David Alandete

Sobre el autor

es corresponsal del diario El País en Washington. En Estados Unidos ha cubierto asuntos como las elecciones presidenciales de 2008, el ascenso del movimiento del Tea Party o la guerra de Afganistán. Llegó a Washington en 2006, con una beca Fulbright para periodistas, a través de la cual se especializó en relaciones internacionales, conflictos armados y políticas antiterroristas.

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Héroe en la cárcel

Por: | 25 de mayo de 2012

AfridiEl doctor paquistaní Shakil Afridi (MOHAMMAD RAUF / AFP)

Cualquiera diría que la Casa Blanca y el Pentágono tratarían como a un héroe al médico que les ayudó a identificar a Osama bin Laden, algo que propició la muerte del terrorista a manos del comando de élite de los Navy SEALS. Pero la indignación va en aumento aquí en Washington por la indolencia del Gobierno frente a la captura y condena a 33 años del doctor paquistaní Shakil Afridi.

Pakistán es, en teoría, un aliado de EE UU. Sin embargo, durante años alojó a Bin Laden en Abottabad, una localidad cercana a Islamabad donde además hay una academia militar. Con la falsa excusa de una campaña de vacunación, el médico ayudó a la CIA a localizar a Bin Laden en su refugio, algo que le permitió a la cúpula militar ejecutar su operación.

Durante meses, Pakistán le siguió la pista a Afridi, y le apuntó como colaborador de la inteligencia norteamericana. Fue despedido hace dos meses. Se le multó con el equivalente a casi 2.500 euros. El miércoles fue condenado a 33 años de prisión. Se le acusa de asistir a la inteligencia extranjera, aunque no delató a nadie más que un terrorista saudí buscado por la muerte en EE UU de más de 3.000 personas.

Varios legisladores, demócratas y republicanos, han criticado duramente a la Casa Blanca, por su pasividad. El representante republicano por California Dana Rohrabacher ha presentado dos propuestas de ley: una para darle a Afridi la nacionalidad norteamericana y otra para que el Capitolio le entregue su Medalla de Oro. Considera que eso le daría mayor peso a la Casa Blanca para exigir su liberación.

Dos voces muy respetadas en el Capitolio, los senadores John McCain y Carl Levin nos enviaron esta semana a los medios una carta firmada de forma conjunta en la que califican la sentencia al doctor Afridi de “horrible y escandalosa”. “Lo que el doctor Afridi hizo no tuvo nada que ver con la traición”, escribieron. “Fue un acto de valor, heroico y patriótico, que ayudó a localizar el terrorista más buscado del mundo, un asesino en serie que tenía las manos manchadas con la sangre de muchos paquistaníes inocentes”.

Las relaciones entre Washington e Islamabad se hallan en un momento crítico. Un ataque de la OTAN en noviembre se saldó con la muerte de 24 soldados de Pakistán, en lo que en apariencia fue fuego amigo. El Gobierno de ese país cerró las dos rutas de abastecimiento de las fuerzas aliadas a través de carretera, que unen Kabul y Kandahar con el puerto de Karachi. Barack Obama intentó negociar una reapertura que facilitaría el repliegue militar programado para 2014.

En semejante contexto, los altos funcionarios del Ejecutivo de EE UU han preferido mantener un prudente silencio respecto al encarcelamiento de Afridi, alguien que, a todas luces, para los legisladores y los ciudadanos a los que estos representan, es un héroe. Un buen ejemplo son las palabras que nos dijo a los periodistas la portavoz de la diplomacia norteamericana, Victoria Nuland, en su rueda de prensa del miércoles: “No vemos una razón para la detención del doctor Afridi”. Y ya. Uno esperaría palabras de mayor reconocimiento para el hombre que ayudó a dar con el mismísimo Bin Laden.

Testosterona naval

Por: | 23 de mayo de 2012

MARK WILSON / AFP(Fotos de Mark Wilson / AFP)

Es la tradición anual de la testosterona militar. Los cadetes que finalizan su primer año en la Academia Naval de Annapolis se enfrentan al reto de mostrar su resistencia física y su hombría en una competición por ver quién escala con más presteza un obelisco de Herndon, que se yergue en pleno campus. Lo volvieron a hacer el martes, y el ganador fue Andrew Craig, de 19 años, nacido en Tulsa, Oklahoma.

