David Alandete

Sobre el autor

es corresponsal del diario El País en Washington. En Estados Unidos ha cubierto asuntos como las elecciones presidenciales de 2008, el ascenso del movimiento del Tea Party o la guerra de Afganistán. Llegó a Washington en 2006, con una beca Fulbright para periodistas, a través de la cual se especializó en relaciones internacionales, conflictos armados y políticas antiterroristas.

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El enemigo del enemigo...

Por: | 12 de diciembre de 2011

La lista aspira a ser el quién es quién del terrorismo internacional. No están todos los que son, pero son todos los que están. En total, 49. Cumplen sólo tres requisitos: son organizaciones extranjeras; deben cometer actos de terrorismo o tener la capacidad y la intención de cometerlos, y deben suponer una amenaza para la seguridad de los ciudadanos norteamericanos o para la defensa, las relaciones internacionales o los intereses económicos de EE UU. Y, a pesar de que en esa lista están ETA y Hamas, por ejemplo, les sorprenderá saber que no están dos de los peores enemigos de EE UU: la red Haqqani y los Talibán, responsables de los peores ataques contra EE UU en el pasado año. Hay un miembro, sin embargo, que está haciendo esfuerzos denodados por salir de allí.  

Foto: EPA / EFE.Hillary Clinton pasa junto a miembros del MEK que piden la legalización / FOTO: EPA/EFE.

Se trata de la organización iraní Muyahidin-e-Khalq (MEK), de creencias islamistas y marxistas, que entró en la lista en 1997. Desde hace meses, vivimos aquí en Washington una campaña de dimensiones millonarias para quitar a MEK de esa lista. Los lobistas de MEK se han encargado de convencer a un plantel de poderosos políticos para que apoyen su causa: ex directores de la CIA y del FBI; ex fiscales generales; el general James L. Jones; el ex alcalde neoyorquino Rudolph Giuliani, o el ex gobernador de Vermont Howard Dean, por ejemplo. El grupo organiza conferencias por las que paga a esos destacados analistas entre 7.000 y 37.000 euros por defender su causa, todo dentro de los márgenes de la legalidad.

Cuando una organización entra en esa lista de organizaciones terroristas, se prohíbe a cualquier ciudadano norteamericano prestarle apoyo material o económico. A sus miembros se les deniega la entrada en suelo estadounidense y, en caso de hallarse en él, se les puede deportar. Las instituciones financieras de EE UU que reciban fondos de esas organizaciones o sus miembros deberán congelarlos e informar de ellos al gobierno. La permanencia de una organización en la lista se reconsidera cada dos años.

A los ojos de Washington, MEK es un enemigo del enemigo: se opone al régimen de los ayatolás. Pero ha recurrido a la violencia para avanzar en sus fines. En el pasado mató a ciudadanos norteamericanos, aunque no ha cometido ningún acto terrorista en los pasados diez años. En 1979, en la toma de la embajada de EE UU por parte de la revolución islámica, se opuso a dejar en libertad a los rehenes norteamericanos. En la teoría y práctica del terrorismo no funciona la propiedad transitiva. En la guerra entre Irán e Irak de 1980, MEK se alió con otro enemigo, Saddam Hussein. Y aun peor: dentro de Irán, la oposición legítima, el llamado Movimiento Verde, detesta a MEK, por considerarlo demasiado radical en sus posicionamientos. 

Foto: AP
Manifestacióm de MEK frentre a la Casa Blanca / Foto: AP.

El grueso de los miembros de MEK, unos 3.400, se halla en el exilio, en Irak. Allí huyeron tras la guerra iraní-iraquí. Tras la invasión de 2003, y la toma de poder por parte del gobierno legítimo de Nuri Al-Maliki (chiíta y, por tanto, simpatizante de Irán) fueron confinados a un campo protegido por el gobierno estadounidense, conocido como Camp Ashraf. Al-Maliki ha anunciado que desmantelará en campo a finales de año, justo cuando las tropas norteamericanas abandonarán finalmente el país. Varias incursiones militares en Camp Ashraf se han saldado ya con una cincuentena de muertos. Precisamente, esa es la intención de MEK: dejar de ser, oficialmente, un grupo terrorista, para poder entrar en EE UU y evitar una masacre en Irak.

