David Alandete

Dos presidentes y dos generales

Por: | 12 de noviembre de 2012

Lincoln06
Se estrena la película de Steven Spielberg sobre Abraham Lincoln en un contexto idóneo: el de la reelección de Barack Obama. Muchas son las coincidencias entre ambos hombres. Los dos trataron de formar un gobierno que uniera a los dos partidos, se enfrentaron a las facciones radicales en la Cámara de Representantes y lograron aprobar leyes que tienen un potencial transformador para la nación. Pero sobre todo: ambos son presidentes en guerra, determinados a acabar un conflicto con todos los medios a su alcance.

Por supuesto, Lincoln tenía una guerra en casa, la única guerra civil en la historia norteamericana. Los campos llenos de cadáveres se hallaban en Virginia, a sólo decenas de kilómetros de la capital en la que residía. Obama tiene a los muertos a 11.000 kilómetros, en las montañas y los valles afganos, en el marco de una guerra que él no comenzó, que ha dado muy pocos resultados y que cada vez es más difícil de defender ante la opinión pública. Ya le puso punto y final a una guerra de George Bush, la de Irak. Este domingo reiteró su compromiso de acabar la otra.

En la Guerra Civil murieron, en sólo cuatro años, 625.000 soldados de ambos bandos, en la Unión y la Confederación. En Afganistán, en 11 años, han muerto 2.133 soldados estadounidenses. La naturaleza de la guerra ha cambiado. Ya no hay cuerpo a cuerpo ni operaciones de infantería. Hoy, un agente de la Fuerza Aérea en Nevada es capaz de matar a toda una aldea donde se refugian insurgentes con un pequeño avión no tripulado, cargado con dos ligeros misiles. El riesgo de bajas ha descendido notablemente. Son las lecciones de David Petraeus.

Sí, fue Petraeus, admirado general del Ejército, quien reescribió la forma en que se hace guerra en Estados Unidos. Fue él quien, sirviendo en Fuerte Leavenworth, reescribió el manual de contrainsugencia del Cuerpo de Infantería y el Marine Corps. Su esencia: las fuerzas armadas “deben emplear una mezcla de labores de combate familiares y otras asociadas a agencias no militares”. El enemigo cada vez ataca con medios más similares a los de los grupos terroristas, con artefactos explosivos colocados en centros urbanos, donde las víctimas civiles de pueden contar a decenas.

Ahora Petraeus se marcha en desgracia tras una indiscreción extramarital. Deja la CIA, que era el puesto que le había concedido Obama cuando se vio obligado a abandonar el Pentágono. Era un general con demasiada influencia y protagonismo, en un ambiente, como es el militar, donde las estridencias y las salidas de tono se suelen pagar muy caras. La Agencia ha cambiado con él. Ahora tiene un papel protagonista en la lucha contra Al Qaeda, porque dispone de su propio programa de drones o aviones no tripulados. Con ellos aniquiló el año pasado en Yemen a Anuar el Aulaki, un clérigo que era un propagandista jefe del grupo terrorista.

Con esos ataques, la guerra en Afganistán es cada vez más innecesaria. Un general, finalmente, tiene la clave para que un presidente acabe una guerra. Ya sucedió con Lincoln y Ulysses S. Grant, general que logró la rendición de los confederados. La historia se repite, aunque en esta ocasión el general se marche a casa, tras una deshonrosa salida.

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Sobre el autor

es corresponsal del diario El País en Washington. En Estados Unidos ha cubierto asuntos como las elecciones presidenciales de 2008, el ascenso del movimiento del Tea Party o la guerra de Afganistán. Llegó a Washington en 2006, con una beca Fulbright para periodistas, a través de la cual se especializó en relaciones internacionales, conflictos armados y políticas antiterroristas.

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