David Alandete

Dos presidentes y dos generales

Por: | 12 de noviembre de 2012

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Se estrena la película de Steven Spielberg sobre Abraham Lincoln en un contexto idóneo: el de la reelección de Barack Obama. Muchas son las coincidencias entre ambos hombres. Los dos trataron de formar un gobierno que uniera a los dos partidos, se enfrentaron a las facciones radicales en la Cámara de Representantes y lograron aprobar leyes que tienen un potencial transformador para la nación. Pero sobre todo: ambos son presidentes en guerra, determinados a acabar un conflicto con todos los medios a su alcance.

Por supuesto, Lincoln tenía una guerra en casa, la única guerra civil en la historia norteamericana. Los campos llenos de cadáveres se hallaban en Virginia, a sólo decenas de kilómetros de la capital en la que residía. Obama tiene a los muertos a 11.000 kilómetros, en las montañas y los valles afganos, en el marco de una guerra que él no comenzó, que ha dado muy pocos resultados y que cada vez es más difícil de defender ante la opinión pública. Ya le puso punto y final a una guerra de George Bush, la de Irak. Este domingo reiteró su compromiso de acabar la otra.

En la Guerra Civil murieron, en sólo cuatro años, 625.000 soldados de ambos bandos, en la Unión y la Confederación. En Afganistán, en 11 años, han muerto 2.133 soldados estadounidenses. La naturaleza de la guerra ha cambiado. Ya no hay cuerpo a cuerpo ni operaciones de infantería. Hoy, un agente de la Fuerza Aérea en Nevada es capaz de matar a toda una aldea donde se refugian insurgentes con un pequeño avión no tripulado, cargado con dos ligeros misiles. El riesgo de bajas ha descendido notablemente. Son las lecciones de David Petraeus.

Sí, fue Petraeus, admirado general del Ejército, quien reescribió la forma en que se hace guerra en Estados Unidos. Fue él quien, sirviendo en Fuerte Leavenworth, reescribió el manual de contrainsugencia del Cuerpo de Infantería y el Marine Corps. Su esencia: las fuerzas armadas “deben emplear una mezcla de labores de combate familiares y otras asociadas a agencias no militares”. El enemigo cada vez ataca con medios más similares a los de los grupos terroristas, con artefactos explosivos colocados en centros urbanos, donde las víctimas civiles de pueden contar a decenas.

Ahora Petraeus se marcha en desgracia tras una indiscreción extramarital. Deja la CIA, que era el puesto que le había concedido Obama cuando se vio obligado a abandonar el Pentágono. Era un general con demasiada influencia y protagonismo, en un ambiente, como es el militar, donde las estridencias y las salidas de tono se suelen pagar muy caras. La Agencia ha cambiado con él. Ahora tiene un papel protagonista en la lucha contra Al Qaeda, porque dispone de su propio programa de drones o aviones no tripulados. Con ellos aniquiló el año pasado en Yemen a Anuar el Aulaki, un clérigo que era un propagandista jefe del grupo terrorista.

Con esos ataques, la guerra en Afganistán es cada vez más innecesaria. Un general, finalmente, tiene la clave para que un presidente acabe una guerra. Ya sucedió con Lincoln y Ulysses S. Grant, general que logró la rendición de los confederados. La historia se repite, aunque en esta ocasión el general se marche a casa, tras una deshonrosa salida.

Unas elecciones sin veteranos

Por: | 03 de noviembre de 2012

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Muchos de ellos se jugaron la vida por su patria. Votan normalmente a favor del aspirante republicano. Y ahora, por primera vez en ocho décadas, deben elegir entre dos candidaturas a la presidencia, la republicana y la demócrata, en las que no hay representado ni uno sólo de los suyos. Hay en Estados Unidos 22 millones de exmiembros de las fuerzas armadas. Y serán una fuerza política decisiva en dos Estados donde se decidirán las elecciones: Virginia y Florida.

