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15 mayo, 2007 - 01:00

Mourinho amado, odiado... único

Diarios de fútbol

BLOG INVITADO: DIARIOS DE FÚTBOL

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  • Autor: "David Arranz, Borja Barba, Ramón Flores, Diego Grande, Miguel Gutiérrez, Enrique Laméyer y Dadan Narval".
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El Chelsea no ha sido nunca un equipo grande. Por más petrodólares que ponga en la caja el chairman Abramovich, su historia y su trascendencia tardarán muchísimos años en equipararse a la de Manchester United, Liverpool y resto de grandes del continente. Jamás ha llegado a una final de la Copa de Europa. Hasta la llegada a Stamford Bridge del magnate ruso sólo tenía una Liga inglesa y dos Recopas en su palmarés. El que quizá ha sido el mejor futbolista de su historia, Peter Osgood, queda lejos de los míticos George Best, Sir Bobby Charlton o Sir Stanley Matthews. Ni siquiera ha tenido el Chelsea rivalidades históricas con los grandes del país o de Londres: su archirrival es el modesto y vecino Fulham, Fulham Road abajo.

Sin embargo, desde la llegada de Jose Mourinho al banquillo, el Chelsea suele comportarse en sus partidos como un equipo grande. Como si no quisiera mirar al pasado, el equipo suele afrontar sus partidos con superioridad, tuteando a cualquier equipo con un palmarés infinitamente más jugoso. No importa si el rival tiene cinco Copas de Europa: el equipo londinense se sabe capaz de derrotar a cualquiera, y no hay ambiente ni afición que consigan amedrentarle. Aun siendo un modesto. Ese carácter ganador hace que nos multipliquemos los enamorados de ese equipo, de ese grupo humano, de esa manera de afrontar el fútbol y la vida que exhibe Mourinho. Y ese azul eléctrico de la camiseta blue… Qué decir de esa camiseta. La eliminación de la Liga de Campeones a manos (una vez más) del Liverpool de Rafa Benítez fue el primer varapalo de la temporada para Mou y los suyos. Como hace dos años, el Chelsea ha vuelto a quedarse en Anfield a las puertas de la final de una competición que se le viene negando. Mourinho no consigue agarrar ese trofeo por los cuernos desde que en 2004, contra todo pronóstico, llevó al modesto Oporto a la gloria.

Esta nueva eliminación se suma al fracaso en la liga inglesa, consumado el pasado domingo en el moderno Emirates Stadium ante el Arsenal (1-1). Al equipo londinense le queda el consuelo de la Carling Cup conquistada hace un par de meses y de la final de la FA Cup, en la que se medirá precisamente al campeón de la Premiership, el Manchester United. En esta semana para el olvido, la fama de personaje agrio y antipático de Jose Mourinho queda aparcada. Le hemos visto besar con devoción y entrega su medalla de, imaginamos, São Francisco Xavier, patrón de su ciudad natal, Setúbal. Y le hemos visto dirigirse a los seguidores del Chelsea que habían acudido a animar a los suyos al Emirates Stadium para hacerles ver que deben estar orgullosos de su equipo y salir con la cabeza bien alta. Mourinho se hace más humano y empieza a reconocer sus debilidades. Mourinho muestra miedo. Miedo a perder, a que su Chelsea estratosférico no alcance los objetivos preestablecidos. Miedo a caer derrotado a las puertas del mismísimo Olimpo.

"Traductor" es el (supuesto) insulto que corean los aficionados del FC Barcelona cada vez que su equipo se ha enfrentado a los blues. Muchos no lo harían si se parasen a pensar que este (supuesto) desprecio resume una trayectoria de éxito arrollador que comenzó a mediados de los noventa, cuando Mou oficiaba de intérprete de Sir Bobby Robson en el Sporting de Lisboa. Sólo diez años después, el Oporto levantaba la Copa de Europa. Sin duda, Mourinho es un hombre hecho a sí mismo. Al contrario que otros grandes de los banquillos, no pudo ganarse los favores de afición y prensa por una brillante trayectoria anterior como jugador. Todo lo que tiene se lo ha ganado a pulso. Y es que, como suele ocurrir con los grandes personajes, no conviene dejarse arrastrar por la primera impresión. Los 'mass media' suelen obviar la sutileza en beneficio del trazo grueso. A simple vista, Mourinho es un individuo prepotente, soberbio en la victoria y siempre rápido para la excusa y la justificación en la derrota. Si las cosas no van bien, siempre es por algo que no depende de él: que si le perjudican los árbitros, que si no tiene los fichajes que ha pedido, que si el equipo ha tenido más lesiones que nadie... En cambio, cuando Drogba marca el gol del empate en el último minuto del grandioso choque del Camp Nou, se tira de rodillas en el césped, en el paroxismo de la euforia, vociferando como un energúmeno.

