Arranca una nueva legislatura en Estados Unidos con un nominado para Secretario de Defensa, el senador republicano Chuck Hagel, que, si es confirmado por el Senado, será el primer veterano de la guerra de Vietnam en ocupar el puesto. Barack Obama ha elegido a Hagel porque es un firme defensor de la idea de que es necesario buscar todas las alternativas antes de iniciar una ofensiva armada, una prudencia que será importante si Irán sigue avanzando en su programa nuclear. También ha apoyado, en el pasado, recortes en el gasto de defensa. Y lo cierto es que, gracias a diversos acuerdos en el Capitolio, en este segundo mandato de Obama habrá numerosas reducciones en la inversión en programas militares. Estos son los desafíos a los que se enfrenta la cúpula del Pentágono en el segundo mandato de Obama.
Recortes
Uno de los mayores retos del Pentágono en esta legislatura es el de los recortes en su financiación, impuestos por una serie de negociaciones entre el Congreso y el poder legislativo. El llamado abismo fiscal, que se evitó en año nuevo, hubiera impuesto unos recortes automáticos de 55.000 millones de dólares sobre el gasto militar. Los congresistas no llegaron entonces a un pacto para cancelar esos recortes, sino que simplemente los aplazaron hasta el mes de marzo.
Ahora, ese aplazamiento, junto con las negociaciones sobre el incremento del límite de endeudamiento del Gobierno y la aprobación de una ley de financiación de defensa, podrían crear “la tormenta perfecta de incertidumbre presupuestaria”, según dijo recientemente en rueda de prensa el jefe del Pentágono saliente, Leon Panetta.
El presupuesto del Pentágono, sin contar el coste de la guerra de Afganistán, es de más de 500.000 millones de dólares anuales. De él dependen 1,4 millones de soldados en activo y unos 800.000 empleados civiles. Financiar la guerra de Afganistán cuesta unos 120.000 millones de dólares al año. Ese gasto se irá reduciendo a medida que las tropas desplegadas vayan retornando a Estados Unidos, según el plan de retirada establecido por el presidente Barack Obama, que quiere que la guerra haya acabado a finales de 2014.
Con las miras puestas en África
A medida que avanza el repliegue en Afganistán, el Pentágono también consolida un cambio fundamental en la forma en que hace la guerra. El ascenso de generales como David Petraeus o Stanley MacChrystal durante los últimos años de George Bush y los primeros de Barack Obama marcó un cambio de la infantería tradicional a grandes operaciones contrainsurgentes. Hoy, yendo un paso más allá, las fuerzas armadas de EE UU cooperan más con la CIA, en ataques con misiles desde aviones no tripulados, y confían más y más en operaciones de alto riesgo, asumidas por equipos de élite como los Navy SEALS.
Tanto la Junta del Estado Mayor Conjunto como la cúpula civil del Pentágono han admitido recientemente que sus miras están puestas, más que nunca, en el norte de África. Siguen acosando a los líderes de Al Qaeda en Pakistán, Yemen y Somalia, pero ven con recelo los avances del grupo Al Qaeda en el Magreb Islámico en Malí y su poder desestabilizador en Argelia, Mauritania, Marruecos, Níger y Túnez. En 2008, el Pentágono creó un Comando África, bajo el que recae la responsabilidad de las tropas y operaciones militares de EE UU en todo el continente excepto Egipto.
Flota de drones
La flota de drones o aviones no tripulados del Pentágono irá creciendo de forma considerable en estos años. Un plan de recursos aéreos entregado al Congreso en abril contempla un incremento de drones de un 45% en los próximos 10 años. En este momento cuenta con unos 445 artefactos, empleados tanto para vigilancia como para ataque. Los modelos Reaper y Predator pueden ir cargados, entre otras armas, con misiles Hellfire. El Pentágono calcula que en 2022 tendrá unos 645 drones. El programa y los protocolos por los que estos aviones atacan objetivos de Al Qaeda en Asia y África sigue siendo secreto.
Mujeres en el frente
La cúpula militar también está sufriendo presión para permitir a las mujeres tomar parte en operaciones de combate, algo que les está prohibido por una directiva de 1994. Las mujeres soldado son sólo un 14% del personal en activo de las fuerzas armadas norteamericanas. Cuatro soldados demandaron en noviembre al gobierno federal norteamericano, pidiendo que se les deje servir en primera línea de combate junto a los soldados hombres. Las denunciantes argumentan que esa prohibición les impide, a largo plazo, obtener ascensos por mérito, y entienden que supone una discriminación.
Cuentan con poderosos enemigos en el Capitolio. Un nuevo congresista republicano por Arkansas, Tom Cotton, que además es veterano de guerra, dijo recientemente en un programa de radio: “El que las mujeres sirvieran en operaciones de infantería perjudicaría las labores esenciales de esas unidades... Ha quedado demostrado en estudio tras estudio, es una cuestión de naturaleza, de fortaleza y movimiento físico, de velocidad, de resistencia y todo lo demás”. Es por posiciones como estas por lo que las cuatro demandantes han optado por buscar una solución a su problema por la vía judicial.
(Foto: Chuck Hagel y Barack Obama, por Joshua Roberts, Bloomberg)