Aquí en Virginia residen 822.000 veteranos de las fuerzas armadas. En Florida son 1,65 millones. Estas son unas elecciones anómalas para ellos. Desde que en 1932 se midieran en las urnas Franklin D. Roosevelt y Herbert Hoover, no ha habido una sola candidatura sin exmiembros del ejército. Es un gran contraste respecto a las pasadas elecciones presidenciales. John McCain, quien entonces era candidato republicano, es un héroe de guerra, un condecorado veterano de la Armada que llegó a pasar cinco años y medio como prisionero de guerra en Vietnam.

El servicio militar fue obligatorio en EE UU hasta 1973. A Mitt Romney le correspondía hacerlo por edad, pero se libró por motivos religiosos, para poder ir de misionero de la iglesia mormona a Francia. Al aspirante demócrata a la vicepresidencia, Joe Biden, también le hubiera tocado servir, pero se libró para poder estudiar, primero, y por padecer asma, después.

“Es una tendencia clara. Si uno mira al Congreso, pasa lo mismo. Estamos en el punto más bajo de legisladores que hayan servido previamente en el Ejército”, explica Art Mott, residente de Virginia de 65 años, que sirvió 10 años en el Cuerpo de Infantería. Como muchos otros veteranos, no apoyaba a Romney en las primarias, sino, en su caso, al expresidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich. Pero ahora cualquier opción es válida para sacar a Obama de la Casa Blanca.

“Barack Obama no sabe nada del ejército, no dispone de referencias militares, no sabe qué hacer con el ejército”, explica Mott. “A Romney al menos le avala el hecho de que sabe gestionar empresas, y eso será bueno para la economía”.

Las encuestas siguen dando a los republicanos como claros ganadores del voto de los veteranos. Aquí en Virginia −sede del Pentágono, de la universidad estatal castrense más antigua del país y de una veintena de instalaciones militares− Romney le saca 22 puntos de ventaja a Obama en ese grupo demográfico, según un reciente sondeo de Fox News.

A pesar de la captura y muerte del terrorista más buscado, Osama Bin Laden, estos veteranos están convencidos de que la actual Administración ha sido nefasta para el Ejército y para la seguridad de la nación en general. Aducen una prueba: durante el ataque al consulado de EE UU en Bengasi, el 11 de septiembre, el pelotón de marines que debería haber protegido al embajador Christopher Stevens y los otros tres diplomáticos muertos se hallaba en Rota.

“Obama miente. Cuando abre la boca sale generalmente una mentira. No le ofreció la suficiente seguridad a nuestros diplomáticos. Y los fines del presidente, al manipular esa información, van más allá del puro electoralismo. Lo cierto es que si el ataque a Bengasi se investigara como corresponde, varios miembros de esta Administración podrían ser procesados”, opina John Shroeder, de 78 años, quien sirvió en la Armada durante 22 años y que ahora luce en su solapa una insignia con la bandera del movimiento ultraconservador del Tea Party, una serpiente de cascabel enrollada sobre sí misma.

“¿Qué sabía el presidente y cuándo lo supo?”, dijo John McCain en un encuentro con veteranos, a favor de Romney, celebrado el viernes en un puesto de la Legión Americana aquí en Fairfax. Hacía suyas las cuestiones que el senador Howard Barker le preguntó a Richard Nixon durante las audiencias de caso Watergate. “Pero no se confundan, esto no es como el Watergate. En el Watergate no murieron cuatro patriotas norteamericanos”, añadió.

Hay una palabra que, al pronunciarla, provoca la indignación de estos veteranos: “secuestro”. Así se refieren los políticos a un pacto de 2011 en el Congreso por el cual, si demócratas y republicanos no llegan a un acuerdo de austeridad previamente, se impondrán recortes de 492.000 millones de dólares a lo largo de 10 años a partir de 2013.

Para ellos, el “secuestro” es una humillación al Ejército, una asfixia impuesta sobre las fuerzas armadas en una época de inseguridad creciente en el mundo islámico y de una rivalidad incipiente con China. Culpan de ese “secuestro” a Obama, aunque los republicanos accedieron a suscribir ese pacto en las negociaciones correspondientes.