El obelisco, de seis metros, se embadurna con 90 kilos de manteca de cerdo, para complicar su escalada. De ahí el tiempo total que le llevó a Craig ascender hasta su pico: dos horas, 10 minutos y 13 segundos. Ese tiempo se redujo a sólo dos minutos y cinco segundos en 2010, porque el entonces superintendente de la academia, el vicealmirante Jeffrey Fowler ordenó aquel año que no se empleara grasa, para evitar lesiones.


MARK WILSON / AFP

La manteca de cerdo se lleva empleando desde 1955. Ocasionalmente se ha prohibido su uso. Por ello, el récord de la escalada más corta se registró en 1969, con un minuto y 30 segundos. En 2011 se volvió a autorizar, dadas las protestas de los cadetes.

La escalada de final de curso es toda una tradición en Annapolis, la capital de Maryland, una pequeña ciudad cercana a Washington. Los cadetes trabajan en equipo para hacer una montaña humana, con la que poder sustituir un gorro de marinero, que se ha colocado sobre el obelisco, por otro de cadete. Dice la leyenda que el que corone el obelisco llegará antes que nadie en su promoción al rango de almirante.

MARK WILSON / AFP
Normalmente, además de tener que enfrentarse a la manteca, los cadetes son rociados con chorros de agua con mangueras, para dificultarles aun más el ascenso. A ellos parece no importarles, y se crecen ante esa adversidad. Asistir a esa ceremonia es para ellos un honor. Los cadetes se agolpan, entrelazando brazos, subiendo unos encima de otros, para que uno de ellos logre la gloria de coronar la punta del obelisco.

Las dos rutas de la discordia

Por: | 21 de mayo de 2012

Rutas
(Autor: Arun Reginald)

La muerte de 24 soldados paquistaníes en un ataque de fuerzas de la OTAN en noviembre, en un puesto fronterizo con Afganistán, sigue siendo un una fuente de problemas en las relaciones entre Islamabad y Washington. Pudo ser la gota que colmó el vaso, o sólo un ataque a un Ejército, como es el paquistaní, que se considera aliado nominal de la Casa Blanca pero que en muchas instancias ampara subrepticiamente al enemigo. El caso es que Pakistán se vio obligado a cerrar las dos rutas principales de abastecimiento a las fuerzas de la OTAN en Afganistán por carretera, complicando notablemente la retirada programada para 2014.

Son dos rutas que unen la localidad portuaria paquistaní de Karachi con dos de las principales ciudades afganas: Kandahar, al sur, y Kabul, al este. Eran, hasta el año pasado, dos arterias vitales para el abastecimiento de los soldados aliados. Por ellas recibían víveres y material bélico. Pakistán, al ver que el presidente Barack Obama no pedía perdón por la muerte de los 24 soldados en un ataque que se consideraba fuego amigo y evitable, tomó represalias de la forma más efectiva que tenía entre sus manos: cerró esos accesos a los camiones de la OTAN.

Ahora, el presidente paquistaní Asif Ali Zardari ha acudido a Chicago, invitado a la cumbre de la OTAN, sin la voluntad, parece, de comprometerse a abrir esas rutas. Éstas son cruciales para EE UU y sus aliados. Al oeste, Afganistán linda con Irán, un país con el que Washington no tiene relaciones diplomáticas. Eso le deja dependiendo de Turkmenistán y Tayikistán, país este último en el que el Pentágono tiene una base aérea por la que suelen pasar los soldados que tienen como destino final el frente afgano.

Lograr una apertura de las rutas paquistaníes hubiera sido una victoria diplomática y estratégica para Obama en este encuentro. Los analistas coinciden en que no la va a poder lograr. Para ellos, el enquistamiento de las las relaciones entre Washington e Islamabad confirma, además, que cuando se retire la OTAN de Afganistán, a lo largo de 2014, el gran problema para la Casa Blanca será un Pakistán con arsenal nuclear; controlado desde la sombra por las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia; que todos estos años ha aparentado ser un aliado y que en realidad ha amparado a muchos insurgentes, incluido Osama Bin Laden.

El último prisionero de guerra

Por: | 14 de mayo de 2012

 

Bowe Bergdahl en un vídeo difundido por los talibanes (AP)


Después de 10 años de guerra y miles de muertos, los insurgentes capturados por Estados Unidos  en Afganistán se hallan, eminentemente, en la prisión de Parwan, en la base militar de Bagram, donde hay unos 1.600 detenidos. A otros se los ha trasladado a la base naval de Guantánamo, donde, en su punto máximo, convivieron casi 700. Son un arma negociadora en el proceso de transición a un Afganistán soberano. Pero los talibanes, ¿con qué cartas cuentan?