MEK es, en estos días, un mar de fondo aquí en Washington. Protesta ante la Casa Blanca con frecuencia. Es sorprendente la cantidad de adeptos que es capaz de reunir. El pasado 15 de noviembre, en una comparecencia del Secretario de Defensa Leon Panetta ante el Senado, en la que detalló los planes de salida de Irak, la totalidad de los asientos para el público la ocupaban simpatizantes del grupo con camisetas amarillas (el color elegido como emblema) en las que se leía: “Quitadnos de la lista”. Se  mantuvieron en silencio, pero lograron aparecer en un gran número de diarios e informativos de televisión. Su mensaje, y su petición han quedado claros en los pasillos del poder de Washington. Eso no quiere decir que lo tengan fácil.

Una cárcel de la CIA junto a usted

Por: | 10 de diciembre de 2011

Y al final de la calle, una prisión de la CIA. El pasado jueves se supo que la agencia de espionaje norteamericana operó una cárcel de máxima seguridad en una zona residencial de Bucarest, en Rumania. En la planta de arriba se hallaba la Oficina del Registro Nacional de Información Clasificada, un gris edificio de apariencia burocrática. La prisión estaba en el sótano. Se abrió en secreto en otoño de 2003 y se abandonó en mayo de 2006.

Los detenidos llegaban en furgonetas. Entraban al edificio por la puerta trasera. En el sótano había seis celdas, según reveló AP. En cada una había una flecha que señalaba hacia la Meca. En aquel recinto se interrogó a algunos de los cautivos más preciados de la llamada guerra contra el terrorismo. A Khaled Sheikh Mohammed, supuesto autor ideológico del 11-S, se le sometió a técnicas de interrogación extremas. Se le privaba del sueño. Se le hacía quedarse durante horas en posturas dolorosas. Se le rociaba persistentemente la cabeza con agua.

 

RumaníaPrisión de la CIA en Rumanía / Foto: AP.

Se sabe ahora que Europa (especialmente Europa del Este) tuvo un papel más importante de lo que se pensaba en la guerra sucia contra el terrorismo. Hubo centros de detención secretos, donde se practicaba la tortura, en al menos tres países: Polonia, Lituania y Rumanía. ¿Recuerdan aquellos pomposos discursos de George W. Bush sobre el nacimiento de una nueva Europa, al margen del eje franco-alemán? ¿Sus visitas a naciones excomunistas con democracias jóvenes y gobiernos conservadores? ¿Sus esfuerzos para que estados del Este entraran en la OTAN? Parece que, para algunos, todo aquello venía acompañado de una factura política: albergar prisiones de la CIA.

La primera cárcel secreta la encontraron informativos de la cadena norteamericana ABC News en Vilnius, la capital de Lituania, en 2009. Estaba dentro de una lujosa academia de equitación que en marzo 2004 compró una sospechosa empresa llamada Elite LLC. Era en realidad un satélite al servicio de la CIA. Dentro, EE UU construyó un edificio dentro de otro edificio, una cárcel de máxima seguridad que albergó a ocho supuestos terroristas de Al Qaeda, a los que también se torturó. ¿Saben qué sucedió también en aquel mes de marzo de 2004? Lituania fue admitida en la OTAN. Ya era parte del club. Ahora correspondía devolver el favor. En septiembre, los presos, capturados en Afganistán, llegaron a la nueva cárcel.

 

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Prisión de la CIA en Lituania (Foto: ABC News)

Aquí en Washington a esas prisiones se las conoce como "sitios negros". Existen porque Bush firmó un decreto, el 17 de septiembre de 2001, seis días después de los atentados, otorgándole a la CIA poderes para luchar contra el terrorismo, incluidos los de capturar y matar a operativos en cualquier lugar del mundo. Aquello suponía un problema. ¿Dónde se podía trasladar a los miembros de Al Qaeda capturados en Afganistán? Bush pensó en varias opciones. La primera era en alta mar, en aguas internacionales. Otra posibilidad eran islas remotas, como las del lago Kariba, en Zambia. Y una tercera era en cárceles secretas construidas dentro de países aliados. Esa fue la opción elegida. Ocho naciones participaron en el programa.