“Con decisiones como esa, los cimientos de nuestra nación están bajo ataque. Y debemos protegerla del ‘régimen’ que ahora gobierna en América”, asegura Sergio E. Krstulovic, de 70 años, 22 de los cuales sirvió en el Cuerpo de Infantería. “Dicen que Obama es como Jimmy Carter, y que cómo él servirá sólo un mandato. Lo cierto es que yo recuerdo a Jimmy Carter, y no era tan malo como Obama”.

Foto: El veterano de la Armada John Schroeder en un mitin de John McCain en Fairfax el pasado viernes. AFP / Mark Wilson

 

El voto militar se desploma

Por: | 30 de octubre de 2012

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En las elecciones presidenciales de este año hay, para los hombres y mujeres de uniforme, una anomalía: por vez primera desde 1948, ninguno de los cuatro aspirantes a la presidencia o la vicepresidencia ha servido en las fuerzas armadas. Tal vez eso explique por qué las solicitudes de voto por correo por parte de los soldados han caído un 70% con respecto a los comicios de 2008, según un estudio de la agrupación Military Vote Protection Project.

Puede que hace cuatro años la participación fuera excepcionalmente alta porque John McCain, el candidato republicano, era un veterano de la Armada, y un héroe de guerra capturado por el enemigo en Vietnam. O puede que fuera por la formidable fuerza de la campaña de Barack Obama y su promesa de acabar dignamente las guerras de Irak y Afganistán bajo su mandato.

La realidad, seguramente, estará entre ambas opciones. Lo cierto es que el voto militar tiene a favorecer a los republicanos, pero en 2008 las comunidades que albergan bases militares vieron un notable incremento en el apoyo a los demócratas. A tenor del descenso en solicitudes de voto por correo, puede que los soldados hayan perdido la pasión por el presidente o vean con desánimo cómo no habrá en lo más alto del Gobierno nadie que haya lucido un uniforme.

Dos de los Estados que más han visto caer esas solicitudes de voto militar por correo son Virginia y Ohio. Ambos son cruciales en estas elecciones, y en ellos están haciendo campaña de forma frenética los dos candidatos. Las cifras son elocuentes: en Virginia las peticiones han caído de 42.000 a 12.000. En Ohio, de 32.000 a 9.700, según las cifras del informe de Military Vote Protection Project.

Ha habido caídas también pronunciadas, pero no tan graves, en Carolina del Norte, Alabama y Florida. Legisladores como el senador republicano por Tejas John Cornyn han acusado a los líderes civiles del Pentágono de “falta de cumplimiento con la ley, al no asegurarse de que los uniformados y sus familias pueden ejercer uno de los derechos más básicos, por el que se sacrifican a diario”. Hay de servicio en Afganistán 68.000 soldados. Pueden votar por correo porque en las bases hay postas de correos.

Foto: Una soldado muestra el sobre de voto por correo en las elecciones de 2008. (U.S. Army photo by Staff Sgt. Lynette Hoke)

Caballos, bayonetas y submarinos

Por: | 24 de octubre de 2012

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La Armada de hoy, ¿es mayor o menor que en 1917? Uno de los puntos de crítica del candidato republicano, Mitt Romney, al presidente Barack Obama es que la Armada de hoy en día tiene menos barcos que la de 1917. En el último debate presidencial, Obama respondió: “Usted mencionó que la Armada tiene menos barcos que en 1917. Pero Gobernador, es que también tenemos menos caballos y bayonetas, porque la naturaleza de nuestro ejército ha cambiado. Tenemos unos artilugios llamados portaaviones en los que los aviones pueden aterrizar. Y tenemos un tipo de barcos que van por debajo del agua, llamados submarinos nucleares”.

Romney está en lo cierto. En 1917, antes de la Primera Gran Guerra, la Armada de EE UU disponía de 313 barcos. Hoy, no supera los 285. “Y nos dirigimos hacia menos de 200 barcos si se implementan los recortes del presupuesto militar. Eso es inaceptable”, dijo Romney durante el debate. El candidato republicano debería mirar hacia los años de Bush, en los que la Armada llegó a tener sólo 270 barcos. O debería incluso indagar en los libros de historia. En 1920 la Armada dejó de emplear los cañoneros y los torpederos. Tres décadas después renunció a los acorazados.