Con un soldado norteamericano. Bowe Bergdahl, de 26 años, capturado en junio de 2009, por el que los talibanes piden un millón de dólares y la liberación de una veintena de insurgentes bajo custodia de EE UU. Es el único prisionero de guerra bajo custodia de los insurgentes del que se tiene constancia en la larga Operación Libertad Duradera, cuyo ocaso Barack Obama ha programado para 2014.

El contraste con otras guerras es notable. Desde la primera Guerra Mundial ha habido en EE UU 142.400 prisioneros de guerra. Sólo en la Segunda Gran Guerra hubo 130.201. En Vietnam ese número decreció hasta los 725. En la Guerra de Irak hubo nueve. En Afganistán, uno, bajo custodia de la violenta red Haqqani, que opera en la frontera con Pakistán.

El soldado Bergdahl ha cobrado prominencia ahora porque sus padres se han quejado públicamente por lo que consideran indolencia por parte del Pentágono en los esfuerzos por liberarle. En un tira y afloja de negociaciones, la Casa Blanca se comprometió a liberar a cinco detenidos en la base de Guantánamo a cambio de Bergdahl.

Esos pactos quedaron en el aire cuando los talibanes dieron por terminadas las negociaciones, en marzo, después de que un sargento norteamericano matara a 16 civiles en Kandahar. Entonces se temió por la vida de Bergdahl. Sus padres temían que las represalias se centraran sobre él. La cúpula militar, por su parte, mantiene que está haciendo todo lo que está en su mano por liberar al soldado.

El hecho de que los insurgentes tengan a un solo detenido en su poder es una muestra más de la naturaleza cambiada de esta guerra, que ha pasado de librarse como un conflicto tradicional, con el uso de infantería, a depender casi exclusivamente de operaciones especiales. Los comandos aliados suelen salir de noche, aniquilando o capturando a insurgentes, sin darles a éstos la oportunidad de tomar rehenes. Los que logran capturar, como Bergdahl, se convierten en poderosas armas negociadoras.

 

Algunos hombres buenos

Por: | 07 de mayo de 2012

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La sargento Teresa King, en el centro  (James Arronwood / US ARMY)

Parece que, en las fuerzas armadas, las cosas cambian para seguir siendo lo que eran. En el Ejército de EE UU siguen mandando sólo algunos hombres buenos. Sólo un 14% de los soldados norteamericanos son mujeres. Ninguna de ellas puede participar en operaciones directas de combate. En 2009 una mujer, Teresa King, fue elegida para dirigir por primera vez la Academia de Sargentos Mayores del Ejército de Tierra, en Fuerte Jackson (Georgia). Fue un ascenso tan laborioso como tardío, emponzoñado, finalmente, por falsas acusaciones y venganzas.

En noviembre, el Ejército suspendió a King, sin dar explicaciones para ello. Los superiores de la sargento repitieron hasta la saciedad, ante las preguntas de los periodistas, una razón: “motivos personales”. Con su silencio, alimentaron rumores y especulaciones, todos ellos infundados. Hubo todo tipo de erráticos análisis, incluso por parte de medios serios, como la revista Time, que hacía leña del árbol caído recordando que, como sargento, King nunca había servido en el campo de batalla (entre otra cosas porque el Pentágono lo prohíbe, habría que añadir). En portales militares no oficiales se acusa a King de todo, desde abusar del alcohol en su puesto hasta de relaciones no autorizadas con sus subordinados.

El viernes, según anunció el Pentágono, King recuperó su puesto. Su abogado reveló algo que no se sabía: la sargento había presentado una demanda por la vía militar contra dos superiores, por considerar que los motivos de su suspensión eran sexistas y racistas. Además, añadió que había pedido una investigación del mismísimo Congreso de EE UU sobre el asunto. La interesada alega que los otros soldados -blancos y varones- no llevaron bien su ascenso y la resonancia que tuvo en medios de EE UU y de todo el mundo, y ejercieron su venganza.

“Va a volver a su puesto”, dijo su letrado, James Smith. “Es una reivindicación en toda regla”.

En 2009, King copó portadas de todo tipo. Era la primera fémina en ascender a uno de los puestos de más prestigios del cuerpo de infantería de las fuerzas armadas norteamericanas, como jefa de la escuela de instructores militares. Casi todos los medios, incluso los más respetables, se permitieron escribir que en ella todo parecía masculino, excepto su género.

