04 diciembre, 2007 - 14:44
¿Es España normal o anormal?
En la segunda mitad de los años noventa del siglo pasado distintos catedráticos de Historia mantuvieron un debate sobre el hecho histórico español contemporáneo, esto es, el acontecer histórico de España en la época contemporánea con respecto a la del resto de Europa.

BLOG INVITADO: ENCLAVE EXTERIOR
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- Autor: Félix Ramón López
- Descripción: "Un blog dedicado a los distintos ámbitos de las Relaciones Internacionales vistos desde una perspectiva española y europea".
El debate se desarrolló en torno a dos polos. Por una parte los que afirmaban la tesis de la normalidad de España por la que la historia de España es homologable a la de los modelos europeos (postura de los catedráticos Juan Pablo Fusi, José Álvarez Junco y Joseph Pérez). Por otra parte los que sostenían la tesis de la anormalidad, según la cual las peculiaridades y característica españolas son tan relevantes que hacen que la historia de España deba ser calificada de anormal con respecto a la de Europa (Borja de Riquer i Permanyer y Francisco Bustelo).
Para cada tesis los autores hilvanan un discurso cuyos argumentos básicos quedan vertebrados sobre cuatro planos distintos: histórico, político, económico y social. Entre estos argumentos figuraban cuestiones como la perdida temprana del imperio colonial culminada con el “desastre” del 98 cuando el resto de países europeos estaban embarcados en la construcción de los suyos; el tradicional aislacionismo español desde el s. XIX sólo roto a finales del s. XX; la sangrienta guerra civil española; las dinámicas nacionalistas regionales; el protagonismo del ejercito sobre la vida política española; el franquismo y la tardía transición a una democracia estable; el hecho de que España, en términos de renta per cápita sólo se sumara muy recientemente al grupo de ingresos altos al que pertenecen el resto de países del modelo Europeo; los tópicos tradicionales que parecen definir a los españoles como desorganizados, individualistas, perezosos e incluso fraticidas; las ideas-fuerza como el llamado “problema de España” o el slogan Spain is diferent del franquismo que parecen respaldar una cierta leyenda negra española.
Los defensores de la tesis de la anormalidad se apoyan en los hechos mencionados para sostener su postura. Por contra, los defensores de la normalidad sostienen que estos hechos y características propias muestran una evolución que no se aleja, sin embargo, de las pautas que ocurren en el resto de Europa.
Opino que hoy en día, sin menoscabo de la importancia que el debate puede haber tenido en el pasado a la hora de renovar la visión de la historia española y de vencer así las resistencias que persistieran a favor de explicaciones basadas en la tesis de la anormalidad, el debate es un tanto fútil, académico y en cualquier caso superado.
Observo que los defensores de la tesis de la anormalidad hacen de los hechos históricos que definen la historia de España una plaza fuerte en donde afianzar sus posiciones, sin caer en la cuenta de que cada país tiene una historia que no es ni buena ni mala, ni normal ni anormal, sino que simplemente no se puede calificar en torno a esos parámetros. Antes que en los hechos históricos en sí, ya sean de carácter económico, social, militar, etc., están las circunstancias concretas que los propician, y estas son de carácter multidimensional e interdependientes entre ellas. No es cuestión de afirmar que la concatenación en un tiempo más o menos largo de una serie de hechos que objetivamente se pueden llegar a calificar como negativos para la historia de un país lleven inmediatamente a una calificación de anormalidad. ¿Cuantos países estarían entonces en esa posición anormal?
Conectando con esta última pregunta, habría que preguntarse también sobre cual es el modelo de Europa “de referencia” sobre el que se pueden construir una afirmación sobre la normalidad o anormalidad de España.¿Cómo construyen los defensores de cualquiera de las dos tesis ese modelo con el que comparar a España? ¿Es éste modelo una abstracción ideal de los acontecimientos positivos y de progreso económico-político-social de una serie de países elegidos de Europa? ¿De qué Europa estamos hablando? ¿Qué países la constituyen? ¿Están, por ejemplo, los países balcánicos entre ellos?. No sigo. Creo que con lo dicho quedan claras mis dudas sobre las bases que fundamentan la eventualidad de continuar, hoy en día, este debate en los términos en que se plantearon en su momento.
La historia de España, como la de cualquier otro país, no es normal ni anormal, es un devenir que está en continuo recomienzo (idea que constituye el título de la última obra de Ralf Dahrendorf y que aquí recojo) y que en cualquier caso se ha de afrontar desde una perspectiva multidimensional, si es que realmente se quiere abordar cualquier intento profundo de explicación de la misma.
Situación actual de España en el conjunto de Europa
En perspectiva histórica se puede decir que en la actualidad España ha
llegado a concluir el proceso de asimilación y ajuste que comenzó con
el declive del Imperio hispánico. Éste ha sido un proceso de
readaptación y de aceptación que le ha llevado varios siglos y que se
ha encontrado altamente influenciado tanto por la coyuntura
internacional como por la resistencia interior a querer ver y aceptar
el nuevo papel que le tocaba desempeñar en la escena mundial. Hoy
España cuenta con una posición de influencia en el mundo, y por ende en
Europa, bastante acorde con lo que le corresponde por su cultura, los
valores que representa, su economía y su posición geo-estratégica, a la
que no obstante, se la observan potencialidades de mejora si se
aprovechan las oportunidades.