La Armada de hoy no se puede medir en números, sino en capacidad y en potencia. En 1917 no existían los portaaviones. Hoy hay 11 de ellos, además de dos en construcción y otro planeado. Son tan mastodónticos que la Armada se refiere informalmente a los portaaviones de clase Nimitz como 4,5 acres de soberanía norteamericana en alta mar. Además, hoy en día hay 18 submarinos con capacidad nuclear, en dos bases de la Armada en los Estados de Washington y Georgia.

También es cierto que en la Segunda Guerra Mundial la Armada alcanzó los 6.000 barcos de guerra. Pero es que recientemente, el Pentágono ha librado una de sus dos guerras en un país sin acceso al mar, como es Afganistán. Los generales norteamericanos han recurrido a tácticas contrainsurgentes, y han pasado a depender más y más de los comandos de operaciones especiales. Puede que la Armada tenga ahora menos barcos, pero tiene a los SEALS, que en mayo de 2011 aniquilaron a Osama Bin Laden, el terrorista más buscado.

¿Qué hay de los caballos y las bayonetas? Obviamente existen menos caballos en las fuerzas armadas de EE UU ahora que en 1917. Pero la afirmación de las bayonetas de Obama es incorrecta. Puede que el vocablo parezca anticuado, pero tanto el Cuerpo de Infantería como el de Marines siguen dando a sus soldados bayonetas, entendidas como armas blancas complementarias del fusil, a cuyo cañón se adaptan. El Cuerpo de Infantería dispone de 419.155. El de Marines, sólo este año, comprará 175.061, a añadir a las 195.334 que ya adquirió en 2004.

En total, las fuerzas armadas de EE UU tienen más de 600.000 bayonetas. No se sabe cuántas había en 1917, pero el Cuerpo de Infantería y el de Marines tenían entonces 421.467 y 27.749 soldados, respectivamente. Aunque cada soldado tuviera su propia bayoneta, es probable que no superaran a las que hay en inventario hoy en día. Tanto Obama como Romney, por tanto, emplearon los tamaños en las fuerzas armadas como argumentos políticos equivocados.

Foto: El USS Kaiser Guillermo II en una foto de la Armada de EE UU de 1917.

Mejor protección para las soldados

Por: | 20 de septiembre de 2012

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Mucho se ha avanzado en los últimos tiempos en el Ejército en materia de derechos civiles. Mucho, pero no tanto como para que las mujeres que prestan servicio en el frente lleven chalecos antibalas diseñados específicamente para su cuerpo. A fecha de hoy, las soldados en Afganistán lucen dispositivos de protección creados para la anatomía masculina. Alguien, por fin, en el Pentágono ha pensado que no es de recibo. Y un grupo de soldados mujeres, de la base del cuerpo de infantería de Fort Campbell, llegará pronto a Afganistán, ataviadas con chalecos diseñados sólo para ellas.

No es un asunto baladí. En Afganistán hay que llevar el chaleco en todas las instancias fuera de la base. Y el reciente incremento de ataques fratricidas, por parte de infiltrados en las tropas afganas y contra soldados extranjeros, ha creado recelos dentro de las mismas bases. Algunos soldados de EE UU optan por el chaleco aún en lugares hasta ahora considerados seguros. Esa suerte de armadura es pesada: los últimos modelos son de unos 15 kilogramos. Y todos los modelos de las fuerzas armadas de EE UU han estado diseñados, hasta ahora, para el cuerpo masculino: grandes, largos y sin oquedades en el pecho.

El martes, unos soldados mostraron los nuevos chalecos en un evento celebrado en Fort Campbell, en la frontera entre Tennessee y Kentucky. Son prototipos, aun en pruebas, pero un paso importante hacia una mayor comodidad de las soldados en el frente. Las mujeres soldado se quejan de lo dificultoso que es agacharse con los chalecos que se emplean ahora, y lo complicado que es colocar la culata de los rifles contra sus hombros, normalmente más pequeños que los de los varones. Con el modelo de siempre también les es más dificultoso entrar y salir de los vehículos acorazados.