A largo plazo, Bush decidió trasladar a los capturados en la llamada guerra contra el terrorismo a Guantánamo. Era la solución más fácil: una base alquilada a un país enemigo, con el que EE UU no tiene relaciones diplomáticas. Allí fueron llegando los detenidos. Y qué más daba que los Castro se quejaran. En total, más de 700 supuestos terroristas pasarían por allí. Hoy sólo quedan unos 170. En 2006 ya no había ninguna cárcel de la CIA abierta.

Finalmente, el presidente Barack Obama anuló definitivamente el programa de detenciones e interrogaciones de la agencia en 2009. Sólo quedan los edificios que se usaron de forma secreta, camuflados en calles de apariencia completamente normal, como el descubierto ahora en Bucarest. Y muchos ciudadanos de naciones que se alinearon enardecidamente con Bush tras el 11-S se preguntan ahora: ¿Es posible que al final de mi calle también hubiera una cárcel de la CIA?

Lo que EE UU se deja en Irak

Por: | 07 de diciembre de 2011

En Irak, 505 bases militares de Estados Unidos se quedan ahora a disposición del gobierno. ¿Aquel rumor de 2005 de que EE UU dejaría al menos 14 bases permanentes para ejercer de policía de Oriente Próximo? Quedó en el olvido. Hoy, las bases se quedan vacías. La mayoría han sido saqueadas por la población. Para otras, como Camp Victory, el gran palacio de Saddam Hussein en Bagdad, el gobierno tiene planes de reforma. Y las que se hallan en puntos estratégicos, como Basra, se van convirtiendo en instalaciones antes impensables, como hoteles.

Así es. Camp Bucca, que hasta 2009 era una prisión en Basra, es ahora un hotel. Cuesta unos 150 euros por noche, pero no se esperen un Ritz. Camp Bucca era, al fin y al cabo, una prisión de guerra, con sus alambradas de púas, sus rejas y sus celdas. La empresa iraquí Kufan Group ha aseado los barracones donde dormían los guardas (son tráilers, con habitaciones de seis metros cuadrados) y se los ofrece a los empresarios petrolíferos que ahora acuden a Basra por negocios.

Camp BuccaDesalojo y traslado de detenidos de Camp Bucca en 2009. Foto Us Army / Tyler Lasure. 


Basra es una zona rica en crudo. Puede ser la región que ayude a Irak a resurgir económicamente en las próximas décadas. Por eso, las instalaciones militares que EE UU construyó allí son un preciado botín. Pero, ¿qué sucede en el resto de Irak? En zonas remotas del desierto, o en ciudades empobrecidas, las bases han quedado deshabitadas. Los iraquíes las han arrasado y se han apropiado de lo que han podido. Sobre todo, de los sistemas de aire acondicionado, que ahora se venden en los mercadillos de todo el país. 

No crean que ese abandono no ha creado un debate aquí en Washington. Al fin y al cabo, el Pentágono es consciente de que está dejando atrás instalaciones que han costado miles de millones de dólares. Exactamente 2.400 millones, según un informe del gobierno norteamericano que pueden encontrar en este enlace. Esa cifra, tan abultada, incluye la mano de obra y material valioso que ha regresado ya a EE UU. Los despojos que ahora quedan en Irak se estiman en 400 millones de dólares. Son cosas mundanas, como letrinas, barracones o tráilers. Eso ha quedado como regalo para Irak, después de ocho años de guerra.

Hubo mucho material de EE UU en Irak. ¿Por qué? Algunas bases tenían en su interior aeropuertos, campos de fútbol, piscinas, cines y mercadillos. Se construyeron como si fueran a durar eternamente. Ese era precisamente el rumor en los pasillos del Capitolio hace seis años: que George Bush quería dejar al menos 14 bases permanentes en Irak, para contener a los iraníes y a Al Qaeda. Sólo en 2005, el Congreso norteamericano aprobó 1.200 millones para construir bases. Recuerden: dos años después de que Bush dijera aquello de “misión cumplida”. Con semejante actividad, es normal que los demócratas recelaran de las intenciones de Bush y compañía.

