia deportiva de los últimos tiempos. Cuando ya creíamos que el libro sobre una de las rivalidades más atractivas de la historia del deporte estaba terminado, llegó sorprendentemente un nuevo capítulo (quien sabe ya si el último) que estuvo a la altura de lo escrito anteriormente. Durante unas horas tuvimos la oportunidad, no sólo de disfrutar del mayúsculo talento de dos tenistas irrepetibles, sino que a la vez revivimos muchos de los grandes partidos que nos han regalado estos dos DEPORTISTAS en la última década.

Como no podía ser de otra forma, medios de comunicación, redes sociales o conversaciones de bar se han llenado de parabienes hacia una pareja ya casi inseparable en el recuerdo. Todos, unánimemente, celebramos y resaltamos no sólo sus capacidades tenísticas, sino sobre todo sus maneras, sus actitudes, el respeto reverencial que se tienen, la grandeza que muestran ambos en la victoria y en la derrota. Es casi un tópico que el deporte no acerca a valores muy necesarios en la vida, pero cuando se trata de Federer y Nadal, es difícil encontrar mayor ejemplaridad.

Lo que me resulta más chocante es que muchos de estos parabienes, buena parte de este enaltecimiento de la caballerosidad, la empatía, el ser capaz de competir sin necesidad de humillar, la ausencia total de excusas, la falta de búsqueda de culpables externos a sus traspiés, provenga de gente a los que rápidamente se les olvida la enseñanza. Que algunos medios de comunicación, programas o periodistas que en su día a día se saltan casi todo lo que hace grande a Roger y Rafa, se les llene la boca y la escritura resaltando virtudes que en demasiadas ocasiones olvidan. Que futbolistas (sobre todo) a los que no les tiembla el dedo apuntando hacia donde sea para supuestamente denunciar complots, campañas o persecuciones, feliciten a Federer y Nadal por su comportamiento, que es el radicalmente opuesto. Que tuiteros pasen de ponerles las nubes en un tuit a trolear a alguien en su siguiente mensaje.

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Desgraciadamente, Roger Federer y Rafa Nadal son cada vez más rara avis. Sobre todo en el día a día, pues sería injusto olvidar muchos casos que acontecen en el universo deportivo dignos de elogio. Pero no suele ser eso lo normal cuando abrimos un periódico, escuchamos un programa de radio o vemos la televisión. Durante quince días hemos podido recordar que hay otras formas, otras maneras, que no solo la bronca vende, que se puede querer que gane tu favorito sin necesidad de odiar a su rival, que el “yo quiero que el XXXX pierda siempre” es de una cortedad de miras apabullante, que el todo vale para ganar no vale, que hay que aceptar la derrota sin necesidad de echarle la culpa al empedrado.

Todo esto y mucho más nos han ido enseñando Rafa Nadal y Roger Federer. La lástima es observar que en determinados ámbitos y personas, su ejemplo moja pero no empapa.

Hay 1 Comentarios

Yo siempre de acuerdo de Indurain atacando en Mortirolo y desfalleciendo despues...y perdiendo.
Con Contador igual...
Y Nadal...grande en la derrota.

Y de mientras...pitos a Navarro en el Palau

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Sobre el blog

El palomerismo es toda una filosofía de vida que se basa, como la termodinámica, en tres principios. El de la eficiencia: “Mínimo esfuerzo, máximo rendimiento”. El del aprovechamiento. “Si alguien quiere hacer tu trabajo, hacerte un regalo o invitarte a comer, dejale”. Y el de la duda: “Desconfía de los que no dudan. La certeza es el principio de la tiranía”. A partir de ahí, a divertirse, que la seriedad es algo que ahora mismo, no nos podemos permitir.

Sobre el autor

Juanma López Iturriaga

Básicamente me considero un impostor. Engañé durante 14 años haciendo creer que era un buen jugador de baloncesto y llevo más de 30 años logrando que este periódico piense que merece la pena que escriba sobre lo que me dé la gana. Canales de televisión, emisoras de radio y publicaciones varias se cuentan entre mis víctimas, he logrado convencer a muchos lectores para que comprasen mis libros y a un montón de empresas que me llaman para impartir conferencias. Sé que algún día me descubrirán, pero mientras tanto, ¡que siga la fiesta!

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