La modificación principal ha sido la de acortar las placas del chaleco en el pecho y la espalda. También se reduce el material lateral, para permitir un fácil ajustamiento en cinturas y torsos más pequeños que los de los varones. En principio, el nuevo modelo lo emplearán 19 soldados mujeres en Afganistán. El Pentágono entonces hará un estudio sobre su uso, con sus virtudes y sus defectos, y mejorará el prototipo, para comenzar a distribuirlo posteriormente a gran escala.

Un 14% de los soldados de EE UU son mujeres. En 1948 se les permitió ingresar en filas, pero aun no se les permite entrar en operaciones de combate. Pero sus vidas también están en riesgo, y necesitan la misma protección que sus compañeros varones. De los más de 6,500 soldados fallecidos en Irak y Afganistán sólo 142 eran mujeres. En mayo, el Ejército abrió nuevos puestos de apoyo a operaciones de combate a las mujeres, pero aun no se les permite estar en la primera línea de fuego. Es algo para lo que el Pentágono  considera que las mujeres no están preparadas, al menos todavía.

FOTO: Megan Locke Simpson, Courier staff

El Ejército vuelve a Harvard

Por: | 11 de septiembre de 2012

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Los ejercicios militares han vuelto, finalmente, a Harvard. Desaparecieron en 1969, cuando las protestas estudiantiles por la Guerra de Vietnam forzaron al rectorado a prohibirlos. Se mantuvieron fuera del campus debido a la prohibición a los gais de servir abiertamente en las fuerzas armadas. Y cuando esta se revocó, en 2011, Harvard decidió volver a abrirle la puerta a los militares.

Según el programa, denominado Reserve Officer Training Corps, las fuerzas armadas acuden a los campus de las universidades y entrenan a los estudiantes para que se conviertan en oficiales en el futuro. Estos reciben becas, y ayudas económicas, y a cambio se comprometen a pasar una época en el ejército, normalmente unos ocho años. Los ejercicios tienen lugar en el campus donde estudian.

En los años 60, ante la creciente impopularidad de Vietnam, los estudiantes obligaron a los rectores de muchas de las universidades de la prestigiosa Ivy League a expulsar a los militares. Entre ellas se hallaban Harvard, Yale, Brown y Columbia. En el caso de Harvard, le permitía a los estudiantes acudir a efectuar su entrenamiento al Massachusetts Institute of Technology, cuyo campus está cerca.

El Pentágono asegura que el programa de adiestramiento está presente en 1.000 universidades. A través de él ingresan en el Cuerpo de Infantería norteamericano el 70% de los nuevos oficiales. Posteriormente esos estudiantes ocupan puestos de responsabilidad dentro de las fuerzas armadas. Los graduados de Harvard, 17 han logrado la mayor condecoración militar de EE UU, la Medalla de Honor.

Sólo cuando el Pentágono permitió a los gais servir abiertamente entre sus rangos, la rectora de Harvard, Drew Faust, tomó las medidas necesarias para que el programa regresara al campus. No encontró oposición. “En Harvard tenemos una gran opinión del servicio militar como servicio público”, dijo en marzo Faust, en cnferencia de prensa. En esa universidad, el servicio de entrenamiento a soldados comenzó en 1916.

El lunes, al despuntar el alba, el programa de entrenamiento regresó al campus de Harvard, cuarenta años después. Son algo más de 20 alumnos, afiliados al Cuerpo de Infantería y a la Armada. Se les ve a diario, haga frío o calor, repitiendo flexiones, dominadas, abdominales y otros ejercicios. En sus horas extras amplían sus conocimientos del ejército. Se preparan para la guerra, como en cualquier academia militar. Pero estudian en una de las mejores universidades del mundo.

FOTO: El secretario de la Armada, Ray Mabus, junto a la rectora de Harvard, Drew Faust, al firmar el acuerdo que permitió que se vuelva a entrenar a futuros oficiales en el campus de Masachusetts. Kevin S. O’Brien

Anarquismo militar para matar a Obama

Por: | 29 de agosto de 2012

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El plan estaba claro. El resultado sería el caos. El grupo clandestino se hacía llamar F.E.A.R., unas siglas que conforman la palabra ‘miedo’ en inglés y que corresponden a la expresión Siempre Duraderos Permanentemente Listos. Iban a colocar bombas en el parque Forsyth, en la localidad de Savannah. Envenenarían huertos de manzanas en el Estado de Washington. Volarían una presa. De entre la psicosis generalizada, los cuatro soldados emergerían en Washington para asesinar al presidente Barack Obama.