Camp Victory

Traslado de barracones en Camp Victory,  en julio. (Foto Air Force/Josef Cole)

Bush, por su parte, negaba que las bases permanentes entraran dentro de sus planes. En diversos informes y comparecencias públicas, los generales, menos dados a las filigranas diplomáticas, admitían discretamente que había algunas bases -unas 14- que podrían ser “duraderas”. El problema, entonces, era decidir qué era una base “duradera”. ¿Duradera hasta que acabara la guerra o, como Guantánamo, en Cuba, capaz de aguantar más de un siglo? Como el Pentágono no contestaba a esa pregunta, los demócratas le preguntaban, insistentemente, al gobierno.

Hubo un intercambio especialmente tenso entre un congresista demócrata, Steve Rothman, y la Secretaria de Estado Condoleezza Rice, en la Cámara de Representantes, en abril de 2006. Ésta se negó a detallar las diferencias entre “permanente” y “duradero”, a lo que Rothman le espetó:

Llamarle a una base en Irak “duradera” en lugar de "permanente" no cambia nada... que usen la expresión "bases duraderas”, junto con la negativa de la Secretaria a negar categóricamente que vaya a haber bases permanentes allí, me lleva a concluir que este presidente quiere mantener a las tropas en Irak durante muchos años.  

El problema, como era de esperar, se desbocó. Los supuestos planes de Bush no sólo causaron nerviosismo aquí en Washington, sino también en el propio país ocupado. En 2008, diversos legisladores de los dos mayores partidos chiíes de Irak, el Consejo Islámico Supremo y Dawa, acusaron a EE UU de poner como condición innegociable a su repliegue militar el permiso para mantener 58 bases permanentes en aquel país. Ya no eran 14, sino 58. El número seguía creciendo y junto con él, el enfado de la población civil.

Cuando el gobierno ya estaba en manos de Barack Obama, en 2009, éste trató de negociar que unos 3.000 soldados de EE UU se quedaran en Irak para apuntalar al nuevo gobierno. Y deberían quearse, claro, en una base. Pero Bagdad se negó a ofrecer inmunidad a esas tropas. Finalmente, ni una, ni 58, ni 14. EE UU se marcha ya. Le quedan días. No deja atrás bases permanentes (o duraderas). El traspado de perfil más elevado ha sido el de Camp Victory, del que escribía recientemente Ángeles Espinosa. De todo lo demás, la presencia de EE UU en Irak es ya casi un recuerdo. 

Muerte de un soldado

Por: | 05 de diciembre de 2011

El cinco de mayo, pasadas las nueve de la mañana, en Arizona, el exmarine y minero José Guereña Ortiz, de 27 años, se despertó, alarmado por los gritos de su mujer. “¡Hay un hombre afuera! ¡Me ha apuntado con una pistola!”, le dijo Vanessa, nerviosa. Guereña, veterano de guerra, había servido dos veces en Irak. Sintió el instinto inmediato de prepararse para el combate. Encerró a su mujer y a su hijo de cuatro años en un armario, cogió su rifle AR-15, y salió a la calle, a ver quién había apuntado con una pistola a su mujer. 

Si reproducen el vídeo que tienen a continuación, verán a Guereña morir. Es la grabación de sus últimos instantes, realizada desde la minúscula cámara del casco de un agente del equipo de operaciones SWAT de la oficina del sheriff del condado de Pima. Muestra la aniquilación de un veterano de guerra, en su casa, sin que éste abra fuego una sola vez. A Guereña, el sheriff lo investigaba por supuesto tráfico de drogas. Hoy en día su culpabilidad está en duda, como queda en duda, para muchos, la creciente militarización de la policía de los estados cercanos a la frontera con México.

 

Los agentes a los que se ve en el vídeo llegaron a casa de los Guereña con una orden de registro que pueden descargar en el siguiente enlace (Orden). En ella se menciona que, en enero de 2009, la policía detuvo en un control de tráfico a Alejandro Guereña, hermano de José. El vehículo, dice la orden, olía a marihuana. Los agentes encontraron una pistola semiautomática y varios miles de dólares en efectivo, aunque no pudieron dar con droga alguna. Entonces comenzaron a seguir a Alejandro Guereña y a aquellos que entraran en contacto frecuente con él. Descubrieron que Alejandro no tenía una rutina establecida, que se solía encontrar con distintas personas, en distintos puntos, a distintas horas. A veces, estando con los mismos acompañantes, cambiaba varias veces de localización. Su comportamiento era extraño. 