Durante todo el s. XIX y casi todo el s. XX España estuvo infra-posicionada como consecuencia del proceso de reajuste al que me refería. Este proceso no es, sin embargo, consecuencia de anormalidades endémicas de ningún tipo, sino que deriva del propio devenir histórico que se repite una y otra vez desde el inicio de los tiempos, y por el cual los Imperios terminan cayendo. Fruto de la oportunidad histórica, a España le tocó controlar el primer gran Imperio de la edad moderna. Pero a ese Imperio le llegó su fin y como consecuencia, España tuvo que reconfigurar su posición ante un nuevo escenario que además, no ha dejado de cambiar desde entonces. Que ese proceso de ajuste durara varios siglos no es tan relevante como el darse cuenta de que el mismo era inevitable para la supervivencia del propio Estado como tal.
Estos procesos de reajuste derivados del declive de Imperios anteriores se pueden observar aun hoy en otros países. Ahí está Gran Bretaña o Francia, intentando aun ambos digerir y reposicionarse ante la pérdida de soberanía Estatal asociada a los tiempos actuales, y frente a lo que muestran una especial resistencia como consecuencia de la inercia histórica que soportan. Gran Bretaña claramente la manifiesta en los recelos que tiene ante todo lo que suene a Unión Europea; Francia en cambio, tiene su punto débil en la falta de adaptación de un Estado muy unitario y centralizado frente a los procesos de globalización. Y ya veremos lo que ocurre con EEUU ante la llegada de un nuevo escenario en donde hay que hacer sitio a China y quizás a una renovada Rusia. Todas estas cuestiones, que no son otra que la resistencia a la adaptación a los tiempos actuales derivados de soportar estructuras e ideas del pasado, tienen un paralelismo con la historia ya recorrida por España, sin que el hecho de que parezcan ser transiciones más cortas en el tiempo o aparentemente menos traumáticas reste validez a lo dicho.
España debe de ser relevante en Europa y hay muestras para pensar que ya lo es. En el la cumbre de cierre de la presidencia alemana del primer semestre del 2007, de cara a definir cual era el mandato a dar a la Conferencia Intergubernamental que elaboraría el hoy ya llamado Tratado de Lisboa, fueron tres los grupos que se formaron. Por una parte, el de los países que dijeron “No” a la Constitución Europea (Francia y Holanda); por otra, los “euroescépticos” (Gran Bretaña, Polonia y, en menor medida, la república Checa); y en último lugar, la de los países favorables a mantener lo máximo posible de la abortada Constitución Europea, bloque conformado por el resto de Estados miembros y que estaban liderados por España. En la medida de que el Tratado de Lisboa conserva, según algunos expertos, en torno a un 98% de la fallida Constitución europea, se puede ver como indicativo de lo relevante de ese liderazgo. Este es un ejemplo pero otro podría ser la presidencia que ostenta España en la OSCE durante todo el año 2007.
Hoy España es de alguna manera un país emergente, no tanto en el sentido económico que se le da a China, India o Brasil, sino como potencia con una gran proyección cultural y de valores, a lo cual se ha de añadir una solidez económica que parece se está alcanzando y que se debe consolidar a futuro para poder respaldar el resto de acciones. En un mundo en donde uno de cada cinco habitantes está fuera de lo que conocemos como mundo occidental y que por ende, no necesariamente comparte nuestro mismo código de valores, necesita muchos de los que conforman la actual España y que están expresados en nuestra Constitución. En este sentido, es mucho el soft power que España puede aportar al mundo actual.
La posición actual de España en Europa debe ser apuntalada como referente necesario para todas sus políticas y desarrollos; en Iberoamérica, España ha de tomar responsabilidades mayores y aportar su experiencia a la hora de conseguir un aprovechamiento máximo de las tasas de crecimiento económico presentes que disfrutan muchos de los países iberoamericanos, a fin de reducir la desigualdad social y con ello ayudar a la estabilidad política y social del sub-continente; y en África, España debe despegar realmente superando las actuales políticas de cooperación al desarrollo.
No obstante, no hay que caer en la autocomplacencia dejándose llevar por el actual escenario que, en mi opinión, invita al optimismo. España tienen aun muchos retos y desafíos que resolver puertas adentro. Problemas importantes que pueden condicionar su futuro de no ser capaz de afrontarlos con solvencia. En cualquier caso, una acción decidida y continuada en política exterior según lo indicado y que se culmine con éxitos, es muy probable que dote a España de un sentido internacional del que hasta ahora ha estado muy carente, y que a su vez éste sirva, cuanto menos, de bálsamo con el que afrontar algunas de las importantes cuestiones aun abiertas en el interior.
De manera sintética; una de cada palo:
1.- Fin del Terrorismo
2.- Vertebración Territorial; ¿identidad común?
3.- Crispación/Polarización política
4.- I+D+i; baja productividad; 8a economía con pies de barro
5.- Superación dependencia energética; vulnerabilidad al cambio climático
Publicado por: Félix R. López | 12/02/2008 21:21:08
¿podrías enumerar al menos 5 retos o desfios puertas adentro?
¿ que problemas importantes tenemos que resolver para que no condicione nuestro futuro?
gracias
Publicado por: Pensador | 17/01/2008 23:27:19