Los integrantes de esa milicia estaban destinados a la base de Fort Stewart, en Georgia. Habían comprado ya 87.000 dólares en armas: pistolas, rifles, fusiles semiautomáticos y explosivos. Y habían llegado tan lejos como para matar a otro soldado, Michael Roark, y a su novia, Tiffany York, que les habían descubierto y habían amenazado con delatarles. Los detalles se conocieron el lunes, cuando uno de los cuatro milicianos, el soldado raso Michael Burnett, delató a sus compañeros en un juzgado de Georgia, para reducir su propia pena.

Los cuatro han sido arrestados. La fiscalía les acusa de querer “derrocar al Gobierno”. El fiscal Tom Durden les ha calificado de anarquistas. El FBI, la policía judicial, participa ya en la investigación. El soldado Burnett dijo que fue su compañero de filas Isaac Aguigui quien comenzó a avanzar ideas anarquistas, hablándoles de un extraño y secreto libro, titulado ‘El manuscrito’, que hablaba de devolverle el Gobierno a su legítimo dueño: el pueblo. Según dijo, había otros uniformados y veteranos retirados que simpatizaban con sus ideas.

“El acusado Isaac Aguigui reclutó de forma activa a nuevos miembros de Fort Stewart y se centró en soldados que estaban pasando por problemas o que se hallaban desilusionados”, dijo en corte la asistente del fiscal del distrito, Isabel Pauley, según CNN. Entre sus planes inmediatos: “tomar el puesto de control de Fort Stewart, hacer estallar vehículos de grandes figuras políticas y judiciales a nivel local y estatal y a representantes federales”. Roark y York, que les descubrieron, fueron ejecutados en un bosque, según las pesquisas policiales.

El año pasado, una familiar de Aguigui avisó a las autoridades, alarmada tras la muerte, en circunstancias sospechosas, de la esposa del soldado. Los fiscales mantienen que este financió a la milicia con un seguro de vida de 500.000 dólares que había cobrado por el fallecimiento de su cónyuge. Con ese dinero, el uniformado había comprado 15 armas, mientras se hallaba de permiso. Entonces, el Ejército ya le dijo a la policía que había una investigación abierta sobre las actividades de Aguigui. Finalmente, permitió el arresto la delación de Burnett, que se declaró culpable de homicidio y pertenecer a una banda ilegal, entre otros cargos.

Foto: los cuatro detenidos. Aguigui, el supuesto líder, es el de la parte inferior izquierda.

Afganistán, 2.000 soldados muertos

Por: | 22 de agosto de 2012

Departamento de Defensa
Este mes, la cifra de soldados fallecidos oficialmente en Afganistán ha superado los 2.000. Se tardaron nueve años en llegar a superar los 1.000 y sólo 27 meses en rebasar el otro millar. Esa aceleración en el número de muertes militares se ha producido precisamente en el contexto de un refuerzo en tropas ordenado por el presidente Barack Obama al llegar al Gobierno, en una guerra que en el año próximo tocará a su fin.

Cada hito en el número de víctimas ha sido un reflejo de la naturaleza cambiante del conflicto afgano. La víctima número 1.000 fue un soldado abatido en mayo de 2010, cuando un ataque suicida en Kabul mató a cinco norteamericanos. La cifra de 2.000 se ha superado en el marco de un incremento de los ataques fratricidas, en los que soldados afganos atacan por sorpresa a las tropas norteamericanas que han asumido la labor de entrenarles.

Un 75% de los ataques fratricidas se ha dado en los últimos 20 meses. Sólo en 2011, 35 soldados de la Fuerza Internacional de Seguridad de Afganistán murieron en ese tipo de incidentes, según un recuento del portal especializado The Long War Journal. En lo que va de 2012, ese tipo de ataques ya se han cobrado 39 vidas, lo que supone, aproximadamente, un 13% de las bajas totales desde enero.