Así, en septiembre de 2009, llegaron hasta José. En un control de tráfico, detuvieron su coche después de una reunión de éste con su hermano. Los agentes querían ver qué había dentro de una caja de cartón que habían visto cambiar de manos momentos antes. Al abrirla, vieron que estaba llena de rollos de plástico transparente para embalar. Asegura el agente que redactó la orden de registro:

Es la opinión de este agente que el plástico transparente se utiliza comúnmente para embalar marihuana y facilitar de ese modo su transporte. Otros materiales se emplean para tapar el olor de la marihuana.

Los agentes indagaron y descubrieron que José había sido arrestado en cinco ocasiones por posesión de marihuana, de armas y otras faltas. No se habían presentado cargos contra él tras ninguno de los cinco arrestos. José trabajaba de minero para la empresa ASARCO LLC, haciendo el turno de noche en muchas ocasiones. Tenía seis coches, algo raro en una persona de modestos recursos que ganaba 41.000 dólares (30.000 euros) al año. 

Jose GuereñaFoto de la puerta de casa de Guereña, con una foto de él en la ventana. AP.

El José Guereña al que recuerdan sus compañeros en Irak no es un traficante de drogas o un encubridor. Tan responsable les parecía a sus superiores que le encargaron una misión crítica: el repostaje de helicópteros en una zona de difícil acceso en el desierto del oeste de Irak. Después de dos misiones en aquel frente, dejó el cuerpo y solicitó plaza en la policía federal de frontera. Le rechazaron, según le dijo a un amigo, por problemas con su vista. 

Su familia defiende su inocencia y ha demandado a los agentes por daños y perjuicios, pidiendo 20 millones de dólares de compensación. Ha habido manifestaciones en Arizona y se han abierto numerosas páginas de Facebook para pedir explicaciones al sheriff de Pima. Una mujer de Alaska ha abierto una petición en Internet para que el gobierno federal abra una investigación oficial. 

José GuereñaFoto personal de Guereña, en Irak, a la izquierda. (Rememberjoseguerena.com)

La oficina del sheriff, sin embargo, ha respondido que en el caso de José Guereña las apariencias engañan. Que el hecho de que sea un exmarine no le exonera de nada. “Sabemos, por experiencias pasadas, que gente de naturaleza buena cambia sus vidas y hace, a veces, cosas malas, y este era un tipo malo, a pesar de haber sido un marine”, dijo el jefe de investigaciones de la mencionada oficina, Rick Kastigar, a la agencia AP. Kastigar definió a José Guereña como “el operativo que se encargaba de las represalias contra los demás grupos de traficantes”, el matón del cartel. 

De momento, el sheriff de Pima no ha dado pruebas convincentes que demuestren irrefutablemente esas afirmaciones. Y, aparte de eso, ¿justificarían esas sospechas su muerte, en su casa, antes de arresto y juicio? Recientemente, la prestigiosa revista The Atlantic se preguntaba si Guereña es una víctima más de la militarización de la policía en la frontera con México. En el vídeo queda claramente ilustrado cómo esos cuerpos del orden asumen misiones, armados hasta los dientes, como si se enfrentaran a enemigos en una zona de combate, en lugar de estar persiguiendo a alguien de quien se sospecha que ha tenido algo que ver con alguna venta de marihuana.

El oro de Afganistán

Por: | 02 de diciembre de 2011

¿Qué fue del petróleo de Afganistán? ¿O era oro? Porque, si no era un material valioso, ¿qué podía llevar a EE UU a una guerra tan larga y con tantas bajas? Perdonen que recurra a teorías de la conspiración. Pero es que el otro día, hablando aquí en Washington con un empresario norteamericano, de afiliación republicana, me dijo: “Usted que es periodista, ¿sabe si ya estamos explotando aquel material tan valioso por el que estábamos en Afganistán?”. No sabía de qué me estaba hablando, por supuesto. Más tarde me acordé del famoso informe del litio.

Talibanes / Reagan

Una delegación de muyahidines visitó a Reagan en la Casa Blanca en 1985. 

No se preocupen. Puede que ustedes no hayan oído hablar jamás del informe del litio. Pero aquí en Washington, donde se respira política, es un informe bastante conocido. En junio de 2010, el Pentágono quiso regalarse con una pequeña dosis de optimismo filtrándole a la prensa de EE UU un memorando en el que aseguraba que había en Afganistán materiales minerales por valor de un billón de dólares. Se trataba de acero, cobre, cobalto, oro y, sobre todo, litio, mucho litio (un material muy usado para baterías de ordenadores y móviles). 