“Puede que no sea una sorpresa que el nuevo jefe de instructores del Ejército tenga por ídolo al general George S. Patton Jr., haya saltado de un avión en 33 ocasiones, niquele cada ejercicio de entrenamiento físico que hace y conduzca un Corvette negro con una placa en la que se lee no a la debilidad”, escribió The New York Times. “Pero tenga en cuenta esto: la sargento es una mujer”.

Longo y Calpena A ambos extremos, los soldados a los que King acusa de sexismo y racismo (James Arronwood/US ARMY)

Según la sargento King, la atención cobrada le pasó factura. Han sido seis amargos meses fuera de su puesto. Alega ella que por el agravio sentido especialmente por dos superiores: el general de división Richard Longo (en la foto, a la izquierda) y uno de los más estrechos colaboradores de este, el sargento mayor John Calpena (en la imagen, a la derecha). Cuando King fue ascendida y, luego, suspendida, Longo era el jefe Comando de Doctrina y Entrenamiento del Ejército, y, por lo tanto, responsable directo de ella. Desde hace unos meses se halla en el frente afgano, en otras tareas.

El Ejército ha preferido callar pero lo ha dicho todo con sus actos. El general de división Bradley May, subcomandante del Comando de Doctrina y Entrenamiento del Ejército, que asumió la investigación del caso, decidió el viernes que no había motivos para la suspensión y que las acusaciones presentadas contra King eran infundadas. King regresó inmediatamente a su puesto. Según reveló el abogado de la sargento, ésta había enviado una carta a sus superiores quejándose de una campaña de descrédito, en la que decía: “Si yo hubiera sido un hombre, nada de esto hubiera sucedido”.

Obama aún busca a Kony

Por: | 01 de mayo de 2012

Rotator-konyAntes de que un vídeo norteamericano popularizara a Joseph Kony, Barack Obama mandó a 100 soldados a capturarlo. Seis meses después, poco han avanzado. Los soldados del cuerpo de operaciones especiales de las fuerzas armadas no han logrado localizarlo en la densa jungla del corazón africano, donde se refugia junto a su Ejército de Liberación del Señor (LRA, por sus siglas en inglés).

Experto en la huida, Kony, que comenzó su guerrilla en los años 80, prohibe a sus hombres el uso de teléfonos móviles y radios, para evitar que sus perseguidores le localicen. Junto a él, se esconden unos 200 guerrilleros, a los que los soldados norteamericanos, curtidos en Irak y Afganistán, son incapaces de localizar con el uso de satélites y dispositivos de espionaje remoto.

Pasando de las planicies afganas a la jungla más frondosa, los 100 soldados norteamericanos entrenan además a tropas de Uganda, República Central Africana, Sudan del Sur y Congo. El centro de operaciones de las tropas estadounidenses se halla en una base conjunta cerca del aeropuerto internacional de Entebbe, en Uganda. Hay destacamentos en Dungu, Congo; Nzara, Sudán del Sur, y Obo y Djema, en la República Centroafricana.

¿Qué debería ser, para el ejército más temido del mundo, y para los cuerpos de operaciones especiales que mataron al mismísimo Osama Bin Laden, la captura de un líder guerrillero africano? ¿De qué sirven ahora los todopoderosos drones, o aviones no tripulados, tan efectivos contra Al Qaeda? ¿Están fallando los míticos Navy SEALS, tan mortíferos en otras empresas?

En octubre Barack Obama dio la inusual orden de enviar tropas de elite a un área donde EE UU no tiene intereses. Según dijo entonces en una carta enviada al presidente del Congreso, el republicano John Boehner, y al presidente pro tempore del Senado, Daniel Inouye: “He autorizado a un pequeño número de tropas de combate a que se desplieguen en África central para ayudar a las fuerzas regionales que trabajan para eliminar a Jospeh Kony del campo de batalla”.

Meses más tarde, fue el vídeo de Invisible children el que convirtió a Kony en una cara familiar en los medios, dando una imagen para muchos simplista de un conflicto tan enrevesado como sangriento. Aprovechando el clamor en EE UU, Obama confirmó hace sólo una semana que seguía comprometido como nunca con la captura de “ese loco”. “Es parte de nuestra estrategia regional acabar con la lacra del LRA y ayudar a construir un futuro donde los niños africanos no sean robados a sus familias, las niñas no sean violadas y los niños con sean forzados a ser soldados”, dijo.

Pero si ni siquiera los Navy SEALS lo han logrado en seis meses, ¿cómo lo va a conseguir Obama con sólo esos 100 soldados?

El País

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