En septiembre se habrán replegado los primeros 30.000 soldados de la retirada total ordenada por Barack Obama para 2014. Quedarán en aquel país unos 68.000, cuya prioridad es dejar en pie a unas fuerzas armadas afganas que puedan proteger el país y a su Gobierno legítimo en Kabul. Entre las tropas de EE UU y sus mandos cunde estos días la frustración por el grado de infiltración de los yihadistas entre los rangos del Ejército afgano.

El sábado, el Secretario de Defensa norteamericano, Leon Panetta, llamó al presidente afgano, Hamid Karzai, para expresarle su preocupación por el incremento de los ataques fratricidas. Según fuentes del Pentágono, Karzai le dio garantías a Panetta de que se aplicarían controles más rigurosos sobre los nuevos reclutas de las fuerzas de seguridad nacionales afganas, y que buscaría la asistencia de los mandos norteamericanos para ello.

Los mandos norteamericanos y de la OTAN han ordenado a los soldados que lleven armas cargadas consigo en todos los lugares y en todas las instancias, aun dentro de la llamada zona verde de Kabul, un fortín occidental hasta ahora considerado seguro. Recientemente el líder de la Guerrilla Talibán, el Mulá Omar, dijo que esos ataques de infiltrados obedecían a una estrategia yihadista, consciente y planeada, para mermar a las tropas extranjeras en el momento de su retirada.

(Foto: Departamento de Defensa de EE UU)

Primera general abiertamente gay

Por: | 13 de agosto de 2012

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Fue un gesto discreto, que podría haber pasado desapercibido, pero que marcó un antes y un después en el Pentágono. La oficial Tammy Smith, de 49 años, del Ejército de Tierra de EE UU, fue ascendida el viernes a general de brigada, en una ceremonia formal en el cementerio militar de Arlington, aquí en la zona metropolitana de Washington. En ese tipo de actos, la pareja sentimental del soldado ascendido le coloca la insignia correspondiente a este en el hombro. En el caso de la soldado Smith, lo hizo su esposa, Tracey Hepner.

El Ejército ascendía así a general, por primera vez en su historia y en la de las fuerzas armadas, a una persona homosexual. El 20 de septiembre se cumplirá un año de la revocación de la ley que prohibía a gais y lesbianas servir abiertamente en el Ejército norteamericano. En menos de un año, ese colectivo ha logrado avanzar su agenda de visibilidad y normalización hasta los rangos más altos de la cúpula militar: sólo dos escalafones más le quedan a Smith para llegar a general de cuatro o cinco estrellas. 

Smith y Hepner se casaron aquí en Washington —donde las uniones gais son legales— en marzo de 2011. Smith lleva 26 años en el Ejército, y sirvió en Afganistán entre diciembre de 2010 y octubre de 2011. Su esposa pasó entonces por los mismos nervios, la misma ansiedad, de tener a un ser querido en el frente. Pero ninguna de las dos pudo expresar esos sentimientos de forma abierta hasta que se hizo efectiva la revocación de aquella ley discriminatoria en el Congreso.

El año pasado, el diario afiliado al Pentágono Stars & Stripes entrevistó a Smith, que entonces era coronel, y que habló con el pseudónimo de Allison. Dijo que no tenía en mente salir del armario si la ley se revocaba. Obviamente, ha cambiado de opinión. En aquella entrevista, explicó: “No es probable que mis compañeros de filas hayan conocido a una persona gay, y es menos probable que hayan tenido una imagen positiva de la gente gay, como los soldados más jóvenes”.

Entonces, Smith explicó que lo mejor que podía pasar con la revocación de aquella ley era algo tan sencillo como dejarse ver en público con su mujer. “Por fin, mi pareja y yo podremos salir y tomar unas copas juntas, sin tener que estar en estado de preocupación”, dijo. Con el tiempo, ha logrado mucho más que eso. Y ha sentado un ejemplo para todas las ramas del Ejército. En la actualidad, la general de brigada Smith ocupa el puesto de subjefa de gabinete del departamento de reserva del Ejército, aquí en Washington.