Permítanme insistir: el informe era del Pentágono, y su filtración no era una casualidad. Creaba la ilusión de que un día el ejército norteamericano se podría ir de Afganistán tranquilamente y aquel país podría ser una nación estable y hasta rica.

Lo novedoso en esta anécdota es que, normalmente, son los detractores de EE UU -o Michael Moore- quienes que ven oscuros intereses en todas las misiones bélicas del Pentágono. No hace falta repetir la teoría de que en Irak nunca hubo uranio enriquecido (algo que es cierto) y de que George Bush derrocó a Saddam Hussein para obtener crudo barato (algo que no parece plausible, dado que Irak es aun el séptimo país en importaciones de petróleo de EE UU, con 403.000 barriles al día, muy por debajo de Canadá, Arabia Saudí o Venezuela). 

Pero lo cierto es que, con 1.846 soldados fallecidos y un coste de 444.000 millones de dólares, hay norteamericanos que esperan algo a cambio de la guerra, aunque muy pocos lo admitan abiertamente. Sus esperanzas pueden verse ahora truncadas. 

La primera gran licencia para explotar esos materiales, en un abundante yacimiento en Hajigak, cerca de Kabul, se la ha llevado, esta semana, el gobierno indio. Un consorcio de siete empresas, aglutinadas por Nueva Deli, invertirá 14.000 millones de dólares en explotar la mina de hierro, algo que comenzará a hacer dentro de los próximos cinco años. La mina de Hajigak es la joya de la corona de los recursos afganos y es sintomático que el presidente Hamid Karzai se la haya concedido a India, enemigo eterno de Pakistán en la región. Hace cuatro años, Kabul ya le concedió la explotación a otra mina, en Mes Aynak, a China, el máximo antagonista de EE UU en la escena mundial.

Charlie WilsonEl congresista Charlie Wilson en una visita a los muyahidines en Afganistán. Foto: Navy

En 2001, nada más comenzar la guerra, todo tipo de medios, incluidos los más serios, se preguntaron si la invasión de Afganistán obedecía a la voluntad de construir oleoductos o gaseoductos que comunicaran Azerbayán con el océano Índico. Muchos analistas (los más razonables) llegaron a la conclusión de que esa teoría rayaba en el absurdo. Primero, porque Afganistán no tiene salida al mar, y las supuestas tuberías dependían, también, de Pakistán, un país que no fue aliado nominal de EE UU hasta 2001. Segundo, porque precisamente ese era el mismo argumento con el que los teóricos de la conspiración criticaban a Washington antes de los ataques del 11-S: por no actuar ante el régimen tiránico de los talibanes y ver si les arañaba permisos para construir tuberías.

¿Recuerdan 1997? Aquel año una delegación de talibanes visitó Washington con mucha pompa. ¿Saben quién les trajo? Unocal, una empresa energética. ¿Y qué quería Unocal de los talibanes? Su permiso para construir un gaseoducto para transportar gas natural de Turkmenistán a Pakistán. Los representantes del emirato afgano llegaron a visitar el Departamento de Estado. Ya había hablado sobre el asunto, un año antes, Robin Raphel, la Subsecretaria de Estado para el Sur de Asia:

"Tenemos una empresa americana que está interesada en la construcción de un gaseoducto desde Turkmenistán a Pakistán. Este proyecto de gaseoducto será muy bueno para Pakistán y Afganistán, ya que no sólo ofrecerá oportunidades de trabajo, sino también energía a Afganistán".

Aquellos oleoductos y gaseoductos nunca se materializaron. Lo cierto es que poco hay que ganar en Afganistán. Su producto interior bruto es de 8.000 millones de euros (el de EE UU es de 10’8 billones). Sólo el 20% de las carreteras están asfaltadas. No hay más que 200 metros de vías de tren. La industria nacional es casi inexistente, después de tantas décadas de guerra. La esperanza de vida es de 44 años. Y el Banco Mundial acaba de anunciar que le viene una recesión encima. ¿Qué se puede extraer de un país en ese estado?

El País

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