Pocos de sus colegas hablan bien de él. Seguramente todo esto es cierto, pero su carrera está jalonada por una multitud de pequeños detalles que no acaban de casar con el estereotipo. Se aprecia al volver la vista a Anfield, a abril de 2005, su momento más duro como entrenador hasta esta semana: su equipo, máquina construida para ser campeón de Europa, acaba de caer en semifinales ante un Liverpool 'obrero'. Mourinho no se va del césped, como suelen hacer los protagonistas en estos momentos de desolación. No. Mourinho saluda afectuosamente, uno por uno, a todos sus rivales. Cuando felicita al último, se gira y aplaude también a la hinchada red. Es difícil pensar que un gesto como ese, en el que se resume toda la grandeza del fútbol y de la competición, pueda proceder de un canalla antideportivo. Tiene que haber algo más. Dicen quienes le conocen que Mourinho tiene una doble personalidad. Hay un Mou amable y metódico dentro del vestuario: no hay un solo jugador bajo sus órdenes que hable mal de él. Frente a la prensa, sin embargo, se muestra intransigente, duro, arrogante. Se argumenta que esta faceta pública responde a una estrategia. Como personaje, el Mou altivo tiene una gran virtud: absorbe como una esponja toda la presión que corresponde a un grupo de jugadores obligados a ganarlo todo. Es la barrera de contención que hace que al vestuario del Chelsea, a diferencia de otros grandes como el Real Madrid o el Barcelona, las arremetidas de la crítica lleguen casi sin fuerza.

Él recibe los palos, ellos juegan. Este aspecto es quizá su mayor valor. La mayor labor de un entrenador en un equipo como el Chelsea es mantener a los jugadores alejados del punto de mira de la prensa crítica. Y para ello, hay que ocupar un gran espacio. Recordemos otro detalle. A mediados de esta temporada, llovían las críticas sobre el joven mediocentro blue John Obi Mikel: que si demasiada vida nocturna, que si llega tarde a entrenar, que si se está echando a perder... Su momento más bajo llega cuando es expulsado por una niñería. Lo más fácil era lapidar a un futbolista al que nadie quiere. Mourinho, en cambio, da la cara por él. No niega su falta, pero apela a su propia autoconfianza como entrenador y, en cierto modo, maestro: "Si se ha equivocado, no me toca matarle. Me toca educarle". En tres meses, Mikel se convirtió en pieza clave del Chelsea, fundamental en la racha de victorias de su equipo. Este también es Mourinho: cuanto más se le conoce, más difícil resulta juzgarlo. Y uno acaba pensando que es tan grande como aparenta. En este final de temporada, Jose Mourinho y su Chelsea se han mostrado más humanos que nunca: esos emotivos abrazos entre el técnico, la estrella Lampard y el gran capitán John Terry, hundidos en un mar de dramatismo... Por eso quizá nos apena su triste final de campaña. Por eso y por el azul eléctrico de su camiseta... ¡qué camiseta!

Comentarios

el chelsea adquirio protagonismo y popularidad desde la llegada de mourinho.

perdon, quise decir "absorber el odio". Que fallo.

A mi Mourinho no me cae nada bien, pero quiza estoy influido por esas ruedas de prensa que da para "absorber el oido". El articulo ha cambiado mi idea sobre el. Como siempre, muy bien DDF.

Hola amigos
Le escribo por primera vez y solo para felicitarlos por la gran descripción que hicieron de José Mourinho.
Gran técnico. Ganador. Difícil que un equpio dirigido por él se vaya en blanco en una campaña, en cuanto a títulos se refiere.
Sigan escribiendo así
Norge

grande DDF.

hoy precisamente es la final de la UEFA. A mí me gusta.
Saludos.

Final española, un orgullo.

Beta, a eso se le llama sentir respeto por los gustos de los demás.

Gran artículo.

Menudo coñazo el fútbol

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