“Se abre una nueva era en el Ejército norteamericano cuando nuestros más experimentados líderes reconocen quiénes son y sirven al país al que aman al mismo tiempo”, dijo en un comunicado Aubrey Sarvis, veterana del Ejército y directora ejecutiva de la agrupación Servicemembers Legal Defense Network, que trabaja a favor de la igualdad en las fuerzas armadas. “La general de brigada Smith ha hecho historia hoy —no sólo por ser un miembro de uniforme ejemplar, que sirve a nuestra nación con integridad y honor— sino como una lesbiana orgullosa de ello que admite así el tremendo sacrificio que su familia asume para que ella pueda avanzar en el servicio a su país”.

(Foto: general de brigada Tammy Smith, del Cuerpo de Infantería, junto a su esposa, en una foto de Servicemembers Legal Defense Network)

Guerra por el aborto en el Pentágono

Por: | 09 de agosto de 2012

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Un ejército les pide mucho a sus soldados. Entre otras cosas, puede llegar a enviarles a morir en el frente. Aunque las mujeres aun no pueden prestar servicio en operaciones de combate directo, muchas de ellas —139— han dado también su vida en Irak y Afganistán. Ahora, las 200.000 mujeres de uniforme en EE UU son objeto de un debate acalorado en el Congreso, muy lejos del frente: ¿hasta qué punto pueden tener control sobre su propio cuerpo?

Bajo la normativa vigente en el Departamento de Defensa, los seguros médicos militares sólo cubren abortos si la vida de la soldado embarazada corre peligro. Es una diferencia notable respecto a otros programas de empleados públicos, o a los seguros del Estado como Medicaid, que también cubren la interrupción del embarazo en casos de incesto o de violación.

La senadora demócrata Jeanne Shaheen, de New Hampshire, ha pedido, a través de una enmienda a una ley de presupuestos militares, que se está negociando en el Capitolio, que el Pentágono pague también en sus planes los abortos en caso de incesto o violación. Ha logrado añadir esa provisión en la versión de la ley en el Senado, pero no ha podido hacer que se la acepte también en la versión de la Cámara de Representantes.

Para que la norma pueda ser ratificada debe consensuarse entre ambas cámaras. En el Senado tienen mayoría los demócratas, pero la Cámara la controlan los republicanos. “Es una injusticia para más de 200.000 mujeres en servicio activo en nuestro Ejército”, dijo Shaheen recientemente al diario Politico. “Deberían tener los mismos derechos en salud reproductiva que la gente a la que protegen”.

El Ejército, de hecho, permitía la cobertura de aborto en los otros dos casos hasta 1981. Entonces, bajo el mandato del presidente Ronald Reagan, se autorizó la reducción únicamente a casos de riesgo para la vida de la madre. A lo largo de las pasadas tres décadas, numerosos legisladores demócratas han intentado revertir esa medida, sin éxito. En esta ocasión, la senadora Shaheen logró el apoyo del republicano por Arizona John McCain, candidato a las presidenciales en 2008 y otros dos conservadores moderados.

No es un caso sin importancia. El propio Pentágono admite que, en 2011, hubo 3.191 agresiones sexuales a mujeres entre las filas. Según dijo el Secretario de Defensa, Leon Panetta, en enero, esa cifra podría crecer exponencialmente si se consideraran las agresiones que no se denuncian o no se revelan a los superiores. Dijo Panetta que sólo se hace público un 13,5% de los casos de acoso y abuso sexual, por lo que podría haber más de 19.000 en total. La pregunta, formulada desde el Senado, es si a las soldados violadas se les debería poder decidir si ponen fin a un embarazo que bajo ninguna circunstancia ha sido deseado.

Foto de archivo del Pentágono: un grupo de mujeres admitidas en el Ejército, en 1943.

Sobre el autor

es corresponsal del diario El País en Washington. En Estados Unidos ha cubierto asuntos como las elecciones presidenciales de 2008, el ascenso del movimiento del Tea Party o la guerra de Afganistán. Llegó a Washington en 2006, con una beca Fulbright para periodistas, a través de la cual se especializó en relaciones internacionales, conflictos armados y políticas antiterroristas.

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